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Bóveda de la cabecera

Identificador
09348_03_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 59' 25.15'' , - 3º 36' 57.85''
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de San Vicente

Localidad
Cebrecos
Municipio
Cebrecos
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA ERMITA DE SAN VICENTE fue la parroquia de la antigua villa de Maluca, documentada por primera vez en la ya mencionada donación que hizo en 1062 María Fortúniz al monasterio de San Pedro de Arlanza. Posteriormente, en 1081, Alvaro, hijo de Gundisalbo y de Osicia, entregó a su mujer María una serie de bienes distribuidos por diversos lugares de la actual provincia de Burgos, entre los que se encontraba Maluca. Desconocemos cuándo se despobló, si bien parece significativo que no se nombrase ya en el Libro Becerro de las Behetrías (1352). A mediados del siglo XIX lo recoge Madoz como un despoblado cuyo término redondo pertenecía a Nebreda y Cebrecos, correspondiendo a este último la jurisdicción. Sólo menciona la iglesia, “que demuestra ser de mucha antigüedad”, y señala que a ella concurrían en letanía los dos pueblos anteriores el día de San Marcos. En la actualidad todavía se conserva el edificio aunque totalmente abandonado, con la caja de muros completa pero sin la techumbre de madera que a buen seguro cubría la nave. La última función conocida ha sido la de servir de refugio a los cazadores que acudían a estos parajes. Consta de una sola nave, con portada abierta al mediodía y cabecera recta con bóveda de medio cañón dividida en dos tramos por medio de un arco fajón de medio punto que apoya sobre pilastras. Todo el templo fue construido con encofrado de cal y canto, incluida la cubierta de la capilla mayor donde aún se pueden ver las marcas de los tablones empleados. Sólo los vanos, los arcos y las cornisas fueron realizados en piedra tallada. Este sistema constructivo, muy utilizado en el románico de otras provincias (Soria y Segovia), apenas lo hemos visto empleado en la zona, excepción hecha de dos edificios en ruinas -posiblemente antiguas ermitas- que se hallan en las proximidades de Quintanilla del Agua y Santa Cecilia, así como en la iglesia del despoblado de Mercadillo. Aunque hoy días estos paramentos se nos muestran a la vista hay que pensar que en origen irían enfoscados y enlucidos, sin presentar por ello diferencias en su aspecto con el que debían de ofrecer el resto de las iglesias de la época, ya fueran levantadas en sillería o en mampostería. Son muros muy sólidos y de gran potencia lo que ha permitido su conservación pese a los siglos de abandono. Sólo están perforados por pequeñas aspilleras en el lado meridional de la nave, en el presbiterio y en el testero de la capilla mayor, únicos huecos por los que entraba la luz del exterior. Estos muros, tanto del ábside como de la nave, se rematan con una cornisa de nacela soportada por canecillos de proa de barco en el lado meridional y lisos en el septentrional. Las únicas concesiones decorativas se encuentran en la portada meridional y en el arco triunfal. La primera se halla ligeramente adelantada respecto a la línea general del muro enmarcada en un cuerpo de sillería rematado a dos aguas. Se compone de una arquivolta central de medio punto con mediacaña cargada de puntas de diamante, flanqueada por otras dos adornadas con bocel, moldura ésta que se extiende también por las aristas de las jambas, al igual que en la portada y arco triunfal de Avellanosa de Muñó y en la portada de Quintanilla del Coco. La arquivolta interior es de amplia luz, faltando probablemente otra más que sería el arco de acceso del cual sólo queda parte de la jamba derecha. El arco triunfal, por su parte, se presenta como una simple portada, con un arco de medio punto decorado en su dobladura y en las jambas con un fino baquetón. Apea sobre una línea de imposta lisa. Pese al aspecto rústico y arcaico que ofrece actualmente su fábrica, hemos de señalar que los escasos elementos esculturados (portada, arco triunfal y canecillos) presentan características propias de un románico tardío, probablemente de la segunda mitad del siglo XII.