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Ábside de Sant Miquel de Fontanet

Identificador
25223_03_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.823042, 1.423599
Idioma
Autor
Nuria Trigueros Beltrán
Juan Antonio Olañeta Molina
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant miquel de Fontanet

Localidad
Fontanet
Municipio
Torà
Provincia
Lleida
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Miquel de Fontanet

Descripción

Iglesia de Sant Miquel de Fontanet

La iglesia de Sant Miquel se encuentra junto a la aldea de Fontanet, a unos 2 km de Torà, sobre un pequeño tozal, al abrigo del barranco de Figuerola. En Torà se toma la carretera LV-3005 en dirección a Hostal Nou y, a unos 1,5 km, hay que desviarse a la derecha.

 

En el siglo xi la iglesia debió de pertenecer al obispado de La Seu d’Urgell, pues el obispo Ermengol compró o recibió en el término de Fontanet un número considerable de propiedades. Entre ellas, la séptima parte de lo que poseía Emma en el castrum de Fontanet, que le fue vendida al prelado en 1031, o, la donación realizada por Transver y su hijo Ramon dos años más tarde, del castrum cercano a Fontanet, en el apéndice de sancti Mikaelis archangeli, con todos sus términos y pertenencias que había heredado de sus padres. Asimismo, la iglesia pudo desempeñar la función de capilla del antiguo castillo de Fontanet, que se alzaba en lo que hoy es la casa Garriga. Según Jaume Coberó, cuando se consagró la iglesia, ésta pasó a depender de Sant Pere de Figuerola. Posteriormente, cuando obtuvo la categoría de parroquia, tuvo como sufragáneas las capillas de San Juan de Puig-redon y de Sant Pere de Figuerola. Finalmente, en 1314, el término de Fontanet aparecía ya como parte integrante de las posesiones del vizcondado de Cardona.

 

Sant Miquel de Fontanet es un edificio que presenta una planta formada por una sola nave rectangular y un ábside de sección ultrasemicircular. En el paramento exterior de éste, ocho lesenas, apoyadas en un zócalo, determinan siete entrepaños que están coronados por sendas parejas de arquillos ciegos. En algunos de éstos se conservan ciertos restos de revoque con policromía roja, que podrían ser los últimos vestigios del recubrimiento original de los paramentos. Aunque presentan un pésimo estado de conservación, se intuye lo que podría ser una decoración a base de estilizados motivos vegetales. En el entrepaño central, y en los del medio de cada lado, se abren sendas ventanas de arco de medio punto y doble derrame. El muro lateral meridional de la nave está reforzado por cuatro contrafuertes que se interrumpen antes de alcanzar la cornisa, y que se sitúan dos en sus extremos y otros dos en el centro. Entre éstos últimos se abre una puerta con arco de medio punto, actualmente tapiada. Un arco, que por sus características parece ser de descarga, se halla en el tramo occidental de este mismo paramento. Sobre él, un grupo de doce sillares trapezoidales están dispuestos concéntricamente respecto a una pieza circular, configurando, de esta manera, una forma que podría evocar una rueda o una flor. También el muro septentrional cuenta con contrafuertes, en este caso tres, ubicados en el tramo oriental, de los que el situado en la esquina más cercana al ábside es, como en el caso del paramento sur, el más potente. Tanto la mencionada interrupción de los contrafuertes, como el cambio de aparejo que se aprecia en la parte superior de los muros laterales y en las esquinas del frontis oriental, sobre el ábside, son claro testimonio del sobrealzado de la nave que se realizó en época posterior. La actual puerta de ingreso se abre en la fachada occidental, la cual fue profundamente transformada en el siglo xvii. Fue entonces cuando se construyó un porche, se añadió una dependencia anexa en la esquina noroeste, en la figura una inscripción con la fecha de 1679, y, algo más tarde, en 1700, según la fecha inscrita en el salmer del arco, se elevó la esbelta espadaña de dos ojos. En época moderna se adosó una sacristía en el tramo oriental del muro sur, la cual fue derruida en una restauración acometida en 1987, y de la que se aprecian los restos de un arco de medio punto cegado. En esta intervención se trabajó también en el tejado, la espadaña y el ábside. Mientras que la cubierta exterior de dos aguas de la nave, actualmente está formada por teja árabe, la del ábside, está compuesta por losas.

 

También el aspecto del interior ha sido profundamente transformado en reformas posteriores. Prueba de ello son las cuatro capillas excavadas en los muros laterales en época moderna, dos en cada lado. El ábside se abre a la nave mediante un arco apuntado, que contrasta con los dos arcos fajones de medio punto que soportan la bóveda. Éstos se apoyan en pilastras que han quedado embebidas en los muros al ampliarse la anchura de éstos. En las mencionadas reformas, el hemiciclo absidal fue separado de la nave por medio de un retablo, en el que una puerta facilita el acceso a su interior, y, en los pies del templo se construyó un coro elevado.

 

Las características de este edificio permiten situar su construcción entre finales del siglo xi y principios siglo xii.

 

Piezas reutilizadas con decoración esculpida

 

La iglesia conserva diversas piezas esculpidas de cierto interés. En la parte frontal del primer escalón que da acceso al coro se conserva un relieve que presenta una flor de seis pétalos, la presencia de la cual se ha relacionado con la posible existencia de un osario en este lugar. Como es sabido, este motivo iconográfico es bastante común en los siglos del medievo. Sus orígenes se remontan a época prerromana, si bien fue también muy utilizado por los hispanovisigodos, con un sentido cosmológico propio de una teología solar. Es preciso recordar que en el arte cristiano la flor alude a los conceptos de eternidad e inmortalidad, por lo que frecuentemente decora elementos relacionados con la muerte, como estelas funerarias o, en este caso, posiblemente un osario.

 

Procedentes del interior de esta iglesia, se documentaron dos capiteles que conservaban un fragmento de columna, ambos de factura muy rudimentaria, y realizados en piedra local. Actualmente, estas piezas se hallan en paradero desconocido. El primero de ellos presentaba un fragmento de columna cilíndrica de fuste liso y capitel rectangular. El segundo, mejor trabajado, también incluía un fragmento de columna cilíndrica de fuste liso, además de collarín y capitel rectangular. Ambas piezas han sido datadas entre finales del siglo xi y principios del siglo xii.

 

Del mismo modo, en el exterior se conserva un sarcófago esculpido de perfil rectangular y frente decorado con una cruz en bajorrelieve. Actualmente se halla reutilizado en la parte inferior norte de la fachada oeste, aunque su emplazamiento original debió de ser bien distinto. Cronológicamente la pieza se puede situar entre los siglos xii y xiii.

 

En uno de los escalones de acceso al cementerio y en una de las jambas de la puerta del mismo se constatan algunos relieves escultóricos. En la jamba izquierda se esculpió un motivo a base de ondulaciones formando círculos entrelazados, mientras que en el frente del escalón se representó, de izquierda a derecha: una cruz latina invertida, una flor de ocho pétalos y una cruz inscrita en un círculo.

 

Estelas funerarias

 

También se conservan en el exterior dos estelas funerarias discoidales procedentes del cementerio de la iglesia. La primera presenta una decoración incisa en ambas caras: una flor de ocho pétalos inscrita en un círculo y una cruz latina también inscrita en una orla. La segunda estela actualmente se halla en paradero desconocido. Presentaba decoración solamente en una de sus caras. En ella se documentó, inciso en la piedra, lo que parecía ser un rostro humano, que fue interpretado como una calavera.

 

Texto: Nuria Trigueros Beltrán/Juan Antonio Olañeta Molina - Fotos: Nuria Trigueros Beltrán

 

Bibliografía

 

Baraut i Obiols, C., 1981, pp. 150 y 162-163; Catalunya Romànica, 1984-1998, XIII, pp. 149-151; Catalunya Romànica, 1984-1998, XXII, pp. 323-324; Coberó i Coberó, J., 1982a, p. 403; Coberó i Coberó, J., 1998, pp. 104; Galera i Pedrosa, A., 2000, pp. 24-25; Llorens Solé, A., 1986-1987, II, p. 515; Miró i Rosinach, J. M., 1986, pp. 36-49; Oliva i Llorens, J. (dir.), 1998-2010, II, pp. 174-176 y 242-243; Serra i Vilaró, J., 1962-1966, I, pp. 307-312; Turull i Rubinat, M., 2002, p. 168; Vidal Sanvicens, M. y Vilaseca López, M., 1979, pp. 100-101, 104 y 261-262.