Identificador
47340_01_039
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 36' 58.55'' , -4º 24' 36.57''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Sardón de Duero
Municipio
Sardón de Duero
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LOS MONASTERIOS DE LA ORDEN del Prémontré adoptan una disposición y distribución de sus dependencias muy similar a la asumida por otra orden rigorista y reformadora como era la orden del Cister. Estas similitudes entre los monasterios cistercienses y premonstratenses, como ya señaló en su día Bango Torviso se deben, en primer lugar, “a que ambas (órdenes) tuvieron unos planteamientos reglares muy parecidos...”, y a que “fueron construidas con un planteamiento arquitectónico muy similar propio del tardorrománico...”. Pero también presentarán sensibles diferencias en base a un hecho fundamental que permitirá –entre otras cosas– la existencia de campanarios en las fachadas de los templos: los edificios premonstratenses, partiendo de la cura pastoral propia de la orden, están preparados para acoger a los fieles. En el caso que nos ocupa, las dependencias habitadas por los monjes norbertinos (nombre, junto con el de mostenses, con el que también se conoce a los canónigos regulares premonstratenses) aparecen situadas al sur de la iglesia y alrededor del claustro, que en la actualidad cuenta con tres pisos fruto de las reformas emprendidas a partir del siglo XVI. Éstas son: sala capitular y refectorio. El resto de dependencias han desaparecido o han sufrido importantes transformaciones: cocina (derribada en 1663), pasadizo y locutorio (convertidos en escalera a finales del siglo XVII), sacristía (transformada en 1665), hospedería vieja, situada en la panda sur (destruida en 1669), dormitorio de los monjes, etc. Sin embargo, y a pesar de todo, muy probablemente sea en este cenobio vallisoletano –quizás junto con el palentino de Aguilar de Campoo, sobre todo tras su restauración– en donde mejor se conserven las dependencias monásticas de un edificio premonstratense. No obstante su actual uso y función ha producido importantes transformaciones y, lo que es peor, mutilaciones, que nos han privado para siempre de alguno de sus elementos más característicos e interesantes. El monasterio de Retuerta carece de una monografía actualizada. Los estudios existentes han partido casi siempre del análisis de sus diferencias y analogías –ciertamente evidentes– respecto a los edificios cistercienses o bernardos. LA IGLESIA En sendos documentos de 1146 y 1153 se hace alusión expresa a la construcción del monasterio y a las obras de la iglesia. Por el momento es imposible saber que ocurrió con San Martín de Fuentes Claras y si sus edificios fueron o no aprovechados en la nueva construcción. Lo cierto es que en 1153 –durante el abadiato de Sancho– se estaba trabajando ya en la cabecera. Antes de acceder al interior del recinto monástico conviene detenerse en el exterior de ésta. Una vez libre de los añadidos que aparecen en la documentación gráfica de principios de siglo, la cabecera de Retuerta se muestra en todo su esplendor. Realizada a base de sillería muy bien despiezada y perfectamente tallada, el paramento del ábside central se articula en tres paños –cada uno con su correspondiente ventana de doble derrame– por dos contrafuertes de sección rectangular y triple escalonamiento. En los ábsides laterales aparece tan solo un contrafuerte –esta vez sin escalonamientos– que dividirá verticalmente el muro absidal en dos. Aunque similar a los del central, en este caso suben hasta la cornisa sirviéndola de apoyo. Una función dinamizadora que, en sentido horizontal y en el caso del ábside central, cumplen las molduras que partiendo de los cimacios de las ventanas recorre todo el tambor absidal excepto los mencionados contrafuertes. Una cornisa de perfil de nacela sobre canecillos triangulares remata estos tambores en altura; tan solo en el ábside sur, en el de la Epístola, aparecen canes lobulados en el tramo recto como resultado de transformaciones que también afectaron a la parte alta del muro realizadas en ladrillo. Un hecho que llamó enormemente la atención de su primer estudioso fue que la cabecera tripartita poseía una misma altura al exterior, mientras que interiormente las cubiertas de los ábsides laterales eran sensiblemente más bajas, denunciando por tanto la existencia de capillas sobre los ábsides laterales. En su exterior, el ábside de la Epístola posee en su eje un vano –como también el del Evangelio– y sobre éste otro arco doblado de medio punto que casi toca la cornisa correspondiente (inexistente en el ábside norte). Además, en su costado sur nos encontramos un óculo y otra ventana situada más al sur, en el gran retallo donde se aloja la escalera para subir a la capilla alta. Capilla alta que también encontramos sobre el ábside del lado del Evangelio. A esta "sobrecapilla" ubicada sobre el ábside sur se accedía –siempre siguiendo la planta realizada por Francisco Antón puesto que en la actualidad su entrada ha sido tapiada– mediante un único ingreso abierto en el muro sur del presbiterio. Dicha puerta daba paso a una escalera de caracol escasamente iluminada que era considerada "antigua" a finales del siglo XVII (1690), momento en el que la misma se abre al exterior que es como aparece representada en el plano de Torres Balbás. La escalera conducía a un pequeño ámbito compuesto por un tramo rectangular, cubierto por bóveda de crucería. Este precede a una capilla con tramo recto abovedado con cañón y semicírculo absidal con bóveda de horno, todo ello materializado en ladrillo. En este último se encuentra una credencia trebolada y el acceso a una reducida estancia construida en piedra, de planta cuadrada y cubierta con cañón apuntado. El recinto se iluminaba gracias a la ventana abierta hacia al transepto y a las ya citadas al analizar su exterior. Por su parte la del lado del Evangelio no posee escalera de acceso, lo que plantea la posibilidad de que se utilizase un escalera de mano que permitiese la entrada bien por el interior, por la ventana que se abre al transepto, o bien desde el exterior. Al analizar las capillas sobre los ábsides laterales, destacaba Antón, "la extraordinaria rareza, el aspecto misterioso de esos recintos y el destino, no muy claro de ellos". Añadía que "las gentes de Retuerta llaman prisiones a esos recintos". Aunque han pasado muchos años desde la publicación de su trabajo, la investigación todavía no ha podido verificar el uso para el que estaban destinados. Se trata de una particularidad arquitectónica que ya está presente en los edificios hispanos del siglo IX, pero que también aparece en edificios del occidente europeo de los siglos XIXIII con analogías planimétricas muy similares, aunque en distinta ubicación: sobre uno de los brazos del crucero (San Juan el Viejo, de Perpignan), torres (Vals, en el Ariége), etc. Varias son las hipótesis que se manejan a la hora de explicarlos: lugar de reclusión para monjes penitentes (prisión), celebración de oficios nocturnos, lugar de refugio, para salvaguardar los objetos de valor, etc. Parece claro que en el caso que nos ocupa la del lado sur –y dada su configuración– puede ser considerada como un centro de culto (no así la del lado norte que para Francisco Antón pudo servir como lugar de refugio y para salvaguardar los "tesoros" y reliquias monásticas) pero en ningún caso como prisión, ya que ésta se situaban en la crujía oriental o "cuarto viejo", en donde "estaba la librería". Función similar pudo tener la estancia que aparece vaciada en el muro meridional del ábside central de otro edificio premonstratense hispano (Santa María de Bujedo, en Burgos). Generalmente estas capillas elevadas suelen estar dedicadas a San Miguel, aunque en este caso no tenemos noticia de tal advocación. Por último y en lo concerniente al exterior, se observa como en el punto sur de unión del muro oriental del transepto con la cabecera se alza el campanario, rehecho en 1655 como espadaña de dos cuerpos. Antes de pasar al interior conviene precisar algunas cuestiones sobre esta cabecera. Su particularidad estriba en su singularidad respecto a los edificios premonstratenses conocidos, que no respecto a una tipología –tres ábsides, contrafuertes escalonados, etc.– enormemente difundida a lo largo del siglo XII en infinidad de templos castellano-leoneses (San Isidro de Dueñas y Santa María de Mave en Palencia; Sandoval y Carracedo en León, etc.); como muy bien afirmó su primer estudioso, su notoriedad viene otorgada por la "persistencia románica" y sobriedad arquitectónica. Una arquitectura que utiliza un léxico constructivo románico en el alzado, cubiertas y planta de su cabecera. No obstante sus mayores paralelismos –salvando unas diferencias que podemos considerar notables– los encontramos con otros edificios premonstratense como el burgalés de Bujedo o los palentinos de Santa Cruz de Ribas, Aguilar de Campoo y Arenillas de San Pelayo y sus influencias se dejan sentir en edificios rurales más o menos cercanos, como Piña de Esgueva y Villalba de los Alcores, sobre todo en la articulación exterior de su cabecera y en la configuración de sus contrafuertes. Ya en el interior, los tres ábsides semicirculares y escalonados están precedidos por un tramo recto presbiterial ligeramente más ancho que el tambor. Como ocurre en multitud de edificios castellano-leoneses ya sean vallisoletanos (San Miguel de Íscar y Fresno el Viejo), burgaleses (Arlanza) palentinos (San Salvador de Cantamuda), etc., se comunicaban entre si –y hablamos en pasado puesto que ahora permanecen cegados– por un estrecho pasillo abierto en el tramo presbiterial al que se accedía por sendos arcos apuntados. Estos tramos se cubren con cañón apuntado, mientras que en el semicírculo se utiliza el cuarto de esfera. Estas diferencias en la cubrición permiten la existencia de un espacio vacío, entre el arco de medio punto que da paso al semicírculo y el que genera el cañón apuntado del presbiterio. Tal espacio es ocupado por un pequeño luneto en el que se abre un sencillo óculo de arquivolta achaflanada, elemento muy difundido en las iglesias cistercienses. En el arranque de las bóvedas y bajo los ventanales, corre –en el ábside central– una imposta que se prolonga a los muros del presbiterio. Otra por el interior del tambor absidal se prolonga a lo largo de los muros del tramo recto y continúa uniéndose con los cimacios de los capiteles de las columnas que recogen el arco de ingreso. Las ventanas del ábside central, de medio punto, apoyan tanto interior como exteriormente sobre estilizadas columnas acodilladas. Las de los ábsides laterales con chambrana y arquivolta recorrida por grueso bocel que apoya sobre línea de imposta muy deteriorada. Las jambas no incorporan columnas. También nos encontramos con credencias treboladas. Los ábsides se abren a un transepto de tres tramos cuadrados, acusado en planta, mediante arcos apuntados de doble rosca y de idéntico perfil a los que separan sus tramos. Apoyan en pilares con columnas adosadas de fuste anillado y basas áticas con garras, sobre plintos que llegan a relacionar con lo zamorano (Catedral, la Magdalena, etc.). Esta nave transversal se cubre con un sencillo abovedamiento de crucería cuatripartita, con sus claves correspondientes decoradas con elementos vegetales, (excepto en el brazo sur, octopartita gracias a la adición de dos ligaduras). Los nervios descansan en repisas muy sencillas en los ángulos de los brazos. Opinan Antón y Torres Balbás que el tramo central o crucero se iba a cubrir, en un principio, con cúpula sobre trompas –como en Valbuena– y los brazos con cañón apuntado, pero se varió el planteamiento (como también ocurrió en Irache y Sangüesa) adoptando "la disposición impuesta por la escuela hispano languedociana" a base de crucería, llevándose a cabo su cubrición después de las naves. Para Lambert el brazo sur del crucero fue de los últimos en abovedarse, siguiendo una tipología desarrollada en el suroeste de Francia, opinión rechazada por Antón que lo cree contemporáneo a las restantes del crucero. Estas bóvedas apoyan sus nervaduras sobre capiteles angulares ubicados en los muros norte y sur y sobre columnas acodilladas de los pilares cruciformes en su separación con las naves, con dos columnas adosadas por lado y una en los ángulos ubicadas sobre alto plinto o zócalo. Este tipo de soporte ya fue estudiado por Torres Balbás en 1946, el cual incluyó ésta de Retuerta y la palentina también premonstratense de Santa María la Real de Aguilar de Campoo en el grupo de iglesias "con dobles columnas en algunos o en todos los frentes de sus pilares". Sus muros han sufrido notables transformaciones: en el del lado sur se abre la puerta –rematada por una cruz patriarcal y realizada en el siglo XVIII– que comunica con la sacristía, mientras que en el del norte una ventana plenamente gótica sobre doble pareja de esbeltas columnillas y realizada en el siglo XV viene a sustituir a la original que sería similar a su homónima del lado sur. En este brazo norte del transepto se ubicaba –según Ortega Rubio– el baptisterio y alrededor de este "siete nichos con sus correspondientes inscripciones modernas, copiadas, según se dice, de otras antiguas". Hoy en día estos nichos –adosados al muro del transepto y realizados en ladrillo– no conservan inscripción alguna in situ ni, por supuesto, restos de los 17 personajes que al parecer fueron allí enterrados. La tripartita distribución espacial interna del edificio (cabecera y transepto) continúa en las naves: tres, de un solo tramo las laterales y de dos la central, el de los pies destinado a coro y notablemente sobreelevado respecto al resto del edificio. Tan solo la nave central conserva su anchura ya que las laterales la reducen en más de la mitad respecto a los tramos del transepto. Por causas desconocidas estas naves –que tal vez en origen fueron planteadas de tres tramos– no llegaron a concluirse –incluso ya se habían realizado los arcos perpiaños que separaban el primer y segundo tramo de las colaterales– y el resultado, lo que hoy podemos admirar, es una iglesia ápoda, como la define Antón. Los tramos conservados presentan cubierta idéntica a la ya descrita en el transepto e idéntico sistema de soportes, modificados en virtud del giro dado a la obra. Por ejemplo, los pilares cruciformes sobre zócalos ochavados (en planta idénticos a los de la abacial premonstratense de Pas-de-Calais) que iban a servir de separación entre las naves fueron truncados en su cara oeste, procediéndose a su cerramiento. Se planificaron para soportar bóveda de crucería con un par de columnas –de fustes lisos y basas que recuerdan a las del claustro de Valbuena en cada lado– y columnas angulares. También los arcos perpiaños de las colaterales apean sobre dobles columnas, excepto en el lado de la Epístola que repite el esquema de la cabecera; las ojivas de la bóveda del coro descansan sobre fustes cortados, etc. El último tramo de la bóveda central presenta una bóveda de ocho plementos como la del tramo meridional del transepto pero con diferente perfil. En los tramos conservados de las colaterales y de forma simétrica se abren las únicas puertas con las que cuenta el templo. La abierta en el primer tramo de la nave sur, que da al claustro, es apuntada sobre jambas y con doble arquivolta. La del lado norte –cuyo pavimento ha sido cubierto por una rampa– da acceso al exterior. Desde el exterior la portada presenta estructura apuntada, sin abocinar y de gran profundidad, con una sola arquivolta y un par de columnas acodilladas prácticamente destruidas, ya de principios del siglo XIII. Desde aquí podemos observar el brazo del transepto septentrional, el abortado desarrollo occidental de la nave lateral norte y el hastial de la central. Lo más destacado del primero es la ventana abierta en su extremo: presenta chambrana moldurada en nacela que descansa sobre sendas cabezas dispuestas sobre una línea de imposta mientras que la otra presenta su clave decorada. Incluye doble arquivolta recorrida cada una por un baquetón y separadas entre sí por surcos y listeles. Las jambas se acodillan introduciéndose a cada lado esbeltas columnas, los capiteles son figurados con aves y los fustes anillados se disponen sobre basas de toro a
lastado. El vano se organiza con mainel central y un óculo hexalobulado en su tímpano. De la nave lateral se puede apreciar su arco perpiaño doblado cegado con mampostería; el de la nave sur se encuentra oculto por construcciones más recientes. Finalmente, en el muro oeste del coro se percibe un óculo –recrecido en altura utilizando ladrillo y mampostería– que en 1750 fue rasgado para convertirlo en ventana al igual que ocurrió con el ventanal abierto en el lienzo central de la capilla mayor. Varios contrafuertes aparecen junto a la puerta norte y en los ángulos del brazo del mismo lado del transepto y coro, aunque estos últimos no aparecen representados en el plano de Torres Balbás. Desgraciadamente la cornisa ha desaparecido casi en su totalidad, conservándose tan solo en la nave central un pequeño tramo cara al norte de estructura muy similar a la de la cabecera. El proceso crono-constructivo de la iglesia de Retuerta, como el de la mayor parte de las iglesias monásticas, es muy dilatado. Según la documentación y el análisis arquitectónico, la cabecera se inicia en 1153 con una concepción arquitectónica que podríamos incluir dentro de la denominada "arquitectura tardorrománica", pero nunca "románico cisterciense" (terminología utilizada por Heras García y ya rechazada por los especialistas) ni "románico rural" como la cataloga Sáinz Sáiz. Una tipología –tres ábsides semicirculares escalonados– que pervivirá todavía en aquellos edificios que realizados en fechas más tardías, hacia 1200, son considerados como "de tradición románica". Posteriormente (finales del siglo XII y sobre todo a lo largo del XIII) se procede a construir los soportes para la cubrición del transepto según se ha dicho. Esta cubrición no se llegó a realizar puesto que las obras continuaron por los brazos del transepto y las naves colaterales, con uno apoyos destinados a soportar bóveda de cañón. Llegados a este punto, la construcción da un giro importante debido a influencias hispano-languedocianas que hacen que los pilares centrales se erigieran de acuerdo al tipo de abovedamiento ojival, que es el que actualmente presenta el tramo del coro. Todavía en 1440 la iglesia no estaba terminada, según se desprende de la donación hecha por D. Rodrigo de Castañeda –señor de Fuentidueña– que, según Antón, estaba enterrado en el coro de la iglesia, aunque Ortega Rubio lo ubica en uno de los nichos del transepto. EL CLAUSTRO Como ya señalamos, este espacio distribuidor se encuentra ubicado al sur de la iglesia. Sus cuatro pandas se encuentran divididas en tramos más o menos regulares mediante arcos apuntados de sobrio perfil rectangular y cubiertos por bóvedas de crucería, cuyos enlucidos nervios u ojivas arrancan de sencillas repisas compuestas por baquetones y sencillas molduras de similar composición a las que veremos en el refectorio. A finales del siglo XVI se sustituye ron las galerías primitivas por las actuales, conservándose el banco sobre el que se asentaban las arquerías, el abovedamiento y los contrafuertes; posteriormente se procedió a construir el sobre claustro y la tercera planta. Este claustro, de una gran austeridad, podría datarse aproximadamente en el primer cuarto del siglo XIII. Francisco Antón considera su materialización posterior a la de la portada de la sala capitular ya que "uno de los fajones divisorios cayó sobre una ventana de la sala". Esto no aparece reflejado en el plano de Torres Balbás, plano que ha sufrido importantes variaciones y mutilaciones posteriores. LA SACRISTÍA En la denominada panda del capítulo nos encontramos con una sacristía moderna que viene a sustituir a la primitiva, destruida en la segunda mitad del siglo XVII (1666). En la actualidad consta de triple ingreso: el abierto en el brazo sur del transepto y los que permiten su acceso desde el claustro, uno de ellos bajo puerta construida en 1778. La primitiva sería de un tamaño más reducido ya que la actual engloba algún pasadizo medianero con la sala capitular ya desaparecido; pasadizo al que podría corresponder uno de los dos ingresos –concretamente el situado más al norte– conservados. Desgraciadamente ya no son visibles los huecos apuntados que darían paso a la huerta y al claustro vistos en su momento por Antón Casaseca. LA SALA CAPITULAR Más hacia el sur se encuentra la sala del capítulo que, a pesar de las destrucciones y transformaciones sufridas, posee un notable interés. Se abre al claustro por una puerta de arco de medio punto y doble arquivolta con esbeltas columnas acodilladas sobre alto plinto, flanqueada por dobles vanos o ventanales rectangulares bajo arco de descarga y sobre plinto estriado. En origen estos huecos eran de medio punto pero fueron destruidos posteriormente. Aún así todavía conservan su disposición original: los arcos apean sobre dobles columnas en los laterales y sobre cuatro, con sus fustes retorcidos y en un solo haz en el parteluz. Fustes retorcidos de posible abolengo italiano o meridional. En su interior el espacio rectangular se encuentra articulado en tres naves mediante cuatro columnas neoclásicas exentas y modernas, fruto de la restauración que sufrió esta dependencia entre 1771 y 1773 a causa del hundimiento de la bóveda. Se divide en nueve pequeños tramos cubiertos con bóveda de crucería mediante arcos apuntados, de sección rectangular los formeros y moldurados los restantes. Las diagonales de las bóvedas apoyan, por un lado, en las cuatro columnas exentas y por otro sobre las doce columnas adosadas –ocho en los muros y cuatro en las esquinas– con capiteles vegetales y basas con garras que apean sobre el banco que recorre interiormente la estancia. En su muro oriental se abren dos ventanas de traza moderna que probablemente vienen a sustituir a las primitivas. De estas últimas, aparentemente nada se conserva a no ser que uno de esos primitivos vanos se correspondiese con un hueco abierto en el tramo central actualmente convertido en hornacina. En el muro norte de este recinto se conserva un arcosolio en el que al parecer reposan los restos de un abad. Afirma Antón que en esta sala se conservaba una interesante pila de agua bendita llevada hasta allí desde la iglesia. Desgraciadamente ésta ya no se encuentra allí, desconociéndose su paradero actual. La realización de esta dependencia monástica –en la actualidad con funciones de capilla–, hemos de localizarla a finales del siglo XII o principios del XIII. PASADIZO En el extremo de la panda del capítulo se abría una puerta de medio punto doblado desde el interior sobre jambas que daba paso –nuevamente según Antón Casaseca– a un pasadizo que comunicaba al exterior con la desaparecida huerta monástica a través de otra puerta más sencilla. Por los vestigios visibles en sus muros –una imposta con perfil de nacela– podría aventurarse una bóveda de cañón como sistema de cubrición utilizado en origen. Desafortunadamente éste desapareció junto a la desideria o locutorio y en su lugar se erigió una gran escalera durante el mandato del abad Juan Girón (1693-1696). EL REFECTORIO Paralelo a la panda sur del claustro –y por tanto en distinta posición a la ocupada generalmente en los monasterios cistercienses– se encuentra el gran refectorio monástico (24 x 5, 90 m.). Esta ubicación se ha considerado propia de la organización monástica premonstratense (Bellpuig, etc.). Con doble acceso –el original es el situado en la parte occidental–, presenta al interior un gran espacio rectangular en planta de salón, dividido en cinco tramos mediante arcos fajones apuntados y cubiertos con bóvedas ojivales. Apoyan sobre sencillas ménsulas de triple rollo enmascaradas por decoración de estuco. En el extremo oriental de su muro sur se encontraba –todavía en 1975– la tribuna del lector, con la escalera y hueco alojado en el propio muro, lo que hacía que al exterior éste se adelantase ligeramente sobre la línea de fachada. Hoy en día dicha tribuna ha desaparecido y en su lugar se ha abierto un hueco que comunica con el exterior. En ese mismo muro se abren varios vanos que iluminan la dependencia: tres lo hacían en la parte baja (aunque muy transformados, uno de ellos todavía conservaba su disposición original geminada, con parteluz pétreo) y cuatro en un nivel superior, también de medio punto y sin columnas. En 1595 se tapiaron cuatro arcos de ladrillo abiertos en el muro norte y situados a la misma altura que sus homónimos del muro meridional. En la actualidad una puerta adintelada se abre en su muro oeste, dando paso a una estancia moderna de función incierta –¿quizás la antigua cocina?– y cubierta con techumbre lígnea. Analizando detenidamente su exterior –desde el acceso al monasterio– se observa claramente como la zona en la que se abren los primeros vanos mencionados fue construida en ladrillo, diferenciándose del resto del paramento, realizado en buena sillería dispuesta en hiladas más o menos homogéneas. Esta variación de materiales denota una obra posterior. El edificio, que articula su muro sur exteriormente mediante dos contrafuertes de escaso resalte que llegan hasta la cornisa, sufrió un recrecimiento en altura para situar un desván sobre las bóvedas, muy probablemente después del incendio que asoló las dependencias monásticas en 1662. Ya en el siglo XVIII el edificio del refectorio amenazaba ruina por lo que se optó por añadir un contrafuerte en el testero. Todo parece obra de la primera mitad del siglo XIII, probablemente del segundo cuarto. EL DORMITORIO DE LOS MONJES Sobre la panda del capítulo se encontraba esta otra dependencia monástica, de la que tan solo nos restan unos vanos abiertos en un muro de ladrillo y visibles desde el exterior. Todos ellos son de medio punto, excepto uno que parece de arco de herradura. Esta parte, conocida como el "cuarto viejo", sufrió enormes daños en el incendio de 1662, por lo que fue prácticamente rehecha entre 1663 y 1665. No obstante Francisco Antón señala que el muro de ladrillo pudiera proceder de la primitiva construcción, mientras que el resto –de piedra– pudiera ser de la reconstrucción. LA ESCULTURA DEL MONASTERIO DE RETUERTA Salvo contadas excepciones, la escultura localizada en Retuerta es realmente sobria, y por tanto en perfecta consonancia con el rigorismo propio que inspiraba a la orden premonstratense. Y si al hablar de la arquitectura de su edificio eclesial distinguíamos dos grandes secuencias constructivas, otro tanto ocurrirá a la hora de analizar su escultura, localizada principalmente en los capiteles. Básicamente encontramos dos grupos claramente diferenciados, tanto estilística como cronológicamente: por un lado los de la cabecera y por otro, los existentes en el resto del edificio. Entre los primeros podemos distinguir –a pesar de que algunos se encuentran ocultos por capas de cal– los netamente románicos, muy voluminosos y clásicos por su concepción (corintios). Denotan una gran calidad en su talla y un gran dominio de la labor escultórica, con las hojas muy desprendidas de la cesta y volutas muy desarrolladas. Los cimacios aparecen decorados con un viejo y conocido motivo que se prolonga como moldura por el presbiterio central: son las palmetas inscritas en labores almendradas o en forma de corazón. Y por otro lado, los de las ventanas absidales, de tamaño más reducido, algunos lisos mientras que los restantes presentan una profusa decoración que su avanzado estado de deterioro impide analizar y lo mismo ocurre con sus cimacios. Los del segundo grupo (naves, exterior de las ventanas absidales y arco triunfal del lado del Evangelio) son más tardíos, incipientemente góticos (siglo XIII) o si se prefiere protogóticos. Algunos derivan de modelos plásticos de la segunda mitad del siglo XII que para Hernando Garrido, "evocan lejanamente alguno de los capiteles del desaparecido claustro de la catedral de Pamplona". Aunque no exenta de elegancia y convencionalismos, presentan una configuración más sencilla y una talla muy pegada a la cesta, a veces con hojas simplemente insinuadas en la parte inferior, crochets, dobles volutas en los ángulos y pares de hojas en sus frentes, piñas, etc. A diferencia de los anteriores sus cimacios en nacela poseen una decoración más sencilla, a base de golas, baquetones y filetes, alternados y escalonados. Todos ellos de un gusto muy "hispanolanguedociano", cuyos modelos aparecen repetidos hasta la saciedad en los edificios cistercienses, algunos ya del siglo XIII como por ejemplo en el también vallisoletano de La Santa Espina. Mención aparte merece, por su pleno goticismo, la decoración de los capiteles que aparecen en el ventanal abierto en el muro norte del transepto, de la misma factura que el busto sobre el que descansa –a modo de repisa– una de las diagonales de la bóveda que cubre el brazo norte del transepto. El predominio de la decoración inspirada en formas vegetales es absoluto, aunque tanto en la iglesia como en otras dependencias observamos representaciones animalísticas. Frente al rigorismo escultórico cistercienses, la sobriedad premonstratense se verá salpicada muy a menudo por suaves retazos figurativos consecuencia de un mayor aperturismo hacia los fieles. Esto es lo que ocurre en los capiteles de la puerta de acceso a la sala capitular. Aunque enormemente desfigurados en su silueta y parcialmente destruidos, en estos últimos todavía es posible apreciar la presencia de aves y cuadrúpedos entrelazados con finos vástagos, de similar factura a capiteles zamoranos y palentinos de la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII. Y otro tanto ocurre en los capiteles de los vanos que flanquean la portada; no obstante, aquí los capiteles con formas animalísticas se combinan con otros variantes más o menos tradicionales de capiteles corintios con doble fila de hojas, volutas, temas fitoformes, piñas, etc. Todos ellos son bastante rudimentarios y repetitivos y en cierta forma relacionados con ciertos capiteles aquilarenses (modalidades I, II y III según la nueva clasificación de Hernando Garrido). En cuanto a los cimacios, tan solo señalar que son de perfil de nacela. El conjunto pudo materializarse a finales del siglo XII. Respecto a los capiteles del interior de la sala capitular hay que señalar su correspondencia –en cuanto al tipo de decoración– con los vistos en la iglesia y su vinculación con modelos languedocianos de cronología más tardía que los de la portada, pudiéndose fechar ya en el siglo XIII. Existe una decoración esculpida muy interesante en las claves. Similares a las de otros muchos edificios de los siglos XIII y XIV, hay que destacar las de la sala capitular por su variada decoración y esmerada talla: a las decoradas con rosáceas, ramos y demás elementos vegetales hay que subrayar –por su escasez– las que presentan una clara iconografía religiosa: mano bendiciendo, cordero místico, la paloma, etc. Habría que destacar también la pila de agua bendita –"ejemplo raro y notable" para Antón– que se encontraba en la sala capitular. Fotografiada por él, ésta se asemejaba a un pilar de planta cruciforme con columnas angulares. Presenta un único capitel con hojas palmiformes talladas a bisel y separadas por bandas estriadas que se extienden desde el ábaco al collarino, de factura muy similar a algunos de la sala y probablemente de la misma cronología, principios del siglo XIII. Junto a la puerta abierta en el primer tramo de la nave norte –aprisionada parcialmente por una rampa moderna de cemento–, aparece invertida, la taza de la pila bautismal, que carece de basa, si es que dispuso de ella. Presenta una decoración muy sencilla a base de profundos gallones. Su cronología puede ser medieval.