Torre Moratxa

El acceso a la Torre Moratxa es ciertamente difícil, por estar estratégicamente situada en una de las dos montañas nominadas Roca Maura, en el extremo oriental del macizo del Montgrí. Desde l’Estartit, que queda unos 6 km hacia el este de Torroella de Montgrí (GI-641), se debe coger la subida asfaltada que lleva hacia la torre Ponsa, y dirigirse hacia la montaña. Hacia la derecha, a unos 200 m de las últimas edificaciones, se encuentra un antiguo salto de agua llamado salt d’Euga (salto de Yegua), que es actualmente un mirador. Poco antes de la bifurcación del camino, a unos 100 m a mano izquierda, empieza el sendero que sube al Roca Maura y a la torre que lo corona.

La primera mención de dicha montaña y de su castillo se encuentra en un documento de fecha incierta, por el que Ponç Guillem promete al obispo de Girona que le permitirá hacer la guerra de meis castellis videlicet de Rocha Maura aut de Torredella, contra cualquier enemigo suyo, excepto contra el conde de Empúries. En el testamento del conde emporitano Ponç I, del año 1078, dicho castillo es mencionado como herencia que él mismo deja a sus hijos Hug y Berenguer. Pocos años después, en 1085, vuelve a aparecer nombrado en una concordia entre los condes Hug II de Empúries y Gilabert de Rosselló, y, por un documento de finales del siglo xi o principios del xii conservado en el llamado cartoral de Carlemany de la catedral de Girona, se evidencia que el castillo dependía de los señores de Torroella, que posiblemente lo tenían como feudo condal. Francisco de Zamora refiere el monumento, en 1790, como la Torre Borracha, calificativo bastante extendido por la zona ampurdanesa por degradación del nombre original, Moratxa (Moracha), que deriva, igual que el nombre de la montaña, del término “moro”, por ser ésta una torre de defensa frente a la piratería sarracena.

Los restos del antiguo castillo altomedieval del Roca Maura, en la actualidad, se resumen en una sesgada torre de planta circular, de aproximadamente 3 m de altura, levantada con tosco sillarejo, al interior de la cual se accede por una maltrecha abertura en el muro de poniente. En su espacio interior, de unos 2 m de diámetro, se puede apreciar el revoque del paramento y señales del encañizado y del mallado en espiga de la cubierta cupulada. El acceso a la parte superior se hace por el lado exterior de levante, aprovechando como peldaños las ruinas de la pared.

Al lado de la torre hay un habitáculo parcialmente excavado en la roca, situado en la inmediatez de la cumbre, que presenta un pavimento de opus testaceum, así como otras trazas de muros que se adivinan a nivel del suelo. Estos indicios han hecho fechar la torre de finales de la Edad Media, mientras que el resto de los vestigios podrían ser anteriores.

Texto y foto: Ana Victoria Paul Martinez

Bibliografía

Arbusé i Bellapart, N., 2005, pp. 57-59; Badia i Homs, J., 1977-1981, I, p. 418; Bofill i Abelló, M. et alii, 2008, pp. 131-132; Martín i Roig, G., 2006, pp. 143-144; Monrea y Tejadal, L. y Riquer Morera, M. de, 1984. pp. 83-89.