Identificador
49740_01_139
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 48' 46.09" , -5º 46' 38.7"
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Granja de Moreruela
Provincia
Zamora
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA IGLESIA DEL MONASTERIO DE MORERUELA, litúrgicamente orientada, muestra planta de cruz latina con tres naves de nueve tramos, crucero marcado con dos tramos en cada brazo y compleja cabecera compuesta por una capilla mayor semicircular, precedida de tramo recto, y girola a la que se abren siete capillas radiales de planta ligeramente ultrapasada. Otras dos pequeñas capillas con similar planta que las radiales, aunque atrofiadas, perforan los tramos extremos del transepto sin llegar a manifestarse al exterior del muro oriental, poseen triunfales apuntados y doblados. Señalaba Manrique que el templum augustum, cui sacellum maius inest sustentatum columnis decoris satis, et sacellis minoribus distinctum, peruia per gyrum navi. Ocho gruesas columnas que parten de un alto zócalo baquetonado separan el presbiterio recto -cubierto con bóveda de cañón- de la girola. El hemiciclo absidal se cubre sobre bóveda nervada cuyas cuatro nervaturas de triple baquetón confluyen en la clave discoidal del triunfal y apoyan sobre triples columnillas que, sin llegar al nivel del pavimento, rematan en ménsulas troncocónicas con carnosos acantos rizados (el mismo tipo de ménsula se da en el remate de la desaparecida nervatura este-oeste del tramo central del crucero). Entre las columnillas se abren cinco ventanales abocinados de medio punto, reservando otros dos para el tramo recto; los siete cuentan con cuidado alféizar en talud. La girola presenta siete tramos cubiertos con bóvedas de crucería cuyas nervaturas ostentan perfil baquetonado entre nacelas, confluyendo en claves vegetales de excelentes acantos trepanados. A cada uno de estos tramos se abren los triunfales de las capillas radiales; son doblados y de medio punto (a excepción de los tres centrales, ligeramente apuntados y reforzados por fajones de medio punto previos a la cuenca absidal). Los cinco tramos del hemiciclo tienen planta trapezoidal mientras que los laterales rectos cuentan con dobles crucerías perfectamente regulares. Los fajones apuntados que separan los tramos de la girola parten de repisas de achaparrados perfiles troncopiramidales en la columnata del altar mayor y de semicolumnas adosadas hacia las capillas radiales. Sobre éstas, saeteras de medio punto con columnas acodilladas permiten la iluminación del conjunto (que se convierten en tres óculos, un curioso vano de perfil cruciforme y otro de medio punto baquetonado en los tramos rectos del deambulatorio). Las capillas radiales quedan perforadas por saeteras de medio punto y doble derrame, disponiendo de las correspondientes credencias apuntadas o trilobuladas en los costados de la derecha con funcionalidad litúrgica. Desde el exterior las siete capillas radiales quedan divididas horizontalmente en dos niveles mediante un talud, que se sitúa bajo las saeteras de medio punto cuyos vanos superiores aparecen tallados en una sola pieza. Cada una de las capillas radiales posee tres paños separados por contrafuertes de sección cuadrangular con ángulos achaflanados, que arrancan de basas cuadrangulares y rematan en una especie de toscos capiteles con forma husiforme e incisas decoraciones vegetales de sabor hispano (algunos con círculos de radios curvos y otros -de tesitura tardorrománica- con hojas de acantos en espiral), muy alejados de la escultura del interior. Las capillas rematan en cornisa de doble baquetón y canecillos que combinan perfiles de baquetones, escocias y listel. Por encima de las siete capillas radiales se extradosa la girola, dotada de contrafuertes angulares, restaurada cornisa con perfil de baquetón, escocia y listel y canes nacelados. La capilla mayor, alzada sobre la girola, presenta una línea de arquitos ciegos que apoya sobre canes nacelados y un doble nivel de cobijas bajo un alero moldurado muy rehecho, cuya tipología ha sido estudiada por José Carlos Valle. En el interior de la cabecera se aprecian numerosos restos de policromía, afectando a los muros, cuencas absidales, capiteles y ménsulas. Su estado de conservación es más que mediocre, aunque todavía se vislumbran llagados, roleos vegetales y deslavazados motivos heráldicos que parecen datar de los siglos XVI y XVII. Los brazos del crucero se cubren con cañones apuntados reforzados mediante fajones doblados en el brazo meridional y sencillos en el septentrional. Los hastiales, rematados a piñón, resultan horadados mediante rosetones (lobulado el septentrional) y ventanales hacia oriente. El brazo meridional presenta además una puerta central, la de difuntos, con triple arquivolta de medio punto moldurada hacia el exterior que apoya sobre capiteles vegetales con excelentes acantos trepanados de sabor borgoñón (piezas similares aparecen en Ávila, Cozuelos, Aguilar de Campoo o Santa María del Azogue en Benavente); posee un tímpano liso formado por tres grandes sillares a modo de dinteles y mochetas lisas. En el ángulo suroccidental del mismo brazo meridional del crucero queda emplazado un husillo que permitía el acceso hasta el triforio superior. Hacia el exterior, junto a la puerta de difuntos, apreciamos un arcosolio de medio punto y numeros hitos de osarios con cruces patadas inscritas en el interior de círculos que parecen delimitar enterramientos. En el brazo septentrional del crucero se mantiene todavía el vano de medio punto elevado -dotado de quicialeras- y varios escalones de la escalera de monjes que permitía el acceso hasta el dormitorio (otro dormitorio del siglo XVII estaba situado hacia oriente, más allá del bloque monástico medieval). En el muro septentrional de la nave, cerca del ángulo con el crucero se sitúa la puerta de monjes para acceder hasta el templo, en tanto que la de conversos se abría hacia los pies de la nave septentrional. Una arrasada portada en el hastial occidental permitía el paso a la feligresía (entre el quinto y sexto tramo de la nave central, un zócalo de sillarejo permitía el asiento de una reja para separar el ámbito monacal del destinado al pueblo). La puerta de monjes es de medio punto y posee chambrana nacelada y triple arquivolta baquetonada que apoya sobre cestas vegetales muy deterioradas (sólo se conservan las del lado izquierdo) cuyos fustes han desaparecido, si bien mantienen las basas áticas, el intradós está recorrido por un doble baquetón que se prolonga a lo largo de las jambas. Por encima del brazo septentrional aún se conserva parte del alero, sostenido por canecillos de nacela muy restaurados. Sobre el hastial se alza una espadaña en ladrillo rematada a piñón que data del siglo XVI. El tramo central del crucero debió cubrirse con bóveda octopartita. De las bóvedas de las naves apenas queda nada, aunque mantiene sus enhiestos y portentosos muros, alterados por las reformas y aditamentos efectuados durante los siglos XVI y XVII. La nave central debió cubrirse con cañones apuntados sobre fajones doblados que apoyaban sobre pilares cruciformes y cuyas semicolumnas adosadas estaban rematadas por ménsulas. Las bóvedas de las naves laterales presentaban crucerías con nervaturas de triple baquetón y se iluminaban mediante saeteras de doble derrame interior y exterior. Hacia los pies, aún se aprecia una cesta de crochets con remates esféricos. A lo largo del muro exterior de la nave meridional se mantiene la línea de canecillos nacelados del coronamiento; por encima, corre una galería de ladrillo con ocho arcadas de medio punto que parece obra de fines del siglo XVI. El aparejo de sillería utilizado en el edificio es de una gran prestancia, utilizando piezas cuarcíticas de muy apreciables dimensiones, con curioso veteado rojizo y blanco que en algún caso recuerdan los paramentos de Bujedo de Juarros. Algunos autores han aventurado que el material pétreo procede de la misma cantera de Piélago, muy cerca del río Esla. De otro lado, las marcas de cantería, resultan de una abrumadora riqueza, especialmente vistosas y abarrocadas en el zócalo del que arrancan las gruesas columnas de la capilla mayor, girola y brazos del crucero (vid. un completo repertorio en S. Prieto Morillo, 1997; T. Ramirez y Barbero, 1983, pp. 639-648), aun diferenciando las numerosas piezas nuevas que presentan la “R” debidas a la restauración de Luis Menéndez Pidal. La planta de Moreruela, de gran empaque y notorio desarrollo longitudinal (de imponentes 63 m de longitud x 24 de anchura en el crucero y 16 en las naves), resultaba para Valle reveladora de contactos con la arquitectura borgoñona -algo que ya dedujo Lambert- y del noreste de Francia. La aparatosa cabecera, por el contrario, resulta singular dentro de lo bernardo. Con notables semejanzas respecto a las de Poblet, Fitero, Veruela o Gradefes, parece fruto de la solución empleada en Clairvaux III (c a . 1153) -utilizando capillas radiales contiguas cerradas exteriormente por un muro poligonal- combinada con el soberbio perfil exterior ensayado en Saint-Denis (ca. 1140-1144). Desde los primeros trabajos de Gómez-Moreno se había insistido sobre la homogeneidad del templo cisterciense zamorano. Eydoux llegó a afirmar la intervención del mismo tracista para las cabeceras de Moreruela, Veruela, Fitero y Poblet. Por el contrario, los recientes trabajos de Bango y Valle han delimitado campañas constructivas muy precisas. Para Bango, en la cabecera del templo podemos distinguir dos fases subdivididas a su vez en otros dos períodos. La obra comenzó por el ángulo sur de la girola, prevista con una altura inferior a la que actualmente presenta, y el taller estuvo activo hasta el segundo soporte norte. Al mismo equipo de constructores corresponden las obras del crucero hasta el inicio de los muros de cierre de sus brazos meridional y septentrional. La terminación de éstos, junto al resto de la monumental girola y el inicio de las naves es obra de otro taller. Éste replantea el proyecto original de la girola a partir del tercer soporte y aumenta la altura del muro -aún manteniendo los fustes anillados de la anterior campaña idénticos a los de la cabecera de San Juan del Mercado de Benavente-, completando con capiteles troncopiramidales lisos el segundo orden de columnas, cestas derivadas de las de la catedral zamorana. Indicaba Bango que sólo a partir del séptimo soporte -desde el lado sur- se pensó en adoptar un abovedamiento con ojivas, más acorde con otras cubiertas del protogótico hispano, instalando para ello riquísimas ménsulas de acantos a ambos lados del capitel y empleando pilares complejos plenamente góticos (hablaba Bango de cierto “arcaísmo manierista”). Durante este cambio de planes, no se abandonaron las cestas lisas, e incluso un escultor especialmente avezado introdujo los acantos rizados y picudos, piezas que se prolongan a lo largo de los muros del crucero, portada meridional y brazo norte, además de la ventana en la primera capilla septentrional de la girola. Las basas de las responsiones de las capillas de la girola son áticas y presentan garras angulares, aunque la sexta -desde el lado meridional- porta toro con ovas incisas y garras angulares anilladas muy maltrechas (como en Santa María del Azogue de Benavente). La de la segunda responsión posee reticulado romboidal y zigzagueado superior, así como una cruz patada inscrita en el interior de un círculo en su zócalo inferior. Valle señalaba que el templo se había iniciado desde el costado meridional, no por el deambulatorio, sino por el frente oriental del brazo sur del transepto; advierte cómo son diferentes las credencias -cuadradas a modo de armarios empotrados- y los vanos de las capillas del transepto que son laterales (no centradas), así como la composición del soporte sobre el que apoya el arco fajón: el septentrional arranca desde el mismo pavimento; el sur aparece cortado, apoyando en ménsula cuyo perfil es idéntico al de las tres capillas radiales más orientales y al de los canecillos de la primera campaña. A lo largo de esta primera campaña, este especialista de la arquitectura cisterciense sitúa parte del lado oriental del brazo meridional del crucero, seis de las capillas radiales (excluye por tanto la del extremo norte y las dos que la preceden, que no llegaron a concluirse del todo pues cambia el perfil de las cobijas de la cornisa, con nacela y media caña lisas, y los canecillos, cuyo perfil es de gola lisa), e interiormente las siete primeras responsiones -desde el lado sur- aunque sólo las tres primeras ostentan capiteles de escotaduras trepanadas cuyos cimacios coinciden con la imposta que interiormente recorre las capillas. Las otras cuatro quedaron incompletas (el basamento de la séptima responsión ostenta la misma marca de cantero que el de la segunda). Con el tiempo se decidió aumentar en altura la girola, superponiendo una columna con capitel donde ya existía o prolongando el fuste donde no se había colocado. Los capiteles que aparecen en la zona superior de las tres responsiones iniciales coinciden con el resto de los de la cabecera y crucero del edificio. Sus cestas son troncopiramidales y completamente lisas, carentes toda decoración. Las cestas del nivel inferior ostentan perfil troncocónico, con escotaduras en el ábaco. Por otra parte, las impostas y cimacios del nivel superior del perímetro de la girola presentan un nuevo perfil liso, con nacela, baquetón y listel, sensiblemente distinto del empleado en los sectores bajos del deambulatorio, capillas radiales y lado oriental del crucero, donde apreciábamos un perfil liso con listel, escocia y baquetón. El taller activo en esta segunda campaña que aumentó la altura del deambulatorio, alzó la capilla septentrional (cambió además el modelo de credencia, cuyo vano no es trebolado sino de arista moldurada ligeramente apuntada; la ventana, rematada por despiezado arco apuntado que apoya sobre columnillas acodilladas, y el contrafuerte exterior, prismático, escalonado y con idéntica anchura inferior y superior frente a los más antiguos, menos gruesos y más salientes, con aristas acanaladas, estrechamiento superior y remate en sillar decorado) y el resto de la cabecera, continuando entonces por el crucero y naves longitudinales hasta el primer o segundo tramo. Al mismo grupo de constructores atribuye las dependencias del frente monástico oriental, desde la sacristía hasta la sala de monjes. Para Bango los constructores de la cabecera de Moreruela siguieron el modelo formulado en Clairvaux III; la idea de la tangencialidad de capillas pudo ser dictada por los mismos monjes galos llegados hasta el monasterio zamorano. Pero el taller aquí activo, perfectamente imbuido por la tradición local, interpretó tal novedad foránea a la luz de las girolas hispanas que pudo conocer. Desde el punto de vista de su consideración como típica “girola protogótica hispana” (que fue definida por Azcárate -partiendo de los presupuestos de Lampérez y Torres Balbás- como aquella que dispone de una corona de capillas contiguas con abovedamientos góticos), la de Moreruela resultaba un verdadero “fracaso arquitectónico”, si bien aumentaba el número de capillas siguiendo un modelo de raíz románica, olvidaba ofrecer soluciones para dos de los grandes problemas asumidos por la germinal arquitectura gótica: los abovedamientos y la iluminación. Mientras que Bango aseguraba la dependencia formal del templo de Moreruela respecto de la catedral de Zamora (a principios de siglo Gómez-Moreno ya había señalado el paralelismo existente entre los abovedamientos de la girola morerolense -que considera culminados en 1168- y los de la seo zamorana, que data más tardíamente, hacia 1174), Valle insistía en que tales semejanzas resultaban meramente subsidiarias, optando por conceder mayor verosimilitud a otras fuentes de inspiración ultrapirenaicas. Sacaba a colación la catedral de Noyon, fábrica que debía mucho a la continuidad de un modelo septentrional ensayado por el célebre abad Suger en Saint-Denis, Valle no duda en afirmar que es precisamente en Noyon donde existen paralelos respecto al cenobio zamorano en cuanto a las capillas abiertas a la girola, capiteles, basas o perfiles de cimacios e impostas. Otros rasgos como la apertura de capillas en los brazos del crucero (como en la catedral de Langres de ca. 1160), la presencia de vanos sobre los arcos triunfales de acceso a las capillas de la girola (desaparecida cabecera de Cluny III y abacial de Paray-le-Monial), la superposición de columnas en las tres primeras responsiones del costado meridional del deambulatorio, el modelo predominante de canecillo utilizado para la cabecera, además de otros capiteles (Saint-Lazare de Avallon y sala capitular de la Madéleine de Vézelay), basas, basamentos o zócalos de pilares (Avallon y Flavigny de ca. 1170-1175), perfiles de nervaturas (Saint-Jean Baptiste de Saint-Sauveur o Saint-Martin du Bourg en Avallon, ambas de ca. 1150-1160) y algunos tipos de ménsulas (tribuna central del primer piso del nartex de Vézelay de ca. 1150-1155), apuntaban hacia otras fuentes borgoñonas. Recordaba al respecto las novedades aportadas en las fábricas cistercienses de Sobrado, Armenteira o Sandoval, así como las componendas borgoñonas verificables en edificios tan importantes como la catedral y la segunda campaña de San Vicente de Ávila, el Pórtico de la Gloria y la cripta baja de Compostela o los monasterios de Carboeiro y Aguilar de Campoo (Palencia). Ambas corrientes, la gótica inicial derivada de Saint- Denis y de Noyon, y la estrictamente tardorrománica borgoñona que integraba soluciones comunes a ciertas abadías cistercienses, perfectamente desarrolladas hacia la década del 60 del siglo XII, aparecen combinadas en las dos campañas delimitadas para los sectores más antiguos de Moreruela. Así, en palabras de Valle, la aparatosa cabecera zamorana resultaba una solución “independiente y marginal, agotada en sí misma y sin relación alguna con los planteamientos y preocupaciones que por entonces tenía la Orden del Cister” ( vid. J. C. Valle Pérez, 1994, p. 30). Desde el punto de vista cronológico, la cabecera de Moreruela debió iniciarse quizá ca. 1158-1162, coincidiendo con la llegada de los primeros monjes procedentes de Clairvaux bajo la dirección del abad Gualterio y su consiguiente afiliación a Cîteaux. La hipótesis concuerda con una nueva inscripción descubierta tras los trabajos de limpieza efectuados en el exterior de la girola en 1994 y que aporta la datatio “era MCC” (año 1162) visible en las hiladas inferiores de una de las capillas radiales. Otra escueta datatio trazada en minúscula gótica se aprecia en el interior de una de las capillas radiales del lado septentrional de la girola, aunque desafortunadamente sólo indica “Anno ab incarnation(e)”. Tras el inicio de los trabajos, no exentos de cierta torpeza, las obras debieron ralentizarse o incluso interrumpirse, hasta que la consolidación efectiva del dominio morerolense, a lo largo de la década del 1170, permitió acometer una segunda campaña para el bloque eclesial oriental y rematar el proyecto inicial a cargo de otro equipo distinto aunque también de procedencia ultrapirenaica. Fue ésta una intervención homogénea acometida con gran rapidez. La girola de More ruela parece ser uno de los primeros ensayos tendentes a aumentar el número de capillas necesarias para que los sacerdotes desarrollaran diariamente los oficios cotidianos sin repetir los ámbitos, con cabecera provista de capillas radiales salientes en un “estadio evolutivo” parejo a Ve ruela, Poblet y Fitero, derivado quizá de algún modelo borgoñón ya desaparecido, anterior incluso al de la abadía de Mortemer (ca. 1174-1179), aunque sin alcanzar los novedosos resultados de la gramática gótica (cf. la de Longpont). De otra parte numerosos rasgos presentes en More ruela se repetirán posteriormente en la abadía leonesa de Sandoval: el tipo de cubiertas absidales, el perfil de las nerv aturas, algún modelo de capitel o la desaparecida bóveda cupuliforme con ocho nervaturas del tramo central del crucero. Lo cual -según Valle- invitaba a pensar en una identidad de canteros trabajando sucesivamente en las dos fábricas. Quizá por requisitos del suministro acuífero, el claustro, hoy completamente arruinado, se alzó hacia el lado norte del templo (aún perdura el colector principal del cenobio al norte de la bodega moderna). De 1233 data un pleito entablado entre el maestro Pedro Moro, en representación del monasterio y los descendientes de Monio Rodríguez, a consecuencia de unas mandas que había dejado para la obra de la claustra. La misma fue completamente reformada a fines del siglo XVII (Gómez-Moreno recogió la fecha de 1694 visible en una inscripción existente sobre una desaparecida puerta y cuyo dintel localizamos hoy fuera de lugar, junto a un murete del sector occidental, entre la portería monástica de la hospedería y el hastial occidental del templo). Las ruinas ahora visibles delatan la existencia de una construcción de tipo clasicista que tras la exclaustración debió ser utilizada como feraz cantera. Se aprecian bien los arranques de las pilastras cajeadas en sus crujías meridional y occidental. La norte mantiene el desnudo muro de sillarejo y las ménsulas sobre las que apoyaban los fajones de la galería. Hacia el mismo bloque septentrional, apretadas montañas de cascotes certifican el hundimiento del sector utilizado como calefactorio, refectorio y cocina. En su nivel superior, el previsible derrumbe ha sido contenido mediante tirantes metálicos. La galería occidental muestra algunos arcos de medio punto y otros rebajados -tal vez de arcosolios funerarios- que debieron abrirse junto al sector destinado a los conversos, muy trasformado a causa de la construcción del claustro de la hospedería. Aunque la galería oriental, donde se abre el capítulo, el viejo armarium y la sacristía, debió ser la primera en construirse (distribución que recordaba a Bango la de l´Escale- Dieu), el resto de las galerías no debieron culminarse hasta fines del siglo XIII o más tarde incluso, cuando la documentación alude a ciertas donaciones que se realizaron para la hospedería y el hostal. El armarium estaba instalado en la panda oriental. Sugiere Bango que quizá ocupara el hueco donde más tarde se abrió un arcosolio ocupado por las sepulturas de Juan Vela y Fernando Ponce de Cabrera. Este arcosolio, también conocido como capilla de San Juan, aparece hoy groseramente restaurado; es apuntado y acoge una aguabenditera rematada en lis inciso en el fondo y a los lados sendos lucilos de medio punto, con dobles boceles en su intradós que apoyan sobre fracturadas cestas lisas o vegetales. Curiosas marcas de cantero re p resentan roleos y un chivo barbado. A su lado izquierdo quedan restos de un desagüe que permitía la evacuación de la desaparecida pila de la sacristía. La arruinada sacristía o vestiarium, junto al brazo septentrional del crucero, es de planta rectangular y está cubierta con una bóveda de cañón apuntado que debió rehacerse en época posmedieval, cuando un muro transversal dividió el espacio. Adyacente se dispone la sala capitular, de la que sólo conservamos tres -los más orientales- de sus nueve tramos. Está cubierta con bóvedas de crucería de cuidada plementería que apoyan sobre pilares centrales de sección cuadrangular con esquinas baquetonadas que arrancan de zócalos prismáticos y ménsulas troncopiramidales en los muros perimetrales. Los arcos fajones y torales presentan sección cuadrangular mientras que las nervaturas tienen perfil de baquetón y doble escocia. Se conservan las basas de los tres pares de columnas de entrada a la sala, con garras peinadas sobre altos zócalos y tambores cilíndricos, así como los tres vanos cegados orientales de medio punto con chambranas naceladas prolongadas a lo largo del muro y arquivoltas boceladas. Una inscripción bien visible en el muro septentrional del capítulo señala: HIC IAC: PELAGIUS: TABLADELLI ET HIC FILIUS PETRUS PELAGII: A la derecha de la entrada a la sala capitular otro epitafio en letra minúscula indica: Aqi iaz Ioh[an...] st to u[.sus.]... (aunque G. Ramos leía “de Vega”, la erosión actual no permite mayores precisiones). Debido a las fuertes humedades, los libros de obra del cenobio indicaban cómo el piso de loseta del capítulo se cubría con felpudos. Junto a la sala capitular se halla el hueco de la escalera de acceso al dormitorio (con saetera oriental), un posible locutorio-prisión cubierto con bóveda de cañón y provisto de saetera al este -duplicado en el espacio contiguo que permitía el paso entre el claustro y las huertas- y la sala de monjes, a la que accedemos tras descender cinco modernos escalones desde un rehecho vano de medio punto. La sala de monjes es una sólida estancia rectangular que data de fines del siglo XII; posee seis tramos de desconchadas bóvedas vaídas que apoyan sobre dos chaparros pilares centrales de sección cruciforme y semicolumnas adosadas soportando arcos formeros apuntados y fajones de medio punto. Las semicolumnas cuentan con capiteles troncocónicos lisos y basas áticas, arrancando de potentes zócalos prismáticos baquetonados. Hacia los muros perimetrales, las arcadas apoyan sobre semicolumnas adosadas con idéntico perfil que las de los pilares centrales. Una puerta en el lado noroeste comunicaba la sala de monjes con la huerta. El pavimento de la sala de monjes presenta empedrado de cantos rodados de factura reciente. Independiente del bloque medieval, al norte de la sala de monjes se halla un espacio rectangular y la bodega, y en la galería septentrional, la cilla y el refectorio, muy reformados en época moderna. La galería meridional muestra el muro descarnado y en gran parte despojado del aparejo de sillería que la separa del costado de la iglesia, y mantiene un banco corrido construido en ladrillo que se corresponde con el mandatum. En el mismo muro de separación entre el claustro y la iglesia se aprecia un epitafio en caracteres góticos con la leyenda: Hic iacet famulus Dei dompnus Egidius ma[gi]stro et dompnus Paulus qui obierunt sub era MCCCXIIII in vigilia Sancti And(r)e (año 1276). Hacia el este del capítulo se construyó a inicios del siglo XVII el ala de novicios, gran edificio de dos pisos y tres crujías que alojaba las celdas, una sacristía y una gran sala abovedada con cañón reforzado por dos fajones que apoyan sobre ménsulas, manifestándose al exterior en forma de sólidos cubos. Hacia occidente se encuentran las ruinas del claustro de la hospedería, que tuvo dos alturas, con crujías de siete por nueve tramos cubiertas con bóvedas de crucería en el piso inferior, de donde surgen vanos rebajados con jambaje de ladrillo, así como pilastras e impostas de perfiles clasicistas. Junto a este claustro se instaló la portería, la enfermería, algunas dependencias administrativas, la biblioteca y tal vez la botica. En 1827 acogió una nueva cilla y una despensa. Madoz revela una curiosa noticia acerca del hallazgo de una momia incorrupta en el interior de un sepulcro pétre o presente en la iglesia monacal. Fue retirada por unos comisionados en 1844 y enviada a la catedral zamorana, desde donde fue a parar al Museo de Zamora. Señalaba Madoz que la momia, en un excelente estado de conservación, pertenecía a una mujer, quizás la esposa del caballero portugués Alonso Meléndez de Bornes, bienhechor del monasterio y que hacia 1186 donaba a los cistercienses morerolenses las villas de Bornes, Cernadilla, Valdeprados y San Juan de Ribera (vid. P. Madoz, P., 1845-1850 [1984], p. 95).