Identificador
50267_01_379n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 21' 33.47'' , -1º 8' 5.30''
Idioma
Autor
Delia Sagaste Abadía
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Uncastillo
Municipio
Uncastillo
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Claves
Descripción
Son muchas las iglesias románicas de Uncastillo con referencia histórica, de las que algunas se conservan. La primera es la parroquia dedicada a Santa María la Mayor (citada en 1099; consagrada el 2 de noviembre de 1155, reedificada y consagrada de nuevo en 1246), y la segunda a San Martín (consagrada en 1179); le siguen la iglesia de San Felices (citada en 1159), la de San Juan Evangelista (hacia 1169), la de San Lorenzo (1125) y la de San Miguel Arcángel, estas dos últimas, vendidas a comienzos del siglo XX (1914-1915), lo que fue causa de su ruina. En el Cartulario de Santa María de Uncastillo, un documento de los años 1119-1130 hace referencia al cementerio de San Juan. En la publicación de dicho cartulario se cita otro documento, datado entre 1167 y 1169, por el que el rey Alfonso II de Aragón cedía terrenos para edificar una iglesia dedicada a San Juan. Un acta conservada en el archivo parroquial dice que los jurados de la villa, en el año 1249, acuerdan dar en dot y arras extensos términos que en el mismo manuscrito se especifican para una iglesia dedicada a San Juan. La necrópolis medieval que rodea la iglesia, excavada entre 1972 y 1976, conserva algunas tumbas antropomorfas talladas en la roca. La iglesia de San Juan Evangelista, situada extramuros sobre un montículo rocoso, en la margen derecha del río Cadena, destaca del resto de las iglesias románicas de la villa por la originalidad de su planta y por las pinturas murales que se conservan en la capilla del lado meridional. Tiene planta de cruz latina, con cabecera semicircular cubierta con bóveda de cuarto de esfera, precedida de tramo, y nave única de tres tramos desiguales cubierta con bóveda de cañón apuntada sobre arcos fajones. A la altura del primer tramo de la nave (el más cercano al presbiterio) se abren sendas capillas rectangulares, a modo de los brazos de un falso transepto, más bajas que la nave, cubiertas con bóveda de cañón perpendicular al eje de la nave, que presentan pequeños absidiolos en su lado oriental, cubiertos con bóveda de cuarto de esfera, no acusados al exterior. Los accesos se localizan uno frente a otro, en los lados norte y sur, en el segundo tramo de la nave, en arco de medio punto, con dos tímpanos y capiteles lisos. En el absidiolo de la capilla adosada al lado meridional o de la epístola se encontraba una decoración pintada que tenía su continuidad en el muro de enlace con la nave. El abandono a que fue sometido el templo durante largo tiempo, al carecer de culto, provocó su ruina progresiva, y una restauración poco afortunada, llevada a cabo a finales del siglo XX, trajo como consecuencia la adulteración de las pinturas murales que quedaron gravemente afectadas en su dibujo y policromía. La decoración mural no sigue la distribución arquitectónica habitual entre bóveda absidal y semicilindro. La falta de ventana central de iluminación facilitó la continuidad compositiva, en la que bóveda y muro forman un solo espacio narrativo, en el que la figura titular ocupa la zona central de los dos registros superiores. El registro inferior hasta llegar al suelo ha desaparecido. Desde un principio resultaba difícil la identificación de sus escenas, poco habituales en la iconografía románica, de ahí las distintas interpretaciones que se han dado por parte de los investigadores. La grandiosa imagen sedente que preside la composición de los dos primeros registros, a modo de Maiestas Domini, ha sido identificada como Santiago el Mayor, patrono de los peregrinos y de los caballeros, de acuerdo con las escenas laterales que lo flanquean, que siguen pasajes de su leyenda. La ausencia de mandorla, que le sirva de marco, y de las representaciones tradicionales de los cuatro evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, en sus figuras alegóricas, apoyan esta identificación. Santiago el Mayor, hijo del pescador galileo Zebedeo, y hermano primogénito de San Juan Evangelista, se muestra sentado sobre un trono con almohadón y en actitud de bendecir con la mano derecha mientras sostiene un libro abierto en la mano izquierda. Es decir, tal como se le representa en los monumentos más antiguos, como apóstol, cubierto con una toga y descalzo, y mostrando un volumen del Nuevo Testamento. Sin embargo, a causa de la influencia de la peregrinación a Santiago de Compostela, a partir del siglo XIII, casi siempre Santiago fue representado con ropas de peregrino, calzado, tocado con un sombrero de ala ancha guarnecido de conchas, apoyado en un bordón, con un zurrón y la cantimplora. En la parte inferior de la imagen dos personajes ataviados como peregrinos besan los pies al apóstol. Los cuatro espacios narrativos que la flanquean adquieren unidad iconográfica, según los registros. La presencia primitivamente de inscripciones, hoy en gran parte desaparecidas, ayudaría notablemente a facilitar su comprensión. En la parte superior de la bóveda absidal, a derecha e izquierda del santo titular, hay tres personajes a cada lado ataviados con la indumentaria propia de los peregrinos jacobeos, en actitud de caminar. Los dos compartimentos del registro inferior representan episodios de la vida de Santiago el Mayor, tomada de la Leyenda Dorada. En el del lado izquierdo se representa el bautismo por inmersión del mago Hermógenes después de su conversión al cristianismo por el apóstol Santiago. Se reconoce a Hermógenes introducido en una pila, que recibe el agua bautismal de manos del apóstol. Asisten dos sirvientes que guardan las vestiduras del bautizado, y un tercer testigo, detrás del oficiante, que puede ser el discípulo del mago, llamado Fileto. Una inscripción, situada sobre las cabezas de los personajes, dice : POPUL(us): CREDENS: IH(e)S(um). En el registro inferior del lado derecho se muestra el prendimiento y juicio de Santiago en Jerusalén por Herodes Agripa, quien le condenaría a muerte por decapitación en el año 44. El apóstol es llevado en presencia de Herodes, que se muestra entronizado, con corona real y con las piernas cruzadas como símbolo de autoridad. Tres soldados armados vigilan al santo para evitar su fuga; éste gesticula expresivamente para defender sus argumentos frente a su enemigo. Encima de los soldados se adivina el inicio de una inscripción: MI(lites); dividida por el nimbo del apóstol se lee la inscripción IACOBU(s). En la parte exterior del absidiolo hasta la imposta la decoración se distribuye en tres zonas: la central, coincidente con la clave del arco, y las dos enjutas laterales. En la zona central se representa una curiosa imagen de busto de Cristo imberbe que recibe la veneración de cuatro apóstoles, dos en cada enjuta, con las manos juntas en actitud de orar. Los del lado izquierdo del observador se identificaban por sus textos, perdidos en la restauración: IO(han) N(e)S, IACOBUS, es decir, Juan evangelista y Santiago. Los del lado contrario, más desdibujados, han sido identificados como Simón-Pedro y Andrés, su hermano. Podría interpretarse como la llamada de Cristo a los primeros discípulos (Mateo 4, 18-22). En el muro que enlaza el absidiolo con la nave del templo, configurado por una columna adosada en el centro de una superficie plana, las pinturas se distribuyen en el fuste de la columna y a los lados. El doctor Sureda compara esta decoración con la de un frontal o retablo, con un espacio central único para la imagen titular y dos calles laterales de dos pisos cada una donde se desarrolla su biografía legendaria. La figura central representa a una santa coronada que ha sido identificada como Santa Margarita de Antioquía, santa muy popular en la Edad Media europea por las virtudes que se le atribuían de comadrona. Y en los lados se muestran cuatro pasajes de su leyenda, desde su prendimiento, martirio y decapitación hasta su entierro, sin que falte el dragón simbólico sobre el cual triunfaba mediante la plegaria. La desafortunada restauración de la pintura en esta zona del muro dificulta la correcta identificación de su iconografía. En el estado actual de las pinturas que aquí se analizan, la valoración de su policromía, aparentemente pobre, resulta problemática. Los fondos son blancos y los colores utilizados en la gama de los tostados, a base de ocres, marrones y almagres, con trazos negros para delimitar las figuras. Estilísticamente los murales de la iglesia de San Juan de Uncastillo pertenecen a la tendencia bizantinizante de la segunda mitad del siglo XIII, al igual que sucede con otros situados en lugares próximos como los que decoraron la cabecera de la iglesia de Santa María del Rosario en Asín (Zaragoza), del mismo estilo y cronología. Serían obra de un taller local, activo en la comarca de las Cinco Villas aragonesas, en las últimas décadas del siglo xiii, en el que las tradiciones italianas implantadas por los artistas que trabajan en el monasterio real de Santa María de Sigena (Huesca), que afectan en mayor o menor medida a los pintores de los reinos de Aragón y Navarra (Olite, Artajona, Artaiz), se unen a las corrientes naturalistas importadas por los miniaturistas franceses de la misma época. Las pinturas murales de la iglesia de San Juan de Uncastillo han sido valoradas mayoritariamente por su iconografía, que se ha relacionado con la devoción a Santiago dentro del ámbito de las peregrinaciones jacobeas. Y se ha señalado la situación geográfica de la villa en una de las vías secundarias que se dirigían a Sos del Rey Católico para enlazar en Sangüesa con el camino francés a Compostela.