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Paño central del ábside

Identificador
09615_05_003
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 9' 11.76'' , - 3º 11' 52.55''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega,José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa Coloma

Localidad
Riocavado de la Sierra
Municipio
Riocavado de la Sierra
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
CONSERVA LA IGLESIA DE ÉPOCA románica su cabecera y torre, habiendo sido la nave -de dos tramos cubiertos con bóvedas de crucería con terceletes- totalmente transformada en el siglo XVIII, conociendo su origen gracias a una inscripción reutilizada junto al capitel del lado de la epístola del arco triunfal, cuyo texto es el siguiente: E VG I N ERA MCLII : PASC(a)L(is) EP(iscopu)S : DEDIC[AVIT] HOC TEMPLV(m) IN HONO RE S(an)C(t)I : ST(e)PH(an)I : M(arti)R(i) : ET S(an)C(t)E CO LV(m)BE V(i)R(ginis) : ET ALI ORV(m) PLVRIMOR[VM] S(an)C(t)OR(um) M(a)R(tiru)M CO(n)F(eso)R(um) A(t)Q(ue) VIRG(inu)[M] Es decir, “En la era de 1152 (año 1114) el obispo Pascual consagró este templo en honor de San Esteban mártir y de Santa Colomba virgen y de otros muchos santos mártires, confesores y vírgenes”. Así pues, en el primer año del breve y convulso episcopado del antiguo arcediano de Santa María de Burgos don Pascual II, coincidente con el dominio aragonés en Castilla, consagró este templo de Riocavado, mientras que en el último -falleció en octubre de 1118-, hizo lo propio con las iglesias palentinas de Santa Eugenia de Cordovilla y San Miguel de Brañosera. Aunque se ha venido repitiendo que el conjunto de lo conservado corresponde a esta temprana fecha del siglo XII, la avanzada arquitectura de la cabecera nos obliga a pensar en dos fases sucesivas románicas, de las cuales la excelente cabecera, espléndidamente aparejada en la buena sillería dorada de la mayoría de los edificios serranos, responde a un momento avanzado dentro de la duodécima centuria, aunque probablemente reutilizó algunos elementos escultóricos de la obra primitiva. Llama la atención en primer lugar la articulación exterior e interior de la cabecera, compuesta según es tradicional por capilla semicircular y tramo recto presbiterial. Al exterior el tambor absidal, alzado sobre un basamento de remate baquetonado que salva el desnivel norte-sur, queda compartimentado en cinco desiguales paños por cuatro columnas entregas que parten de altos plintos destacados del zócalo y basas áticas de toro inferior aplastado, mientras que sobre sus capiteles -de simples hojas lisas con cogollos en sus puntas, que debían alcanzar la cornisa- se dispone hoy un remate en talud debido al recrecimiento del muro en la reforma dieciochesca. Cinco grandes arcos levemente apuntados y de aristas aboceladas adelgazan el muro en cada uno de estos paños, de los cuales los inmediatos al codillo del presbiterio presentan menor longitud y altura, al estilo de la articulación muraria que vemos en otros edificios tardíos como La Piedra o San Juan de Ortega y, de modo más barroco, en San Vicentejo de Treviño. Una imposta con perfil de listel y doble nacela escalonada corre entre esos arcos sin invadir las semicolumnas, dividiendo en dos pisos el tambor. Sobre ella se abre, en el eje, una ventana de vano en aspillera con derrame interior, rodeado de arco de medio punto que descansa en impostas con reticulado de celdillas romboidales y una pareja de cortas columnas sobre basas áticas y capiteles de hojas lisas con volutas o caulículos en las puntas. El hemiciclo se articula con el presbiterio mediante sendos machones con haces de tres columnas, la central más ancha en el frente del estribo y las otras dos acodilladas, todas coronadas por simples capiteles idénticos a los vistos en el ábside. En ambos paños se abrieron ventanas idénticas a la del eje absidal, también con capiteles de hojas carnosas rematadas en cogollos. Otras finas columnitas se disponen en el codillo que unía la nave románica con la cabecera. Aún son visibles las rozas de la recientemente eliminada sacristía, con acceso desde el presbiterio, que se adosaba al sur de la cabecera. Si al exterior este templo de Riocavado escapa al panorama recurrente en el resto de edificios serranos, pudiendo establecerse conexiones con talleres más septentrionales, tal sensación se confirma interiormente. Se cubre el presbiterio con bóveda de cañón, y el ábside con la típica de horno, ambas de aspecto reformado y partiendo de impostas ornadas con la retícula ya vista. La ventana absidal, cuyo arco perfora el riñón de la bóveda, corona al interior sus columnas con curiosas cestas ornadas con escamas, corriendo bajo ella por toda la cabecera otra imposta con perfil de doble nacela. El piso inferior de ábside y tramo recto aparece recorrido por una arquería ciega ornamental de arcos de medio punto, cinco en la capilla y tres por cada lado del presbiterio, recurso igualmente ajeno a lo serrano que vemos en otros templos como la ermita de Villahizán de Treviño, Palacios de Benaver, Villandiego, la parroquial de Padilla de Arriba o la ermita del Torreón de Padilla de Abajo, amén del grupo de edificios de los valles cantábricos. Tales arcos reciben gruesos baquetones y apoyan en columnas adosadas al muro, alzadas sobre basas áticas y plintos. En los capiteles que las coronan -bajo cimacios con perfil de listel y nacela- se alternan claramente dos manos bien distintas. En el muro meridional del presbiterio asistimos a una escena de caza, en la que un tosco infante parece blandir una lanza ante un cérvido rampante dispuesto entre follaje, tras el cual otro personajillo azuza a un lebrel haciendo sonar el olifante. En otro igualmente desgastado capitel de esta parte del muro encontramos una de las composiciones más recurrentes en la escultura tardorrománica de lejana impronta silense, como son las dos parejas de arpías contrapuestas que vuelven sus cabezas a ambos lados de un tallo que actúa como eje, bifurcándose en dos ramas que pasan sobre los cuellos de los híbridos entrelazándose en el frente y dando lugar a hojitas acogolladas. Tan particular composición repite un esquema reiterado en buena parte de la escultura tardorrománica y presente en varios capiteles de la segunda campaña del claustro bajo de Santo Domingo de Silos, convirtiéndose -probablemente desde allí para el caso que nos ocupa- en motivo de enorme difusión. Así, lo vemos en la portada de la biblioteca del mismo claustro alto silense, en la fachada de Ahedo del Butrón, barroquizado en el claustro de San Pedro de Soria, en las portadas de Cerezo de Riotirón, Villasayas, galería de Orellana, arco triunfal de Oquillas, etc. Su tratamiento en Riocavado, sin embargo, evidencia las carencias del escultor, aunque tales conexiones añaden un nuevo argumento para asegurar el carácter tardío de la obra. En el resto de capiteles -algunos restaurados o rehechos- vemos hojas lisas o acantos rematadas en caulículos y con ramillete central y otras lobuladas bajo hojarasca. El arco que da acceso a la cabecera desde la nave, de medio punto, fue rehecho en la reforma del edificio del siglo XVIII, aunque tras la restauración del conjunto en 1990 aparecieron, tras eliminarse las yeserías que lo cubrían, las columnas laterales que flanqueaban en cada lado otra central -ésta desaparecida- en el frente del machón sobre el que apeaba el triunfal, lo que nos hace suponer que era en origen doblado. Los capiteles que las coronan, muy perdidos, parcialmente retallados y bajo cimacios de zarcillos, muestran acantos de espinoso tratamiento con puntos de trépano sobre collarino facetado, hojas partidas muy destrozadas y otro irreconocible. El del lado de la epístola, sin embargo, conserva dos escenas separadas por un tallo perlado del que brota una hojita lobulada. En la cara que mira a la nave reconocemos la tradicional iconografía del Pecado Original, con Eva ocultando su desnudez y Adán llevándose la diestra a la garganta y la otra mano al vientre. En la otra cara vemos otras dos figuras, éstas vestidas y en amoroso abrazo, aunque el malicioso gesto de la masculina nos hace sospechar que se trate de una escenificación de la lujuria, asociada así al castigo del pecado de la escena inmediata. Su ruda talla, las evidentes desproporciones y estereotipado tratamiento de los paños parecen avalar distinta mano para estas cestas de lo hasta ahora visto, quizá reaprovechando las de un edificio anterior, el datado en 1114 por la inscripción que se dispuso arbitrariamente junto al último capitel citado. En el interior del ábside se conservan algunas piezas escultóricas recuperadas durante la última restauración, así como estelas de la primitiva necrópolis. Entre las primeras destacamos un maltrecho capitel vegetal de hojas con nervio central perlado, cuyo tamaño nos hace sospechar que proceda de las columnas entregas del arco triunfal; un fuste de columna profusamente ornamentado con carnosos zarcillos y un fragmento de imposta con entrelazos. Asimismo, como soportes del coro alto de madera que ocupa el fondo de la nave, se recolocaron dos canecillos de la primitiva cornisa, rudamente decorados con sendos prótomos, uno de cerdo y el otro de aspecto monstruoso. La reforma de la nave mantuvo de la obra románica la espléndida torre, de planta rectangular, dispuesta al norte del tramo inmediato a la cabecera. Al estilo del resto de ejemplares serranos, muestra un cuerpo bajo liso espléndidamente aparejado y un piso superior de campanas, abierto al este mediante dos arcos abarcantes de medio punto y dos arcos de medio punto geminados, con columna de capitel liso a modo de parteluz. Probablemente esta disposición se repetía en los cuatro lienzos, aunque fue modernamente alterada en los otros tres. También moderno es el actual acceso exterior adintelado a la torre, practicado en su muro oriental, restando trazas del primitivo, desde el muro norte de la nave.