Pasar al contenido principal
x

Exterior

Identificador
19291_06_005n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 38' 59.25'' , -2º 33' 44.26''
Idioma
Autor
Víctor Manuel Ricote Ridruejo
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Viana de Mondéjar
Municipio
Trillo
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
LA IGLESIA PARROQUIAL se encuentra enclavada en el corazón del casco urbano de la localidad. Sendas plazas marcan los límites tanto de su fachada norte, exenta de vano alguno que abra al exterior, como de la orientada a mediodía, donde, junto a un pequeño muro perimetral anejo, se levanta su monumental portada, principal acceso al interior de la nave. El exterior del ábside se abre tortuoso paso entre las recónditas y estrechas callejuelas que circundan el flanco este del edificio. A poniente las campanas que pueblan su espadaña marcan cadenciosas el pausado ritmo de los vecinos que a su vera deambulan por la calle mayor de Viana. El trazado de su planta responde al patrón románico, característico de las iglesias rurales erigidas durante el proceso repoblador que tuvo lugar en la comarca en los siglos XII y XIII: ha sufrido con posterioridad sustanciosas modificaciones, para acondicionarlo debidamente a los nuevos usos estéticos que cada época demandaba, en este caso los propios del barroco del siglo XVII, que desvirtuaron en gran medida el concepto que inspiraba su primitiva fábrica. Layna Serrano se decantaba por un temprano origen, datado a finales del siglo XII, “cuando estos pueblos del sur del Tajo fueron dados por Alfonso VIII a la mitra de Cuenca”, sancionaba. Sin dejar de reseñar que, en el momento de su visita, realizada en el primer tercio del siglo XX, se encontrara “tan bastardeada, que sólo denuncian su origen el ábside de planta semicircular y la puerta de ingreso”. Ruiz Montejo, por el contrario, recurre al análisis de la portada principal de la iglesia, que erróneamente vincula bajo la advocación de Nuestra Señora de la Zarza, para constatar “la existencia de un primitivo templo románico”, que en su caso valora “de muy tardía construcción”, avanzado el siglo XIII. Marco cronológico que también defiende Nieto Taberné, coincidiendo en el hecho de que fuera “totalmente transformado en época barroca”. El edificio, de una sola nave longitudinal, se alza sobre muros de mampostería, rematada con “cadenas”, siguiendo la expresión empleada por Azcárate, de irregular sillería que, debido a su elevado coste, se reservaba a las esquinas de los muros y al cierre de los reducidos y escasos vanos que en ellos se abrían. En la parte superior de la estructura, que conforma el exterior de la cabecera, además de la única marca de cantero que se ha podido localizar, se conservan todavía los canecillos y modillones primigenios, que fueron reutilizados en la rehabilitación a que fue sometido en la última década del pasado siglo. Su decoración, de claras reminiscencias cistercienses, es tan austera y esquemática que en general queda limitada a simples líneas rectas verticales. La sucesión de canecillos y modillones que debían de conformar la cornisa que jalonaba su antigua nave, fue sustituida por una nueva cornisa pétrea corrida, que descansa en este caso sobre modillones “formados con variantes sobre roleos deformados”, según describe Nieto Taberné, como consecuencia de la sobreelevación acometida, tanto en la nave como en el presbiterio, durante la reforma barroca del siglo XVII. En la planta levantada por Azcárate se hacía constar la presencia de un amplio vestíbulo, orientado a mediodía, que precedía a la portada principal. Por encontrarse en ruinosas condiciones, fue demolido en el transcurso de la restauración dirigida por Nieto Taberné. Siguiendo el mismo criterio fueron también eliminadas un conjunto de pequeñas y frágiles edificaciones, que amenazaban la estabilidad tanto de la fachada sur de la nave como del presbiterio, sobre los que se adosaban. La primitiva espadaña, emplazada, como la que todavía perdura, a los pies de la única nave del templo, sirvió de soporte a la levantada durante la obra del siglo XVIII. El alzado del nuevo campanario se divide en tres cuerpos de dispar morfología: “El primero rectangular y ciego sobre zócalo, el segundo trapezoidal y ciego rematado con motivos de bolos de tradición herreriana y el último, de sillería”. En el penúltimo tramo de la nave, limítrofe con la cercana espadaña y orientado a mediodía, encontramos su interesantísima portada principal, para Nieto Taberné “la parte más original y valiosa de la iglesia”. Cuando Layna Serrano la visitó, la encontró “bárbaramente blanqueada y oculta por un corralillo que la precede”. A dicho recinto, derribado en la última intervención, se accedía a través de una portada de medio punto adovelada, compuesta por aparejo de mampostería construido ya en el siglo XVIII. La portada abocinada se inscribe en un muro saledizo, levantado sobre sillería de piedra. Está compuesta por cuatro arquivoltas de medio punto, ornamentadas “con la típica alternancia de molduras cóncavas y convexas”, para Ruiz Montejo, “rematadas en su parte inferior por un bisel y un cordoncillo liso”, incide Nieto Taberné. Coincidiendo ambas descripciones en la significativa recreación “de puntas de diamante” como único adorno de su chambrana exterior. En la parte superior la estructura se cierra con una imposta corrida “formada por anchos baquetones, unidos por falsas escocias y toros”. Apean las arquivoltas sobre tres sencillas columnas laterales adosadas, con basas elevadas sobre alto plinto, y coronadas, sobre collarines estriados, con capiteles “exornados por motivos foliáceos”, en palabras de Layna Serrano. Conjunto que sintoniza plenamente con el repertorio decorativo característico “del último románico en la Alcarria”, ajustado a los principios estéticos de austeridad expresiva, abundando en motivos esquemáticos y conven - cionales, como elegante ejemplo “del gusto cisterciense”. Desde la portada se accede al interior de su única nave. Estructura longitudinal, dividida en cuatro tramos mediante pares de pilastras que la flanquean, adosadas al muro. Soportes sobre los descansan arcos de medio punto, que soportan una falsa bóveda semicircular de yeso, de factura moderna “con simulación de arcos fajones y cornisillas, sobre cada una de las pilastras y arcos formeros entre ellas”. Nieto Taberné incide en que previamente a la ejecución de este “falso techo de palos y yesones, existió un antiguo artesonado de madera, a seis aguas, del que todavía se pueden observar los arranques de la estructura portante y parte de la tabla de decoración”. En el transepto del último tramo de la nave al presbiterio recto, se abre el clásico arco triunfal semicircular. El recto presbiterio que, junto a la contigua nave, incrementaron notablemente su altura en el transcurso de la reforma barroca, se cubre con un sólido armazón de madera compuesto por “pares atirantados, correas, tabla y teja cerámica curva”. El abovedamiento del hemiciclo del ábside, “muy rehecho”, se compone en la actualidad por una cúpula semiesférica de yeso decorada con nervaduras y rosetones. La iglesia parroquial alberga en su interior una sólida pila bautismal, “de copa avenerada y círculos incisos, sobre las albanegas de los gallones” que caracterizan su decoración. Su datación resulta tan controvertida como imprecisa. Puesto que si bien autores como Ruiz Montejo se decantan por afirmar “que pudiera ser de época medieval”, Nieto Taberné plantea que dicha obra “de gran prestancia”, podría haberse realizado a lo largo del siglo XVIII.