UBICADA EN UN OTERO al norte del caserío, a una distancia aproximada de un kilómetro, se accede a ella por una buena pista de tierra que desemboca en un camino más modesto que nos eleva a la puerta del templo. Los restos románicos conservados se reducen a la cabecera. Ésta es de planta cuadrangular, a la que se adosó una nave hacia mediados del siglo XX sustituyendo a la anterior, que repitiendo el modelo de las cercanas San Cebrián (Fuentepelayo) y San Andrés (Zarzuela del Pinar) sería rectangular, con cubierta de madera y daría lugar a una formación telescópica junto con la cabecera. El ábside se encuentra encalado por completo al exterior, dejando únicamente al descubierto las rafas de ladrillo que refuerzan las esquinas. La única decoración es una banda de esquinillas bajo las cornisas norte y sur, que en buena medida recuerdan a la ermita de San Marcos en Narros de Cuéllar; además de una descontextualizada faja de ladrillos a sardinel dispuesta en el contrafuerte más cercano al presbiterio en la fachada meridional. Al interior, se accede al altar mayor por medio de un arco triunfal apuntado que junto a otro arco adosado al testero y un fajón doblados sostienen la bóveda de medio cañón apuntado con la que se cubre. Los dos espacios resultantes a los lados del fajón se articulan mediante un arco de medio punto por tramo, que unen a la función tectónica la decorativa. Marca el arranque de la bóveda una imposta de ladrillos a tizón. Actualmente sorprende la ausencia de vanos de iluminación, de los que el único rastro son las huellas que apuntó Ruiz Hernando en el muro este, y que debió ser cegado al colocar el retablo barroco en una de cuyas hornacinas se conserva una virgen gótica inspirada en el modelo románico de María como sedes sapientiae.