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Detalle del pórtico

Identificador
49840_01_009
Tipo
Fecha
Cobertura
41º 39' 13.02'' , -5º 21' 45.77''
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Cuesta

Localidad
Vezdemarbán
Provincia
Zamora
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
VIRGEN CON EL NIÑO. Madera policromada (repintada), 61 x 27 x 14 cm. Finales del siglo XII. Iglesia filial de Nuestra Señora de la Cuesta. La iglesia de Nuestra Señora de la Cuesta, filial de la parroquia de San Miguel, es una de las siete parroquias que, según Navarro Talegón, llegó a tener el pueblo en la Edad Media. Es un edificio barroco que se comenzó a construir en 1729 tras la ruina del templo anterior. Allí se venera una talla de la Virgen con el Niño que gozó de gran devoción entre las gentes del entorno y que llegó a ser elegida patrona de la Mesta por la protección dispensada al ganado. El origen de esta pieza está envuelto en la trama de una leyenda que empezó a difundirse tras su hallazgo en la primera mitad del siglo XVII y cuyos detalles fueron recogidos posteriormente en la Relación jurada o información testifical sobre la aparición y milagros de la Virgen Santísima de la Cuesta hecha en 1669. El sobrenombre que acompaña a su advocación ha sido puesto en relación con el descubrimiento de la imagen en un lugar situado en la ladera de un pequeño promontorio sobre la que luego se edificó la iglesia. El relato no es del todo original pues algunos de los detalles que narra guardan correspondencia con otras leyendas sobre hallazgos de imágenes marianas que propiciaron después la construcción de importantes santuarios. La tradición señala que fue ocultada por las gentes del lugar para librarla de las incursiones musulmanas y que siglos después fue encontrada por un labrador que araba la tierra. La imagen fue trasladada a una de las cinco ermitas que entonces había en el pueblo pero regresaba milagrosamente una y otra vez al sitio donde fue hallada, solicitando así la construcción de un templo propio. Al parecer fue el marqués de Revilla el que cedió su palacio para tal fin, construyéndose allí un oratorio para venerarla. El hallazgo de imágenes enterradas es algo relativamente frecuente, incluso en nuestros días. Las leyes eclesiásticas no permitían la destrucción de las imágenes que habían sido consagradas y por tanto sólo podían ser enterradas o emparedadas. Esto es lo que pudo ocurrir con la talla de Vezdemarbán que tras quedar maltrecha o anticuada, y por lo tanto inservible para el culto, fue enterrada en el entorno de la antigua iglesia. Según Navarro Talegón este suceso pudo haber tenido lugar en el siglo XV o XVI, tal vez coincidiendo con la realización de un nuevo retablo en 1539. La pieza ofrece una composición rigurosamente simétrica como corresponde al tipo iconográfico de la Sedes Sapientiae o Trono de Dios, en el que María se dispone sedente sobre un banco sin respaldo, frontal y con los brazos y piernas en ángulo recto y paralelos. Las manos, que no llegan a tocar al Niño, sufrieron algunos desperfectos al ser cortadas para acoplarlas de manera sobrepuesta a los ropajes que le fueron colocados en el siglo XVIII. En la mano derecha porta un fruto o manzana en clara alusión simbólica a la Nueva Eva que ella representa. En el centro del regazo está colocado el Niño que bendice con los dedos de su diestra y sujeta con la mano izquierda un libro abierto que muestra al espectador. Porta corona y túnica bajo la que deja ver sus pies descalzos. Las dos figuras se muestran hieráticas y distantes, excluyendo toda comunicación entre ambas. La indumentaria de la Virgen se compone de túnica, velo ceñido a la cabeza con una estrecha corona y manto abrochado bajo el cuello que cae hacia los lados de forma simétrica originando pliegues radiales, según una disposición que se repite en otras piezas cercanas al 1200, como las vírgenes de Malva, la de Puentedura (Burgos) que se custodia en el Museo Marès de Barcelona y una del convento de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid que procede del monasterio palentino de Perales. Bajo el borde inferior de la túnica asoma el típico calzado puntiagudo característico de estas imágenes. La obra fue restaurada en el Instituto de Patrimonio Histórico Español para ser mostrada en la exposición Las Edades del Hombre celebrada en la catedral zamorana en el año 2001. Las catas realizadas desvelaron la existencia de una capa original realizada al temple con decoración de hojas negras y rojas sobre fondo blanco. Luego se superpusieron otros dos repintes más modernos, el último de los cuales fue realizado con aplicaciones de pan de oro en el manto y de plata en el sitial. Los rasgos tipológicos de la pieza corresponden a los modelos desarrollados durante los últimos años del siglo XII y principios del XIII. La acusada simetría en la disposición de los miembros, el tratamientos de los plegados y el carácter fuertemente hierático de las figuras apuntan hacia una cronología más cercana a los últimos años del siglo XII.