Sant Celoni Sant Ermenter de Cellers
Monasterio de Sant Celdoni i Sant Ermenter de Cellers
El monasterio de Sant Celdoni i Sant Ermenter de Cellers está situado en el valle que forma la sierra de Pinós, entre las sierras de Cellers y de Claret, y junto a él discurre la rambla de Cellers. Para llegar desde Torà, hay que tomar el camino que parte del sector oriental de esta población y que conduce a la aldea de Cellers, de la que el monasterio se encuentra a aproximadamente a 1 km.
En el lugar se veneran desde antiguo las reliquias de los santos Celedonio y Emeterio, originarios de Calahorra, perseguidos y martirizados por el emperador romano Diocleciano entre finales del siglo iii y principios del iv, y cuyo culto se fue extendiendo a lo largo del tiempo por la geografía hispana. En un momento que no se ha llegado a determinar, los cuerpos de los santos debieron de llegar a Cellers procedentes de Calahorra o del monasterio de Leyre, según las distintas versiones. Parece que la causa que motivó el traslado fue el deseo de proteger las reliquias ante la posible profanación por parte de los musulmanes, que dominaron tierras riojanas desde inicios del siglo viii hasta bien entrado el x. Algunos autores no dudan en vincular los orígenes monásticos de Cellers con la iglesia de Sant Serni de Llanera, cuyo germen pudo ser una célula monástica fundada por el monje Sidoni, entre finales del siglo viii y principios del ix. Sidoni era un monje del monasterio de Sant Sadurní de Tavèrnoles, seguidor de la herejía adopcionista predicada por el entonces obispo de Urgell Fèlix. Tras la condena del adopcionismo en el consejo de Aquisgrán en 799, Sidoni podría haber huido de Tavèrnoles y haberse retirado como eremita a la zona de Llanera, con la intención de redimirse. El mismo topónimo Cellers podría aludir a la presencia de células eremíticas anteriores al monasterio en esta zona.
No obstante, la primera referencia documental de la iglesia se remonta a 951, cuando en la confirmación de los bienes de Santa Cecília de Montserrat, el rey Luis IV de Francia hacía constar la donación anterior realizada por un tal Longobard, que entregaba la iglesia de Sant Celdoni en Vallmanyà (Pinós) a este monasterio. Mucho más reveladora es la noticia de 986, donde aparece nombrada una domum Sancti Celedonii…qui est in serra de Sellerus, en la donación hecha por Vidal del castillo de Figuerola a Santa Maria de La Seu d’Urgell. Cabe puntualizar que el término domum podría aludir tanto a un núcleo monacal sin una definición jurídica clara, como a un posible origen eremítico, como ya hemos apuntado. Por otro lado, el Arxiu Capitular de La Seu d’Urgell conserva una copia de dos documentos de sumo interés. El primero, fechado en 1038, recoge la donación realizada por Borrell, señor de Cellers, su esposa y sus hijos, de la iglesia de Sant Martí de Cellers al monje Guillem, a su hermano el presbítero Galí, al monje Sunifred, y a todos los monjes que se encontraban en la iglesia de Sant Celdoni. Todos ellos estaban obligados a servir en la iglesia de Sant Martí los domingos, lunes y viernes. A cambio recibían diezmos, primicias y otras rentas. En el segundo documento, del año 1071, Ramon, hijo de Guerall y nieto de los donadores de la iglesia de Sant Martí, donaba el monasterio de Sant Celdoni i Sant Ermenter, con todas sus pertenencias, alodios, viñas y otras posesiones, situadas en el término del castillo de Cellers, Ardèvol, Castellfollit y Navades, al monasterio de Sant Sadurní de Tavèrnoles. A partir de entonces el monasterio pasó a ser priorato de Tavèrnoles y a organizarse como éste, según la regla benedictina. En 1266, Sant Celdoni i Sant Ermenter de Cellers figuraba entre las posesiones de dicho monasterio, como lo confirma un documento de sentencia papal de Clemente IV.
Hay que esperar a finales del siglo xiv para encontrar más noticias reseñables del conjunto. En 1399 se produce un hecho determinante: Joan, heredero del conde de Cardona Hug Folc II, que más tarde se convertiría en Joan Ramon Folc I de Cardona, se apropió de las reliquias de los santos. La historiografía sostiene diversas versiones del hecho. Algunas apuntan a un robo, mientras que otras hablan de un pacto entre Joan Ramon Folc I y Ramon de Pinós, que poseía en feudo el castillo y el lugar de Cellers a través del conde de Cardona, y que alegaba abandono y soledad del monasterio y sus reliquias. Sea como fuere, Joan Ramon Folc I se hizo con las reliquias y las trasladó a la cripta del templo de Sant Miquel que acababa de construir en Cardona, con motivo de lo cual se celebró una solemne procesión, sobradamente documentada, a la que acudieron altos dignatarios de los estamentos nobiliario y eclesiástico. Todo parece indicar que la polémica suscitada por el traslado desembocó en una excomunión generalizada de la población de Cardona. Esta hipótesis viene corroborada por un documento de 1400 en el que el cardenal y obispo de Tarazona, con licencia del papa Benedicto XIII, facultaba al abad de Sant Vicenç de Cardona a absolver a Joan de Cardona y a los habitantes de la villa de la excomunión. Finalmente, y quizá a causa del revuelo que provocó el asunto, una parte de las reliquias fueron devueltas a Cellers, donde aún se veneran.
El monasterio de Cellers está conformado por una iglesia y un conjunto de dependencias anejas que responden a diversas fases constructivas. Del plan inicial del templo, que debía de haber tenido una nave rectangular, únicamente llegó a materializarse la cabecera trilobulada. Esta tipología arquitectónica no es ajena al románico catalán, ya que fue adoptada en otras iglesias y monasterios de la segunda mitad del siglo xi, como el monasterio de Sant Serni de Tavèrnoles o las iglesias de Sant Pere de Ponts, Sant Pere de Montgrony, Sant Martí del Brull, o Sant Pere de Gallifa, por citar sólo unos pocos ejemplos. Los tres ábsides están cubiertos con sendas bóvedas de cuarto de esfera, mientras que el amplio presbiterio lo hace con una bóveda de cañón. Todas las bóvedas arrancan desde una imposta biselada que recorre el perímetro del templo. Sobre el crucero se alza un cimborrio, añadido en las reformas acometidas en 1898, formado al exterior por un cuerpo cúbico y, en su interior, por una cúpula de crucería con cuatro nervios que se apoyan en ménsulas. Flanqueando al presbiterio, en el paramento oriental del transepto, y a modo de absidiolos embebidos en los muros, se abren dos esbeltas hornacinas cubiertas con pequeñas bóvedas de cuarto de esfera. El ámbito presbiterial queda elevado unos 2 m en relación al nivel del suelo, lo que genera un espacio bajo el cual se articula la cripta, a la que se accede mediante una escalera central y una portada neorrománica con arquivoltas que descansan en dos pares de columnas con sus respectivos capiteles, todo ello producto de la restauración llevada a cabo en el siglo xix. El interior de la cripta se divide en seis tramos separados por cuatro columnas cilíndricas que sostienen arcos de medio punto cruzados entre sí. Las columnas están coronadas por capiteles esculpidos, parcial o totalmente restaurados en el siglo xix. Esta estructura es muy similar a las criptas de Sant Vicenç de Cardona, Sant Esteve de Olius, la parcialmente conservada de Sant Pere de Àger y la de la catedral de Roda de Isábena, aunque todas ellas presentan mayores dimensiones que la de Cellers. Asimismo, en el centro de la cripta se articula un espacio delimitado por sillares largos y planos en el que se ubica un altar cubierto por dosel, que podría haber albergado una pila bautismal de inmersión. En esta zona, los muros y el techo evidencian restos de pintura mural. Por último, en el sector este se abren tres ventanas de doble derrame y arco de medio punto, de las que la del lado sur está cegada por la sacristía que se adosó.
En la parte inferior del paramento exterior del ábside central se conserva el arranque de tres lesenas que, con una cuarta que habría existido en el lado sur, delimitarían cinco entrepaños. Éstas, que se apoyan en el cuerpo inferior, el de la cripta, que sobresale a modo de zócalo, quedaron interrumpidas al modificarse el proyecto para continuar elevando un ábside liso. Este tipo de decoración a base de lesenas habría sido también planificada para los ábsides laterales, de los que en el norte se conserva el arranque de dos de ellas. Al igual que en la cripta, en el nivel superior del ábside central se abren otras tres ventanas, también de doble derrame y arco de medio punto. Como en el caso de la cripta, el vano meridional es sólo visible desde el interior. El aparejo superior del paramento del ábside central está mejor labrado y pulido que el rudo sillarejo utilizado en el resto del lienzo, lo que indica que corresponde a una fase posterior, quizás a una reforma.
La cabecera del templo se cerró, sin haberse iniciado aún la construcción de la nave, con una fachada de la que se conservan algunos vestigios y que fue severamente reformada en una intervención del siglo xix, en la que se incorporaron una portada y una ventana de inspiración románica. Al norte de la portada actual se observan un fragmento de imposta decorado con motivos vegetales y un arranque de arco, restos, sin duda, de la puerta original. A la fachada occidental se le adosó una rectoría a finales del siglo xviii, según consta en una inscripción sobre el portal de entrada: isidro-gvilella-a-fet-fer-lo-preze-any 1797. Algo antes, en 1778, fecha que figura en una ventana, debieron de construirse las dos dependencias adosadas a los ábsides central y sur.
En la zona del ábside se conserva un conjunto de relieves decorados con flores de seis pétalos inscritas en círculos. El mismo motivo se repite en la decoración de algunos de los diez capiteles de la cripta, los cuales, de perfil troncocónico, presentan un registro superior de estructura cuadrada que forma una media circunferencia en cada una de sus caras. La zona superior aparece decorada con motivos vegetales estilizados, mientras que la parte troncocónica alternan las mencionadas flores y círculos, con cabezas monstruosas. Según M. Casas e I. Ollich la mayoría de los capiteles deben atribuirse a las restauraciones del xix, momento en el que algunos fueron rehechos y otros parcialmente modificados. La historiografía se muestra unánime en calificar como románico el capitel situado al lado del altar, la parte superior del cual está decorada con motivos vegetales muy estilizados, mientras que la inferior presenta en cada una de sus caras un rostro humano, una flor de ocho pétalos, una flor de círculos concéntricos y diversos círculos concéntricos. En cualquier caso, tanto los capiteles como los ábacos presentan una factura bastante popular, tendentes al esquematismo y con un relieve muy plano, carente de matices y en la línea de otras representaciones de la misma época situadas en la comarca del Solsonès.
Es difícil determinar el lugar donde se asentaban las dependencias del antiguo monasterio, aunque es probable que se anexara en la zona ocupada hoy por la rectoría. Como hemos apuntado, alrededor de la iglesia se articulan varias edificaciones, entre las que todavía pueden visualizarse algunos vestigios románicos. La primera es una pared adosada a la rectoría, de 16 a 17 m de largo, que cierra un espacio cultivable utilizado probablemente como huerta. Las hiladas inferiores del muro, bien trabajadas, podrían datarse en los siglos xii o xiii. Podría tratase del muro que cerraba el huerto. La segunda construcción se encuentra en el sector noroeste, separada de la iglesia. En este caso, consiste una estancia rectangular de 12 x 5 m de la que tan sólo se conservan algunos paños de pared.
Las características arquitectónicas descritas evidencian una cronología temprana, en torno al último cuarto del siglo xi. A esta fase debe adscribirse la cripta, cuya morfología mantiene concomitancias con las del siglo xi erigidas en Cardona, Olius o Vic. El proceso constructivo quedaría estancado en la centuria siguiente, y se reactivaría en los siglos xiii y xiv con la culminación de la parte alta de los muros. En los siglos sucesivos se realizaron diferentes intervenciones y se añadieron nuevos edificios, sobre todo a finales del siglo xviii y en 1898.
Texto: Nuria Trigueros Beltrán/Jun Antonio Olañeta Molina-Fotos: Nuria Trigueros Beltrán-Planos: Antoni Martín Monclús
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