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Vista desde el oeste de Sant Pere de Albanyà

Identificador
17003_01_010
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.304530, 2.719960
Idioma
Autor
Montse Jorba i Valero/Ángela Trapero Rodriguez
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

San Pere de Albanyà

Localidad
Albanyà
Municipio
Albanyà
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Pere de Albanyà

Descripción

Sant Pere d’Albanyà

 

La iglesia de Sant Pere encuentra en el centro del pequeño pueblo, antes amurallado, de Albanyà. Se accede, desde Figueres, por la carretera GI-5107 en dirección hacia Llers y Terrades, y por la GI-511 de Sant Llorenç de la Muga a Albanyà.

 

El topónimo de Albanyà lo encontramos documentado por primera vez en el año 844, con el nombre de Albanianum, en un diploma de Carlos el Calvo otorgado al abad Dòmnul, a quien se atribuye, en el año 820, la fundación del monasterio benedictino de Sant Pere de Albanyà; el monasterio, a su vez, poseía las celdas de Sant Romà de Casamor y de Sant Miquel de la Cirera. A partir del 869 el cenobio pasó a ser posesión de Santa Maria de Arles (Vallespir), dependencia confirmada documentalmente en 878 y en 881.

 

Un hecho destacado tuvo lugar en  957, cuando el obispo de Girona, Arnulf, a petición del abad de Arles, Aimeric, consagró el templo de Albanyà con tres altares dedicados a santa María, san Pedro y san Pablo. En el 1078, el conde Bernat II de Besalú lo cedió a la abadía occitana de Saint Pierre de Moissac, dependencia que perduró durante cuatro siglos. En 1157, Bernardi de Albaniano aparece como firmante en el acta de consagración de Sant Esteve de Arles, y la parroquia se vuelve a citar en las Rationes decimarum de 1279 y 1280. Se desconoce el momento en que se extinguió la vida monacal para pasar a ser simplemente parroquia, si bien figura como tal en las listas diocesanas del año 1362; a finales del siglo xvii se indica que estaba unida a la parroquia de Sant Llorenç de la Muga, lo que indicaría un descenso de población de la vecindad, que se recuperaría hacia mediados del siglo xix. En 1936 la iglesia padeció la destrucción de su imaginería, mobiliario y ajuar litúrgico, y posteriormente el obispado llevó a cabo obras de restauración, destacando la eliminación de una torre cuadrangular  que se había añadido en el siglo xviii.

 

Estamos ante un edificio de planta de cruz latina, una sola nave con tres ábsides y un transepto que sobresale notablemente. Sabemos que ha sido objeto de sucesivas remodelaciones que han ido alterando su composición inicial, que datamos hacia el siglo xi. El ábside central es de planta semicircular al igual que las absidiolas laterales, que destacan por su escasa profundidad.

 

Posee aberturas de doble derrame que corresponden al edificio primitivo: dos en el muro lateral sur de la nave, otra en el muro meridional del transepto, y también una en el ábside central. También hay una ventana de derrame simple en la absidiola meridional, que corresponde asimismo a la etapa inicial del edificio. Cabe añadir que está tapiada del mismo modo que la de la absidiola norte, que no se ha conservado en el exterior. En la fachada occidental observamos una ventana de dos arcos en degradación de doble derrame, coronada por una cornisa biselada.

 

La bóveda de la nave y del crucero es de cañón, mientras el ábside cubre cuarto de esfera. El aparejo es muy variable. Podemos decir que en la parte más antigua predomina material casi sin desbastar, de diversos tamaños y dimensiones. Por otra parte, la fachada occidental, que alberga la puerta de acceso al templo, muestra sillares de caliza formando hiladas regulares, y corresponde a una remodelación de finales de la época románica. La fachada actual se remata con una espadaña de dos vanos de medio punto, mientras que la cubierta es a doble batiente, sobresaliendo la cornisa de la nave y el transepto.

 

El interior está encalado con la excepción de las partes inferiores de la nave, del crucero y de la zona absidal. Por otra parte, en el exterior encontramos un aparejo tosco, de aspecto homogéneo a base de piedras medianas y pequeñas trabadas con mortero y dispuestas en hiladas más o menos regulares. Destacan, no obstante, los sillares voluminosos de las esquinas y la variedad de piedra del conjunto que presenta calcáreas, esquistos, conglomerados, granito y piedra pómez de travertino que se usó para las cornisas, muy desgastadas, en bisel, que resiguen todo el edificio. El mismo material está presente en las dovelas de los arcos de las ventanas del muro sur.

 

La fachada oeste remite a modelos parecidos de la región, como las de Sant Martí de Dosquers (Garrotxa), Sant Martí de Corsavell (Alt Empordà) o Sant Andreu de Serinyà (Pla de l’Estany), que se suelen datar entre la segunda mitad del siglo xii y el primer cuarto del xiii.. El aparejo es a base de sillares de piedra caliza de gran tamaño y buena factura, dispuestos en hiladas regulares que van disminuyendo en tamaño en sentido ascendente. Contrasta con el aparejo del resto del templo, mucho más tosco.

 

Se abre, en dicha fachada, una portada sencilla pero elegante, que debió substituir un acceso primitivo mucho más simple. Consta de cuatro arcos de medio punto en degradación, adovelados, que descansan sobre un dintel liso al igual que el tímpano que albergan. Todo el conjunto está protegido por un guardapolvo a base de moldura cóncava y descansa sobre cornisa horizontal idéntica a la anterior citada. Justo encima de la portada, se abre una ventana de doble derrame formada por dos arcos de medio punto en gradación, igualmente adovelados, y también protegidos por un guardapolvo de las mismas características que el de la portada. La fachada remata con una moderna espadaña superior de dos vanos, que substituyó a una estructura cuadrangular anterior, que conocemos gracias a fotografías antiguas.

 

Por otra parte, el resto de la estructura del edificio y su historia nos conduce a una datación hacia los inicios del siglo xi, si tenemos en cuenta su carácter arcaico, o incluso anterior, si nos atenemos a la fecha de consagración del templo del año 957. Para ello nos basamos en elementos como la cabecera triple, con absidiolas apenas visibles y dotadas de las ventanas de un solo derrame. Este tipo de construcciones, más o menos modestas, fueron frecuentes en la etapa inicial del románico en la zona de influencia de los condados catalanes nororientales; hay ejemplos cercanos en las iglesias monásticas de Sant Andreu de Sureda y Sant Genís de Fontanes, en el Rosellón, y en la de Sant Miquel de Cruïlles, en el Baix Empordà, aunque todas son más monumentales. Del mismo modo, se ha relacionado Sant Pere de Albanyà con Santa Helena de Rodes, a pesar de que ésta presenta un ábside cuadrangular.

 

Como ya hemos apuntado, el edificio ha sido objeto de remodelaciones a lo largo de los siglos, pero ha mantenido su estructura inicial con añadidos posteriores como la sobreelevación del ábside central y del brazo meridional del transepto, que le proporcionan un aspecto fortificado. En el pasado siglo xx se eliminó la estructura cuadrangular del campanario, y se rehízo la portada substituyendo elementos muy deteriorados como el dintel monolítico y la mayoría de los sillares de las jambas, a la par que se renovó la moldura horizontal.

 

 

Elementos de forja de la puerta de acceso

 

La actual puerta de Sant Pere consta de dos batientes de madera de época moderna que conserva algunos elementos de forja que no podemos determinar si corresponden a la etapa románica del templo. No obstante, son de factura casi idéntica a los que se conservan en la puerta de Sant Martí de Corsavell, que se conserva hoy precisamente en la iglesia de Sant Pere Albanyà (donde se trasladó para evitar su sustracción).

 

Del conjunto de herrajes destacamos el cerrojo, de gran tamaño, que termina en una cabeza ladeada con forma de serpiente y desliza entre tres anillos decorados con incisiones semicirculares. Llaman igualmente la atención los dos picaportes. Constan de sendas placas circulares, dentadas, con tres círculos decorativos a base de pequeños orificios. De ellas penden las argollas decoradas con tres protuberancias.

 

No podemos aseverar que el resto de elementos, a base de una cinta ancha plana y lisa, de la que surgen a cada extremo dobles espiras enrolladas en sentido opuesto, correspondan a la etapa románica; por este motivo se hace complicada su datación. Hay que recordar que desde el siglo x se citan algunas fraguas o herrerías en esta región; en concreto, la más antigua documentada, en el año 957, corresponde al molino de Fàbregues, muy cercano a Albanyà.

 

 

Texto: MJV – Fotos: MJV/ATR – Planos: ATR

 

Bibliografía

 

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