Identificador
47250_01_029
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 25' 56.43'' , -4º 39' 51.70''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Mojados
Municipio
Mojados
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA IGLESIA DE SAN JUAN, hoy en el centro del núcleo urbano de Mojados, se encontraba sin embargo en el momento de su construcción el sector mas occidental de la villa, en una plaza que no es sino un ensanche provocado por el cruce de varias calles. Todo el edificio se erigió mediante combinación de ladrillo y mampostería caliza, constando de gran cabecera semicircular, con tramo presbiterial y una nave, con la torre en la fachada sur. Hasta hace bien poco otras dependencias se adosaban por el lado norte, enmascarando prácticamente la totalidad de la cabecera y de la nave. La cabecera sigue claramente los esquemas constructivos románicos, donde los esquinales y los elementos decorativos se han procurado mediante el empleo del ladrillo, dejando la mampostería para los paramentos lisos. El hemiciclo absidal, de evidente monumentalidad, arranca de un zócalo se sillería, muchas de cuyas piezas parecen haber sido sustituidas en tiempos postmedievales. Sobre este basamento pétreo se eleva un primer y alto cuerpo recorrido por nueve estilizados arcos ciegos de medio punto, separados por pilastrillas de la misma anchura que la luz de las arquerías. En los de los extremos y en el central se abren sencillas saeteras de medio punto, recercadas de ladrillo. Un segundo cuerpo o franja decorativa está compuesto por el mismo número de arcos, dispuestos en vertical sobre los inferiores, también de medio punto, pero esta vez doblados y dotados de menor altura, sin que ninguno esté perforado con saeteras. Sobre ellos se levanta una franja de ladrillo, lisa, que precede a otra de mampuesto, igualmente lisa, para dar paso por último a una galería de ladrillo, con nueve ventanales, pieza ésta que obedece a una reforma postmedieval del templo, posiblemente del siglo XVI, y que también aparece en la iglesia de Santa María de esta misma localidad o en edificios religiosos más relevantes, como en San Benito de Valladolid. El presbiterio muestra un cuerpo inferior similar al del ábside, con el zócalo de sillería y tres altos arcos ciegos de ladrillo, aunque en el lado norte ha desaparecido el más occidental. Sin embargo el segundo cuerpo ya carece de este tipo de ornamentación y sólo muestra un paño de mampuesto con esquinales de ladrillo, en cuya parte inferior se abre una ventanita de ladrillo formada por simple saetera en el norte y por arco de medio punto doblado en el sur. También las características constructivas de estos paños cambian de sur a norte en el modo de combinar ambos materiales. Finalmente se remata con la misma galería del ábside, para cuyo acceso se construyó un cuerpo de escalera adosado al norte. La nave, más ancha que la cabecera, es en la actualidad más baja y se halla ligeramente desplazada hacia el norte. Parte del consabido zócalo de sillería y los muros se levantan a base de grandes paños de mampostería separados por verdugadas de dos ladrillos. En el muro sur se abre una portada de ladrillo conformada por un rectángulo rehundido en cuyo interior se halla un arco túmido de tres arquivoltas, descansando la interior en imposta de nacela de ladrillo aplantillado y todo sobre pilastras de sillería; sobre las arquivoltas, dentro del rectángulo, se dispone un friso en esquinilla. A media altura del muro aparece una saetera de ladrillo, de arco doblado, idéntica a la que aparece en el presbiterio. En el muro norte posiblemente la altura original de la nave esté marcada por un friso de ladrillos en esquinilla que no aparecía en el otro lado. Bajo él se disponen dos saeteras con arco doblado de ladrillo, de morfología idéntica a las anteriormente descritas y, en la parte inferior, llegan a apreciarse restos de una portada que suponemos igual a la que se abre en el muro de mediodía. Interiormente todo estuvo revocado hasta la última restauración, en que la estética de “sacar la piedra” ha sido más ilógica que nunca. El hemiciclo absidal, cubierto en buena parte por un retablo de 1622, nace de un basamento de ladrillo, con un friso que combina tacos y esquinillas. Sobre él se dispone un paño de mampuesto que da paso a otro friso semejante al anterior, sobre el que se asientan el cuerpo de ventanas –aunque sólo se llegan a ver las dos de los extremos–, abocinadas, en arco de medio punto doblado. Remata el muro un friso en esquinilla, sobre el que se eleva la bóveda de horno, construida en mampostería en su parte inferior y en ladrillo en la superior. Un arco fajón de ladrillo, de triple arquivolta, asentado en pilastras igualmente triples, da paso a un presbiterio cuyos muros de mampuesto se rematan en un friso en esquinilla sobre el que se disponen las saeteras, una a cada lado, de morfología similar a las del ábside. Se cubre con bóveda de crucería con gruesos nervios de sección cuadrangular, realizado todo en ladrillo. El triunfal es apuntado, también de ladrillo, simple hacia el lado que mira a la cabecera y con triple arquivolta en el lado de la nave, apoyando en pilastras con impostas de nacela. Desde la nave la imagen es casi la de una gran portada, con un rectángulo rematado en esquinillas que enmarca el conjunto y flanqueado por paños de mampostería. En el encuentro con la bóveda de la nave se dispone una ventanita de medio punto también dentro de rectángulo. En la nave se diferencia bien una fase más antigua –aproximadamente los tres cuartos anteriores– de otra más moderna, aquélla con los paramentos desnudos y ésta revocados, correspondiendo los últimos a una fábrica postmedieval en cuyo hastial se abre una portada de corte neoclásico. Por lo que respecta a la fase medieval los muros se articulan mediante cuatro capillas nicho a cada lado –abriéndose la portada en una de las meridionales–, compuestas por potentes y altas arquerías apuntadas, dobladas, sobre pilastras, todo ello en ladrillo, mientras que el fondo de cada una de tales capillas, el muro propiamente dicho, es de mampuesto con verdugadas de dos ladrillos. La bóveda, que se retranquea ligeramente, parte de la habitual imposta nacelada, es de cañón apuntado y en su construcción se combinó sucesivamente piedra y ladrillo. Las reformas que sufrió la altura del edificio hacen que, al menos en lo que se refiere a la cabecera, sea difícil saber su altura original, que en todo caso debió abarcar los dos cuerpos del hemiciclo con decoración de arcos ciegos. Si en la nave la galería superior también es contemporánea de la de la cabecera, como parece lógico pensar, ha de concluirse que la capilla mayor siempre fue de mayor altura que la nave, salvo que ésta fuera desmochada en algún momento. Como en muchos otros edificios de la comarca las dudas para su datación son enormes. Constructivamente nos hallamos ante un edificio de morfología románica, con ábside semicircular seguido de presbiterio cuadrangular, donde el empleo de arcos de medio punto, a veces doblados, es otra particularidad que nos remite a las estructuras netamente románicas. La fábrica, además, recurre de forma habitual al uso de la mampostería, empleando un material tan manejable como el ladrillo para procurar unos elementos decorativos, arquitectónicos, que no serían posibles con aquella piedra, y sólo en un basamento que requiere mayor solidez y afrontar sin problemas las humedades –contra las que el barro cocido es más endeble–, se recurre a la sin duda costosísima sillería. El saludable revoco que cubriría los muros y que aún se conserva en la iglesia de Santa María, de esta misma localidad, daba uniformidad y protegía unos paramentos que hoy se muestran de forma tan falseada, inadmisiblemente “pobres” para la mentalidad del hombre medieval, especialmente en el interior. A pesar de esas reminiscencias románicas, las opiniones de los autores que han abordado su estudio se inclinan por unas fechas tardías. Para Valdés, el más comprometido con aportar cronologías para este tipo de edificios, la cabecera remite a modelos toresanos, pero el arco túmido de la nave la pondría en relación con la Peregrina de Sahagún y con San Pablo de Peñafiel y por tanto con una cronología de hacia fines del segundo tercio del siglo XIV. Valdés refrenda así unas fechas a partir de la portada meridional, considerando que cabecera y nave son coetáneas. José Carlos Brasas, por su parte, considera al edificio como un buen ejemplo del mudéjar del siglo XIV, para pasar a considerar al ábside como “románico-mudéjar”, sin mayores consideraciones cronológicas o de etapas constructivas. Por último, Herrero Marcos lo incluye dentro de su repertorio del románico vallisoletano pero sin la menor valoración, ni de dataciones ni de campañas. En nuestra opinión nos hallamos ante una obra de compleja calificación, con una cabecera que estilísticamente podemos calificar como románica, aunque seguramente levantada en pleno siglo XIII, no tanto en el XIV, como sostienen Valdés. En este sentido hay que recordar el parentesco con las iglesias de Toro, que ya pone de manifiesto ese autor, y el hecho de que esos templos suelen fecharse en los comienzos del siglo XIII, argumento fundamentado en la referencia de la consagración en 1208 de la iglesia del Cristo de las Batallas. La nave sería posterior, y sí pudo llegar a edificarse dentro de la decimocuarta centuria, mostrando todavía algunos rasgos de parentesco con la cabecera inequívocos, como son las saeteras. La torre es a nuestro juicio contemporánea de la nave, aunque uno de sus esquinales está reformado y el remate sufre la misma modificación en el siglo XVI que el conjunto del templo: el añadido de una galería de ladrillo. Finalmente el cuerpo adosado a los pies puede fecharse hacia el siglo XVIII. En todo caso éste es uno de los más complejos edificios mudéjares, una arquitectura que ya resulta en sí misma de muy difícil valoración, tanto más cuanto muchos de los templos se consideran obra del siglo XIV, un siglo que histórica, social y económicamente estuvo sumido en una profunda crisis, que trajo como consecuencia un parón generalizado en la construcción monumental, al menos en la mayor parte de los territorios. Finalmente cabe considerar la pila bautismal, que se halla en la última capilla-nicho del muro del evangelio. Tallada en piedra caliza, tiene vaso hemisférico de 114 cm. de diámetro y 55,5 cm. de altura, recorrido exteriormente por diecisiete gallones, con dos líneas paralelas incisas junto a la embocadura. El pie, que se dispone sobre un amplio basamento circular semienterrado, es cilíndrico, de 42 cm. de altura, decorado de arriba abajo con arquillos, tres líneas incisas paralelas y banda en zigzag. Tampoco es fácil averiguar su cronología, así, por ejemplo, el gran basamento circular es una constante en las abundantes pilas románicas sorianas, mientras que la decoración de gallones también es frecuente en la misma provincia, sin embargo la forma más esbelta de la pila de Mojados y la técnica con que parece que se labró, nos hacen pensar al menos en unas fechas de mediados del siglo XIII.