Identificador
37000_0079
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 57' 50.55'' , -5º 39' 33.43''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Salamanca
Municipio
Salamanca
Provincia
Salamanca
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
TRAS LA REPOBLACIÓN DE LA CIUDAD VIEJA llevada a cabo por Raimundo de Borgoña y la infanta Urraca se establecieron pequeñas pueblas fuera del primitivo recinto amurallado que vieron condicionado su asentamiento por los accidentes naturales del terreno. En el extremo más oriental del territorio ocupado por los toreses se encontraba un pequeño cerro sobre el que se construyó la iglesia de San Cristóbal, aglutinando en su entorno a un nuevo barrio o “corro”. En 1147, durante el reinado de Alfonso VII, se ordenó levantar una nueva cerca ante la necesidad de incorporar estos arrabales recién creados. El Cerro de San Cristóbal quedó así integrado dentro del recinto urbano, muy cerca de la muralla y de la puerta de Sancti Spiritus. Según Villar y Macías, la iglesia de San Cristóbal fue fundada en 1145 por los caballeros del Hospital de Jerusalén, cuestión que ha sido recientemente rebatida con sólidos argumentos por otros autores. Gonzalo Martínez Díez y Olga Pérez Monzón sostienen que tal atribución es falsa por cuanto el templo ya aparece mencionado en la confirmación del patrimonio del cabildo del Santo Sepulcro hecha por el papa Honorio III con fecha de 4 de septiembre de 1128. En dicho documento se expresa claramente su pertenencia a la Orden del Santo Sepulcro, así como la situación del edificio respecto al trazado urbano: ...sancti Cristofori, extra civitatem sitam. Una bula de 1164 hace referencia a esta iglesia en los mismos términos. Hacia 1150, en una donación de 100 maravedíes realizada por Miguel Domínguez al Hospital y al Santo Sepulcro, suscribe Don Vela, prior de Sancti Cristofori que es uno de los primeros delegados del cabildo del Santo Sepulcro conocido en el reino leonés. La encomienda de San Cristóbal era una especie de casa conventual en la que residían el encomendero y varios freires, según se pone de manifiesto en una bula de Inocencio IV de 1247, citada por Gonzalo Martínez. La categoría de encomienda la mantuvo a lo largo de la Baja Edad Media y así se recoge en los capítulos generales de la Orden celebrados en 1449 y 1488. Poco tiempo después, en 1489, Inocencio VIII mandó suprimir la Orden del Santo Sepulcro e incorporar sus bienes a la de San Juan de Jerusalén. La iglesia de San Cristóbal de Salamanca se integró a partir de entonces en la encomienda sanjuanista de Paradinas, a cuya jurisdicción perteneció hasta el siglo XIX. En 1844 fue agregada a la iglesia del Sancti Spiritus y hacia la década de 1920 fue utilizada como escuela parroquial, convirtiéndose luego en el “Colegio de San José”. Hoy se encuentra totalmente restaurada y abierta al culto. El templo actual es un edificio románico construido en la segunda mitad del siglo XII, con algunas re formas y restauraciones posteriores que han desvirtuado algunas partes de su antigua fábrica. La iglesia se encuentra sobre un terreno elevado rodeado por un murete de sillarejo y con acceso a través de una escalinata. Está construida íntegramente en sillería de arenisca dorada, procedente posiblemente de las canteras de Villamayor, con el aparejo dispuesto en hiladas regulares y en sillares bien cortados, aunque no siempre de un tamaño homogéneo. Posee numerosas marcas de cantería y en algunas zonas las reconstrucciones y remiendos son evidentes, como consecuencia de la restauración efectuada en el siglo XVII tras el derrumbamiento del campanario que provocó a su vez el hundimiento de las bóvedas y muros de la nave. Se trata de una iglesia de cruz latina, de una sola nave, con crucero destacado en alzado y planta y cabecera dispuesta a una menor altura, formada por una capilla mayor semicircular precedida por un tramo recto y dos capillas laterales de testero plano. En el exterior, el ábside central presenta un zócalo de sillería bien escuadrada y de gran tamaño que asienta sobre un afloramiento rocoso en el que se excavó una necrópolis medieval de tumbas antropomorfas, algunas de las cuales son visibles también desde el interior de la capilla mayor. El muro se articula en tres paños por medio de pilastras que llegan hasta la cornisa, disminuyendo su resalte con la altura. Unas pilastras similares marcan el paso de la capilla mayor a las laterales, cuadrada la meridional y rectangular la septentrional; esta última, a diferencia de la anterior, presenta dos vanos aspillerados dispuestos a distinta altura. Se cubren con tejados a doble vertiente y tanto ellas como la capilla mayor y su tramo recto van rematadas por cornisas decoradas con tres filas de ajedrezado y sustentadas por canecillos de tosca factura que en el caso del ábside central se decoran con variados motivos (cabeza de jabalí, águila bicéfala, personaje con barril sobre la espalda, arpías, cruces, rollos, bolas, etc.). Estos canecillos corresponden a la fase más antigua del templo (segunda mitad del siglo XII) que comprende especialmente la capilla mayor, mientras que el resto (capilla del evangelio, crucero y nave) parecen de factura posterior. A finales del siglo XII o principios del XIII se levantaron las capillas laterales, el transepto y la nave, rematándose sus muros con cornisas de billetes (tal vez reutilizadas) y de perfil nacelado, soportadas por canecillos decorados en su mayor parte con grotescas cabezas antropomorfas que en las esquinas suelen ser dobles o triples, idénticas a las que aparecen en el extremo suroeste del claustro de la Catedral Vieja. En el alero norte de la nave se percibe muy bien el cambio de campaña constructiva con la utilización de canecillos ornados con boceles y medias cañas de indudable recuerdo zamorano, además de arpías, animales y figuras antropomorfas. Durante la reforma del siglo XVII se reutilizaron en esta parte algunos sillares adornados con flores de tres pétalos inscritas en círculos perlados -probablemente dovelas de la antigua portada románica-, similares a algunos cimacios de dentro. En el interior, el hemiciclo absidal se cubre con bóveda de cuarto de esfera que arranca de una imposta lisa reconstruida recientemente y el presbiterio con bóveda de medio cañón (en parte rehecha y revocada) dividida en dos tramos por un arco fajón. En este caso, una imposta de billetes recorre el muro. Da paso al crucero un arco triunfal de medio punto doblado que apea sobre dos semicolumnas provistas de capiteles decorados con volutas en el nivel superior y hojas cóncavas que acogen bolas en el inferior. Los cimacios de estos capiteles presentan aros entrelazados y tripétalas encerradas en círculos. Las capillas laterales se cubren con bóvedas de cañón y comunican con los brazos del crucero a través de un arco de medio punto, la de la epístola, y apuntado, la del evangelio. Esta última se ilumina a través de dos aspilleras con derrame al interior y decora sus muros con una imposta lisa y otra ajedrezada. El transepto está formada por un tramo central cubierto con techumbre de madera y dos laterales con bóvedas de cañón apuntado que arrancan de impostas corridas, en unos casos lisas y en otros decoradas con billetes o con las consabidas tripétalas dentro de anillos. Según Gómez-Moreno, el crucero debió soportar una bóveda de ojivas, si bien otros autores piensan que se trataba de una bóveda de aristas, reforzada en el siglo XVI con arcos cruceros que apearían en ménsulas. Los tres tramos están delimitados por arcos torales apuntados -salvo el arco triunfal ya señalado- decorados dos de ellos con un grueso bocel y una fina cenefa en zigzag. Están soportados por pilares a los que se adosan semicolumnas coronadas por capiteles decorados con hojas que acogen bolas, volutas, pequeñas cabecitas antropomorfas y uno de ellos con un entrelazo sogueado atrapando a dos animales. Los cimacios en este caso presentan igualmente flores de tres hojas encerradas en círculos y aros entrelazados. Gómez-Moreno atribuye estos cambios en las formas de bóvedas y arcos respecto a los de la capilla mayor a una dualidad de campañas, de manera que la cabecera sería levantada en un primer momento y poco tiempo después se realizaría el resto, en una fase más avanzada del estilo. A nuestro juicio, este cambio de campaña se aprecia mucho mejor en el pilar sudoccidental del crucero donde se utilizan capiteles vegetales con hojas vueltas en la parte superior y otras más pequeñas cubriendo el collarino. Los cimacios en este caso muestran una sucesión de pétalos muy planos, idénticos a los de la nave central de la Catedral Vieja de Salamanca. La nave se cubría originalmente con bóveda de cañón que fue reformada en los siglos XV y XVI, pero tras el derrumbe de la torre en el siglo XVII se vino abajo y hubo que sustituirla por una techumbre de madera. El desplome afectó también a la portada septentrional que tuvo que ser recompuesta aprovechando parte de los materiales románicos, entre ellos dos capiteles con sus cimacios colocados en el interior, de labra similar a los del crucero. Uno se decora con un nivel inferior de hojas sobre el que asoman tres personajes y el otro con volutas perladas y gruesas hojas rematadas en punta. La fuente de inspiración que alimenta a los talleres escultóricos presentes en la obra de San Cristóbal parece estar en los maestros que trabajaron en la Catedral Vieja de Salamanca a lo largo de la segunda mitad del siglo XII. Las tantas veces repetidas flores inscritas en círculos que vemos también en Forfoleda, Santibáñez del Río o Almenara, remiten directamente a las impostas que decoran la cabecera y el crucero de la seo salmantina, lo mismo que el capitel y cimacios del pilar sur del crucero que encuentran igualmente su parangón en la nave central del edificio catedralicio. Otros motivos representados en canecillos y cestas los hallamos también en Almenara (águila bicéfala, hombre con tonel, arpías, etc.) y en Paradinas de San Juan (hojas cóncavas acogiendo bolas). Así pues, parece lógico pensar que estas formas aplantilladas que tratan de copiar los modelos más elaborados de la catedral fueron difundidos por talleres de segunda fila que desarrollaron su trabajo en la segunda mitad del siglo XII, especialmente en los años finales de la centuria, primero en la propia ciudad y después en el entorno más próximo. CRUCIFIJO ROMÁNICO En la capilla mayor se venera un crucifijo románico que durante algún tiempo se custodió en la iglesia del Sancti Spiritus y que Gómez-Moreno denomina “Cristo de los Carboneros”. Se trata de una talla realizada en madera policromada, probablemente repintada, que muestra a Cristo sujeto con cuatro clavos a una cruz lisa con los extremos del travesaño ensanchados. Tiene los ojos cerrados y la cabeza -retallada en la parte superior para adaptarle una corona de espinas- peina larga melena que cae tras las orejas distribuyéndose en forma de mechones sobre los hombros. La anatomía es esquemática, con los pechos en forma de capelina y las costillas muy marcadas delimitando la caja torácica y el arco abdominal. Desde la cintura hasta las rodillas se cubre con un perizonium sujetado con un cinturón anudado en el centro que da lugar a un plegado ondulante en la parte superior y a otro más anguloso en el resto de la tela. El ligero afilamiento de las facciones del rostro y el tratamiento de los pliegues descritos apuntan hacia una cronología avanzada dentro del estilo, que puede rondar los primeros años del siglo XIII.