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Arco en el interior del presbiterio

Identificador
09125_01_005
Tipo
Fecha
Cobertura
42º 34' 19.44'' , -3º 57' 58.45''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin descripción
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Localidad
Boada de Villadiego
Municipio
Villadiego
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
DE PIEDRA CALIZA, con sillares bien escuadrados y homogéneos, la iglesia presenta una planta rectangular, de una nave y cabecera semicircular. De la fábrica románica se conserva todo el edificio, aunque con algunas leves modificaciones, que afectaron a la espadaña y a la cubierta. Ésta fue además transformada en la última restauración, sustituyendo la bóveda por una cubierta de madera. Fruto también de esa restauración es la modificación que se hizo en la sacristía, la eliminación de otras dependencias anexas y la colocación de una ventana de piedra pulida en el presbiterio y el cierre de un ventanal barroco que había en la nave. Al exterior, el ábside queda dividido por dos haces de columnas entregas que lo dividen en tres paños verticales, mientras que una línea de imposta recorre el muro por debajo de las ventanas, creando una división horizontal. Esta imposta está decorada con un listel de aspas a bisel sobre dos líneas de cuarto de caña con puntas de clavo. Por debajo de ella las columnas se convierten en pilastras, lo que da una mayor plasticidad a la cabecera. En cada paño del ábside hay una ventana estructurada de la misma manera: una chambrana decorada con roleos, punta de diamante y flores, una arquivolta decorada con motivos geométricos y vegetales, cimacios con roleos y flores, fustes ornamentados, y a cada lado un capitel con diferentes planteamientos plásticos e iconográficos. La más meridional de las ventanas presenta una chambrana con roleos, una arquivolta decorada con una sucesión de ocho círculos, cóncavos y convexos alternativamente, y un cimacio de roleos. El capitel de la izquierda presenta una cabeza de felino o cánido de cuya boca surgen unas formas vegetales helicoidales, y a cada lado de la cabeza otros dos círculos con una disposición centrífuga. Es un motivo que, con algunas variaciones, encontramos en Tablada del Rudrón, Coculina o Bañuelos del Rudrón, dentro de un tipo de flores o rosetas helicoidales que aparecen en otros edificios notables como son el monasterio de Santa María de Aguilar, la ermita de Vallespinoso de Aguilar, o la trasladada iglesia de Villanueva del Río. El capitel frontero está formado por una triple fila de hojas verticales, sin nervio, que se vuelven en la parte superior. Los fustes tienen una decoración helicoidal el izquierdo y helicoidal truncada el derecho. La ventana del testero tiene una chambrana de puntas de diamante, y arquivolta con una decoración de entrelazos, pequeñas hojas con el nervio marcado y baquetón. Los cimacios son de roleos y flores. El capitel de la izquierda presenta una decoración de nueve filas verticales de pequeños haces que giran hacia la derecha y culminan en punta. El capitel de la derecha es el más interesante del exterior: se trata de una representación de la pesca milagrosa, en donde se distinguen tres personajes en una barca, dos de ellos con remos y el central pescando un pez. Esta escena no es nueva, pues se puede ver en la cercana iglesia de Fuenteúrbel, y más lejana, pero en la misma provincia de Burgos, en La Cerca, o en Álava en Astúlez. Todas ellas siguen muy de cerca el mismo tipo de dibujo, cuando no son del mismo taller. Los fustes son monolíticos decorados con flores cuatripétalas y de nido de abeja. La tercera de las ventanas es la más deteriorada, al hallarse orientada hacia el norte y en realidad es falsa, pues nunca ha tenido vano. En el capitel de las izquierda todavía se puede apreciar a un ciervo que vuelve su cabeza hacia sus cuartos traseros, mientras que el capitel de la derecha está totalmente perdido. Ésta es la única de la ventanas que tiene los fustes sin decorar. El alero, decorado con roleos, queda rematado por la alternancia de los canecillos y los capiteles de las columnas adosadas. Nacelas, volutas, cuarto de bocel, nacelas superpuestas alternan con otros de cabezas de animales monstruosos que muestran sus dientes, una cabeza de jabalí y un águila. Además hay una cabeza monstruosa que devora a un hombre, un músico que toca una fídula con arco, dos figuras humanas descabezadas de pie, dos canes con figuras humana de cuerpo entero -muy deterioradas-, una cabeza de hombre y un saltimbanqui. Los capiteles que soportan también la cornisa son todos de temática vegetal, a excepción de dos. Uno de ellos es el más próximo al canecillo del músico con el que parece formar una escena: en ella aparece una mujer, posiblemente una juglaresa, junto a un perro que se apoya sobre las patas traseras, rara escena de juglares con animales como se puede ver también en Sotosalbos (Segovia). En el lado izquierdo de la cesta, junto a la mujer que ocupa el centro del capitel, se ven dos formas vegetales helicoidales. El otro capitel es el más próximo al presbiterio del lado norte. Se trata de un glouton, cabeza que engola o devora el fuste. Dos contrafuertes cuadrados, que ciñen al interior el arco de triunfo, marcan la separación entre el ábside y el presbiterio. En cada lado del presbiterio también se abren sendas ventanas; la del lado meridional desapareció en algún momento, al abrirse un ventanal mayor que ahora ha sido sustituido por la recreación de una ventana que se aproxima a las formas románicas, en llamativa piedra pulida. Por el contrario la ventana del lado septentrional sigue el esquema de las vistas en el ábside. En esta ocasión, una chambrana con puntas de diamante guardaba la única arquivolta, pero a excepción de un pequeño trozo se ha perdido completamente. La arquivolta de bocel cobija un tímpano que posee una cruz patada inscrita en un círculo. Los cimacios también se encuentran deteriorados, pero quedan restos de un ajedrezado en el de la izquierda y flores entrelazadas en el de la derecha. Cada capitel posee una cabeza humana, la del lado derecho de mujer con barbuquejo, y la del izquierdo de hombre. Los fustes se han perdido, y las basas presentan toro y escocia sobre plinto. La riqueza arquitectónica y escultórica de la cabecera contrasta con la sencillez de los muros de la nave, aunque la fábrica sigue siendo de magnífica sillería. La portada se ubica en el muro sur y sobresale del muro, llegando hasta la cornisa. Únicamente presenta un abocinamiento con tres arquivoltas y chambrana, ligeramente apuntadas, sin decorar, que apean directamente sobre unos cimacios de nacela que apoyan sobre las jambas. El conjunto de la cornisa, tanto en la cabecera como en la nave, está recorrida por una línea de canecillos de nacela. También se reconocen numerosos canzorros a media altura de los muros, que nos indican la existencia de un pórtico que cobijaba buena parte del perímetro de la nave, al menos las fachadas sur y oeste completas. En el muro norte existió una sacristía que en la restauración fue modificada completamente. Por un lado se eliminó la zona que cubría la ventana del presbiterio, lo que hizo que se recreciese notablemente y se le diese una estructura rectangular. Además en este lado del presbiterio había un acceso desde el interior a la sacristía, portada que se cegó. Por otro lado, la parte adosada al muro fue eliminada para sustituirla por una estructura metálica cubierta con cristal. A los pies de la nave, sobre el muro del hastial, se eleva una sencilla espadaña que ahora se nos muestra truncada, con dos troneras apuntadas, con sus chambranas e impostas. No hace mucho tiempo se convirtió en una torre cuadrada, de ladrillo, con acceso desde el interior por una escalera de caracol. En la restauración se eliminó el acceso y la torre añadida a la espadaña. En el interior la nave aparece hoy limpia, con un solo tramo. Las recientes obras han retirado los retablos y desmantelado las bóvedas barrocas de arista que cubrían dicha nave, sustituidas por un sencillo artesonado de madera. Toda la cabecera presenta el pavimento sobreelevado y un banco corrido, de fábrica, recorre la base de sus muros. En el lado norte del presbiterio se puede ver, cegada, la puerta que daba acceso a la antigua sacristía. Pero lo más característico de esta cabecera es el conjunto de cinco arcos que decoran el hemiciclo absidal, que parten de la imposta que a media altura recorre el muro, decorada con celdillas, y alcanzan hasta la imposta de rombos a bisel que da paso a la bóveda de horno. Son arcos de medio punto, con profusa decoración, que apoyan en columnillas de doble toro y escocia sobre plinto, de modo que el encuentro entre cada dos arcos da lugar a columnillas geminadas que comparten un capitel, y aunque los fustes están bien diferenciados, son un mismo bloque. Arquivolta y chambrana están también talladas en una misma pieza de caliza blanca, una roca en la que están hechos los elementos escultóricos de todo el templo y que parece ser distinta a la empleada para labrar los sillares. Comenzando por el extremo norte la arquivolta está moldurada con boceles y la chambrana es de listel y chaflán; el segundo arco tiene tallos anudados -más bien formando bucles- y la chambrana puntiagudas hojitas planas, vueltas; el tercero -que enmarca a la saetera central- boceles segmentados y tallos también en bucles; el cuarto muestra la arquivolta con una cenefa de medias rosetas, de hojas puntiagudas, y otra de rombos a bisel, mientras que la chambrana está recorrida por tallos sinuosos con hojitas bífidas; finalmente, el quinto arco, que coincide con la otra saetera del hemiciclo, presenta arquivolta y chambrana con molduras de nacelas. Por lo que respecta a los capiteles, comenzando también por el extremo norte, presentan la siguiente decoración: robusta cabeza con melena partida, bajo cimacio de círculos secantes; hojas planas de las que nacen piñas dispuestas en tres series, con cimacio de entrelazo; el tercer capitel está muy mutilado pero parece reproducir un esquema idéntico o similar al cimacio que acabamos de describir, mientras que el suyo es de círculos secantes perlados; el cuarto muestra una decoración a base de hojas palmeadas, de helecho, levemente solapadas, dispuestas en tres alturas, con nervios en V y círculo de trépano en los vértices, contando con un cimacio como el anterior; el quinto muestra gruesas hojas de penca, con cimacio de entrelazo; finalmente, el sexto porta otra gran cabeza, de aire grotesco, con grandes orejas, pelo rizado y gruesos labios que parecen formar una mueca, representando posiblemente a un personaje de raza negra, similar al que aparece en la ermita de San Cristóbal de Sotresgudo, aunque en ambos casos sin la calidad de rasgos raciales que se ve en el de Moarves de Ojeda. Es curioso que mientras los capiteles de las dobles columnas sean vegetales, los de las sencillas, que ocupan los extremos, reproducen cabezas humanas, que además parecen contemplarse mutuamente. Llamativo es también el fuste que separa el tercer y cuarto arcos, donde los tambores no se han individualizado y que está recorrido por una destrozada decoración de tallos entrecruzados -que sin duda debían estar en altorrelieve y huecos-, con extremos de hojas palmeadas, surgiendo de una cabecita felina que ocupa la parte inferior. Otro arco más, de falsa ventana, se dispone en el muro norte del presbiterio, que seguramente hacía pareja con la desaparecida del lado sur. La arquivolta muestra molduraciones a base de boceles y listeles angulosos y la chambrana está recorrida por tallos ondulantes. El capitel izquierdo muestra a una expresiva arpía con la boca abierta, con cimacio de doble nacela; el derecho tiene una cabeza monstruosa, de marcados dientes, engullendo a un ser humano, mientras que el cimacio es de hojitas biseladas en composición geométrica. La particularidad de este arco es que tiene un pequeño tímpano con una gran roseta central flanqueada por otras dos más pequeñas, con un fondo que parece labor de cestería, como la que volveremos a encontrar más adelante. El presbiterio se cubre con bóveda de cañón levemente apuntado, donde se conservan restos de unas pinturas murales presididas por un medallón con el Agnus Dei, en cuyo entorno se dispone el Tetramorfos. Pertenecen a una decoración realizada en el siglo XVI y que dispuso también sobre la bóveda de horno la representación del sol, a la vez que decoró los arcos con motivos vegetales y dio color a los capiteles románicos. El paso de la cabecera a la nave se hace bajo un arco de triunfo doblado, con chambrana de puntas de diamante a bisel, que descansa en pilastras con semicolumnas en su frente. Las basas se disponen sobre alto podio y constan de plinto, desarrollado toro inferior -flanqueado por bolas-, escocia y otro toro más delgado, mientras que los capiteles están bellamente decorados. El capitel del lado del evangelio nos muestra a San Miguel, vestido con túnica y armado con escudo de cometa, alanceando al dragón, que se muestra con cuerpo anillado, dotado de larga cola. El del lado de la epístola re p resenta una escena de la Paz de Dios: en ella dos jinetes con yelmos que cubren la totalidad del rostro, túnica cortas y espuelas, son separados por un personaje mediador que viste túnica con manto y ceñidor. El guerrero de la izquierda porta lo que parece un pequeño escudo redondo y acomete con lanza a su oponente; éste por el contrario porta un escudo de cometa, con el que para el lanzazo, pero no lleva ni lanza, ni espada, ni arma ofensiva alguna. Lo más habitual es que en las composiciones como ésta, identificadas como la Pax Dei, los caballeros no muestren diferencias en sus armamentos, mientras que en las simples luchas sin mediador, resulta casi una constante que uno de los caballeros se defienda con escudo circular y otro con largo escudo de cometa. Esto se puede ver, entre otras, en las iglesias burgalesas de Rebolledo de la Torre y Butrera, en la palentina de Gama, en las sorianas de Tiermes y San Pedro de Caracena, en la Catedral Vieja de Salamanca y sobre todo en el palacio real de Estella, una representación esta última donde los personajes van acompañados de sus respectivos nombres: Roldán y Ferragut. Ya apuntó Ruiz Maldonado cómo esta lucha, genéricamente interpretada como el Bien contra el Mal, resulta una plasmación de los cotidianos enfrentamientos entre musulmanes y cristianos, donde el cristiano estaría encarnado por el que va armado con escudo de cometa y el musulmán por el que porta rodela. Esta diferencia de armamento es además un hecho constatado a partir del siglo XII, pues hasta entonces -como se puede apreciar muy bien en la miniatura pre rrománica o del primer románico- el arma defensiva por excelencia es un pequeño escudo circular para todos. Es a partir de comienzos o mediados del XII cuando llega a la Península el escudo alargado de origen normando, facilitando la defensa para el caballero, al adaptarse perfectamente a su montura; mientras tanto los musulmanes continuarán con sus rodelas y después con las adargas, también más propicias para el modo de combatir de sus jinetes. Así pues, el distinto camino que a partir de ahora comienza a producirse en unos y otros ejércitos quedará atestiguado en esta serie de capiteles. Lo sorprendente es que mientras en la lucha entre caballeros se puede entender esta diferencia de bandos religiosos, en las representaciones con mediador generalmente se ha interpretado como un enfrentamiento entre cristianos, una norma a la que parece ser ajeno el capitel de Boada. No obstante cabe la posibilidad de que el escultor quisiera representar también aquí un escudo de cometa y que, debido a la composición de la escena, sólo aflorase la parte superior del mismo, con su característica forma redondeada. En cuanto a la Paz o Tregua de Dios, sólo dentro del contexto burgalés la tenemos también en Los Ausines, Fuenteúrbel, y en La Cerca, con numerosos ejemplos igualmente en la cercana provincia de Palencia, unos y otros estudiados por Ruiz Maldonado. La lucha de San Miguel contra el dragón es lo suficientemente habitual como para señalar otras representaciones que haría interminable el listado. Sin embargo sí es reseñable la elección de estos dos motivos: por un lado una escena de pacificación entre guerreros y por otro la inevitable y eterna lucha de San Miguel contra la personificación del Mal. Además de todos estos elementos decorativos, la última restauración ha rescatado diversas piezas descontextualizadas, con numerosos restos escultóricos, como una cabecita humana, un capitel vegetal de cortas y abundantes hojas de las que penden bolas, y dos arcos que repiten el mismo esquema que los descritos en la cabecera, decorado uno con zarcillos y el otro con labor de cestería -idéntica a la que se puede ver la pila bautismal de Guadilla de Villamar- trasdosada con unas formas geométricas, a modo de peltas o flores de loto, que encontramos también en la portada de Tablada del Rudrón. Entre todo ello aparece igualmente un fragmento de cimacio decorado con círculos en los que se inscriben cruces griegas y que nos remiten de nuevo a Tablada del Rudrón, además de a Castrillo de Riopisuerga y a Fuenteúrbel. Casi con total seguridad buena parte de estos elementos pertenecieron a la parte interior y exterior de la ventana de este tipo que sin duda hubo en el muro sur del presbiterio, haciendo pareja con la falsa ventana del lado norte, con la que también comparte el esquema decorativo de cestería. A todo ello debemos añadir la pila bautismal, una pieza en forma de copa, tallada en piedra caliza, con 89 cm de altura y 137 cm de diámetro. Presenta decoración gallonada, con una especie de cinta o corona invertida a media altura, lo que la emparenta directamente con la cercana pila de Villahernando, en cuyo pie -que hay que reconocer que es independiente del vaso- aparece la fecha de 1188. Esta iglesia de Boada de Villadiego, al menos en lo que a su cabecera se refiere, es especialmente significativa por formar junto a La Piedra y Fuenteúrbel un grupo de edificios en los que trabajó un mismo taller, repitiendo similares fórmulas arquitectónicas y escultóricas, aunque ya hemos visto cómo algunos elementos alcanzan a otros diversos lugares. Nos encontramos en un momento avanzado dentro del estilo, en las postrimerías del siglo XII, de modo que la fecha que hemos visto en la pila de Villahernando y que podría hacerse extensible a la nuestra, puede encajar también con el momento en que se erige el edificio, que podría alcanzar igualmente el entorno de 1200. La nave sin embargo creemos que puede ser ligeramente posterior, levantada ya dentro del siglo XIII, y donde la tradición románica parece más diluida, a favor de unas corrientes góticas que parecen manifestarse más aún en la espadaña. Este campanario además muestra una ruptura con la nave, lo que nos indica una construcción posterior, aunque tal vez sólo sea un nuevo remonte en siglos posteriores utilizando los mismos elementos originales en su misma disposición, algo que debió ser bastante habitual y que está constatado en la iglesia palentina de Frontada.