Santa Eugènia de Saga
Iglesia de Santa Eugènia de Saga
La aldea de Saga ya debió existir en época romana, si tenemos en cuento el topónimo Saganus. Forma parte del municipio de Ger situada a los pies de la Solana Central, entre campos de cultivo y prados de regadío. Está junto a la carretera N-260, de Puigcerdà a la Seu d’Urgell, a la altura del km 185,7. Se trata de una agrupación de casas junto a un caserío y la iglesia de Santa Eugènia. En las últimas décadas del siglo xx, han surgido varias urbanizaciones en su entorno, como la Pleta de Saga, o la Devesa de Saga, con un gran aumento de segundas residencias.
Santa Eugènia de Saga, que formaba parte del pagus Liviensis, aparece citada en la lista de iglesias del acta de consagración de la catedral de la Seu d’Urgell, fechada en el 819 pero redactada bastante más tarde, probablemente a comienzos del siglo xi. A partir del año 958 fue posesión del cenobio de Sant Miquel de Cuixà, según se indica en un precepto de este año, otorgado por el rey Lotario I. La posesión es confirmada en la bula del papa Sergio IV a Cuixà, del 1011 (ecclesiam Sanctae Eugeniae cum allode de Sagano). Consta que en 1201 pasó a ser feudo de los señores de Saga, uno de cuyos miembros, Arnau de Saga, figuró en el séquito de Jaime I en la conquista de Mallorca (1228-1231), siendo compensado con el castillo de Cotlliure, en el Rossellón. Dicho feudo fue vendido a la abadía de Sant Martí del Canigó en 1372 por Berenguer III d’Oms. Como la mayoría de las iglesias de la zona, recibió las visitas de los delegados del arzobispo de Tarragona entre 1312 y 1314.
La iglesia de Santa Eugènia de Saga fue objeto de diversas intervenciones arqueológicas a partir de 1986, que resultaron enriquecedoras para aclarar su datación. Un primer sondeo lo llevaron a cabo miembros del Centre d’Investigacions Arqueològiques de Girona, en 1991. Encontraron dos tumbas de losas junto al exterior del ábside, un muro relacionado con su cimentación y una posible sacristía. Más adelante, las excavaciones llevadas a cabo, con motivo de la pavimentación del templo, por la arqueóloga S. Aliaga en 1996 y 1998, sacaron a la luz tres estructuras de enterramientos antropomorfas, recortadas en el subsuelo en dirección Este-Oeste, y con la cabeza orientada a poniente. Una correspondía a una mujer adulta, otra a un niño, y la tercera apareció vacía. También apareció material arqueológico, en concreto dos fragmentos de cerámica gris del siglo xii.
A continuación se descubrieron estructuras de cimentación de un ábside (muro con hiladas en opus spicatum), que estaban cubiertas por lo que debió de ser el primitivo pavimento a base de cal y tierras prensadas, que posteriormente se cubrió con un entarimado de madera similar al descubierto en 1999 en la cercana iglesia de Sant Miquel de Soriguerola. Se llegó a esta conclusión por los restos de una viga de madera calcinados, dispuestos de igual modo en la zona absidal. Gracias al material arqueológico encontrado y a las características de dichas estructuras, se dató el hallazgo entre los siglos ix y x.
El edificio actual, muy austero y sencillo, está situado en una suave elevación, sobre un terreno arcilloso que ha provocado, desde su construcción, problemas de estabilidad en su estructura, que se aprecian al observarla exteriormente, a modo de grandes grietas. Se trata de una nave rectangular, con ábside semicircular, éste con una ventana de doble derrame, rematada con dovelas de piedra granítica bien trabajadas (añadidas seguramente con posterioridad). Hay otra obertura, aunque de época más tardía, en la fachada occidental, que va rematada por una espadaña de un solo vano. El ábside de tambor, liso y de muros muy gruesos, asienta sobre un basamento para terminar bajo tejado con una cornisa inclinada. Al derribar la sacristía, en 1991, quedó a la vista una ventana en forma de óculo limitada por dovelas de piedra tosca, seguramente posterior al siglo xii.
La fachada sur, presenta un aparejo a base de sillarejo irregular de esquistos grisáceos y marrosos, de formas alargadas, dispuestos en hiladas no muy regulares y unidos con argamasa. En ella se aprecia una ventana de doble derrame, adovelada, de considerable tamaño. Dejamos constancia de otras tres ventanas de estructura similar, tapiadas posiblemente a causa del terremoto de 1428, que causó importantes daños estructurales al edificio, todavía visibles. Llama la atención que las ventanas llegan prácticamente a ras del alero de la cubierta de pizarra.
El interior, muy reconstruido, permite observar al ábside cubierto con bóveda de cuarto de esfera, precedido por un arco triunfal ojival. La nave, de techo sobrealzado, tiene los muros reforzados con arcos formeros, tres en el costado norte y cuatro en el sur, de los que ya hemos mencionado que sus cimentaciones son anteriores al edificio actual. Su misión consiste en reforzar el muro y, además, sostener la bóveda de piedra, ligeramente apuntada. También hay que citar la cornisa que, a modo de imposta, sostiene o separa el muro de la bóveda, tanto en la nave, como en el hemiciclo absidal. Dejamos constancia de que, solo se conserva un tramo de unos 2,5 m de la bóveda de piedra, dado que el resto se substituyó por un techo de madera, cubierto por un falso techo de ladrillo.
El elemento más destacado y sorprendente del edificio es su portada. Situada en la fachada sur, está tallada en mármol de Isòvol, y va desprovista de dintel y tímpano, como es habitual en las portadas esculpidas de las iglesias románicas de la Cerdanya de la segunda mitad del siglo xii. Presenta cinco arquivoltas abocinadas de medio punto, la más exterior enriquecida con representaciones figurativas esquemáticas. Dos arquivoltas descansan sobre columnas, y las otras tres sobre jambas rectangulares, siguiendo el mismo modelo de las portadas de Sant Pere d’Olopte, Sant Serni de Meranges, Santa Cecília de Bolvir, Sant Martí d’Ix o Sant Fructuós de Llo.
Según M. Durliat, habría trabajado en la portada el mismo cantero que, previamente, lo habría hecho en Ix y Llo. Otros autores defienden la autoría de un taller vinculado a Ripoll. La decoración escultórica se concentra en el caveto o media caña de las dovelas de la arquivolta exterior, en su clave, y en los cuatro capiteles que descansan sobre las columnas. El conjunto, no sobresale del muro pero sí lo resigue para culminar en el centro, enmarcando el relieve que decora la clave. Por encima de la portada hay otro guardapolvo, horizontal, sostenido por una pequeña ménsula en cada extremo.
La arquivolta exterior muestra, en sus arranques, la representación de las figuras de Adán (sin pelo y de menor tamaño), y Eva (con larga cabellera), ambos desnudos, con lo que se les sitúa en el momento posterior a la caída. A partir de ellos se alternan cabezas y figuras humanas con animales o seres monstruosos, algunos sin extremidades, posiblemente inspirados en la escultura de Ripoll. Especial atención merecen los capiteles, cuya decoración consiste en temas animales y vegetales. Dos de ellos, (el exterior izquierdo y el interior derecho) coinciden en representar tres aves que parecen águilas, destacando el minucioso trabajo en el dibujo de las plumas y las cabezas antropomorfas o de ave (grifos o arpías macho). El capitel exterior de la derecha destaca por su diseño con dos hileras de pequeñas hojas por encima de un collarín retorcido, que se enderezan transformándose en palmetas que acaban en volutas. En medio de estas se aprecian dos cabezas, una demoníaca y la otra con aspecto de buey. Los dos capiteles exteriores están coronados por sendos cimacios decorados con cintas zigzagueantes, mientras que los interiores los presentan lisos. A destacar que el capitel interior izquierdo fue destruido por un rayo en 1865, y apenas se intuye su decoración, que sería a base de motivos vegetales, similar al exterior derecho. Estos capiteles pueden compararse con los de la portada Sant Esteve de Llanars, en el Ripollès (iglesia consagrada en 1161), tanto en la factura como en la ubicación, y temas iconográficos.
Como colofón, cabe mencionar el relieve de la clave con la imagen de Cristo entronizado (Maiestas Domini), en actitud de bendecir con la mano derecha, mientras que con la izquierda sostiene el Libro. Desgraciadamente, la mutilación sufrida en el rostro, no nos permite conocer sus rasgos. Sin embargo, su presencia en tan destacado lugar invita a meditar acerca de los valores espirituales de todos estos símbolos, destacando su papel de Padre que conduce, por la buena senda, a la Salvación: “Yo soy la puerta; quién entre por mí, se salvará” (Ap., X, 9). Esta escenificación, como rey del universo que domina la naturaleza, justificaría la presencia de los seres enigmáticos en portadas y ventanas de las humildes iglesias rurales de la Cerdaña, como certificación de su nuevo estatus, después de entrar a formar parte de la diócesis de Urgell. Merece la pena destacar, como ya hemos mencionado, que estos programas iconográficos estarían probablemente en la órbita del de la portada de Ripoll.
El análisis de la técnica empleada por el escultor de Saga, indica que se trata de un buen tallador, que trabajó la piedra a bisel. Destaca por la dureza que confiere a los rasgos de expresión de los rostros, con párpados que resaltan unos ojos alargados, que suelen acabar en punta. Llama la atención la forma de marcar las mejillas, el cabello, ordenado y siempre hacia atrás, y las largas barbas, recortadas simétricamente. Todos estos aspectos confieren un aire fantástico, y quizás caricaturesco, a las representaciones, que así mismo encontramos en las figuras de las iglesias de la zona, ya mencionadas anteriormente, dando pie a la hipótesis de un mismo autor para todas ellas, o una cuadrilla que se habría formado en el taller que realizó la portada de Ripoll.
Se conserva una pila bautismal de granito, poliédrica en el exterior, que se puede datar hacia el siglo xii, si tenemos en cuenta los datos de la excavación de 1996, que localizaron su estructura básica original en la zona del coro.
En el Musée des Arts Décoratifs de Paris, se conserva el frontal de Santa Eugènia de Saga (1,07 x 1,52 m) con el número de inventario PE 121. Ingresó en este museo en 1905, formando parte del legado del decorador y coleccionista Émile Peyre. Se sabe que Elies Rogent todavía lo conoció en su ubicación original a finales del siglo xix, poco antes de 1896, fecha de su exportación a Francia. Está datado a finales del siglo xiii y, por sus características estilísticas está considerado como gótico. J. Ainaud pensaba que podía ser obra del denominado Maestro de Soriguerola, o acaso de un discípulo de su taller, al igual que el frontal de Sant Vicenç de la Llagona (Capcir, Francia).
texto y fotos: MONTSE JORBA I VALERO – Planos: JOSÉ MIGUEL RODRÍGUEZ MANJÓN
Bibliografía
AA.VV, 1995, p. 224; Aliaga i Rodrigo, S., 1996; Baraut i Obiols, C., 1979, I, pp. 51, 55; Baraut i Obiols, C., 1980, p. 68, 79, 102; Borrell i Sabater, M., 2007, p. 45; Castells i Serra, J., 1975, p. 175; Catalunya Romànica, 1984-1998, VII, pp. 47, 142-145, X, p. 136; Cook, W. W. S., 1960, pp. 23-24, 35; Abadal i de Vinyals, R. d’, 1968-1970, I, p. 439; Delcor, M., 1980, pp. 133, 163; Durliat, M., 1957, pp. 37-40; Gasc, S. y Lobo, R., 1996, pp. 41, 48-49, 52, 64-65, 68; Gay de Montellà, R., 1949, pp. 23, 51-52; Martí i Sanjaume, J., 1928, p. 111; Mercadal i Fernández, O. y Aliaga i Rodrigo, S., 2000, pp. 229-232; Mercadal i Fernández, O. et alii, 2011, pp. 43-45, 49, 59-60; Pérez-Bastardas, A., 2012, p. 15; Puig i Cadafalch, J., Falguera, A. de y Goday, J., 1919-1918, I, pp. 407, 797; Salsas, A., 1899, pp. 70-71; Ventosa i Serra, E., 1994-2004, XIII, pp. 550-553; Ventosa i Serra, E., 2004, pp. 161-166; Ventosa i Serra, E., 2009, pp. 123-124; Vila, P., 1926, p. 193.