Identificador
09591_03_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 30' 44.45'' , - 3º 37' 38.49''
Idioma
Autor
José Manuel Melgosa Fernández,José Luis Alonso Ortega,Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
La Molina de Ubierna
Municipio
Merindad de Río Ubierna
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LAS RUINAS DE ESTE ANTIGUO TEMPLO se localizan en la cima del pequeño cerro en cuya base se recuesta la población. Es un edificio construido en sillería, sillarejo y mampostería caliza, con cabecera semicircular, presbiterio recto y una nave, a cuyos pies se alza la espadaña. Toda la fachada sur está precedida por un cuerpo añadido, que corresponde a la sacristía, un pórtico cerrado y el husillo poligonal de subida al campanario. Posiblemente su situación en alto provocó un gradual abandono que culminó con la ruina, trasladándose el culto a la ermita de Nuestra Señora del Rosario y pasando entonces a utilizarse como ocasional capilla del cementerio, cuyas tapias se alzan ante la fachada norte. En los últimos años el deterioro ha sido frenado mediante un lento proceso de consolidación aún por concluir y que parece estar suspendido sine die. Del templo románico se conserva la estructura fundamental, con un hemiciclo absidal de buena sillería, arrancando de corto y somero podio. El muro es macizo, reforzado en el frente por un contrafuerte añadido en siglos posteriores, rematándose el paño con un alero recientemente restaurado, aunque con piezas originales, formado por cornisa achaflanada y un conjunto de canecillos donde predominan las formas geométricas de distinto formato, siempre muy simples y toscas. El presbiterio, ligeramente más ancho es macizo, igualmente labrado en sillería bien despiezada, aunque ha perdido el alero. Por lo que respecta a la nave el aparejo cambia, empleándose sobre todo grandes bloques que adquieren más la categoría de sillarejo que de sillar, sin que se haya conservado tampoco el alero. Los muros fueron horadados por arcos y ventanas en siglos posmedievales, e igualmente se añadió entonces una portada de medio punto sencillo, presumiblemente cuando hacia los siglos XVII o XVIII se añadió el cuerpo adosado a la fachada sur, integrándose entonces en la nueva obra el alero con cornisa achaflanada y los pequeños canecillos de listel y chaflán que hasta ese momento debieron formar parte del alero de la nave. La portada primitiva debe ser la que se halla en la fachada occidental, al pie de la espadaña, hoy cegada, pero dejando ver su estructura de arco doblado y apuntado con dobles pilastras rematadas en impostas de listel y chaflán. Esta fachada occidental, con la espadaña, construida en mampostería, posiblemente sea una reconstrucción posterior, aunque siguiendo el típico modelo de campanario surgido en época románica, con un cuerpo de campanas de laterales retranqueados respecto a la base y remate superior en piñón, con dos amplias troneras de medio punto coronadas por otra más pequeña de similares características. Los dos escudetes que flanquean la portada -a los que se suma un mascarón sobre la clave-, aunque sin motivo heráldico, parecen por su forma propios de finales del siglo XV, momento al que podría corresponder toda la hipotética reconstrucción de la espadaña, a la que después se añadió el ventanal cuadrangular que luce en el centro y que daba luz a la nave. Pasando al interior, el edificio románico se caracteriza por su extrema sencillez, con muros muy macizos y bien construidos, conservándose en la cabecera la mitad inferior de las bóvedas, también hechas en sillería y arrancando de una imposta de listel y chaflán. Del triunfal se conservan los salmeres -que nos indican que era de arco doblado- y los apoyos, formados por cortas columnas adosadas a pilastras y dispuestas sobre ancho podio abocelado, con basas de toro inferior rematado en lengüetas, escocia central y doble toro superior, concluyendo todo en capiteles de idéntica factura: sencillas cestas decoradas a base de estrías paralelas verticales, con ábaco plano recorrido por dientes de sierra y cimacios de listel y chaflán, unas piezas que resultan idénticas a las que decoran las columnillas adosadas al exterior del ábside de la cercana iglesia de San Julián, en Mata. Por lo que respecta a la nave, el sillarejo de sus muros contrasta con la buena sillería que debió tener la bóveda, de la que se conservan las hiladas inferiores, apoyadas sobre otra imposta achaflanada. Parece que un arco fajón de simple rosca, sobre ménsulas, sostuvo este abovedamiento, contrarrestado exteriormente el empuje por contrafuertes. Resumiendo, el proceso histórico del edificio arranca en época románica muy tardía, posiblemente bien entrado ya el siglo XIII, incluso en un momento que cronológicamente puede coincidir con la expansión del primer arte gótico. A esta fase corresponderían al menos la cabecera y el arco triunfal, donde se puede apreciar la presencia de buenos mazoneros, pero de malos escultores, pudiendo afirmarse casi que los mismos autores de los sillares pudieron haber labrado los sencillos motivos que decoran los canecillos y los capiteles del arco toral. La nave creemos que puede ser algo posterior aún, diferencia que basamos en el hecho de que se empieza a utilizar ya un aparejo distinto y por el sistema de ménsulas que aparece en el arco fajón de la bóveda, un elemento más muy propio del primer gótico. Todo ello se complementaría con una hipotética renovación de la espadaña hacia las postrimerías de la Edad Media o quizá ya a comienzos de la Moderna y con la construcción del cuerpo que se añade a la fachada meridional, incluyendo la puerta que entonces se abre en ese lado de la nave, así como el husillo de la espadaña, lo cual pudo hacerse hacia los siglos XVII o XVIII. Estamos pues ante un edificio en cuya primera construcción se mantuvo la tradicional estructura de los templos románicos, aunque con ciertos rasgos que hablan de un ambiente donde se está imponiendo la estética gótica. Es ésta una forma de edificar que sin duda en esos momentos ya se había superado en los grandes centros urbanos y que se mantiene como una reliquia del pasado en las pequeñas aldeas, donde los nuevos modelos estéticos, aunque se pueden rastrear, como es este caso, no constituyen más que un velo sobre una tradición románica muy arraigada.