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Detalle de la portada

Identificador
19061_01_241n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 16' 2.53'' , - 3º 8' 44.49''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González,Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Bartolomé

Localidad
Campisábalos
Municipio
Campisábalos
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
LA IGLESIA DE SAN BARTOLOMÉ tiene adosado hacia la mitad del muro sur –de la portada hacia los pies y sobrepasando el muro occidental– uno de los más bellos ejemplos del románico de Guadalajara: la capilla de San Galindo. A tenor de los datos documentales que manejamos –más bien escasos y tardíos–, y teniendo en cuenta la estructura de la edificación, podemos afirmar que probablemente nos hallamos ante una capilla funeraria de dotación particular que fue añadida a finales del siglo XII o comienzos del XIII al proyecto inicial del templo parroquial, aunque hemos de señalar que la homogeneidad que muestran ambas construcciones permite suponer que fueran levantadas casi al mismo tiempo. Las noticias sobre el patronazgo de esta capilla son un tanto confusas y la documentación de la época tampoco aporta mucha luz al asunto. Según la tradición, la capilla habría sido fundada y dotada por un caballero llamado Galindo para servir de última morada a sus restos. Este personaje habría fundado también en el mismo lugar un hospital para pobres cuyas rentas pasaron a manos del Concejo de Atienza, así como diversas propiedades del entorno cuyos réditos servirían para su mantenimiento. Sin embargo, en una visita de 1644 se dejó bien claro que no constaba “la obligación que el dicho ayuntamiento de la villa de Atienza tiene al reparo y conservación de dicho hospital”. Del caballero en cuestión poco o nada se sabe. Para empezar, el nombre era poco frecuente por estos lares, aunque sí en algunas partes de Aragón. Aparece citado un don Galindo en un privilegio de Alfonso VIII por el que dona a la orden de Calatrava, en 1176, las aldeas de Vallaga, Ova (Hueva) y Almonacid de Zorita, que pertenecían a este personaje desde 1152 cuando le fueron entregadas por Alfonso VII. A pesar de lo que dice la tradición, hay que señalar que los testimonios documentales que poseemos datan de época muy tardía (siglo XVII), de unos momentos en los que quizás todavía se tenía memoria del hecho aunque se reconocía que no se conservaban pruebas fehacientes sobre el mencionado caballero ni su fundación. En 1638 don Juan Montoro, cura de Campisábalos, apuntaba al referirse a la iglesia de San Bartolomé que “está arrimada a ella la casa capilla y entierro del caballero Galindo, donde hay fundada obra pía”. El texto expresa muy bien el carácter independiente de la capilla y del templo parroquial adyacente. Posteriormente, en 1694, se informa de que pese a no existir instrumentos que avalen el origen de la edificación en las visitas episcopales siempre se hizo referencia a dicha fundación, tal como se expresa en la siguiente cita: Visito su Exmo. la obra pia que llaman de San Galindo cuya fundacion no a parecido pero se refiere en las visitas, que esta obra pia la fundo el cavallero llamado S. Galindo aviendo fabricado en el lugar de Campisavalos una capilla donde dicen estaba enterrado dexando fundada una memoria de misas que se dicen por el cura de dicho lugar y se le da de esta obra pia todos los años siete ducados que su Exmo. pidio cuenta del cumplimiento de ellas en la visita que se hizo en dicho lugar y asimismo dexo un hospital para albergue de pobres dexando diferentes rentas para el sustento de dicho hospital y otras limosnas...” Visita de 1694 (Sección Hospitales-Beneficencia, Libro 58, Archivo de la Clerecía, Atienza) Del recuerdo que existía del comitente de la obra entre las gentes del siglo XVII es buen ejemplo la inscripción que se grabó junto a un escudo cuartelado situado en el muro norte de la capilla y que hace referencia al enterramiento ubicado en el arcosolio del presbiterio en el cual dicen reposar los restos del mencionado personaje: EN ESTA CAPILLA DONDE STA LA REXA DE HIERO ESTA SEPVLTADO EL CVERPO DEL CAVALLERO SAN GALINDO Y DE LA DICHA CAPILLA Y OSPITAL Y VIENES Y RENTAS SVYAS SON PATRONES LA YVSTIZIA Y REGIMIENTO DE LA VILLA DE ATIENZA HIÇOSE POR MANDADO DE LOS YLLES SS. LDO ALBAREZ ALCALDE MAYOR POR SV MAG DE LA DIHA VILLA Y DON GR DE MEDRANO BRABO ALFEZ MOR FRANO DEL CASTILLO IVAN DE RIBEROS GRD PINEDO BR DE HIXES A LOPEZ DE GVZMAN FRAN QVESVERO... La reja a la que se hace referencia es la que protege el arcosolio funerario del presbiterio, donde se cree que estuvo sepultado el mencionado caballero San Galindo o don Galindo, que de las dos formas se le cita. La sepultura ha sido removida tal como se aprecia hoy, pero todavía en el exterior del templo, junto a la casa de enfrente, hay un sepulcro románico cuyo origen exacto desconocemos. La capilla consta de una cabecera plana al exterior y curva en el interior que se ilumina por dos ventanales en forma de óculos enmarcados por un arco de medio punto. La del muro este muestra una curiosa celosía con decoración geométrica a base de dos triángulos superpuestos que forman una estrella de David calada y una cruz de ocho puntas. El arco que la cobija es de finos billetes. El óculo del lado sur ha perdido la celosía (si es que la tuvo) y el arco que lo envuelve presenta motivos vegetales a base de tallos ondulantes. El paralelismo más cercano para estas labores caladas en la piedra lo encontramos en los ventanales de Santa Coloma de Albendiego y en dos celosías fragmentadas de Santa María de Caraceana (Soria). Recorriendo todo el frente meridional de la cabecera se dispone un friso escultórico muy erosionado en el que se adivina la representación de un calendario agrícola o mensario complementado por una escena de caza y otra de combate ecuestre. La particularidad más sobresaliente está en el orden de representación de los meses cuya lectura no se hace de izquierda a derecha, como es habitual, sino al contrario, es decir, de oriente a poniente, como si se hubiese querido buscar en tal discurso la complicidad del recorrido solar. Siguiendo este orden, el friso se inicia con el enfrentamiento de dos jinetes a caballo pertrechados con largas lanzas. A continuación viene una escena de montería en la que dos perros sujetan a un jabalí –uno encaramado sobre su lomo– al tiempo que un cazador le clava su lanza y otro azuza a un tercer can. Después de estos relieves se inicia el calendario propiamente dicho con la representación del mes de enero muy mutilada. Apenas se intuye lo que pudo ser un hombre sentado ante una mesa bajo la que parece arder un fuego. Tras esta escena se aprecia la alegoría de los meses de febrero, marzo y abril en los que el aldeano se afana en el cuidado de sus viñas (limpiar, cavar y podar). En mayo, época propicia para los pastos, un hombre da de comer a su caballo, y en junio inicia las labores propias de la recolección con la escarda de los trigos. Julio es el mes elegido para el comienzo de la siega, y agosto para el trabajo en la era, amontonando la paja o aventando la mies con ayuda de una horca. A continuación figura la vendimia, propia de septiembre, y después la labranza de los campos con el campesino manejando un arado tirado por una pareja de bueyes. Noviembre queda reservado para la matanza del cerdo y diciembre para el trasiego del vino, faena que habitualmente se representa en octubre. El friso continuaba con más escenas pero la construcción de la portada de la capilla mutiló sus figuras, de las cuales sólo se adivina parte de una. Pese al mal estado de conservación de todo el friso, hay que hacer mención de las evidentes semejanzas iconográficas existentes entre las escenas cinegéticas y de combate de Campisábalos con otras casi idénticas de Santa María de Tiermes y San Pedro de Caracena, lo que vuelve a incidir en la conexión soriana ya mencionada al describir el ábside de San Bartolomé. La nave de la capilla parece corresponder a una fase constructiva diferente. El detalle del friso interrumpido por la portada y la diferencia de altura entre ambos espacios parece confirmar esa tesis. En la misma línea habrá que entender igualmente la disparidad de manos que ejecutan las labores escultóricas. En planta muestra cierta divergencia de los muros, más acusada en la parte de los pies, mientras que en el exterior es de destacar el remate de los muros con un alero soportado por canecillos lisos, salvo uno colocado en la esquina noroccidental en el que se representó una cabeza antropomorfa trifacial de aspecto calavérico. En el muro de poniente se abre un vano rectangular que todavía conserva algunos restos de su primitiva celosía pétrea. En la esquina suroeste se adosó un contrafuerte en época más moderna, probablemente en el siglo XVII, tal como parece delatar la grafía de una inscripción ilegible dispuesta en el remate del mismo. El acceso al interior se realizaba en origen por dos puertas, una actualmente cegada en el muro norte (tal vez comunicando con el hospital o con la iglesia) y la principal en el lado meridional. Ésta se abre en un cuerpo saliente (más acusado en un lado que en otro) y sigue un esquema muy parecido al de la iglesia contigua. Se compone de cuatro arquivoltas dispuestas sobre columnas, excepto la interior que lo hace sobre las jambas molduradas. En su decoración están presentes los habituales boceles y medias cañas, los motivos en zigzag y la chambrana de roleos. Como en las portadas de la propia iglesia de San Bartolomé y de Villacadima, el arco interior es lobulado y se decora con rosetas inscritas en círculos, en este caso octopétalas. Los capiteles presentan hojas finas y geometrizadas, mientras que los cimacios ofrecen repertorios vegetales muy estilizados. Se remata con una cornisa de nacela soportada por varios canecillos en los que se distingue a tres personajes, uno de ellos un músico tocando un instrumento de cuerda, además de una cabeza antropomorfa, otra de animal y una serpiente enroscada. Ya en el interior, se aprecia claramente la disparidad constructiva existente entre la cabecera y la nave. La primera presenta un pronunciado presbiterio cubierto con bóveda de cañón (muy reformada en época posterior) y un hemiciclo con bóveda de horno. Una imposta de roleos, idéntica a la de la cornisa del ábside de la iglesia, recorre toda la cabecera marcando el arranque de las bóvedas y enlazando con los cimacios de los soportes. El arco triunfal apea sobre dos parejas de columnas de fustes muy cortos que apoyan sus basas (decoradas con arquillos planos) sobre un banco corrido moldurado con un bocel en el arista. El capitel del lado del Evangelio muestra en sus laterales a sendos centauros tensando el arco para lanzar sus flechas a otros seres fantásticos que ocupan la cara central de la cesta, en este caso una pareja de cuadrúpedos con cabeza antropomorfa sobre los que cabalgan dos arpías o sirenas-pájaro tocadas con caperuza. La disposición de estas últimas recuerda mucho a un capitel del pórtico de San Pedro de Caracena que parece haberse inspirado en el mismo cartón, así como a otro procedente de la ermita de San Medel en Bernuy de Porreros (Segovia). El capitel frontero, más desgastado, parece incidir también en esta fauna fantástica de evidente signo negativo. En esta ocasión parece tratarse de grifos afrontados y a la vez contrapuestos a otros seres monstruosos, con tallos vegetales que los aprisionan. Para Ruiz Montejo algunos detalles iconográficos y sobre todo las formas redondeadas de cuidada factura remiten a uno de los escultores que trabajaron en la galería porticada de Santa María de Tiermes (Soria), relación que ya hemos puesto de manifiesto anteriormente. La nave, como hemos dicho, parece corresponder a otra campaña constructiva. Destaca por su altura, mucho más elevada que el ábside. Se cubre con una bóveda de cañón que arranca de una imposta de tallos anillados que albergan lises. En cada extremo de la nave se disponen arcos fajones soportados por columnas provistas de capiteles de hojas estilizadas rematadas en pequeños cogollos. Las más próximas al arco triunfal son dobles. Llama la atención la colocación en la clave del primer arco fajón y en la bóveda de unos motivos florales a modo de capullos cerrados, cuya función desconocemos. En la parte inferior de los muros se dispone un banco corrido que se interrumpe a la altura de la portada principal y de otra cegada en el lado norte. Aunque carecemos absolutamente de datos documentales sobre la construcción de esta capilla, el tipo y tratamiento de la decoración escultórica parece remitir a un momento cercano al horizonte cronológico de 1200. La fecha grabada en la iglesia soriana de Tiermes –1182– puede servir como termino post quem para centrar la labor de un taller deudor de la corriente escultórica de progenie burgalesa que irrumpió en estos territorios hacia finales del siglo XII. Se trata de maestros secundarios en los que perviven los ecos de un lenguaje plástico emanado de modelos silenses que llega hasta aquí ya muy diluido.
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