Identificador
34847_02_018
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 57' 59.83'' , -4º 29' 44.36''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
San Salvador de Cantamuda
Municipio
La Pernía
Provincia
Palencia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA IGLESIA DE SAN SALVADOR es uno de los templos románicos palentinos con mayor unidad arquitectónica y, al parecer, no sufrió a lo largo de los siglos ningún añadido que modificase su estructura inicial a no ser la restauración del ábside de la epístola, que se realizó durante los últimos años y la construcción de un pórtico en el muro meridional hacia la segunda mitad del siglo XVI, que, por otra parte, no afectaron al edificio románico. La planta es de cruz latina, una sola nave, crucero y tres ábsides, el central más alto y ancho. Se utilizan en sus muros sillares de diversos tamaños y en algunos casos mampostería, como en la torrecilla cilíndrica occidental. El ábside mayor, al exterior, es de traza semicircular y algo peraltado en planta. Tiene dos cuerpos separados por imposta simple, el inferior lleva dos contrafuertes prismáticos sobre los que apoyan basas para fustes geminados que recorren todo el segundo cuerpo y sostienen capiteles en línea con los canecillos de la cornisa. En cada una de las calles que configuran estos altos fustes pareados se abre una ventana que se manifiesta al exterior con una simple aspillera con arco de medio punto. Los ábsides laterales se colocan apoyándose en el ábside mayor y en los muros orientales de los brazos del crucero. Carecen de contrafuertes y sólo llevan una aspillera para dar luz al interior. Tienen también canecillos sencillos en su cornisa. Los brazos del crucero, a la misma altura que el ábside mayor, apoyan sobre los muros más salientes de una aparente linterna que carece de vanos, y resulta la manifestación externa de los componentes que sostienen y estructuran la bóveda de transepto. Tanto los brazos del crucero como los muros exteriores de este transepto se coronan con cornisa sostenida por canecillos de variada composición, zoomórfica y humana aunque predominan los de simple caveto. Los hastiales norte y sur del crucero llevan ventanas. La del lado sur es de organización típicamente románica, con guardapolvos de puntas de diamante y una arquivolta abocelada que apoya sobre cimacios de cordón o sogueado y capiteles de entrelazos gruesos con perlado, el izquierdo, y gran cabeza cortada entre hojas estilizadas, el derecho. La ventana del brazo norte ha sido modificada en época moderna. Al oeste de la iglesia, y sobre el muro del hastial, se alza una elevada espadaña de tres cuerpos, sin escalonamiento y ático en frontón triangular. El primer cuerpo, que ocupa la mitad prácticamente de toda la altura, lleva un gran arco rehundido, muy alto y apuntado, a modo de arcosolio, que enmarca una pequeña puerta, también apuntada y con guardapolvos moldurado. En lo alto aparece otra ventana muy semejante a ésta. El segundo cuerpo de la espadaña lo ocupan los dos vanos inferiores de campanas, con sus guardapolvos moldurados, sencillos, y arco de medio punto que apoya sobre capiteles de entrelazos y hojas estilizadas. Un fuste del ventanal derecho esculpe una cabeza cortada masculina. El tercer cuerpo repite otros dos vanos campaniles, semejantes a los del segundo y colocados inmediatamente por encima de éstos. Sus guardapolvos y arcos invaden gran parte del frontón con el que acaba la espadaña. Interesante es la torrecilla, ya citada, que en forma cilíndrica asciende -adherida a la espadaña- hasta el nivel del tercer cuerpo. No sabemos si es restauración de otra anterior románica, pero más nos inclinamos a creer que sea pieza arquitectónica añadida a la fábrica de la iglesia en el siglo XVII ya que documentalmente nos consta que en 1607 se pagaron a Juan de Perdillo “veintiocho reales por hacer la escalera del campanario”. El muro meridional de la nave, hasta el crucero, está hoy ocupado por un pórtico con arcaduras de medio punto que también -como ya dijimos- es obra del XVI. En este muro meridional se abre otra puerta, sencilla, de arco apuntado, guardapolvos y arquivolta de bolas en escocia y baquetón. La arquitectura interior es reflejo directo de la exterior. La nave, de dos tramos, se cubre con bóveda de cañón apuntado, con fajones que apoyan sobre capiteles-ménsulas en el más occidental y sobre capiteles que apoyan en semicolumnas en aquel que da paso al transepto. Éste se cubre con bóveda de crucería de plementería muy marcada, haciéndolo los brazos del crucero, como la nave, con cañones apuntados, tal como son, también, los arcos torales que cargan sus capiteles sencillos en semicolumna. La cabecera está formada por los dos ábsides laterales que se abren a los brazos correspondientes del crucero por medio de arcos apuntados y doblados que apoyan en columnas pareadas. La capilla mayor tiene un presbiterio profundo (con bóveda apuntada) y un ábside semicircular dividido en tres calles por cuatro columnas de medios fustes y capiteles decorados. De éstos parten cuatro nervios prismáticos, muy resaltados, que refuerzan la bóveda de horno formando un sistema de gallones. Aunque no es frecuente en lo románico, se ve en algunas iglesias como Bujedo de Juarros, San Juan de Ortega y Villaconancio; para García Guinea “esta utilización de gallones absidales es de procedencia cisterciense, generalización de la ojiva, pues en San Andrés de Arroyo vuelve a repetirse esta organización con esbeltez y riqueza pre-gótica”. Las ventanas, tanto del ábside mayor como de los laterales, que al exterior aparecían como simples aspilleras, se muestran en el interior, cerrando el abocinamiento, con enmarques de columnas sobre las que cargan capiteles decorados y arcos con arquivoltas de baquetones y medias cañas. El alféizar del abocinado (en las del ábside principal) se dispone en escalones que van disminuyendo de tamaño conforme se acercan a la aspillera exterior. Disposición interesante en el alzado de la iglesia es un pasillo que comunica el presbiterio de la capilla mayor con los ábsides laterales y que ya se aprecia en edificios románicos de vieja cronología, como San Pedro de Arlanza, además de la Catedral Vieja de Salamanca o el monasterio de Retuerta (Valladolid). La planta de San Salvador parece repetir, con variaciones, el sistema visto en Santa Eufemia de Cozuelos y San Andrés de Arroyo, destacando sobre todo la clara separación que existe en San Salvador entre los elementos sustentantes y los sustentados, es decir, entre muros y bóvedas, perfectamente separados e individualizados por medio de una imposta corrida que recorre toda la línea de paramentos de la iglesia. El tipo de abovedamiento del ábside mayor no está lejos del que tiene la colegiata leonesa de Arbas, o del que aparece en las sorianas de San Juan de Rabanera o Perdices. En general, las manifestaciones escultóricas que decoran los elementos arquitectónicos de San Salvador son muy sencillas, relativamente toscas y casi todas vegetales. Si bien existen algunos capiteles y canecillos animalísticos o con representaciones humanas, no que se puede hablar de composiciones iconográficas. Aunque la abundancia de elementos florales nos aproxima al gótico, aún permanece en cuanto a formas, volúmenes y sentido, un espíritu tradicional románico. Donde más abunda la talla de elementos decorativos es en la capilla mayor, en uno de sus capiteles aparece la representación de una pareja de bueyes sobre fondo de vástagos vegetales que recuerda mucho a otro capitel semejante de la iglesia de Bareyo (Cantabria), si bien la elegancia de los animales es mucho mayor en el ejemplar montañés. Otro capitel lleva, igualmente enfrentados, a dos caballos separados por arquillos y formas serpentiformes. Los de las tres ventanas del ábside se esculpen con entrelazos, aves afrontadas, roleos con frutas, esquemáticos acantos en espiral, tréboles, panales, etc., todos ellos los mejor tallados y perfectos de la iglesia. En los ábsides laterales destacan los capiteles dobles de las columnas geminadas, trabajados con piñas, hojas variadas entre vástagos, rudos acantos, espirales, etc. El resto de los capiteles de la iglesia son de vegetales estilizados, de decidido aspecto gótico, algunos con hojas en la parte alta de la cesta y otros con grandes flores a modo de tréboles en su centro. Un buen conjunto decorativo lo forman las mesas de sus altares que están soportadas por columnas con capiteles semejantes a los del resto del templo, si bien los fustes aparecen completamente cubiertos con diversos tipos de hojarascas, tramas geométricas y flores. Estos altares son un elemento enormemente original de la iglesia, aunque desconocemos si son todos originales pues en el Libro de Cuentas de la iglesia de 1607 consta el pago a un tal Pedro de Agüera porque “asientó las aras en los altares de San Miguel y Nuestra Señora”. Decoración de flores rehundidas tienen también las dovelas de los nervios que cubren el transepto. Destacando también la clave de ellos con una gran rosácea de doce pétalos. Como resultado de unas obras de cimentación realizadas en la iglesia hacia 1970, apareció en el presbiterio una lauda sepulcral de piedra caliza (de 1 x 0,50 x 0,20 m), con su correspondiente inscripción y una tosca decoración con arcos de herradura y grecas. Enríquez de Salamanca atribuye la pieza al maestro de Lebanza (sic.), si bien se trata de una lauda de carácter aislado, con tipos escriturarios claramente mozárabes y similar a otra depositada en el lapidario de Santa Eufemia de Cozuelos y cronología altomedieval. Hasta el momento no existe un estudio detallado de la misma. Aparece ubicada en la actualidad junto a la pila bautismal de los pies.