Sant Martí de la Torre de Cabdella
LA TORRE DE CABDELLA
La Torre de Cabdella es una población rodeada de extensos prados y bosques, así como numerosas montañas que superan los 2800 m de altitud. Está situada en el estrecho y hermoso valle denominado Vall Fosca, que es atravesado por el río Flamisell. A ella se llega tras circular 13 km en dirección norte por la carretera L-503, que arranca desde la N-260 a la altura de Senterada. Su topónimo refleja la existencia de una antigua torre de carácter defensivo perteneciente a Cabdella que, según algunos autores, como Ceferí Rocafort, correspondería a los restos de la cercana iglesia de Sant Martí, en torno a la cual se fue creando un nuevo núcleo habitado en el margen opuesto del río. Si se atiende, en cambio, a los testimonios de los vecinos de mayor edad de la localidad, la torre podría identificarse con unos vestigios situados sobre una gran roca, y hoy ocultos por la espesa vegetación, en uno de los accesos principales al pueblo, junto a la carretera.
Iglesia de Sant Martí (antes de Ballmoll)
Los restos de la iglesia de Sant Martí se encuentran a apenas 300 m de La Torre de Cabdella, en un prado situado a la izquierda, cuando se toma el desvío que conduce hacia Astell, viniendo desde Senterada.
Existe una disparidad de criterios respecto a la interpretación de la información histórica que se ha conservado en relación a este templo. Ello es debido, en gran medida, a las diferentes ubicaciones que se han propuesto para el valle Stacione, que aparece referenciado en el acta de consagración de la catedral de la Seu d’Urgell. Así, la mencionada en la documentación como Sant Martí de Bahamol, Baamol, Bavamoll o Ballmol ha sido identificada con distintas iglesias, como Sant Martí de la Maçana o Sant Martí de Chahos (Vall d’Enviny), Sant Martí de Solduga (Vall de Cuberes) o con la iglesia homónima perteneciente a La Torre de Cabdella. En cualquier caso, las primeras referencias a este templo, aunque de manera indirecta, aparecen en los documentos conocidos como los Falsos de Gerri VI y VIII, datados en 930 y 953 respectivamente, en los que, según Puig i Ferreté, se refleja una donación de la ecclesiam Sancti Martini de valle Stationense, in loco ubi dicunt Bavamolle realizada por el conde Isarn y su esposa Senegunda al abad Atón y al monasterio de Gerri. En el acta de consagración de la Seu d’Urgell datada en 819, aunque su redacción es posterior, se incluye una relación de parroquias del valle Stacione pertenecientes en esa época al obispado de Urgell. Posteriormente, aparece de nuevo referenciada la iglesia de Sancti Martini valle Stacionense, junto a otras de difícil identificación en las inmediaciones de Cabdella, en una bula de 966 en la que el papa Juan XIII confirmaba los bienes al monasterio de Gerri. Vinculada a dicho cenobio, es una memoria de bienes perdidos de 1105 en la que se habla de la ecclesiam beate Martini, quod vulgo dicito Baamol, la cual, el mismo año le fue restituida por el obispo Ot de Urgell citándola como ecclesia sancti Martini in valle statione in loco qui dicitur bovamell. Aparece también mencionada en el testamento de Pere de Perabruna, redactado entre 1182 y 1204, en donde legaba a Sant Martí de Bavamol la mitad de la villa de Sant Climent. Entre los siglos xii y xiv no figura como iglesia sujeta al monasterio de Gerri, ni por tanto a las exenciones derivadas de dicha condición, como parece indicarse en la visita de 1314 de los representantes del arzobispo de Tarragona al diácono de Tremp. Dicho documento es tomado por autores como Cases i Loscos como una de las principales fuentes que permite identificar las parroquias de la valle Stacione con la actual Vall Fosca. El argumento utilizado para tal afirmación se basa en su inclusión en la relación de parroquias recorridas por dichos delegados, en la que aparece el recorrido real que el visitador realizaba diariamente. En dicho recorrido, de ida, visitó las parroquias situadas en la ribera derecha del río Flamisell, incluida entre ellas la de Sant Martí. Erróneamente a lo argumentado por esta autora, no debió de ser en el recorrido de vuelta entre Cabdella y Beranui –margen izquierda del río– sino en el camino inicial hacia Cabdella que debió detenerse dicho representante en la iglesia de Sant Martí de Bahamol, pues el documento aportado como fuente no cita en ningún caso que el visitador fuese atravesando el río de una orilla a otra en su trayecto.
Sant Martí es un edificio de singulares características, dado que presenta un alzado con una inusual desproporción entre la nave y el ábside. Al parecer, la actual configuración responde a una adaptación del diseño original, que con toda probabilidad contemplaba un edificio más grande e importante, de una única nave rectangular rematada por un ábside semicircular y una torre campanario anexa en el costado sur. Incluso pueden observarse en la actualidad las trazas del arranque de la bóveda de la desaparecida nave en el muro norte de la torre. Como en el caso de la cercana iglesia de Sant Julià de Espui, la edificación del templo debió empezarse por la torre campanario, a la inversa del procedimiento habitual en la época, tras lo cual habría quedado inacabada, o quizás habría sido derruida por alguna crecida de las aguas del cercano río Flamisell, como ya ha propuesto algún autor. En los tres costados originalmente visibles del cuerpo de la torre, es decir, todos menos el septentrional, que estaría adosado a la nave, aparecen las lesenas propias de este tipo de construcciones del siglo xi. En la fachada oeste se sitúa la puerta, compuesta por un arco de medio punto doblado, que, ya en el interior del templo, se encuentra enmarcado por otro arco de mayor altura, y en el que una losa horizontal determina un hueco semicircular. Sobre la puerta, en el exterior, hay un tejaroz realizado con losas planas. En el muro norte se aprecia una puerta cegada, de arco de medio punto, por la que se accedería a una hipotética nave. Por su parte, en el muro sur se conserva una ventana de arco de medio punto y doble derrame. De la torre tan sólo se conserva hasta el piso inferior, y parte del siguiente, el cual fue se encuentra rematado por un una techumbre inclinada de una sola vertiente.
En el ábside, situado en el lado oriental, dos lesenas, de las que se conserva algún sillar y el testimonio de los huecos dejados por el resto de piezas, dividían el paramento en tres entrepaños. Corona la estructura un friso de ocho arquillos ciegos que enmarcan piezas semicirculares monolíticas y que cubren sus enjutas con sendas piedras triangulares. Inmediatamente por encima, un friso de dientes de sierra se sitúa debajo de la hilada de sillares que soporta la cornisa. Llama la atención que la lesena norte no coincide con el punto de apoyo de los arquillos situados sobre ella, como suele ser lo habitual en este tipo de decoración. Buena parte del entrepaño central es ocupada por una ventana de arco de medio punto y doble derrame, que se encuentra cegada en el interior.
Interiormente, el cuerpo inferior de la torre, que hace las funciones de pequeña nave cuadrangular, está cubierto por una bóveda de cañón, que arranca de una moldura en caveto. El ábside, que se cubre con bóveda de cuarto de esfera, está precedido por un ancho arco presbiterial que arranca de una moldura de similares características que la de la nave. En el lado norte, el hueco interior de la antigua puerta de acceso a la nave se ha convertido en una pequeña capilla.
El aparejo utilizado en los paramentos está compuesto, por lo general, por sillares de tamaño mediano bastante alargados, regulares y dispuestos en hiladas horizontales bastante uniformes. Los arquillos ciegos, dientes de sierra y dovelas de la ventana del ábside están realizadas con piedra toba. Se puede datar la realización de este peculiar conjunto en la segunda mitad del siglo xi.
Texto: David Antonio Rico/Juan Antonio Olañeta Molina - Fotos: David Antonio Rico - Planos: Manel Castellnou Perucho
Bibliografía
Boneta, M (ed.), 1991, pp. 22 y ss.; Castells Catalans, Els. 1979, VI (II), pp. 1399-1400; Catalunya Romànica, 1984-1998, XV, pp. 472-473; Coy i Cotonat, A., 1906, p. 250; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1987-1990, II, pp. 115-119; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1994, pp. 414-415.