Castillo de Camarasa
CAMARASA
El municipio de Camarasa se sitúa entre la depresión del Ebro, al Sur, y los Pirineos, al Norte, en medio de una diversidad de paisajes a 40,7 km de Lleida, que se recorren por la carretera C-13 dirección noreste. La demarcación constituye el centro de lo que antaño se conocía como Marquesado, donde se concentraba la jurisdicción de diversos territorios de la Noguera, ampliados en 1970 con la anexión del antiguo municipio de Fontllonga. Actualmente, Camarasa está formado por el pueblo homónimo y cabeza de municipio, además de Sant Llorenç de Montgai, Figuerola de Meià, la Baronïa de Sant Oïsme, l’Ametlla de Montsec, los despoblados de la Maçana, Oroners, Montaspre, Merita, Palous, Valldarnàs y Monteró y el pequeño poblado de Sant Just. La tradición explica que Camarasa es el emplazamiento de mayor antigüedad de Lleida, creencia reforzada por los numerosos yacimientos arqueológicos hallados de los que destaca la Cova del Tabac. Según Holder, la etimología es de origen céltico y proviene de Camaracum, como la ciudad francesa de Cambrai.
Castillo de Camarasa
Los vestigios de la antigua fortaleza se sitúan en la parte alta del cerro, y se alcanzan tras recorrer, en sentido noroeste, las calles del caserío. El origen del actual núcleo es la fortaleza de Camarasa, alzada en época musulmana, alrededor de la cual fue creciendo el pueblo hacia mediados del siglo xi, como una suda sarracena frente a los cristianos de la Marca Hispánica. El primer documento que menciona el lugar data de 1050, año en el que el conde de Barcelona, Ramon Berenguer I, obligaba a cederle los castillos de Camarasa y Cubells al caudillo musulmán de Lleida, Yusuf al-Muzaffar, para cederlos en feudo, ese mismo año, al noble y caballero, Arnau Mir de Tost. Con ello pretendía debilitar el poder sarraceno leridano, evitar que se perjudicaran las conquistas en el Camp de Tarragona y limitar la expansión del reino de Aragón. En 1056 Ramon Berenguer I se unió en matrimonio con la condesa Almodis, motivo por el que le cedió como presente esponsalicio el castrum Camarasa et castrum Cubels entre otras posesiones, acto del que dió fe Arnau Mir de Tost como testigo. Tres años más tarde, este caballero firmó un pacto bilateral con el conde Ermengol III de Urgell en el cual le juraba lealtad, apoyo contra la invasión musulmana, no aceptar propiedades del conde de Barcelona sin su aprobación previa y, en caso de desavenencia entre ambos condes, renunciar a los castillos de Camarasa y Cubells. A pesar de que la señoría correspondía al condado de Urgell, en un documento de 1058 que hace referencia a las posesiones condales de Barcelona, aparecen los castros de Kamarasa et Cubels. Poco antes de su muerte, Arnau Mir de Tost firmó en 1072 su testamento en el que, entre sus posesiones, aparecía el castillo de Camarasa, que legaba a su nieto, el vizconde de Àger, Guerau Ponç II, propiedad que certificaba y corroboraba en 1106 el conde de Barcelona, Ramon Berenguer III. Los descendientes de Arnau Mir de Tost mantuvieron el vínculo con el condado de Barcelona a lo largo del siglo. Un escrito de 1196 refleja el momento en que el vizconde de Àger, Ponç Guerau III, para demostrar su lealtad, prometió al rey Alfonso el Casto la cesión del castillo de Camarasa si éste se lo pedía. Pero fue su hijo Pedro el Católico, quien en 1198 recibió la potestad de demandar el castro quod dicunt Camarasa. Posteriormente, en fecha indeterminada, dicho rey le cedió el territorio que conformaba la marca de Camarasa a su hija ilegítima, Constanza, quien en 1243 traspasaba el dominio del castillo a su hermanastro Jaime I el Conquistador a cambio de una compensación económica. El terrirorio continuaría siendo una posesión cotizada por reyes, condes y vizcondes pasado el periodo románico. Por último, un documento de 1273, narra como el castellano Ramon de Camarasa vendió las dos partes de una de las torres, la superior para ser utilizada como palomar, a diferentes personas. Esta duplicidad de propietarios en una misma torre fue motivo de no pocas disputas.
La fortaleza fue en origen una imponente construcción realizada a base de torres unidas por murallas que protegían el poblado y un puente del siglo xiii con el que se controlaba la entrada. El edificio que se alza en lo alto de la peña, y que domina por el Norte el caserío, se trata de una reconstrucción realizada en 1848 por el general Contreras. Al noroeste del peñasco se pueden observar unas hileras de sillería más o menos regular que conservan el encintado, estructura que algunos autores creen que podría haber formado parte de una antigua construcción musulmana. Según Lladonosa, la edificación debería pertenecer a la tipología denominada suda, la cual compara con los castillos de Lleida, Balaguer o Castelló de Farfanya. Madoz explica que en 1846 quedaban dos torres de base cuadrangular de más de “25 varas de altura”, al lado del lugar donde estuvo el castillo. Hoy sólo se puede ver con claridad el cuerpo de una de ellas, al Suroeste de la peña, y los vestigios de la segunda, justo delante del risco en dirección sur, en la misma calle que se encuentra la iglesia de Sant Miquel.
La historiografía ha propuesto que la torre más alta y mejor conservada era una albarrana, en la cual se ha restaurado la esquina suroeste que se había desplomado. Se trata de un edificio de planta casi cuadrada, de 6 x 5,80 m con una altura de unos 12 m divididos en tres niveles y con un grueso de muro de 1,5 m. Como es habitual en la arquitectura militar, los muros no presentan decoración, sin embargo, si que hay algunas aberturas: en el primer piso se encuentra un vano con un quicio en el muro suroeste al lado del cual, en la esquina sur, se hallan tres aspilleras. Se accede a través de una puerta en altura, abierta en la fachada noreste y habilitada en la actualidad con unas escaleras, que está construida como el vano del lado opuesto, con un arco de medio punto dovelado, con dintel y jambas a soga y tizón, además de que también conserva los huecos del quicio y las marcas de la cerradura. En el nivel superior, al Noroeste, hay una ventana de arco de medio punto con dovelas y jambas a soga y tizón, que está desplazada a la izquierda del eje central, y que se ha replicado, incluso en su ubicación descentrada, en la reconstrucción del muro contrario. En esta misma altura, en el muro noreste, se encuentran otras dos aspilleras originales. En el interior, se distinguen las filas de los huecos donde se apoyaría la estructura de madera que se utilizaría para separar el primer piso del segundo, en el que se conserva un arco de medio punto ligeramente apuntado que aguantaría el techo. Todos los paramentos fueron erigidos con sillería, de diferentes tamaños, de calcárea local, dispuesta en hileras ordenadas, exceptuando el arco interior, y con el relleno del muro formado por argamasa y ripio. Distribuidos de forma desigual por las caras interior y exterior de los muros, se observan algunos mechinales.
Flanqueada por dos viviendas y cubierta por una enredadera se encuentra la parte inferior de otra torre bastante deteriorada, de planta rectangular de 7,80 x 6,20 m de base, de la que tan sólo se ha conservado la mazonería de argamasa de cal y ripio, de unos 50 cm de ancho, de la parte inferior del edificio, puesto que ha perdido la práctica totalidad de los paramentos exteriores, salvo unos restos que se aprecian en la parte baja del lado suroeste, y que nos aportan información sobre el aparejo utilizado, formado por sillares bien escuadrados de tamaño pequeño. La altura de estos restos de la torre oscila entre los 3 y 7 m.
El asentamiento fortificado de Camarasa se ha catalogado como hisn, es decir, como un castillo, generalmente limítrofe del territorio, que servía de refugio, protección y vigilancia de la población, situado estratégicamente e individualizado. Los vestigios de las torres se han considerado construcciones avanzadas pertenecientes al siglo xiii y se han puesto en comparación con la obra constructiva de la antigua iglesia de Sant Miquel, sin embargo, muchas torres cuadrangulares anteriores al siglo x aparecen rematadas por una bóveda o se alzaron mediante la técnica del encofrado, por lo que el arco de la primera torre y la técnica constructiva utilizada en la otra, hacen que no se cierre la posibilidad de que la fecha sea anterior a lo que se ha propuesto.
Texto y fotos: Raquel Cardona Segura - Plano: Albert Rieig Florensa
Bibliografía
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