Identificador
33316_03_028
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 30' 53.46" , -5º 21' 49.43"
Idioma
Autor
María Fernández Parrado
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Selorio
Municipio
Villaviciosa
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Claves
Descripción
POR UN ESTRECHO CAMINO de unos 200 m que parte de la carretera comarcal a su paso por Selorio, en una pequeña loma rodeada de hermosos campos, en los que como dijimos se constatan varios restos de ocupación romana y varios enterramientos medievales, se encuentra la iglesia de Santa Eulalia de Selorio, la cual, a pesar de las numerosas intervenciones a las que ha sido sometida a lo largo de la historia, con mayor o menor fortuna, conserva interesantes restos románico que pueden datarse, como indica la profesora E. Fernández González, entre finales del siglo XII o principios del XIII, dentro de la corriente que denomina como fase barroca del románico de Villaviciosa. Las referencias documentales al templo son tempranas, ya que aparece mencionado por primera vez en la controvertida donación por la que el rey Alfonso III y la reina Jimena entregaron varias propiedades a San Salvador de Oviedo, entre las que se encontraba in Solorio monasteria Sancti Martín et Sancte Eulalie de Quohicio cun sua villa integra per suos terminos antiquos. El hecho de que la veracidad de este documento sea puesta en duda por algunos autores, al considerarlo un falso del Scriptorium Pelagianum, y por tanto fechado en la primera mitad del siglo XII, hace que esta primera mención tenga que ser tomada con cierta precaución, aunque sin descartar que el mencionado diploma haya podido tomar como base un documento anterior. De todas formas, puede afirmarse que si el documento del Liber Testamentorum se data en los primeros años la duodécima centuria, y las características formales y estilísticas del actual templo de Selorio responden a una cronología más avanzada, la fundación de la institución eclesiástica debió de ser anterior al siglo XII, lo que puede confirmar un fragmento de inscripción, conservada en el muro sur de la nave, en el interior del templo, donde puede leerse... SCI MARTÍN SIC EST DO / ... JNVS IN TESAURO/ ... EIRA DCCCC ..., en clara alusión al monasterio de San Martín, que junto con el de Santa Eulalia aparece mencionado en el documento como sitos en Selorio, lo que podemos interpretar como la existencia de dos cenobios diferentes, estando el de San Martín fundado ya en el siglo X y tempranamente desaparecido, ya que no volvemos a encontrar referencias documentales al mismo, o bien como una doble advocación de la que a lo largo de la historia sólo se mantuvo la de la santa mártir emeritense. Puede ser indicativo de esta doble advocación el hecho de que en un documento de 1256 recogido el los Libros I y III de las Kalendas de la Catedral de Oviedo en referencia a la iglesia de Santa Eulalia de Selorio se haga mención especial a la festividad de San Martín. Ya a finales del el siglo XIV, la Nómina mandada elaborar por el obispo Don Gutierre recoge que Santa Olalla de Çelorio husanla a presentar algunos capellanes de la capiella del obispo Don Gutierre. Es capellán Pedro Alvarez e benefiçiados Diego Alfonso e Martino. Ha de manso un día de bues. Los diezmos pártense en esta manera:la metad lievan los capellanes e el quarto el capellán e el quarto los beneficiados, lo que nos indica su inclusión dentro de los bienes del Cabildo ovetense. La actual iglesia de Selorio, tras la profunda reconstrucción a la que fue sometida después de la guerra civil, cuando se ampliaron considerablemente las dimensiones de la nave (se añadió un transepto y se construyeron varias dependencias anexas), sólo conserva de sus fase románica el ábside y las dos portadas de acceso, empotradas en los modernos muros de la nave, además de algunos canecillos y otras piezas sueltas. Esta intervención desdibujó por completo las perspectivas originales, tanto desde el punto de vista espacial y lumínico como del sistema de proporciones, de una construcción que planimétricamente debió de estar compuesta, a juzgar por lo que se conserva, de nave única, con menor desarrollo que la actual, y cabecera semicircular precedida de tramo recto, siguiendo así un modelo similar al que podemos ver en otros templos de la zona, como los de Amandi, Narzana o Santa María de Villamayor, sólo por citar algunos ejemplos cercanos, aunque es un modelo que se extiende por toda el área geográfica del románico, y que en Asturias, de la mano del Camino de Santiago y la reforma eclesiástica, encontramos establecido en la segunda mitad del siglo XII. Al mantener su disposición original, los elementos más destacados del conjunto se concentran en la cabecera, como dijimos compuesta de ábside semicircular precedido de tramo recto, y a la que, como es característico en el lenguaje románico, se accede a través de un arco triunfal, umbral de tránsito entre los fieles y la Jerusalén Celeste evocada en la capilla. Sigue éste una estructura sencilla, formada por un arco ligeramente apuntado, con las roscas dobladas y guarnecidas bajo un guardapolvo decorado con medios círculos enfilados y moldura a media caña. Descansan las roscas sobre un machón con tres columnas adosadas, una en el frente y dos acodilladas en los extremos, elevadas sobre basas de tipo ático y coronadas por capiteles troncopiramidales. Éstos se rematan con un ábaco recorrido por rosetas de pétalos trapezoidales y motivos vegetales en composiciones muy sencillas, marcadas por la simetría, que reproducen repertorios muy difundidos, a base de distintas combinaciones de hojas lanceoladas, rizadas y palmiformes, junto con volutas y frutos esféricos, a la manera en que podemos verlas en Santa María de La Lloraza, San Salvador de Fuentes o San Andrés de Bedriñana, también en el concejo de Villaviciosa, así como en muchos otros templos de la geografía románica En el interior de la cabecera, recorrida en todo su perímetro por un rebanco, la diferenciación entre el tramo recto y el semicircular aparece perfectamente destacada, tanto en la planta como en el sistema de cubiertas, que recurre a la bóveda de cañón reforzada por un arco fajón, para el primero de los espacios, y al cuarto de esfera, para el segundo, como en el tratamiento de los paramentos de cada una de las partes. Así, mientras el hemiciclo se presenta liso, tan sólo roto en su monotonía por la línea de impostas sobre la que apoyan la bóveda y el vano de medio punto y derrame interno que se abre en su centro que en origen constituyó el único foco de iluminación, el tramo recto presenta una articulación mural más elaborada, a base de una arquería ciega de sencilla estructura y armónicas proporciones. Se compone ésta, en cada uno de los flancos, por dos arcos de medio punto, elevados sobre el anteriormente mencionado banco corrido, y apoyados sobre columnillas de fuste monolítico, basa ática decorada con garras de bolas y pequeños capiteles troncocónicos con motivos zoomorfos y vegetales. La articulación mediante arquerías ciegas del espacio absidal, podemos verla, con mayor o menor riqueza, en otros monumentos de la zona, como las iglesias de Fuentes, Viñón y Valdebárcena, de cabecera cuadrada, o las de Amandi y Villamayor de ábside semicircular, aunque en todos los casos expuestos, a diferencia del templo que nos ocupa, la articulación se extiende a toda la superficie del ábside y no sólo al presbiterio. Se trata de una solución ornamental, simbólica y funcional que pone de relieve la diferenciación entre el espacio más sagrado del templo, donde “habita” la divinidad, y la nave destinada al pueblo pecador, que viene poniéndose en relación con la pervivencia de los modelos prerrománicos. Sin embargo, no debemos perder de vista su presencia en construcciones del románico zamorano, como San Claudio de Olivares, y del palentino, donde en la ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, como en el caso de Santa Eulalia, sólo se articula el tramo recto; y su posible relación en modelos franceses difundidos a lo largo de las rutas de peregrinación. En cuanto a los capiteles de la arquería, de factura tosca e ingenua, estilizadas formas y superficies lisas, en el lado del Evangelio se suceden, desde el exterior al interior: una pareja de aves que picotean un rostro humano, apomados flanqueando un mascara de rasgos expresionistas, y una última pieza muy desdibujada que debía de tener decoración vegetal. Del mismo modo, en las piezas del lado de la Epístola, los dos primeros capiteles siguen el sencillo y repetido esquema compuesto de hojas de las que penden frutos, mientras que el capitel interno recoge una pareja de felinos afrontados que contorsionan sus grupas hasta adaptarse al espacio libre de la pieza, siguiendo el mismo esquema de uno de los capiteles de la arquería del ábside de Santa María de Villamayor, y que, tal como advierte E. Fernández González, está también muy relacionado con unos relieves de la colegiada de Cervatos, en Cantabria, donde, como en los ejemplares de Selorio, sobre los lomos de las fieras aparecen unas hojitas. Al exterior, desfigurada en su concepción volumétrica por las dos sacristías que lleva adosadas en cada uno de sus lados, la cabecera del templo de Selorio, siguiendo los modelos más sencillos de la llamada cabecera benedictina, se decora mediante una línea de imposta que divide su superficie en dos bandas, remarcando así la horizontalidad propia del estilo, y dos altas columnas adosadas al muro, totalmente carentes de función estructural, que, partiendo desde la base hasta alcanzar la cornisa, rematan en sendos capiteles similares a los que vimos en el arco triunfal, de manera que uno de ellos repite la misma composición a base de hojas rizadas y palmetas, mientras que la otra pieza presenta a dos parejas de aves picoteando una planta o fruto, siguiendo así una de las iconografías más difundidas por el arte medieval relacionada con el sacramento de la eucaristía y la salvación de las almas. La ventana absidal, en el centro del volumen, sigue un esquema sencillo y similar al de otras construcciones del entorno. Se compone de una estrecha saetera semicircular realzada con una arquivolta abocelada y guardapolvo a media caña, apoyados sobre dos columnillas con capiteles de toscas composiciones vegetales de apomados. Remata todo el conjunto una sencilla cornisa de la que penden algunos canecillos con decoración geométrica y figurativa, entre los que podemos ver frutos esféricos, modillones de lóbulos, diferentes composiciones a partir de placas rectangulares o triángulos, así como cabezas de felino en actitud amenazante. Siguiendo estos mismos modelos se conservan otra serie de piezas sueltas en los aleros de la nave, donde se combinan canes originales con otros de nueva factura. De entre las portadas, recolocadas en los muros de la nave actual, la meridional, de reducidas dimensiones, sigue un modelo muy difundido en la zona, que podemos ver en las portadas meridionales de San Andrés de Valdebárcena, Santa Eulalia de la Lloraza o Santa María de Sebrayo. Presenta un arco de medio punto, protegido por un guardapolvo que se prolonga en una línea de imposta a la altura de los salmeres de las jambas y se decora a base de taqueado y medios círculos enfilados. También guardan relación con los templos anteriormente citados los elementos decorativos y esquemas de la portada occidental, donde la nota característica es la utilización de una serie de motivos deudores del románico atlántico, que posiblemente llegaron a las costas cantábricas a través de las relaciones comerciales con los puertos nórdicos y británicos y se difundieron en el románico asturiano a partir de la segunda mitad del siglo XII, con una especial incidencia en las obras relacionadas con el llamado taller de Villaviciosa, uno de los más activos de la región, y que junto con el taller de Oviedo, conforma la piedra angular del románico asturiano. Destacada sobre el muro del imafronte, y resguardada bajo un tejaroz del que penden seis canecillos con decoración geométrica que siguen esquemas semejantes a los vistos en la cabecera, esta portada presenta un sencillo esquema de arco de medio punto con tres arquivoltas ricamente decoradas y guarnecidas bajo un guardapolvo igualmente orlado, que apoyan sobre columnillas acodilladas con ricos capiteles, las dos exteriores, y directamente sobre las jambas, la arquivolta interior. Mientras que el guardapolvo recurre, para su decoración, al clásico motivo de los tallos ondulantes con hojitas palmiformes, en las arquivoltas predomina el repertorio geométrico a base de dobles zigzag perlados y lengüetas arriñonadas, en la arquivolta externa, boceles y medias cañas con perlas y círculos enfilados, para la intermedia, y un sencillo reborde ajedrezado, para el canto de la arquivolta interna, que se extiende también a las aristas de las jambas y los cimacios que coronan los capiteles. En cuanto a la decoración de estos últimos, sólo uno de ellos, el externo de la jamba derecha, recurre a la decoración figurativa por medio de una composición de marcada simetría bilateral, de la que es eje compositivo la arista del capitel, donde las dos caras visibles de la cesta están ocupadas por una pareja de grifos. Este fantástico ser, mitad león mitad águila, que surgido de la mitología oriental es acogido por el mundo medieval con una gran ambivalencia de significados, en el caso que nos ocupa, al igual que en las portadas de los ya mencionados templos de Valdebárcena y Narzana y de otros ejemplos del románico palentino y burgalés donde tuvieron una gran difusión, puede representar a los guardianes de lo sagrado. En las tres piezas restantes, la cesta se decora con una serie de volutas angulares bajo las cuales se disponen grandes hojas nervadas con los ápices doblados sobre sí mismos para recoger un jugoso fruto esférico, uno de los modelos de capitel vegetal más extendido en el mundo románico, con especial incidencia en los templos del Camino, según demuestra su presencia en San Martín de Frómista, San Isidoro de León y la propia catedral compostelana, por citar sólo los ejemplos capitales del estilo, principales focos de irradiación de las formas y técnicas románicas. En cuanto a las características formales y técnicas del relieve de Santa María de Selorio, lo primero que debemos advertir es que se aprecia la presencia de más de una maestro cantero trabajando en el templo, ya que, aunque como notas característica de las piezas comunes a las de otros templos del grupo podemos citar la simplificación formal, el esquematismo y cierta tosquedad en las formas, estos estilemas se hacen más patentes en los relieves de la zona de la cabecera que en la portada, un tanto más cuidada y jugosa, tanto en las composiciones como en el tratamiento de los volúmenes. Tras lo visto, como proponen E. Fernández González y M S. Álvarez Martínez, podemos establecer para la iglesia de Selorio una cronología a caballo entre finales del siglo XII y principios de XIII, dentro de las corrientes del románico pleno difundido en Asturias por estas fechas, aunque debemos advertir que en el caso concreto que nos ocupa ya se presenta un tanto evolucionando, según pone de relieve el ligero apuntamiento del arco triunfal.