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Vano aspillerado del ábside

Identificador
50210_02_013n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 32' 15.01'' , -1º 2' 39.09''
Idioma
Autor
Jorge Arruga Sahún
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Adrián

Localidad
Undués-Pintano
Municipio
Los Pintanos
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
Se trata del edificio más importante del casco urbano y se emplaza en el centro de la población, si bien dentro del irregular trazado general destacan al menos tres casas datables ya en la Edad Moderna que ayudan a conferir a la villa un cierto aire señorial que refuerza el valor del templo como edificación principal. Tal y como vio Abbad Ríos, en el siglo XVI sufrió una radical transformación que limitó el área de pervivencia románica al tramo absidal, rehaciéndose los muros, derribándose la bóveda y añadiéndose hasta un total de tres capillas entre los contrafuertes y una torre de planta cuadrada sobre la bóveda de la capilla dedicada a San Sebastián. Fue restaurada de manera integral por parte de la Diputación Provincial de Zaragoza a comienzos de la década de 1980. La iglesia tiene planta rectangular de nave única, dividida en cinco tramos distintos, más el correspondiente a la zona del altar, que es en la que se dibuja el semicírculo del ábside, único elemento correspondiente a la traza románica primitiva, con unas medidas totales de 20,34 m de longitud por 5,70 m de anchura de la nave. A cada lado de ésta hay una serie de tres capillas laterales establecidas entre los contrafuertes primigenios de la edificación románica. El conjunto se completa con la sacristía, añadida en el lado del evangelio junto a la primera de las citadas capillas, el coro elevado que se encuentra en la zona de los pies y el breve atrio que precede a la portada de acceso, asimismo en la zona de los pies del edificio. Del exterior destaca la fábrica original del ábside, que Abbad Ríos dató en los últimos años del siglo xi, lo que lo haría coetáneo de edificaciones próximas como las iglesias de Bagüés y Ceñito. Consiste en un semicilindro articulado mediante zócalo común a todo su desarrollo, terminado en moldura biselada, y dos lesenas que no alcanzan la cornisa, cuyo despiece coincide con el de las hiladas del muro curvo y cuya base se adorna con dos hileras de bolas. En el eje se abre una saetera que ilumina el interior del templo, terminada en arco de medio punto adornado asimismo por dos hileras de bolas más pequeñas (motivo que vemos simplificado en iglesias cercanas, como Lobera de Onsella). Los mechinales repartidos por el muro atestiguan el uso de andamios durante la construcción. Una llamativa hilera de catorce mechinales, abiertos dos hiladas por debajo de la cornisa, recuerda a los que en otras iglesias medievales han servido para sostener aleros de gran vuelo añadidos en algún momento de la dilatada historia de los correspondientes templos. La coronación del muro consiste en una cornisa de notable dimensión, parcialmente rehecha en la restauración, tallada en su frente inclinado con roleos de piñas y en su base con motivos circulares. Descansa en canetes figurados con representaciones de motivos diversos, entre los que destacan animales (completos o sólo las respectivas cabezas) y figuras humanas propias del repertorio del pleno románico, como la del personaje que sopla en el interior de una especie de barrilete. El interior del edificio se halla revestido a base de un enlucido de cal, salvo en la zona absidal, la cual se halla desprovista de revoco, lo que permite ver la piedra, haciéndose patente el esmerado despiece de sillares cuyas alturas de hilada oscilan entre los 32-33 cm y los 37-38 cm. El único tramo que conserva la cubierta original, de bóveda de cuarto de esfera sobre una imposta de cuatro hileras de billetes, es la zona del ábside. El detalle ornamental más significativo del conjunto se encuentra precisamente en la ventana axial. El estrecho vano que ilumina esta zona, rematado por un breve arquillo de medio punto y con acusado derrame interno, se adorna con el habitual complemento de columnas, arquivolta y chambrana. El capitel meridional exhibe dos animales un tanto toscos que comparten una única cabeza situada en la esquina. Las fauces abiertas dejan ver dientes de sierra, la melena se resuelve en mechones avolutados, las colas cruzan el lomo y las patas delanteras se entrecruzan. El tratamiento demuestra las limitaciones del escultor y al mismo tiempo la filiación languedociana del motivo, habitual en el pleno románico. Por su parte el capitel septentrional muestra también dos animales, en este caso aves enfrentadas representadas por separado, con cuerpos y patas de gran potencia que apoyan en el collarino. Leones y aves aparecen debajo de potentes volutas y han sido relacionados con modelos provenientes del románico jaqués, por lo que su talla ha sido atribuida a discípulos del maestro de la catedral de Jaca. En la misma línea se encuentran el resto de los asuntos de exorno: los cimacios con cabecitas de angelotes alados, en el septentrional, y roleos de palmetas inscritas en el meridional. La arquivolta consta de un grueso toro y una hilera de bolas, y la chambrana incorpora ajedrezado consistente en encuentro ubicado bajo una línea de impostas con ajedrezado de cuatro hileras de billetes finamente labrados. La cronología propuesta por Abbad Ríos podría matizarse, dado que las fórmulas empleadas en Undués- Pintano responden a la evolución de los motivos jaqueses, por lo que probablemente debamos pensar en un momento algo más tardío, pero probablemente todavía dentro del primer tercio del siglo XII.