Identificador
50095_02_173n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 9' 39,26'' , -1º 15' 36.87''
Idioma
Autor
Jesús Andrés Navarro
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
El Bayo
Municipio
El Bayo
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Claves
Descripción
Hoy en día, el área de La Corona de El Bayo constituye un terreno de titularidad privada. El conjunto de edificaciones allí conservado se encuentra totalmente abandonado, en estado ruinoso. Todos los restos, salvo algunos muros, se hallan en estado de conservación deficiente. El edificio conocido como la Iglesia Volada recibe dicho nombre tras haber sido dinamitado en el año 1925 con el fin de usar sus sillares en la construcción de una presa en el cercano Riguel. La voladura destruyó gran parte del templo hasta sus cimientos, incluyendo la totalidad de la bóveda. Actualmente, tan sólo se conserva parte del muro sur, la fachada oeste con su portada, un pequeño tramo del muro norte y la torre del ángulo noroeste. Está situado en el cabezo más meridional de los dos que forman este relieve geográfico. Gracias a los restos conservados podemos deducir que la planta originaria sería rectangular, de nave única, rematada en ábside semicircular orientado al Este. A los pies, en el ángulo noroeste, se dispone una torre de planta cuadrangular. La anchura de la nave en el único tramo conservado de los pies es de 8,35 m y la longitud de dicho tramo de 2,95 m. Se conserva la puerta de acceso centrada en el muro hastial, aunque se encuentra semienterrada. En este mismo muro abren cinco vanos de medio punto de diversa factura, tamaño y ubicación. Respecto al alzado, se aprecia un aparejo de sillería de buena calidad, con hiladas bastante regulares que rondan los 26 cm de altura. Se distinguen numerosas marcas de cantería en los sillares, de lo que se deduce la participación de varios maestros en los trabajos. De la cubierta tan sólo se conservan algunos tramos del arranque de la bóveda de cañón apuntado que protegió la nave del templo. Dicha cubrición apoyaba su peso en arcos fajones, también apuntados, que apean a su vez en columnas adosadas (se conservan dos columnas con sus capiteles y los correspondientes arranques de arcos). En el muro exterior del lado meridional todavía resisten dos de los contrafuertes que reforzaban esta estructura. A lo largo de todo el alzado exterior, aunque sobre todo en la fachada oeste, se observan numerosos mechinales que prueban la existencia de balconadas de madera o cadalsos que completarían el edificio. Otros restos pétreos, como una serie de canecillos en el muro sur, o el arranque de varios arcos en el muro oeste, dejan a su vez constancia de la existencia de otras estructuras arquitectónicas anejas. En el segundo tramo conservado del lado sur, todavía se aprecia parte de un arco de medio punto ciego practicado en el lienzo del muro; es imposible determinar si tendría continuidad en los siguientes tramos hacia la cabecera y en el muro opuesto, ya que estas partes fueron destruidas como consecuencia de la voladura. Por los restos conservados, y siguiendo a Almería, se puede deducir que la nave tendría cuatro tramos separados por columnas adosadas. El perímetro interior del templo, salvo el lienzo del hastial, estaba recorrido por una sencilla imposta lisa a la altura del cimacio de los capiteles. Los dos únicos capiteles conservados de la nave, junto con la portada y una de las ventanas de iluminación, resumen la ornamentación escultórica de la iglesia. En el caso de los capiteles se reduce a hojas muy esquematizadas, lisas y protuberantes, dispuestas en cada uno de sus ángulos. Los capiteles conservados pertenecen a las columnas de los dos primeros tramos del muro sur. Los vanos, como ya se ha señalado, presentan diferentes dimensiones y posiciones. Llama la atención su distribución asimétrica en el hastial, a excepción del superior situado en el eje. Se disponen en tres alturas. De los dos inferiores, el más cercano al lado norte es adintelado al exterior y de medio punto al interior, y comunica con el acceso a la torre. El meridional, de medio punto a ambos lados y con dovelas muy cuidadas, es de mayor anchura. En un registro superior se abren dos vanos iguales, muy próximos entre sí, configurados por dos estrechos arcos de medio punto, con sus aristas achaflanadas al exterior y abocinados con antepecho escalonado al interior. Ambos se encuentran ligeramente desplazados hacia el Norte con respecto al eje central de la fachada. Por encima de ellos se ubica, esta vez centrado con el eje longitudinal, un quinto vano, compuesto por arco doblado de medio punto. Las aristas exteriores del arco y sus dobladuras están achaflanadas y decoradas a base de cenefas con motivos vegetales. En el caso de las dobladuras, tanto en el paramento interior como en el exterior, la decoración se limita a las jambas y se basa, sobre todo, en flores de cuatro pétalos, roleos y bolas vegetales de diversa factura. En el arco interior los motivos se extienden por todo el perímetro del arco presentando relieves de roleos, tallos y hojas enmarcadas esquematizadas, en algunos casos tratados muy geométricamente. Por último, es en la portada donde encontramos el resto de los detalles ornamentales del edificio. Hoy en día se encuentra semienterrada, dejando escasamente un vano de un metro de altura desde el nivel actual del suelo, debido principalmente a la acumulación de tierra y de estructuras derruidas. Se trata de un vano abierto en el muro oeste, configurado por dos arquivoltas lisas de baquetón simple que apean en sus correspondientes columnas de fuste cilíndrico y capiteles decorados con sencillos motivos vegetales, a base de hojas lanceloladas con reborde sencillo o doble inciso, una por ángulo. Los exteriores incluyen cabrios volteados en los espacios superiores libres entre las hojas, y el septentrional añade tallos rematados en piñas muy estropeadas. La columna exterior del lado norte ha perdido el fuste, las tres restantes los conservan en su posición original. La anchura total de la puerta alcanza los 3,83 m, con una luz de 1,74 m. Sobre las jambas de la puerta se disponen sendas ménsulas en las que, a pesar de su deterioro, es factible adivinar dos cabezas de animales que parecen pertenecer a un bóvido y un león (como en ciertas portadas románicas de tradición hispanolanguedociana), aunque son imposibles de identificar con seguridad. Estos soportes sustentan el tímpano, hoy en día seccionado en dos partes por una peligrosa grieta que lo recorre verticalmente. Presenta un crismón circular, de seis brazos, con botón central y marco con doble aro. Son identificables las letras griegas que forman el nombre de Cristo (cristos) entrelazadas. Del tallo de la P surge la barra horizontal de la T, que a su vez diseña una cruz; en su parte baja aparece la S entrelazada, y de los brazos superiores de la X cuelgan las letras griegas alfa y omega. El crismón apoya sobre la cabeza de un ángel alado que emerge del propio marco. A ambos lados labraron el sol (como estrella de ocho puntas enmarcada en un círculo situado a la izquierda del observador) y la luna en fase creciente (volteada, como es normal, y localizada a la derecha), remarcando la simbología cristiana. Por debajo de ellos aparecen dos tallos con hojas y frutos que parecen sostener el aro del crismón. Más cercano al ángulo izquierdo aparece otro tallo granado, mientras que en el derecho vemos la mano de Dios abierta, junto a lo que parece otro fruto, aunque algunos autores lo identifican con algún tipo de animal de múltiples patas. El perímetro semicircular del tímpano aparece enmarcado por una orla de roleos con el habitual tallo ondulante del que brotan alternativamente semipalmetas arriba y abajo, de factura bastante estilizada. En la base del tímpano, de 2,25 m de anchura, se advierte un paño con cabrios entrelazados que forman celdas romboidales. Enmarca el conjunto de la portada una sencilla chambrana lisa. Todos los expertos coinciden en remarcar la similitud que guarda este tímpano, tanto por su traza como por los elementos decorativos, con los de las iglesias de los monasterios de Puilampa y la Virgen de la Concepción de Cambrón, en Sádaba, ambos a escasos 10 km de distancia. El autor del tímpano correspondiente a Puilampa se conoce gracias a una inscripción situada en la primera arquivolta de la portada en la que el propio maestro firma su obra: Bernardus. También se conoce, gracias a otra inscripción en el interior del mismo edificio, que se finalizó en 1191. Los paralelismos temáticos y técnicos entre ambos tímpanos nos inducen a pensar que fue el propio maestro Bernardo el autor del tímpano de la iglesia Volada de El Bayo, aunque probablemente con una cronología algo posterior, ya que utiliza esquemas más elaborados que podrían ponerse en relación con la eliminación de las representaciones historiadas propia de la estética cisterciense. Abbad, además de lo comentado, ve en la escultura de las iglesias de Puilampa, Cambrón, San Juan Bautista de Castiliscar y Santo Tomás de Layana, un grupo distinto del resto de la escultura románica de las Cinco Villas, caracterizado por la menor influencia de la escuela de la peregrinación a Santiago de Compostela, por la ausencia de temas animados, animales o humanos (en nuestra iglesia reducidos a las ménsulas), por la finura en el modo de desarrollar los temas vegetales y por la decoración de las molduras y sus perfiles. Por otro lado, además del tímpano, otro elemento característico y que hace único a este edificio es la torre, ya que utiliza un sistema inusual en su estructura. De planta cuadrangular y situada en el ángulo noroeste, apoya su carga en el grueso muro del templo y en una trompa de excelente factura emplazada en el interior de la nave. Era accesible mediante una escalera de caracol practicada en el grueso del muro, a la que se llega por el vano de medio punto mencionado anteriormente al hablar de la fachada principal. Alcanzarían dicho lugar mediante una estructura de madera que apoyaría en los canecillos todavía visibles al interior. Según Giménez Aísa, el vano de acceso a la torre también comunicaría con una balconada exterior, de la que quedan huellas en los mechinales de la fachada. Parece ser que esta solución arquitectónica de descarga mediante trompa tendría la finalidad de liberar mayor superficie bajo ella y contrarrestar así la escasez de espacio. Lo cierto es que los muros de la torre en sus dimensiones actuales no aprovechan en su totalidad la superficie ganada mediante la trompa. No está de más recordar, al respecto, la prohibición de la orden bernarda relativa a incorporar grandes campanarios en sus cenobios, al menos durante los primeros tiempos. La torre sólo conserva uno de sus cuerpos completo y el arranque del segundo, así como un vano con arco de medio punto en su cara este y varias saeteras a distinta altura. Entre ambos cuerpos se dispone una imposta con triángulos excavados. Según Fabre, la torre habría tenido como función la vigilancia por medio de la observación, aunque también se pudo utilizar, como el caso de la desaparecida torre de Puilampa, como medio de comunicación a distancia dada su inmejorable situación geográfica, dominando un amplio territorio. A una distancia de cerca de 10 m de la iglesia, un socavón en el terreno ha dejado al descubierto lo que parece ser un aljibe o bodega. Se trata de una estancia de planta rectangular, con los muros revestidos por sillares y con cubierta de medio cañón apuntado, cuyo colapso parcial es el que ha producido dicho derrumbe. Actualmente se encuentra por debajo del nivel del suelo, aunque sería necesaria una excavación arqueológica para delimitar la estratigrafía medieval. La iglesia Volada es la más antigua de las dos de La Corona de El Bayo, pero parece improbable que pertenezca a la fecha de hipotética fundación del monasterio, en 1146. Ciñéndonos a lo ya comentado a la hora de tratar la decoración escultórica, bastante avanzada dentro de los esquemas románicos, podemos datar su construcción en el último cuarto del siglo XII.