Pasar al contenido principal
x

Detalle del interior del ábside

Identificador
16078_0093n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 4' 37.11'' , - 2º 7' 46.36''
Idioma
Autor
Virginia Cañas Córdoba
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Martín Obispo

Localidad
Cuenca
Municipio
Cuenca
Provincia
Cuenca
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
ANTES DE LLEGAR A LA PLAZA MAYOR, y según asciende nuestro camino por la vertiente más meridional del casco histórico de la ciudad, entre callejones, escalinatas y empinadas cuestas, se esconden los restos de uno de los templos románicos más nobles de Cuenca. Sobre la pronunciada ladera que desciende hacia el río Huécar y asomado a la Hoz, se encuentra, desde los años posteriores a la conquista cristiana de la ciudad, el barrio de San Martín. Presidido por la parroquia de su mismo nombre y por una pequeña plaza en sus inmediaciones, era el barrio de los artesanos y también de los labradores y hortelanos, aunque en la parte más alta del mismo destacaban, además del Palacio Episcopal, otros edificios importantes que alojaban a personajes tan ilustres como el comendador Fernán Gómez de Albornoz. Incluso, destacaban otros muchos que cumplían de residencia de clérigos relevantes. En la parte central de este barrio se levantaba la iglesia de San Martín, cuyos materiales constructivos pudieron provenir de la cercana cantería de la catedral. Algunas fuentes la enmarcan cronológicamente dentro del siglo XII, más concretamente fechan su construcción en el año 1185, aunque recientes investigaciones la retrasan a pleno siglo XIII. Este templo destacó durante largos años como una de las principales parroquias de la ciudad, hasta que con la desamortización de Mendizábal pasó a manos del Estado. El aspecto de abandono que presentaba propició que poco a poco se desmontara y se aprovecharan sus sillares para otros edificios. Es ya, a principios del siglo XX, cuando las ruinas de San Martín pasaron a ser propiedad particular. De los restos que todavía hoy se pueden contemplar, destaca el cuidado aparejo, la calidad de sus sillares –en muchos de los cuales, todavía hoy se aprecia alguna que otra marca de cantero–, su clásico estilo y los escasos restos decorativos, características que le convierte en el templo parroquial conquense del Medioevo más importante, en cuya construcción se puso la mayor atención y dedicación. Esta iglesia, levantada sobre el lado norte de una amplia terraza sobre muro de contención, es de una sola nave, presbiterio recto y ábside semicircular. En cuanto a la cubierta de la nave, nada queda de la original, tan sólo se conserva una parte de sus paramentos. Presumiblemente fuera de madera, aunque no sería ilógico suponer un posible abovedamiento. De la cubierta de la cabecera se conservan los arranques de la bóveda de cuarto de esfera del ábside, que parte desde una cornisa que circunda prácticamente todo el ábside, y los arranques de la bóveda de cañón que cubría el presbiterio. Ambas bóvedas estaban realizadas en sillería. En cuanto al interior de la iglesia, prácticamente en ruinas, destaca la zona de la cabecera y la ventana aspillerada, cegada y apoyada sobre una cornisa que todavía hoy se puede apreciar. A un lado de la nave central, en el lienzo norte, sobresalen varios nichos u hornacinas abiertas mediante arcos decorados con cordones y molduras. Todavía hoy permanece en pie el arranque de uno de los arcos doblados que resolvía el paso del ábside al presbiterio, además de dos columnas adosadas, una de ellas con capitel. En torno al año 1500 se abrió una portada tardogótica que dio acceso al actual jardín. Se conserva, además, el primer tramo del muro de la iglesia, reformado en el siglo XVI para construir una capilla, que da paso, a su vez, a otra adosada al ábside. El ábside es el único elemento que se puede observar desde el exterior. En origen contaba con dos columnas adosadas a pilastras. Hoy en día nada queda de la columna adosada que todavía se podría observar desde la calle. No es este el caso, en cambio, de la columna situada en la parte más meridional del ábside, resuelta con fuste liso y basa clásica, formada por collarino, escocia y toro, sobre alto y marcado plinto, cuyo capitel ha desaparecido. En cambio, el capitel que tenía la columna del lado más septentrional, y que, según el profesor Monedero Bermejo, se quitó para restaurar, parece encontrarse en el interior de las ruinas de la iglesia, de propiedad particular. Su decoración, a base de hojas independientes, recuerda las formas de algunos capiteles de la parte más antigua de la catedral. En el centro del tambor, entre ambas columnas, todavía hoy podemos apreciar la ventana aspillerada, de medio punto, recuadrada, a su vez, por un segundo arco situado en el espacio donde se abre una pequeña saetera. La portada original se situaba en la fachada meridional y daba acceso a un recinto murado, donde se localizaba el antiguo cementerio de la parroquia, espacio ocupado actualmente por un pequeño huerto-jardín. El muro oeste de la iglesia vendría a ocupar el espacio en el que actualmente se levanta una casa particular.