Sant Pere de Maldà
Iglesia de Sant Pere de Maldà
En 1078 el vizconde Ramon Folc I y su esposa Ermessenda donaron a Sant Vicenç de Cardona todas las iglesias que había y habría en el futuro en el término del castillo de Maldà. Al igual que otras iglesias de la comarca, Maldà formó parte del obispado de Vic hasta que en 1154 pasó a depender del de Tarragona, si bien, siguió jurisdiccionalmente bajo el control de Sant Vicenç de Cardona, como lo confirma un documento de 1212 en el que se indica que Guerau de Maldà la administraba en beneficio de dicha canónica. Es probable que los primeros curas, los cuales eran canónigos de Cardona, viviesen en Maldà: en 1183 lo era citado Guerau de Maldà, en 1245, Jaume de Navès y en 1314 Pere Boiraci. Los vínculos religiosos con Cardona se fueron relajando hacia finales del siglo xvi.
Dedicada al apóstol san Pedro, la iglesia se encuentra situada en la última calle del pueblo, en la parte baja del casco antiguo. Por sus reducidas dimensiones, es conocida popularmente como la capelleta. Se trata de un edificio de una sola nave rectangular y cabecera plana, la cual no se distingue de aquella en planta ni en alzado. Los muros laterales son lisos, y en el meridional se abren dos ventanas rectangulares de doble derrame. Existió una ventana abocinada en el muro oriental que quedó tapada con las obras de la sacristía y cegada en su interior. La fachada occidental se divide en tres niveles: un cuerpo inferior donde destaca la puerta, uno intermedio con un arco de descarga y un óculo, y uno superior con una espadaña de doble ojo. La portada está formada por dos arquivoltas lisas de medio punto que enmarcan un tímpano, también liso, y que se encuentran extradosadas por una chambrana con moldura de caveto. La arquivolta inferior se apoya en dos columnas monolíticas de fustes lisos rematadas por capiteles decorados con estilizadas hojas con el nervio central bien marcado. Una lisa moldura en caveto recorre la parte inferior de las arquivoltas y se prolonga en los cimacios sobre los capiteles.
El espacio interior se cubre con una bóveda de cañón reforzada por arcos fajones que determinan cinco tramos de desiguales dimensiones, de los que el oriental, el más estrecho, es el que funciona de cabecera. Los arcos se apoyan en semicolumnas rematadas por sendos capiteles lisos de caveto. En el occidental, cada columna cuenta con dos capiteles, de los que los inferiores sustentan el arranque de un arco. En el extremo oriental se anexó, en época posterior, una sacristía de planta cuadrada, a la cual se accede por una puerta abierta en el muro absidal. Un pequeño relieve con un rostro humano figura en el muro oeste, junto a la puerta. Sobre la ventana cegada del muro este se abre un vano de medio punto monolítico y derrame simple, cegado por el exterior, el cual, al igual que el óculo del muro occidental, no se encuentra centrado respecto al lienzo en el que se encuentra
El aparejo utilizado en los paramentos está compuesto por grandes sillares bien trabajados y escuadrados, dispuestos en uniformes hiladas horizontales. En cambio, la bóveda está realizada con tosco sillarejo.
Estelas funerarias discoidales
En el espacio ocupado por el antiguo cementerio parroquial, que estaba adosado al muro norte de la iglesia, se encontraron varias estelas funerarias discoidales. Es de suponer que la cronología de estos elementos abarcaría el período de funcionamiento de la iglesia como parroquia, anterior a la construcción de la nueva de Santa Maria en el siglo xviii.
Una de ellas se puede ver en la parte superior de un muro de contención de la calle del Portal. A diferencia de otras muchas estelas que tienen el pie recto o en forma de cola, ésta tiene la peculiaridad de tener forma de T invertida, tipología en la que algunos autores han querido ver un aspecto antropomorfo que remitiría a los antiguos ídolos prehistóricos. El motivo representado en una de sus caras es una flor de seis pétalos. Sus dimensiones son de 53 cm de altura, 32 cm de diámetro y 17 cm de grosor. La erosión no permite distinguir el dibujo del reverso. Otra estela, documentada a finales de los años ochenta del siglo xx, y guardada en una casa particular, conserva el disco del mismo grosor que la anterior pero con un diámetro superior, 54 cm. Repite el motivo hexapétalo aunque es mucho más complejo. Se inscribe en el centro de una cruz griega con los brazos curvados. En el extremo de cada uno de ellos hay esculpidas tres perlas. El tema de la flor de seis pétalos parece apuntar a un contexto astral, de representación de la eternidad y la inmortalidad. Estos motivos fueron utilizados durante el prerrománico y el románico, cronológicamente se sitúan entre los siglos x y xiii, aunque perviven como un motivo decorativo en el arte popular.
Texto: NMV/JAOM - Fotos: NMV
Bibliografía
AA.VV., 1982; Capdevila i Felip, S., 1917-1918, pp. 118-160; Catalunya Romànica, 1984-1998, XXIV, pp. 537-538; Miró i Rosinach, J. M., 1986, pp. 90 y 101; Palomar i Abadia, S., 1993; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1981, pp. 154, 162 y 309.