Identificador
09213_02_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 46' 54.80'' , - 3º 21' 30.62''
Idioma
Autor
Sin información
Colaboradores
Archivo Diputación Provincial de Burgos (Fondo Photo Club)
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Cillaperlata
Municipio
Cillaperlata
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA IGLESIA DE SAN JUAN presidía el Barrio de Arriba o de San Juan, uno de los dos que componían el núcleo de Cillaperlata. Habiéndose perdido hasta la memoria de este templo, no restan de él más que los despojos escultóricos que las antiguas fotografías permiten situar en su contexto arquitectónico. Debió ser demolida en la primera mitad del siglo XX considerándose quizá que era un lujo innecesario mantener dos iglesias parroquiales para un ya reducido vecindario. El edificio fue arrasado, trasladándose a la catedral de Burgos su decoración escultórica y reaprovechándose en la más afortunada parroquial de Nuestra Señora de Covadonga la abocelada arquivolta de la portada. Aunque ya no exista y las piedras que por su ornato merecieron el indulto se encuentren lejos de su espléndido marco paisajístico, podemos conocer su aspecto a través de las fotografías del fondo “Photo Club” en el Archivo de la Diputación Provincial de Burgos. El edificio, levantado en sillería, seguía las pautas comunes al románico de estos valles septentrionales de la provincia, de nave única con portada abierta en la fachada meridional, que enlazaba mediante un codillo con la cabecera, de ábside semicircular prolongado sin solución de continuidad como presbiterio; posteriormente se le añadió una sacristía cuadrada adosada a su paño meridional. Debió sufrir la iglesia reformas posteriores que afectaron a las cubiertas, pues se ve en la imagen la anómala escasa altura del edificio, apreciable sobre todo en la nave. El hemiciclo, alzado sobre un abocelado banco corrido de fábrica que salvaba el desnivel norte-sur, se articulaba exteriormente mediante dos contrafuertes prismáticos que alcanzaban la cornisa, ésta decorada con abilletado o ajedrezado y a todas luces remontada, pues en el centro aparecen sin función dos canecillos románicos. Precisamente en el eje del ábside se abría una esbelta ventana entorno a cuyo vano cegado se disponía un arco ornado con grueso baquetón y mediacaña con bolas, bajo tornapolvos de chaflán con bolas. Apeaba el arco en altas columnas sobre basas áticas, rematadas por capiteles figurados. En la panda sur del claustro alto de la catedral de Burgos, entre los sepulcros de los canónigos Diego de Santander y Pedro Sáiz de Ruilova, se conservan estos dos capiteles románicos, ambos de ángulo y labrados en dos de sus caras sobre bloques calizos. El primero de ellos coronaba la columna meridional y está muy deteriorado. Mide 22 cm de lado x 34,5 cm de alto, decorándose con un descabezado león agazapado de enormes garras. Tanto en los cuartos delanteros como en los traseros se practicaron líneas incisas. El otro capitel mide 22 cm de lado x ±33 cm de altura máxima, aunque esta medida re sponde a la fractura de la zona superior de la cesta, por lo que no contradice su hermanamiento con el anterior. Se orna éste con una pareja de aves que curvan sus cuerpos hacia atrás para afrontar sus picos, componiendo una forma elíptica entre ellas en la que se dispuso un decorativo tallo avolutado; las alas interiores permanecen replegadas, mientras que despliegan las exteriores para llenar la superficie de la cesta. El tema es relativamente frecuente en todo el románico hispano, aunque un ejemplo compositiva y estilísticamente similar lo encontramos en la ventana de la fachada meridional de Soto de Bureba. En la misma panda claustral de la seo burgalesa se conservan dos basas de ángulo de perfil ático, ambas con toro inferior más desarrollado y saliente, sobre plinto. Deben corresponder a la misma ventana absidal. La portada se abría en un antecuerpo del muro meridional de la nave, apreciándose en la fotografía que había sido remontada y muy alterada, probablemente en el momento de alzarse sobre ella la dieciochesca espadaña que la coronaba. Esta reforma determinó el vano adintelado de acceso, sobre el que dispusieron dos arcos lisos de medio punto (que encierran un tímpano liso fruto de la intervención moderna) y una arquivolta sobre ellos, ornada con un grueso baquetón entre mediascañas con gruesas bolas. Esta última pieza es la hoy reutilizada en la parroquia de Nuestra Señora de Covadonga. Dos columnas acodilladas, arbitrariamente dispuestas al recomponer la portada, flanqueaban el acceso. Sobre sus desgastadas basas y fustes monolíticos campeaba una pareja de capiteles hoy también trasladados a la catedral de Burgos, bajo imposta corrida de listel y nacela. El capitel del lado occidental de la portada se conserva cerca del sepulcro procedente de San Pedro de Arlanza, junto a otros con toda seguridad transportados de sus ruinas. Es un capitel de ángulo, de 28,5 cm de lado x ±38,5 cm de altura; labrado en caliza dorada, está decorado con tres grandes águilas, una frontal en el ángulo de la cesta con las alas explayadas, que ase el destrozado collarino con sus garras y sostiene en su pico una serpiente, sobre la que se asientan otras dos aves menores, a ambos lados del caulículo superior que corona la cesta. Otras dos águilas se disponen en las caras laterales alzando sus alas y con rígida contorsión atrapando con sus picos sendas serpientes de cuerpo escamoso situadas en la zona baja. En una de ellas se conserva parte de la cabeza, con el pico curvo y el ojo de rapaz marcado con un punto de trépano. La talla es algo tosca y seca, aunque el escultor pretendió dotar de mayor plasticidad al relieve labrando en detalle el plumaje. El capitel oriental de la portada se conserva en el mismo claustro alto de la catedral, junto a la entrada de la capilla de Santa Catalina. Igualmente realizado en caliza dorada, mide 28 cm de lado por 40 cm de altura. La estilizada cesta arranca de un collarino abocelado, decorándose con dos leones rampantes afrontados por las cabezas en el ángulo, con las patas delanteras alzadas y las colas, que pasan entre los cuartos traseros, entrelazadas bajo sus fauces, en actitud de morderlas. En la parte superior, sobre las figuras, el fondo lo constituyen hojas rematadas en caulículos. Del interior sólo se conserva en el Archivo fotográfico de la Diputación una fotografía, correspondiendo al capitel del lado del evangelio del arco triunfal. Vemos en ella que la cabecera se abovedaba -aunque con la salvedad antes esbozada de una posible refección de las cubiertas-, partiendo la bóveda de imposta achaflanada que sobre el capitel del arco toral se transforma en perfil de listel y talón. Apeaba el triunfal en columnas entregas, coronándose la documentada con un magnífico capitel corintio, hoy en el lapidario de la seo burgalesa. La cesta es troncocónica, sobre collarino facetado y mide 72 cm de altura x 72 cm de ancho máximo y 42 cm de profundidad. Máxime fuera de su contexto arquitectónico, nos sorprende por encontrarnos ante una de las más “clásicas” interpretaciones del capitel corintio romano, con sus dos pisos de recortados acantos de fuertes escotaduras, algo espinoso tratamiento y puntas vueltas dando volumen al relieve. Sobre estas hojas se abren deteriorados ramilletes en abanico enlazando con las dos volutas que confluyen en el centro del frente, bajo una también muy “romana” flor en el frente del dado central del ábaco. Completan la decoración dos hojas lisas y picudas de remate avolutado. Su modelo más cercano lo encontramos en los capitelillos vegetales de la arquería que decoraba el refectorio de San Salvador de Oña. Los modelos vegetales antiguos que inspiran esta pieza remiten a la actividad de los talleres ultramontanos que renuevan la plástica del tard o rrománico peninsular a partir de mediados del siglo XII. Cada vez conocemos mejor cómo los grandes talleres borgoñones y provenzales -junto a otros aquitanos-, cuya modernidad empezaba a ser cuestionada en la cuarta y quinta década del siglo XII ante el empuje de la estética gótica, recalan en los re inos peninsulares de la mano de grandes maestros que acabarán revolucionando la plástica del último románico hispano. De su carácter y expansión se ha ocupado fundamentalmente Jacques Lacoste, por lo que debemos aquí ceñirnos al modelo inmediato de este excepcional capitel: San Salvador de Oña. Como bien señaló José Luis Senra en la monografía correspondiente al monasterio burebano, la espléndida arquería ornamental del refectorio oniense estaba epigráficamente datada en 1141, relacionándose estrechamente su decoración con la del cancel del coro de la gran abacial de Cluny III. Pese a lo fragmentario de los vestigios de Oña, ya en otros edificios de su dominio hemos señalado la probable inspiración en motivos onienses, nómina que debemos ampliar con esta excepcional cesta de Cillaperlata y la misma interpretación del acanto en un canecillo de la cabecera de Tartalés de Cilla. En función de tales conexiones estilísticas, parece que habría que situar esta iglesia de San Juan Bautista de Cillaperlata en los años centrales del siglo XII.