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Ábside de la epístola

Identificador
37000_0054
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
40º 58' 10.70'' , -5º 39' 49.28''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Marcos

Localidad
Salamanca
Municipio
Salamanca
Provincia
Salamanca
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA IGLESIA DE SAN MARCOS está situada al norte de la ciudad, junto al recinto de la vieja muralla y muy cerca de la antigua Puerta de Zamora. Durante mucho tiempo se consideró que su peculiar planta centralizada se debía precisamente al hecho de haber sido cubo de la muralla, al estilo de la cabecera de la catedral abulense, pero el plano de Coello (1867) desmiente tal supuesto, demostrando cómo se alzaba separada de aquélla y muy cerca de un cubo, independiente de la propia planta eclesial. En 1768 el arquitecto y maestro de obras de la Real Capilla Simón Gavilán Thomé, durante un reconocimiento pericial de la iglesia, señalaba cómo por el norte estaba “casi arrimada a la muralla de la ciudad...”. La documentación registra obras en la “cerca” durante el siglo XVII, aunque más que a la sólida muralla urbana debieron hacer referencia a un cierre que delimitaba las propiedades inmediatas al templo. En la exhaustiva monografía de Álvarez Villar, redactada tras las obras de restauración de 1967-1968, se indicaba cómo entre fines del siglo XII e inicios del XIII, la zona ocupada por San Marcos debió permanecer despoblada. En 1219, el maestre de Calatrava entregaba la encomienda de la Magdalena y sus casas a Diego García Sánchez, maestre de Alcántara, obteniendo privilegio de Alfonso IX para poblarla con gentes castellanas, contaba pues con un solar lo suficientemente amplio como para alzar sus muros y evitar topar con la cerca defensiva. Un epígrafe sobre pizarra hallado entre el relleno del subsuelo del ábside mayor durante las aludidas restauraciones hacía referencia a esta donación real: “...QVE DONO EL REY/ALFONSO EL BVE.../[D]ESTE NONBRE A LA.../CLERECIA DESTA IG.../SVS CAPPELLANES P.../1210 QVE FVE AÑO D[E]...”. Si bien sus caracteres epigráficos delatan un trabajo propio del siglo XVII. Aunque muchos autores datan la fundación de San Marcos en 1178, la iglesia ya debió estar construida en 1202, cuando el mismo rey había entregado el templo, con su corral y su jurisdicción a los clérigos salmantinos, liberando de todo servicio y tributo real a sus futuros vecinos para que fuera poblado, era el origen de lo que más tarde pasó a llamarse Real Clerecía de San Marcos. El hecho de aludir al “corral” es frecuente entre la documentación medieval salmantina pues con tal apelativo se hacía referencia a un grupo de edificaciones domésticas agrupadas en forma anular alrededor de una iglesia. La de San Marcos fue la correspondiente a los clérigos de Salamanca, corporación regulada por el obispo don Gonzalo (ca. 1165-1167) en el Fuero de la Clerecía y don Vidal (1179) en la constitución o arancel, donde se especificaban cargas, obligaciones, recursos y derechos de sus moradores clérigos y los laicos allí adscritos. Pero ciertamente, la constitución de la Clerecía pudo ser anterior a la construcción del edificio analizado. Parece pues desmesurado hablar de obras en época de Raimundo de Borgoña y doña Urraca (ca. 1086-1125), tal y como sugerían los autores antiguos (Villar y Macías, Vázquez de Parga). Riesco insistía sobre la inexistencia de documentación del siglo XII en la que se citara la iglesia de San Marcos como sede de la asociación de clérigos, así pues, la “datación cronológica de esta iglesia debe hacerse -mientras no aparezcan otros documentos- a base del propio edificio”, añadiendo a continuación que “pudo ser construida perfectamente entre el último decenio del siglo XI y primeros años del XII” sin aportar ningún argumento verdaderamente sólido. En 1255 y 1262 Alfonso X disponía que todos los vecinos del barrio, como vasallos de los reales capellanes, fueran sometidos a la jurisdicción eclesiástica. Tal decisión fue ratificada posteriormente por Fernando IV. La Real Capilla de San Marcos tuvo aquí su sede hasta que Carlos III le concedió el Colegio de la extinta Compañía de Jesús, la llamada Clerecía, donde siguieron celebrando misas y oficios de difuntos por los reyes de España. San Marcos pasó entonces a convertirse en parroquia, finalmente trasladada a la del Carmen. El templo posee planta circular, con diámetro interior de 18 m y cabecera triabsidada semicircular sólo apreciable en su interior. Los ábsides se cubren con bóvedas de horno y los cortos tramos presbiteriales con bóvedas de cañón. Las tres naves están separadas por medio de gruesas columnas que sostienen siete arcos apuntados y doblados de perfil rectangular sobre los que apoyan las techumbres lígneas. El tramo central se cubre con artesonado de par y nudillo con limas mohamares del siglo XV. El aparejo es de sólida sillería, muy maltrecho por la erosión y la capilaridad en su zócalo perimetral exterior, con restos de remoces en hormigón hacia mediodía. El acceso principal se efectúa desde una portada meridional, con tres arquivoltas apuntadas lisas que debió sustituir otra románica más antigua. Sobre ésta campea un escudo con las armas de los Austrias y el Toisón de Oro que se repite en el paramento oriental -en la calle de Zamora- aunque sin el escusón con las quinas lusas. Es evidente que las arquivoltas de esta portada meridional pudieron haber sido alteradas, al menos Álvarez Villar registra la existencia de una dovela románica localizada durante los remoces de 1967 perteneciente al salmer derecho de una portada decorada, ésta sí, con las típicas hojas tetrapétalas inscritas en el interior de círculos tangentes que pudo formar parte del antiguo acceso. Unos clichés obtenidos por don Felipe Torres hacia la década de 1940 y publicados por Álvarez Villar demuestran que entre los restos de la cercana muralla salmantina aparecieron dos sumarios capiteles -uno transformado en pie de facistol- de carnosos acantos rematados con bayas que pudieron haber formado parte de la portada románica meridional (queda descartado que pertenecieran al pórtico tardorrenacentista contratado a Martín Zavala en 1599, consistente en cinco columnas con sus basas y capiteles de piedra de Ledesma, desmontado a inicios del siglo XX). Aunque no es completamente descartable que remataran las columnillas de algún altar interior. Lampérez afirmaba cómo dentro de la estructura cilíndrica de San Marcos “hay una basílica de tres naves y tres ábsides, embutida en una planta circular”, diferenciando dos épocas, una inicial propiamente románica que corresponde a la cabecera y, el resto del edificio, de época gótica, como revela el apuntamiento de sus arcos, las impostas de los pilares absidales a modo de capiteles y las puertas que perforan aquéllos para penetrar en los husillos, la clara diferencia de aparejos en los paramentos exteriores y las cornisas. Estas apreciaciones sirvieron para que Joaquín de Vargas -el verdadero informante del artículo publicado por Lampérez en 1904- intuyera que la planta circular de San Marcos no obedeció a ningún plan preconcebido, como las bien conocidas de Eunate, Torres del Río o la Vera Cruz de Segovia. Por el contrario Álvarez Villar, analizando las marcas de cantero visibles tras la limpieza concluía que se apreciaban idénticos signos lapidarios a lo largo de todo el perímetro del edificio. Tampoco era partidario de considerar San Marcos como un cubo de la muralla, aduce al respecto el referido plano de Coello, su escasa altura que lo habría hecho muy vulnerable, la presencia de saeteras abiertas al este (cuando la verdadera muralla corría por el norte) y los canecillos románicos que a fin de cuentas impedían el desarrollo de un lienzo superior. El mismo autor señalaba cómo el resalto en el muro exterior y el interior marcaba la zona de cambio de nivel entre cabecera y naves, tres saeteras bajas perforan los ábsides y otras dos intermedias dan luz a las escaleras de caracol que permiten acceder hasta el tejado. En 1620 se reforma el muro de embocadura de los ábsides para soportar el incremento de empujes producidos por la elevación de la espadaña, se traza entonces una nueva arquivolta en el arco triunfal que Vargas interpretó automáticamente como indicio de las dos supuestas fases constructivas medievales. El arco lateral izquierdo presenta un descentramiento evidente al no coincidir la bóveda de medio cañón con el semicírculo absidal cubierto con cuarto de esfera. Recientemente Bango se mostraba todavía partidario de reconsiderar dos fases constructivas medievales que nos resultan perfectamente justificables. Pero San Marcos encierra otro interrogante sumamente peliagudo: ¿por qué una planta circular? Tal rareza es interpretada por Álvarez Villar como consecuencia de un uso peculiar, en origen más como sala capitular que como parroquia, pues su utilidad era exclusiva de los clérigos salmantinos que celebraban allí conmemoración de sufragios regios y rezos particulares. San Stefano Rotondo de Roma, el recuerdo de los numerosos baptisterios bizantinos y una advocación de origen oriental (San Marcos) serían tantas otras posibles claves para interpretar una planta sumamente atípica, óptima para la instalación de una sillería perimetral. Jacinto Vázquez de Parga daba noticia ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando del derribo irregular sufrido por el pórtico tardorrenacentista de San Marcos en febrero de 1908; afirmaba valientemente entonces que “Si á las Comisiones de Monumentos no se les da más amplias y eficaces atribuciones; si no se les sostiene su prestigio contra corporaciones y autoridades, de las cuales deben ser independientes, y si no se reprimen con mano fuerte las profanaciones de los monumentos, que son otras tantas páginas en piedra de nuestra Historia, llegará un día en que por lucro, abandono y odio á todo lo bueno, bello y grande, ó por conveniencia de poderosos é influyentes vecinos de monumentos, desaparezca hasta el último”. Los vestigios escultóricos románicos visibles en San Marcos se limitan a los canecillos que soportan los aleros, la mayor parte de simple nacela o con aditamentos cilíndricos, y quizá rehechos durante las múltiples restauraciones vividas por el templo. A la izquierda de la portada meridional aparecen canes con hojas hexapétalas, cabezas de bóvido, tres bolas y una flor de lis. Hacia occidente máscaras humanas sumamente rudimentarias. Se conservan gran parte de las impostas del interior de los ábsides marcando los arranques de las bóvedas de cuarto de esfera, descritas por Álvarez Villar para el central como “de filete, bocel, filete y caveto” (similar al perfil del alero de oriente) y “faja y bocel separados por un pequeño retallo de sección angular” para los colaterales. Las impostas que coronan los cuatro pilares cilíndricos son muy sencillas, de perfil circular que se torna en octogonal para recibir las dobladuras de los arcos apuntados. Las ménsulas que recogen los mismos arcos en el muro perimetral presentan similar perfil que el de los capiteles. La imperiosa necesidad de iluminar el interior del templo, mal dotado con las cinco aspilleras románicas de remedo galaico-portugués (cf. San Mamés de Moldes, Santa Eulalia de la Espenuca, Capela do Mileu de Guarda y San Miguel de Castelao en Guimarães), las dos más elevadas correspondientes a las escaleras de caracol embutidas en el muro que ascienden hasta las cubiertas, motivó ciertas reformas durante el siglo XVII. Existen otras dos aspilleras en los laterales de los pies, pero su mayor anchura y distinta labra hicieron que Álvarez Villar señalara una cronología posterior, quizá lo mismo pasó con la saetera de la escalera septentrional de la cabecera. En el siglo XVIII Francisco de la Hoya reformaba la cabecera y elevaba la espadaña. Durante la misma centuria también se efectuaron reformas en una puerta que se abría al “claustro” adyacente siguiendo pautas vignolescas. En 1881, aprovechando un donativo personal de Alfonso XII se abrió una ventana en el muro opuesto al del altar mayor y se levantó un coro de madera. Ambos trabajos fueron suprimidos durante la restauración de la década del 60. Cuando se descubrió el frontal de la mesa de altar instalado frente a un retablo barroco que estuvo en el lado de la epístola aparecieron las columnillas románicas de apoyo: cuatro en los ángulos y otra central. Fuere instalado en el ábside mayor, disimulando los repicados de sus basas cúbicas, fustes cilíndricos y toscos capiteles, las tres partes talladas en una única pieza monolítica. Las cestas presentan sumarias hojas de agua y acantos rematados por bolas, así como entrelazos adheridos coronados por bayas y bastos collarinos de perfil rectangular. Un segundo altar se mantiene en el mismo ábside del evangelio con similar trabazón, si bien su columnilla central no es monolítica, posee un fuste husiforme de acusado éntasis y capitel con doble nivel de hojas de agua muy picudas, los dos fustes posteriores están formados por cuatro semi-columnillas adosadas. El resto de las cestas son de sencillísimas hojas entrecruzadas. Del altar del ábside central sólo se conservaron dos basas ornadas con bolas. En 1967 se localizó bajo las losas del suelo, en el ábside del evangelio, un Cristo de madera a modo de enterramiento, con los brazos pegados a su cuerpo y muy fragmentado que fue completamente restaurado por Alfonso Albarrán. Para Álvarez Villar es una pieza de mediados del siglo XIV; tal vez se trate del Cristo del Castillo citado por Vázquez de Parga, que era aún venerado en 1907. Durante la misma restauración se descubrieron varias pinturas murales ejecutadas al temple en la cabecera. Inmediatamente la Dirección General de Bellas Artes acometió su limpieza y consolidación. En el lado meridional del presbiterio del ábside de la epístola se aprecia un panel a modo de tapiz enmarcado por cenefas entrelazadas de sabor mudéjar y con escudos de Raimundo de Borgoña, una gran escena cuadrangular superior representa la Coronación de la Virgen entre ángeles músicos, bajo ésta la inscripción pintada: “ESTA OBRA MANDO FACER DOMINGO FER...:...TERO”. En otras tres escenas inferiores, de menor tamaño, aparece el descenso de Cristo al seno de Abraham, el prendimiento de un santo y una santa con la eucaristía en la diestra. En el ábside mayor se pintó una Anunciación, con escudos reales de Castilla y León sobre las claves de los vanos que comunican los tres ábsides. Junto al ábside del evangelio apareció otro panel pintado con una imagen de San Cristóbal oculto por un retablo barroco interpuesto, en otras tres escenas laterales, al estilo del mural de la coronación mariana, aparecen tres santos (sólo se conserva un Santiago y otro santo con flagelo). La factura de los murales parece vinculada con las pinturas góticas de Santa Clara de Toro y la capilla de San Martín en la Catedral Vieja, datables en torno a mediados del siglo XIV o quizá más tardíamente.