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Interior del pórtico

Identificador
19092_02_040n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 55' 32.88'' , - 3º 11' 21.06''
Idioma
Autor
César del Valle Barreda,Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Miguel

Localidad
Beleña de Sorbe
Municipio
Cogolludo
Provincia
Guadalajara
Comunidad
Castilla-La Mancha
País
España
Descripción
LA IGLESIA DE SAN MIGUEL presenta una planta de cruz latina con una nave y un transepto rectangulares y una cabecera poligonal. Un pórtico recorre el costado meridional de la nave, a la que se adosa en su parte occidental un cuerpo al que se accede desde el interior de la nave y que es utilizado en su zona inferior como pequeña capilla y en la superior como trastero. Sobre el muro sur de este cuerpo se alza la espadaña. Completa la estructura una sacristía contigua al sur de la cabecera. Con respecto a su evolución constructiva, nos encontramos ante un primitivo edificio románico fechado a finales del siglo XII bajo el patrocinio de Martín González de Contreras, momento en que presentaría una nave rectangular con una cabecera posiblemente semicircular. El pórtico rodearía a la nave por el costado meridional y por el occidental, como ocurre en Pinilla de Jadraque, Saúca o Carabias. Sin embargo la galería oeste fue eliminada con posterioridad para disponer la estancia actual. En origen el pórtico presentaría la estructura de arcadas que descansarían en dobles columnas, la gran mayoría de las cuales fueron sustituidas por pilares. A principios del siglo XVI el templo es sometido a una gran reforma. En este momento se sustituye la antigua cabecera románica por la actual tardogótica, renovación que se completa con el transepto y la sacristía. Posiblemente estuviese previsto un plan más ambicioso que abarcarse la sustitución o reforma de la nave central y la edificación de una segunda meridional, como parece sugerir la mayor anchura del brazo sur del transepto donde se observa el arranque de un inconcluso arco. Desafortunadamente no conservamos elementos decorativos que marquen la filiación de la ampliación, que con seguridad se produciría algunos años después de la construcción de cabecera y transepto, una vez desechado el plan de construir dos nuevas naves, de tal manera que conservan el pórtico, al que también reforman sustituyendo algunas dobles columnas por pilares prismáticos, ya de estilo renacentista. Tiempo después, probablemente en período barroco, se alza el cuerpo occidental en cuyo muro sur se eleva la espadaña. Para la construcción de este cuerpo es muy posible que se eliminase parte de la galería porticada oeste, como parece indicarnos la rotura de muros donde se inicia el cuerpo y sobre el que se desarrolla la espadaña, además de conservar lo que parece ser el antiguo punto de unión con la nave norte, visible en unos sillares dispuestos en este costado. En cuanto a la espadaña parece que se levanta ahora, aunque su cuerpo de campanas parece haber sido remontado en algún momento. Finalmente, según diversas fuentes, la nave estaba cubierta con una bóveda de cañón que fue destruida durante la guerra civil, aunque no encontramos ningún resto material que lo confirme, ni contrafuertes que ayudasen a descargar el peso de la misma, por lo que quizá la nave estuvo cubierta con una sencilla armadura. En la actualidad presenta una bóveda de medio punto rebajada de escayola. En la nave observamos cómo su costado septentrional está en parte oculto por el suelo que ha ido ganando altura con el paso de los años. El lienzo, muy sencillo, está realizado en mampostería pero reforzado con sillería en su parte occidental, justo en la zona que limita con la estancia adosada; en origen este paño de sillares marcaría la unión entre el fin del la galería porticada occidental y la nave. Una serie de canecillos románicos de nacela marcan donde estaría situada la línea de cornisa en época románica, línea que fue recrecida durante la reforma del XVI. Actualmente el lienzo septentrional de la nave se remata con una moderna cornisa de tejas vueltas flanqueadas por dos listeles de ladrillos. Una pequeña ventana de medio punto se abre en el muro, que también cobija la rosca de un arco de medio punto y los arranques de las jambas, rematadas en cimacios achaflanados, de una sencilla portada de origen románico que ha sido ocultada por la elevación del terreno. La fachada meridional de la iglesia está recorrida por un pórtico de sillería de origen románico que fue reformado en el XVI. Nace en un podio desde donde arrancan las arquerías, organizadas en el lado sur por tres grupos de tres arcos, separado cada uno por machones rectangulares. La portada de acceso se abre entre dos de los conjuntos. Las arquerías están formadas por arcos de medio punto que en origen apoyarían en columnas pareadas de las que sólo conservamos aquellas que están adosadas al machón de separación y las de la arcada occidental, esta última sin columnas que unan al machón, sólo en el intercolumnio. Ya que en el siglo XVI se sustituyen las dobles columnas por pilares rectangulares de aristas achaflanadas. Las columnas se forman por basas áticas, que nacen de plintos, a las que continúan los dos fustes contiguos sobre los que se desarrollan los capiteles dobles, tallados en una misma pieza. Rematan los capiteles unos cimacios moldurados generalmente con una nacela, aunque también pueden aparecer pequeños boceles, listeles o decoración de ajedrezado, que sobrepasan los límites de los capiteles y de los pilares, a quien también coronan, convirtiéndose en una nacela que rodea toda la galería. Hemos de señalar que algunas basas, fustes, arcos y cimacios están restaurados. La estructura del pórtico no difiere mucho de la que se utiliza en Pinilla de Jadraque, ni en la soriana ermita de Santa María de Tiermes, que repite composición aunque sin utilizar las arquerías de tres arcos, y cuya decoración escultórica ha sido puesta en relación con nuestra portada de acceso a la nave. La puerta de acceso al pórtico repite la misma estructura, incluso con columnas del mismo tamaño, que la de las arquerías, con la única diferencia que el arco de entrada tiene una mayor luz y es rebajado. Con respecto a la decoración de los capiteles, todos están decorados con motivos vegetales. Se aprecian cestas con grandes hojas lanceoladas de nervio central, y un segundo modelo de grandes hojas planas rematadas en bolas. Este tipo de ornamentación está emparentado con el contemplado en Pinilla de Jadraque y en la portada de Cereceda. El pórtico se culmina con una deteriorada cornisa de nacela que apoya en treinta y tres canecillos decorados con nacelas, motivos geométricos, como rollos o bezantes, rostros antropomorfos grotescos o montruosos, y lo que parece un exhibicionista. Todos los canecillos están muy deteriorados, motivo que dificulta la labor iconográfica, aunque predominan los que muestran rostros grotescos y monstruosos. Finalmente el pórtico, bastante más bajo que el nivel de la nave, se cubre con techumbre de madera a un agua. En el interior del pórtico es destacable la existencia de un tablero de alquerque en la cara de un sillar situado en el interior del lado oeste de la portada. La presencia de estos tableros, juego típico medieval, en los sillares de iglesias románicas no es excepcional ya que aparece representado en la burgalesa de San Pedro de Arlanza o en las sorianas de Bocigas de Perales y San Esteban de Gormaz. Pero sin lugar a dudas lo más interesante de Beleña es su excepcional portada, a la que arropa un antecuerpo que incluye las escaleras de acceso a la puerta. Consta de arco de medio punto, que descansa en dos jambas, al que rodean tres arquivoltas, la inferior figurada, la central moldurada con un baquetón y la exterior lisa. La estructura apoya en jambas y dos pares de columnas que nacen de un podio que recorre todo el antecuerpo. Las columnas se rematan en capiteles que están decorados, de izquierda a derecha, en primer lugar con una cesta en la que se observan a tres personajes, un grupo de dos personas uno de los cuales está de pie, vestido con túnica, coronado y sujetando la parte superior de una prenda de vestir que pertenece a una segunda persona de pelo largo vestida en su parte inferior. Junto a ellos se dispone una tercera masculina de pelo largo y que tapa con las manos sus partes pudendas en actitud vergonzosa. Esta enigmática escena ha recogido diversas interpretaciones. En primer lugar Layna Serrano creyó ver la representación de José y la mujer de Putifar, escena del Génesis bíblico en la que José, una vez vendido por sus hermanos, es comprado por el egipcio Putifar, cuya mujer se insinúa varias veces al esclavo. Una de ellas, a la que según Layna Serrano se refiere el capitel, la mujer identificada por la figura con corona, agarra el manto de José, el segundo personaje, hasta quitárselo. Mientras que el hombre desnudo se correspondería con el engañado marido. Una segunda interpretación es defendida por Inés Ruiz Montejo y Manuel Castiñeiras, en ella la escena haría alusión a un momento anterior a la expulsión del Paraíso en la que Dios, que se correspondería con la figura coronada, viste con túnica de piel en un primer momento a Eva, mientras que Adán desnudo y avergonzado espera en la esquina su turno. En el siguiente capitel observamos un deteriorado personaje central que está siendo atormentado por dos seres antropomorfos de cuerpos monstruosos. Manuel Castiñeiras, siguiendo con la temática anterior, relaciona el tema con el momento en que Adán es conducido por dos demonios al infierno donde debera esperar la venida de Dios, iconografía no bíblica sino que procede de una obra teatral titulada el Jeu d´Adam ampliamente conocida en el medievo. Los dos siguientes capiteles, situados en las dos columnas de la izquierda, presentan una iconografía mucho más clara relativa a la resurrección de Jesús ya que aparece la escena de las Tres Marías ante el sepulcro vacío. En primer lugar observamos en la cesta del interior la representación de las tres mujeres vestidas con túnica y velo que portan en sus manos ungüentos para embalsamar el cuerpo de Jesús. La segunda cesta relata la segunda parte de la historia con el sepulcro vacío de Cristo, momento en que un ángel, que porta la cruz, relata a las mujeres el milagro, mientras tanto, situados en el lateral, los tres soldados, representados con escudos, están acurrucados y atemorizados por la llegada del Ángel del Señor. Los capiteles se rematan en un cimacio ligeramente nacelado que se continúa como imposta por el antecuerpo. La arquivolta figurada conserva un excepcional calendario agrícola medieval, dispuesto de manera radial a la misma en el que se relatan los meses del año según los trabajos de campo que se realizaban. Los meses se suceden siguiendo el calendario juliano. Abre la representación un ángel de alas explayadas, que da paso a la representación de los meses: Enero se representa con la matanza del cerdo, donde observamos el animal sobre una tabla inclinada mientras que el matarife le clava el cuchillo. Es extraña la disposición de esta escena en enero ya que en otros calendarios suele aparecer en noviembre o diciembre, pero ya tiene precedentes en los ciclos bizantinos. Febrero muestra un anciano campesino calentándose ante el fuego mientras levanta su túnica y enseña sus genitales, una curiosa imagen repetida en otros calendarios como en el de Hormaza (Burgos) o en el conocido códice gótico de Las muy ricas horas del duque de Berry. Según Castiñeiras el inicio de esta iconografía exhibicionista pudo tener su punto de origen en este templo. Marzo presenta al campesino que ya sale al campo, en este caso a podar las viñas, cultivo de gran importancia en época medieval pues el vino aportaba un número importante de calorías en un momento en el que el consumo de carne debía ser reducido para el campesinado. Abril significaba el inicio de la primavera, así que se representa con la doncella que porta dos ramos de flores y que tiene sus precedentes en la antigua diosa Flora. En Beleña viste con túnica larga y levanta los ramos de flores. La parte inferior muestra motivos vegetales a modo de paisaje. Mayo muestra un personaje a caballo que porta en su brazo un halcón. En origen éste era el mes en que se llevaban a cabo los preparativos de la guerra, y también era considerado el mes de los caballeros, quienes tenían como distintivo social el ejercicio de la caza, y la modalidad que destacó en los calendarios fue la cetrería, que se asoció al tema del paseo primaveral. Para la representación del mes de Junio se escogió la escena de la escarda. Julio muestra cómo un campesino, tocado con un curioso gorro de paja, siega la mies con la hoz. Esta escena destaca la aparición de un botijo, que hace referencia a las duras condiciones climatológicas en las que se realizaba la veraniega actividad. Agosto exhibe otra excelente imagen en la que se observa cómo el campesino está sentado en un trillo de madera del que tiran dos bueyes dispuestos de perfil para mejor comprensión de la escena. Septiembre muestra la faena de la vendimia, mientras que Octubre se representa con el trasiego del vino, del odre al tonel. Noviembre ofrece otra excelente escena en la que se advierte cómo el campesino prepara la siembra, pues porta en la mano el saco de semillas, mientras que junto a él se dispone una pareja de bueyes a los que se coloca un arado. Completa la escena un pisón, utensilio utilizado para allanar la tierra una vez depositada la semilla. Diciembre muestra la representación de la cena de Navidad, en la que se percibe la mesa llena de ricos manjares, y el campesino, después de todo el año atareado con las labores del campo, recibe la recompensa del trabajo bien hecho en forma de un suculento banquete. Esta iconografía que va a ser bastante habitual en los calendarios hispanos, alternando con el Jano Bifronte, puede significar según Manuel Castiñeiras el reflejo directo de la cultura popular, en donde toda actividad finalizaba con una celebración de comer y beber, acción que además entroncaba con la conmemoración religiosa de la Navidad. Finalmente culmina la arquivolta un rostro con cabellos rizados, ojos almendrados y unos carnosos labios, formas que algunos autores como Layna Serrano han relacionado con rasgos negroides, que según ellos en época medieval estaban considerados como demoníacos. Según Castiñeiras, el calendario de Beleña es uno de los primeros hispanos que se desarrolla sobre una arquivolta, a la manera de los que a mediados del siglo XII aparecen en Borgoña y en Poitou (Francia), aunque el gusto por lo anecdótico y pintoresco tiene precedentes hispanos, como Santa María y San Miguel de Uncastillo o San Salvador de Leyre. Así en Beleña se inicia un modelo típico de calendario hispano, cuyas representaciones van a tener una gran difusión por los posteriores calendarios de la península, como la aparición de la trilla en agosto o la combinación de las faenas de arar y sembrar. Los detalles anecdóticos de muchas de las escenas y su correspondencia con las faenas agrícolas propias del lugar llevaron a presentar sus imágenes como un reflejo de la vida real de aquella época, sin tener en cuenta su posible deuda con la tradición iconográfica. La gran contribución del artista de Beleña es haber sabido combinar diversos repertorios de imágenes y readaptarlos al mundo castellano. En cuanto a la simbología global del conjunto de la portada, según Castiñeiras y Ruiz Montejo, parece existir una relación entre los ciclos del Génesis y los trabajos de los meses. En el capitel izquierdo observamos una representación del momento en que Adán y Eva, despues del pecado, son vestidos por Dios. Escena a la que acompaña una segunda en la que un personaje es atormentado por dos demonios, imagen identificada con el momento en que Adán ha sido arrastrado a los infiernos. A continuación, ya en la arquivolta, la primera figura se corresponde con un ángel retratado en el momento de hablar, con lo cual, según Castiñeiras, sería el momento en que les enseña a cultivar la tierra, aunque los verdaderos destinatarios del mensaje evangélico son los campesinos del calendario. Así las duras labores del campo sustituyen la penitencia redentora de los primeros padres, de quienes han heredado la condición y el destino. Los capiteles de la derecha muestran una feliz noticia, el momento en que las Tres Marías se dirigen al sepulcro de Cristo y se encuentran con la noticia de la Resurreción. En definitiva, la portada de Beleña parace querer mostrar un sencillo programa en el que se unen el pecado y la redención, es decir, por el pecado original de Adán el hombre está condenado al trabajo, las imágenes del calendario relatan las duras faenas del campesino, pero como recompensa a ese duro y bien hecho trabajo, éste nos proporcionará la redención y la conquista del Reino de Dios. Ya de una manera más terrenal, Castiñeiras relaciona los mensarios con los procesos históricos del momento. Es un tiempo en que avanza la Reconquista y la repoblación, y los colonos estaban obligados a contribuir al sustento de la Iglesia mediante el diezmo. Por tanto una segunda lectura de este programa se podría entender en los términos de que el trabajo sirve para la redención pero también para el mantenimiento de la Iglesia. La portada de Beleña tuvo que estar relacionada con la persona de quien dependía la villa, es decir de Martín González de Contreras, mayordomo de la reina y personaje con gran influencia, que debió de promover la construcción de la puerta según el nuevo gusto bizantinizante irradiado desde Santo Domingo de Silos. El taller que trabajó en nuestra portada está profundamente relacionado, con el que ejecutó el pórtico de la ermita soriana de Santa María de Tiermes, a cuya cabeza estaba un tal Domingo Martín, al que una inscripción fecha en el año 1182. Por lo tanto la portada de Beleña tuvo que ser realizada en torno a estos años de finales del siglo XII por un taller muy cercano al de Tiermes que presenta un estilo derivado de Silos, posteriomente matizado en los talleres del Burgo de Osma. El mensario de Beleña tuvo gran repercusión. En primer lugar presenta una relación directa con el cercano mensario de la capilla de San Galindo de Campisábalos, el cual no se desarrolla en una arquivolta sino que está situado en un friso exterior, pero utiliza gran parte de la iconografía usada en Beleña. Algo posterior, aunque con las mismas influencias estilísticas e iconográficas, es el de la iglesia de San Esteban de Hormaza (Burgos). Por último, a los pies de la nave se conserva una pila bautismal románica cuya copa está decorada con gallones que ocupan el interior de unos toscos arcos de medio punto rebajado que apoyan en potentes jambas que recorren toda la copa, la cual apoya en una moderna basa.
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