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Ermita de San Pelayo en Perazancas de Ojeda

En la pequeña, y a penas conocida localidad de Perazancas de Ojeda, se encuentra la modesta Ermita de San Pelayo. Pese a su humildad, esta ha sido considerada como uno de los escasos hitos del siglo XI en tierras palentinas, configurando la iglesia más antigua románica conservada en la provincia.

Ermita de San Pelayo

En su interior consta de una lápida ubicada en el muro norte que indica la construcción de una iglesia en el año 1076, aludiendo a su patrono, el abad Pelayo, durante el reinado de Alfonso VI. Aunque podríamos pensar que pudiera ser esta, Navarro García cree que pudiera deberse a la desaparecida ermita de San Cristóbal que se alzaba en un cerro.

Aislada en el paisaje y alejada del núcleo urbano, el templo posee una sola nave de planta rectangular que remata en un ábside semicircular con bóveda de cuarto de esfera, precedido por un pequeño tramo recto.

Su aspecto actual es el resultado de varias campañas constructivas. Así la parte más antigua data de 1076 y se corresponde con el ábside, dónde aún se conserva su inscripción. Al exterior se articula en cinco paños separados por columnas y consta de dos vanos que permiten que la luz entre al interior, que, junto con la decoración “lombarda” a base de arquillos ciegos, una franja de esquinillas o engranajes y una banda de tacos, convierte al edificio en una herencia del primer románico en tierras castellanas en el que se puede rastrear la influencia de las corrientes románicas catalano-aragonesas y la asimilación de las fórmulas del primer románico pleno, que se estaban dando ya en San Martín de Frómista o San Isidoro de Dueñas.

Ermita de San Pelayo

En el lado occidental de la nave se abre la portada actual que consta de capiteles de estética mozárabe con sus cimacios reaprovechados de alguna construcción anterior, mientras que en el lado septentrional se haya una puerta tapiada en la actualidad que debió comunicar con alguna dependencia desaparecida.

Lo más destacable es el conjunto de pinturas murales en su interior, ya que estas constituyen una de las muestras más relevantes de pinturas puramente románicas de la provincia de Palencia. Tras la última restauración llevada a cabo en 1997, se descubrió la existencia de un enlucido anterior a la ejecución de las pinturas románicas, siendo contemporáneo a la ejecución del ábside, pero que quedó oculto por las pinturas que hoy vemos.

Ermita de San Pelayo

La paleta utilizada por el pintor de Perazancas reunía colores básicos como el rojo, el blanco, el verde, el amarillo y el negro para los perfilados, participando todos ellos en formar una magnífica composición distribuida en tres registros que se corresponden con lo celeste, la transición y lo humano y terrenal. Así en el registro superior es posible intuir los restos de una Maiestas Domini y de un cortejo de querubines, junto con lo que se intuye que debió ser un tetramorfos, debido a una inscripción identificando a Mateo. La zona del hemiciclo abisal lo ocupan los santos y los apóstoles, identificados probablemente todos ellos mediante una leyenda, mientras que en la franja inferior se representan compartimentadas en pequeños cuadros escenas típicas del calendario agrícola, que aluden a los trabajos y los meses, siguiendo la ordenación de la vieja liturgia hispana: de mayo a octubre y de noviembre a abril.

Distintos autores han coincidido en la influencia francesa que impregna las pinturas, aunque han convergido en su cronología, barajando fechas que van desde principios del siglo XII hasta pleno siglo XIII.