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Costado norte de la iglesia

Identificador
37129_01_009
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 58' 37.34'' , -5º 43' 16.24''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Justo

Localidad
Santibáñez del Río
Municipio
Doñinos de Salamanca
Provincia
Salamanca
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
SAN JUSTO DE SANTIBÁÑEZ DEL RÍO aparece hoy día como un pequeño edificio de nave única, levantada fundamentalmente en sillería y rematada por una amplia capilla mayor postmedieval de testero plano, en mampostería, a la que da paso desde la nave un arco triunfal de medio punto doblado que apea sobre repisas. Pese a la evidente sencillez de la estructura destaca la gran disparidad de aparejos y materiales, signo de múltiples fases constructivas y reparaciones. El cuerpo de la nave, en cuyo costado meridional se abre la portada, se erigió en sillería arenisca labrada a hacha y con numerosas marcas de cantero, aunque en la zona inmediata a la portada y hacia el oeste aparece, tanto en el muro norte como en el sur, un tramo que combina este material con gruesos sillares de granito. El muro del hastial, sobre el que erguía una espadaña que ya a principios del siglo XVII se encontraba “muy torcida y peligrosa”, debió finalmente desplomarse, pues son evidentes en él los signos de reconstrucción, que dejaron sobre el hastial una simple espadaña de arco de medio punto, más funcional que estética. Desde la portada y hacia el este, la amplia cabecera se levantó en mampostería de grandes bloques de arenisca, sustituyendo a la original, en época moderna. Una puerta adintelada y cegada en el testero daría paso a una sacristía hoy desaparecida. Otro acceso, adintelado al interior y de medio punto al exterior e igualmente cegado, se abría en el muro norte, frente a la portada. Pero, pese a las reformas y al evidente deterioro que ha significado la prolongada ausencia de cubiertas, el edificio alberga en su muro meridional una bella portada románica en la que resulta curioso tanto el retranqueo del plano de fachada como el que se abra en el espesor del muro, sin abocinamiento. Consta la portada de un arco de medio punto excelentemente despiezado y rodeado por una arquivolta decorada con un friso de rosetas octopétalas y tetrapétalas con botones, inscritas en clípeos de tallos, de idéntico diseño que las vistas en los cimacios del pilar sudeste del crucero de la seo salmantina. Apoyan arco y arquivolta sobre cimacio decorado con lises inscritas en roleos formados por tallos entrelazados y jambas lisas. Su diseño y tratamiento “metálico” remiten nuevamente a la Catedral Vieja de Salamanca, concretamente a los cimacios de la portada occidental. Remata el rehundido de la portada una moldura -que proporciona así un falso aspecto de alfiz- casi tangente a la rosca de la arquivolta y decorada con un friso de máscaras de felino vomitando hojarasca, motivo que volveremos a encontrar aunque con distinto tratamiento en la portada de Villamayor. La decoración se completa con los tres grandes modillones que, sobre la portada y siguiendo la línea de otros lisos que aparecen en el muro, sostuvieron las vigas de un pórtico hoy desaparecido. Muestra el occidental una cabecita entre dos toneles, el central dos esbeltas aves afrontadas bebiendo de la fuente de la vida, alzada sobre un alto fuste sogueado, y el otro un monstruo híbrido de parte posterior de cuadrúpedo y largo cuello de reptil, vuelto hacia abajo y recubierto de escamas. Remata los muros de la nave una cornisa decorada con friso de lises, en todo igual al de los cimacios de la portada, que se combina con tramos de ajedrezado. Apoya el alero en una rica serie de canecillos, algunos de rollos, proa de barco y doble nacela, aunque la mayoría están decorados con crochets, cabecita con barrilillo, prótomos de cuadrúpedos, cabecitas humanas, volutas, etc. La calidad de la escultura, lo esmerado de la talla y lo acertado de la composición, así como algunos detalles iconográficos (aves bebiendo de la fuente de la vida) y decorativos (rosetas y lises en clípeos vegetales), nos re - velan, junto a otra mano más tosca, la presencia de un cincel experto e indudablemente deudor del gran taller escultórico activo en la cabecera y hastial de la Catedral Vieja probablemente en torno a 1170-1180. Temas y tratamientos similares los encontramos también en otros edificios como San Martín de Salamanca, Forfoleda, Castellanos de Villiquera, San Andrés de Ciudad Rodrigo, etc. Añade interés al proporcionado por la decoración descrita la presencia de dos extensas inscripciones en verso que, con caracteres del siglo XIII, se sitúan en la rosca de los salmeres del arco de ingreso. Los epígrafes muestran manos distintas, siendo sus textos los siguientes: “Q[U]IS : Q[U]IS AM / AT : XPM[CHRISTUM] : MV[N]DV[M] : / N[ON] DILIGIT : ISTVM : / SET : Q[U]ASI : FETOR / E[M] : SPERIT : ILLI : AMO / REM:” “Quisquit am/at Christum mundum / non diligit istum / sed quasi fectorem (sic)/ sperit illi amorem”, la del salmer izquierdo, cuya traducción creemos sería: “Quienquiera que ama a Cristo no estima este mundo, sino que hacia su autor dirige su amor”; y “O DIVES : DIVES / NON OMNI TE[M]PORE / UIUES : FAC : BENE : DVM / UIS : POST : MORTE[M] / VIVERE : SI VIS:” “O dives, dives / non omni tempore / vives fac bene dum / vis post mortem / vivere si vis”, la del salmer derecho, que puede traducirse como: “Oh rico, rico no vivirás para siempre, haz el bien si tras la muerte deseas vivir”. Ambos epígrafes, catalogables en la categoría de las hortationes, tenían como misión exhortar a los fieles la práctica de la virtud, renunciando a las mundanidades y riquezas, como medio de alcanzar la vida eterna. Este espíritu moralizante es relativamente frecuente en inscripciones de los siglos XIII al XV. Lo encontramos en la clave central de la bóveda absidal del templo alavés de Nuestra Señora de la Asunción de Tuesta, en el libro que porta el Pantocrátor, donde leemos: “DIVES, DIVES NON OMNIS TEMPORE VIVES, FAC BENE DEO IN VIVIS, POST MORTEM VIVERE SI VIS. ELIAS ME FECIT” (Oh rico, no vivirás siempre rico; haz bien a Dios en los vivos si quieres vivir después de la muerte. Me hizo Elías, según traducción de José J. López de Ocáriz, Templo de Nuestra Señora de la Asunción. Tuesta, Vitoria, 1986, p. 35). Al final del epitafio de Douce de Montrouch, en Saint-Genis-des-Fontaines (Pirineos Orientales, Francia), encontramos el siguiente hexámetro leonino rico: “FAC BENE DUM VIVIS POST MORTEM VIVERE SI VIS”, es decir, “Haz el bien mientras vivas, si quieres vivir después de la muerte” (vid. Robert Favreau, Épigraphie médiévale, Turnhout, 1997, pp. 287-288). El mismo verso lo encontramos en 16 ejemplos entre los siglos XIII y XV (a los que habría que añadir este de Santibáñez), como en un capitel del claustro de la catedral de Monreale, figurado con el tema del pobre Lázaro y el rico Epulón, o en el priorato de Saint-Orens de Auch, a principios del siglo XIV (vid. Hans Walther, Carmina medii aevi posterioris latina, t. I-1, n.º 99, p. 312 y t. II-2, n.º 35, p. 3).