Castillo de Requesens
LA JONQUERA
El municipio de la Jonquera se extiende por la vertiente meridional de la sierra de l’Albera, recientemente declarada reserva natural. La sierra divide el término municipal en dos partes diferenciadas: el sector occidental pertenece a la cuenca del Llobregat d’Empordà y comprende los núcleos de la Jonquera, Solans, Requesens, Rocabertí, Sant Julià y Canadal; mientras que el sector oriental pertenece a la cuenca del Anyet, afluente del río Muga. En 1659, el Tratado de los Pirineos convirtió el lugar en frontera con Francia. Al tratarse de un punto del camino natural de acceso a Catalunya ha basado gran parte de su economía en el sector de los servicios.
Castillo de Requesens
Para llegar hasta el castillo, desde la carretera N-II que nos lleva hasta la Jonquera, nos desviamos por la comarcal GI-601 en dirección a Cantallops. Cruzamos el núcleo urbano y nos dirigimos hacia el castillo por un camino de tierra, en buen estado y bien indicado, que nace al final de la población.
La noticia más antigua sobre el lugar de Requesens nos ha llegado a través de un precepto del año 859 otorgado por Carlos el Calvo, en el que se cita la villa de Richusins situada en el pagus Petralatensis. La posición fronteriza del lugar entre los condados de Empúries y Rosellón motivó que fuera objeto de numerosos conflictos entre las dinastías condales (emparentadas) de los respectivos territorios. En un documento sin fecha de mediados de siglo xi, el conde Ponç I de Empúries arremete contra su primo Gausfred II de Rosellón por haber construido un castillo en un alodio situado en el condado vecino. La potestad sobre el castillo se mantuvo, de todos modos, del bando rossellonés, entre cuyas posesiones en Empúries se reconoce el castillo de Richosindo en un documento del año 1085. Varios documentos del siglo xii reconocen esta misma situación, es decir la infeudación del castillo a los condes roselloneses.
En torno a 1147 se desató la llamada “guerra de Requesens”, en la cual Ponç II de Empúries se hizo con el control del castillo (1148). La intervención del conde barcelonés Ramon Berenguer IV devolvió la posesión al titular rossellonés, aunque unos años más tardes, cuando el condado norteño pasó finalmente a manos de los condes de Barcelona, el dominio sobre el castillo fue cedida de forma definitiva al conde de Empuries, entonces ya Ponç III (1172).
En 1202 aparece la dinastía de los Requesens, castellanos del lugar, en un documento por el que Arnau de Requesens se incluye en los pactos por la paz firmados entre Hug IV d’Empúries, Jofre II de Rocabertí y Arnau de Creixell, obispo de Girona, entre otros. A mediados del siglo xiv, pasa a ser señor del castillo Pere de Empúries, barón de Verges, que antes de morir (1401) testó a favor de su esposa, Joana de Rocabertí. Sin embargo, la poderosa familia ampurdanesa no se hizo con la señoría del castillo y su jurisdicción hasta 1418, después de la integración del condado de Empúries a los territorios bajo control real, en época de Martín I (1402). El vizconde Dalmau VII de Rocabertí, heredero de Joana, recibió la concesión definitiva.
Actualmente, el castillo de Requesens es una reconstrucción neorrománica de finales del siglo xix encargada por el conde Tomás de Rocabertí al maestro de obras Alexandre Comalat i Garriga, que la ejecutó entre 1893 y 1899. Aunque se afirma que se respetaron mayoritariamente los restos que se conservaban de la fortaleza medieval, hay que decir que esta restauración se sitúa en la corriente neomedievalista que imperaba en la Europa de la época, según el modelo impuesto en Francia por Viollet-le-Duc. Aun así, y a diferencia de otros casos de reconstrucciones neomedievales, el estilo no contradice el propio de la tradición local y del área mediterránea. El restaurador reconstruyó los restos del edificio con el mismo trazado y la misma piedra con que había sido fabricado el castillo antiguo, de modo que en la actualidad es difícil distinguir la parte original de la restaurada. Gracias a fotografías antiguas conservadas en la biblioteca del Castillo de Peralada se conocen las líneas principales del castillo previas a su reconstrucción.
En dichas imágenes se constata que en la parte norte del castillo se conservaban los restos más destacables del conjunto antiguo, consistentes en un extenso paño de muro coronado con almenas, alzado posiblemente entre los siglos xiii y xiv (aunque no se descarta una datación anterior). En este sector también aparece una torre cuadrangular adosada. Se cree que en la muralla norte habría existido otra torre con forma de quilla. Las fotografías permiten comprobar también que en este muro se abrían unas pequeñas ventanas saeteras. A unos 20 m del conjunto arquitectónico y de la primera muralla, existen los cimientos de una torre cuadrangular con unos gruesos muros, con paramento de grandes rocas unidas con argamasa, de difícil datación. Perfila el perímetro del castrum un muro apenas distinguible con paramento basto a partir de roca sin desbastar, dispuesta en hiladas y ligada con argamasa.
Se puede concluir, pues, que el castillo neomedieval se reconstruyó sobre la base de un edificio preexistente, pero que la uniformización de los muros y el añadido de elementos arquitectónicos han desdibujado las características del conjunto que se conservó hasta 1893. En base a lo que existe en la actualidad, y a falta de excavaciones arqueológicas, es difícil establecer una datación para lo que debió ser un edificio primitivo, que luego debió ser ampliado en época bajomedieval.
Durante las obras del siglo xix, al Este se levantó una capilla neorrománica que se dedica a san Román, cuya portada se reconstruyó con piezas extraídas de edificios antiguos, algunas de procedencia francesa y otras de la cercana iglesia de Santa Maria de Requesens, que se encuentra a muy pocos metros del castillo.
Texto: Marcos Ojosnegros Marín – Fotos: Marcos Ojosnegros Marín / Carlos Javier García Muñoz – Planos: Carlos Javier García Muñoz
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