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Vista de tajamar

Identificador
19045_01_012n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 29' 25.96'' , -2º 45' 53.99''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Puente de Auñón, sobre el río Tajo

Localidad
Auñón
Municipio
Auñón
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
LA TRADICIÓN QUE ATRIBUYE origen romano a muchos de los antiguos puentes que aún subsisten se halla repartida por toda España, aunque en tiempos más recientes el apelativo de “puente románico” empieza a ser igualmente frecuente. No obstante, cuando se conservan noticias históricas de algunos de los más importantes puentes, lo primero que llama la atención son las continuas reformas, derribos, destrucciones, reconstrucciones, renovaciones y sustituciones, de modo que apenas si quedan vestigios de las partes más primitivas, cosa por otro lado lógica, habida cuenta de los continuos sobresaltos a que han estado sometidas estas fábricas, bien por el acoso de la naturaleza en forma de brutales riadas, bien por el continuo uso y a veces escaso mantenimiento, bien por las disputas de que han sido objeto en caso de conflictos sociales o bélicos y que implicaban, en no pocas ocasiones, su derribo para evitar el paso del enemigo. A pesar de todo, nuestra tendencia a imaginar todo más antiguo, por dotarlo de mayor nobleza, nos hace ver, si no como “romanos”, sí al menos como “románicos” muchos de los puentes que cuentan con arcos de medio punto, sin mayores análisis y sin tener en cuenta que al menos hasta el siglo XVII se siguen construyendo con pautas muy similares. A la hora de catalogar los posibles puentes románicos de la provincia de Guadalajara hemos tenido en cuenta no sólo su morfología, ubicación o noticias documentales, sino, especialmente, el análisis de sus paramentos para el rastreo de elementos constructivos que puedan atribuirse sin ningún género de dudas a los mismos momentos en que se están levantando los templos románicos. De este modo se han analizado los puentes de Valdesotos y Tortuero, sobre el río Jarama, el Puente del Canto, en Anguita, sobre el río Tajuña, el “puente romano” de Ablanque, sobre el río Ablanquejo, el de Algar de Mesa, sobre el río Mesa, el Puente del Gallo, sobre el río de este nombre, en Molina de Aragón, el de Auñón, sobre el Tajo y el de Beleña de Sorbe, sobre el Sorbe. De todos ellos sólo los dos últimos consideramos que conservan fábrica que podemos encuadrar en época románica, mientras que el resto corresponde a época bajomedieval al menos (tal es el claro caso del de Tortuero), e incluso en siglos modernos, donde creemos que habría que incluir a los de Valdesotos, Ablanque y Algar de Mesa (aunque alguna parte pudiera ser incluso medieval). El de Anguita, sin tener clara su adscripción cronológica, no tenemos argumento alguno para suponerlo románico, pero el de Molina de Aragón, catalogado habitualmente como tal, creemos que obedece a una reconstrucción integral llevada a cabo en el siglo XVII, como deducimos por su fábrica y como parece declarar además una casi borrada lápida que se encabeza por la leyenda PHILIPO 4 REY / DE LAS ESPAÑAS / … y que finaliza con una fecha en la que nos parece entender el año 1642. Que el origen de este puente puede remontarse a época románica, e incluso anterior, es muy posible, puesto que se halla en uno de los principales accesos al recinto amurallado, pero nada de su actual traza creemos que alcanza tal antigüedad. Además de estos puentes hubo otros dos cuyo aspecto puede hacer pensar en su cronología medieval, a juzgar por las fotografías que se conservan, aunque ambos han desaparecido. Uno era el de San Andrés de Congosto, sobre el río Bornova, el otro el de Jodra del Pinar, que Bermejo Millano considera románico. Centrándonos en el conocido como Puente de Auñón, se halla a unos 4 km al sureste de la villa, salvando el Tajo al pie de la presa del embalse de Entrepeñas (inaugurado en 1956), en el punto kilométrico 32 de la antigua carretera G-204, hoy en desuso, justo en la divisoria entre los términos municipales de Auñón y Sacedón e inmediato a la carretera N-320. Miñano, en 1826, lo cita por su importancia, y Madoz un cuarto de siglo más tarde lo califica de “buen puente” y lo describe brevemente, añadiendo que sobre él “pasa la carretera de Madrid a la Isabela”. Documentalmente apenas hay noticias de él. José Luis García de Paz remonta sus orígenes a época romana, aunque “su construcción es medieval, con arreglos más recientes”, mientras que Juan José Bermejo también se hace eco de la extendida opinión que lo considera romano, aunque él lo califica de origen medieval. En realidad poco o nada se sabe documentalmente, aunque García de la Paz sostiene que el primitivo lo siguieron usando los árabes hasta que se cayó, siendo sustituido por una barca hasta que se erigió el actual, cuya existencia ya consta en el año 1361, la misma fecha que repite Bermejo. Por su parte Francisco Fernández Izquierdo habla de 1461 como el momento en que la villa recibe una ayuda económica de Fuentelaencina para construir un puente sobre el río Tajo, en una ruta entonces de gran actividad comercial. Si se trata de este puente, si la propuesta no pasó de intención o si el alcance de la obra fue parcial, no lo sabemos, pero lo cierto es que en ese año de 1461, según recoge Esther Alegre, también el concejo de Pastrana está dispuesto a apoyar económicamente al de Auñón para construir un puente sobre el Tajo a cambio de no pagar después las tasas de uso. En todo caso, ya en época moderna hay más noticias de obras en el puente: reparación y empedrado a comienzos del XVI y colocación de los pretiles en la entrada y salida en 1556, aunque sin duda cuando debió de sufrir los mayores desperfectos fue durante la Guerra de la Independencia, en 1811, con ocasión del enfrentamiento que tuvo lugar en él, protagonizado por los guerrilleros de El Empecinado y de Pedro Villacampa y las tropas francesas comandadas por el general Louis Joseph Hugo, que en esos momentos tenían ocupada la villa –que siguieron conservando por un tiempo– y el puente, que perdieron en esta acción. Algunos años después el puente sería reparado de los daños sufridos entonces. La imagen que ofrece hoy es una estructura construida a base de sillería arenisca y mampostería, de casi noventa metros de longitud, con ligero peralte central y 3,40 m de calzada, con tres arcos de medio punto –mucho mayor el central– y dos tajamares con apartaderos en la parte superior, de planta triangular aguas arriba y poligonales aguas abajo. De época románica consideramos que es la práctica totalidad de la parte construida en sillería, en virtud de la marca de talla de esos sillares, muchos de los cuales conservan igualmente signos de cantero, entre los que predominan las aspas y las cruces. Corresponden a ese momento plenomedieval, por lo tanto, los tres ojos y una parte importante de los tajamares, aunque el de la derecha, aguas arriba, está mucho más reformado que los demás. Se aprecia perfectamente un recrecimiento en altura –visible especialmente en el lado que mira hacia la presa del embalse y en toda la parte de mampostería de los tajamares aguas abajo–, reforma que intentó buscar más la horizontalidad del paso, mitigando bastante el peralte central y perdiendo el aspecto más liviano que sin duda tuvo en origen. Es muy posible que esa reforma fuera la que tuvo lugar tras la Guerra de la Independencia, pues está más en la línea de la traza de puentes de tablero plano que se imponen a partir de las fórmulas constructivas de los puentes neoclásicos, aunque tampoco podemos descartar otro momento. Al margen de esta profunda reforma –y de alguna reparación de menor importancia– también se aprecia otra anterior, igualmente importante, que afectó de forma bien visible a todo el ángulo del tajamar derecho, aguas arriba, donde se observa la inclusión de algún sillar de talla gótica. Quizás nos hallemos en esta ocasión ante ese proyecto de “nuevo puente” que ideó el concejo de Auñón en 1461 y que tal vez trató de recuperar los daños sin duda ocasionados por las correrías llevadas a cabo unos años antes por las tropas del comendador Carne de Cabra sobre un paso indudablemente transitado, baluarte fundamental y disputado para quien quisiera controlar este territorio. Tal vez se habla de nuevo puente por la importancia de la obra necesaria, pero parece que los tres ojos anteriores se mantenían todavía en pie, aunque siendo necesario reafirmar no sólo ese tajamar sino toda la parte superior de la estructura, construyendo fundamentalmente no ya en sillería –como era el viejo puente– sino en más humilde mampostería.
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