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Interior

Identificador
50151_02_104n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 11' 21.98'' , -0º 55' 4.19''
Idioma
Autor
Jorge Arruga Sahún
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Torre de Obano

Localidad
Luna
Municipio
Luna
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
Aunque la Torre de Obano aparece ya citada en el año 978, la mayor parte de las publicaciones coinciden en datar la actual construcción de piedra en el siglo XI, así que la anterior pudo estar construida, al menos parcialmente, en madera. La carta de repoblación que se concedió a Luna en el año 1092 por el rey Sancho Ramírez fue redactada precisamente en la Torre de Obano. Tuvo asociada una capilla dedicada a Santo Tomás que en el año 1093 fue cedida a San Martín de Biel. En la actualidad se conserva la monumental fábrica de la torre rectangular, que quizá pudo reutilizar sillares procedentes de una construcción anterior musulmana. Hoy en día la Torre de Obano es propiedad particular; de hecho, forma parte de una explotación ganadera constituida por edificaciones cercanas de carácter rural. Se trata de una torre exenta, emplazada en un campo de labor junto a un minúsculo riachuelo, a unos dos kilómetros de la población de Luna y próxima a unas granjas y casas de labor. Se accede por un camino que parte a mano derecha de la carretera de Luna a El Frago y Biel. Tal y como señala Cristóbal Guitart Aparicio, está erigida en un terreno que a priori no parece el más apropiado para una edificación de carácter defensivo, si bien resalta que su situación coincidía con el emplazamiento original del antiguo camino de Huesca a Ejea, vía de enorme importancia estratégica entre los siglos XI y XII. Apenas se aprecian intervenciones recientes, salvo por la presencia de algunos grafiti contemporáneos grabados en algunas de las piedras de la base. La torre, de planta rectangular, tiene unas medidas de 8 x 6 m de longitud en su cara externa y 4,7 x 3 m por el interior, lo que denota el grosor de la fábrica de piedra sillar en la zona de arranque, necesaria sin duda por tratarse de muros de carga que apoyan en una base ataluzada que dota todavía de mayor solidez al conjunto de la atalaya. La única reforma apreciable, si bien quizá date de un momento no excesivamente posterior a su construcción, es la apertura de un vano de entrada en la zona de la base del muro meridional que vino a sustituir a la puerta original, ejecutada en altura en el mismo lienzo sur, pero a una cota de unos cinco metros por encima del arranque de la torre, y a unos siete desde la rasante del suelo. Sin duda dicha modificación de la tipología original se produjo cuando la fortificación dejó de tener su uso defensivo primitivo. La construcción, como corresponde a un inmueble de carácter militar, es sencilla y extremadamente austera. De unos diecisiete metros de altura, solamente cuenta con un estrecho vano de medio punto en el muro sur y otros dos en el lienzo oriental que apenas dotaron de iluminación al interior en el momento en que contaba con diversos forjados de madera hasta contabilizar un total de cinco plantas, incluyendo la baja. Los cambios de sección del muro en el interior proporcionan rebajes en que apoyaron dichos forjados. Los muros septentrional y meridional disponen en la última planta de una pequeña portezuela adintelada que en la actualidad sale directamente al exterior. Este elemento que puede parecer extraño al espectador actual, cabe relacionarlo con una galería de madera que rodeaba en origen el perímetro de la torre, tal y como ocurre en otras atalayas defensivas contemporáneas, como la de Abizanda, en la provincia de Huesca. De hecho, la presencia de una doble hilera de mechinales, separados entre sí unos dos metros y medio a lo largo de los cuatro muros, indica inequívocamente el espacio en el que se emplazaron los maderos que sostenían la ronda de vigilancia primigenia que hoy ya se ha perdido. Justo por encima de ésta aparece el remate almenado de la torre, el cual se encuentra bastante deteriorado en algunos puntos. A lo largo de la elevación se aprecian variantes en la colocación del aparejo, constituido por hiladas de tendeles generalmente descuidados, posible indicio de una edificación acelerada. Llama la atención la presencia de sillares almohadillados diseminados en la parte intermedia, aunque no cabe extraer consecuencias cronológicas seguras dado que ese tipo de talla fue empleada en distintos momentos de la Antigüedad y la Edad Media. El estado de conservación del conjunto es moderadamente bueno, quitando las salvedades de los elementos lignarios, los cuales se han perdido con el paso del tiempo, tanto los correspondientes a los forjados de separación de las plantas originales como la estructura ya mencionada de ronda en la parte alta de la atalaya y la protección del acceso a la puerta en alto, del que también quedan mechinales. Se aprecian, asimismo, diversas grietas provocadas probablemente por asientos diferenciales del terreno que la estructura no ha podido asumir con la pérdida de los arriostramientos que suponían los distintos pisos de madera. Además, en los muros meridional y oriental de la torre hay también diferentes grados de meteorización de las piedras sillares que conforman la fábrica, producidas por el nulo mantenimiento y la actuación constante de los agentes meteorológicos. Resulta posible datar con precisión esta torre de Obano, gracias a los documentos que sitúan el monumento en su contexto histórico. Se trata de una de las fortificaciones erigidas a instancias de Sancho Ramírez en Cinco Villas, como defensa y puesto fronterizo frente a la amenaza que suponía la villa de Ejea, todavía musulmana en aquel momento. En 1086 ya había sido iniciada. La suscripción de documentos en Obano por Sancho Ramírez (1092-1093) lleva a pensar que para entonces estaría concluida (o muy avanzada).