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Muro oriental de la torre

Identificador
40172_01_083
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 7' 54.07" , -3º 48' 48.38"
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María

Localidad
Pedraza
Municipio
Pedraza
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA PRIMERA MENCIÓN A ESTA IGLESIA la encontramos en un documento de asignación de préstamos para el mantenimiento del tesorero del cabildo, concedido por el obispo don Guillermo en 1161, donde aquel recibe junto a otros propios del mitrado los de San Quirce de Segovia y Santa María de Pedraza. La misma vinculación a dicha dignidad se mantiene en el reparto de rentas del cabildo segoviano de 1247, aportando algo más de 15 maravedíes a las del tesorero en el documento de 1 de junio y “XX moravedis et IIII soldos et medio” en la ratificación por el cardenal Gil de Torres el 14 de septiembre. Se alzan las ruinas de Santa María ante la explanada del castillo, por lo que también se la conoce como Santa María del Castillo, y antes “de Mediavilla”, aunque su posición sea más bien excéntrica dentro del recinto murado. Presidía la colación de su nombre, una de las cuatro intramuros y centro edilicio prácticamente hasta la época contemporánea, mientras que la vida concejil se desarrollaba en torno a San Juan. Desapareció como parroquia a principios del siglo XIX con la fuerte despoblación de la villa, iniciándose entonces su proceso de ruina. Conserva la iglesia parte de su cabecera, levantada en mampostería con refuerzo de sillares en los esquinales, recercado de vanos e impostas, así como la torre. Los vestigios restantes plantean, precisamente por lo fragmentario de los mismos, no pocas dudas acerca de la primitiva configuración del edificio. La capilla mayor fue reconstruida en época renacentista, sustituyéndose el previsible remate semicircular por el actual de testero plano, que unifica los espacios de presbiterio y ábside y los cubre con una hoy arruinada cúpula sobre pechinas, levantada en ladrillo y recubierta de yeserías. No obstante, resta de la primitiva el codillo del que partía el presunto hemiciclo, en sillería, así como parte de los muros laterales del tramo recto, animados con arquerías decorativas de dos arquillos de medio punto, rehechos en el muro norte -habían sido modificados por hoy desaparecidos lucillos sepulcrales- y fragmentarios en el sur. En éste resta una columnilla, sobre banco de fábrica, basa ática y coronada por un capitel que sólo adorna su cesta con chaflanes en los ángulos a modo de hojitas. Se mantiene también el primitivo arco triunfal, de medio punto y doblado hacia la nave con chambrana abocelada, que apea en machones con semicolumnas en el frente y capitelillos recogiendo el arco doblado, todo en lastimoso estado. En el lado de la epístola se mantienen ambos capiteles, simples cestas lisas con rebajes en los ángulos a modo de hojas, bajo cimacio de triple hilera de billetes. El correspondiente al lado del evangelio, bajo cimacio de junquillo y nacela, resulta desproporcionado en relación a su pareja, aunque muestra idéntica simpleza. El ábside del evangelio mantiene en parte su primitiva estructura, con un profundo tramo recto y ábside semicircular, cuyo tambor muestra su descarnada mampostería de lajas y el arranque de la bóveda de horno que lo cubría, sobre imposta abiselada. Se corona con una cornisa achaflanada soportada por canes de simple nacela, todo labrado a hacha, y en el eje se abre una hoy cegada ventana de arco de medio punto con bocel rodeado por chambrana de junquillo y nacela. Apea al exterior el arco en una pareja de columnas acodilladas, de breve fuste sobre basas áticas con plinto, coronadas por sencillos capiteles vegetales, el más septentrional, destrozado, de hojas lisas, y el otro con hojas picudas de nervio central hendido, resueltas en volutas las extremas. Ambos muestran el cimacio labrado en el mismo bloque que la cesta. El tramo recto de esta capilla lateral conserva únicamente su muro meridional, con el riñón de la bóveda de cañón en encofrado de calicanto que lo cerraba, sobre imposta achaflanada. Bajo ella, decora el paramento un arco de medio punto ciego moldurado con bocel sobre columnas acodilladas, de la que resta completa la oriental y la basa ática y parte del fuste de la otra. Corona la completa un capitel vegetal de grandes hojas lisas lanceoladas con acusado nervio central -en todo similar al conservado en el castillo-, bajo un destrozado cimacio de tetrapétalas en clípeos ornados con contario y hojitas entre medias. Nada resta de las naves primitivas -probablemente dos, luego quizás transformadas en tres- pues el actual muro septentrional fue rehecho en época postmedieval, reutilizando en su mampostería numerosas piezas románicas; sí es visible en el testero de la central, sobre el arco de triunfo, la roza de una cubierta a doble vertiente. Las dos portadas laterales, de arcos de medio punto con sillería almohadillada y motivos florales con el anagrama de María, son fruto de la reforma moderna del conjunto, aunque en la septentrional restan dos sillares de arista abocelada, quizás vestigios una primitiva jamba. En esta misma fachada observamos dos sillares de esquina, labrados a trinchante y aproximadamente alineados con los muros que afloran a los pies de la iglesia, aunque su interpretación se hace sumamente complicada. Y poco podemos decir de los arquillos ligeramente ultrapasados de ladrillo que se disponen en la fachada meridional, tres y el arranque de un cuarto al este de la portada y otros siete hacia los pies. El hecho de que se manifiesten al interior nos hace pensar en un rudimentario pórtico, aunque sus reducidas dimensiones no parezcan avalar esta suposición. Sorprendente resulta también la estructura de la torre, situada al sur y ligeramente separada de la capilla mayor. Desconocemos el tipo de comunicación con ésta al haber sido rehecha, ya que el vano adintelado actual es obra moderna, aunque no deja de recordar su ubicación la de las torres sepulvedanas de El Salvador y Nuestra Señora de la Peña. De planta cuadrada, se levantó en encofrado de calicanto y ladrillo en los reformados pisos altos, aunque todo el muro norte y el esquinal noroeste resulta un mosaico de mampostería con verdugadas de ladrillo y sillares reaprovechados. A esta reforma parece corresponder la inscripción en el revoco del arco oriental, por cierto recercado por un alfiz con molduras de bolas de aire renaciente: SE IZO ESTA OBRA SIENDO CURA EL / SEÑOR DON ANASTASIA (sic) MARTINEZ / I BITORES [...]OR AÑO DE 1777. Pese a la amalgama de campañas, sobre todo el cuerpo bajo y los dos siguientes de esta torre resultan sumamente interesantes. Pasado el moderno y antes citado vano, en el piso bajo de su fachada septentrional encontramos un pasadizo abovedado con impostas de bisel que horada el grueso muro y aboca a una descentrada portada de arco de medio punto. Cúbrese este cuerpo bajo con una bóveda encofrada de medio cañón de eje norte-sur, mostrando los muros fábrica mixta, con calicanto y machones angulares de ladrillo. No se comunicaba éste piso con el superior, ignorando nosotros el modo de acceso a éste, hoy posible a través de una estrecha ventana abierta con posterioridad en la cara norte de la torre o bien por un boquete en la propia bóveda, que no descartamos fuese volteada con posterioridad a la caja de muros. A partir del primer piso la separación entre los niveles se realiza mediante forjados de madera. En la cara meridional de este primero se abrió una ventana de estrecha saetera con doble derrame, rodeada de arco de medio punto, abocelado como las jambas, y chambrana con triple hilera de billetes. Da la sensación incluso que este vano, claramente románico, fue abierto con posteridad, lo que de ser tal avalaría una antigüedad mayor para esta estructura. Refuerza tal impresión el propio sistema constructivo de la torre en este piso y el siguiente, ligeramente retranqueado, consistente en cajas encofradas de calicanto cuyos muros se van solapando de modo alterno, sin refuerzo de sillar o ladrillo en las esquinas, modo en el que se levantó la torre de San Millán de Segovia. Como en el ejemplo de la capital, la lectura de los mechinales, huellas y restos del maderamen y las rozas de unión entre las cajas, permiten reconstruir con cierta fidelidad el proceso constructivo de la estructura, que debió ser relativamente rápido. Con el mismo sistema se aparejó el segundo piso, estando ya alterados los dos superiores, donde se abren unos muy remozados vanos en los que se aprovechan algunos elementos románicos, como las columnas de los parteluces superiores. El referido sistema constructivo aboga, en ambos casos, por una anterioridad de la torre respecto al resto de la fábrica, rubricada en el caso de San Millán por la presencia de arcos de neta herradura en los pisos altos, lo que nos llevaría a fechas tempranas, dentro del siglo XI. Igualmente, aunque de incierto origen y filiación, encontramos un minúsculo fragmento de relieve decorado con una carita humana simplemente silueteada en reserva, hoy reutilizado en el extradós de la bóveda que cierra el piso bajo. Dentro de la torre se han recuperado algunos vestigios del primitivo edificio, como dos canecillos románicos con perfil de nacela y otro con un rudo busto humano someramente caracterizado, los restos de un escudo con las armas de los Herrera, duques de Frías, señores de Pedraza y propietarios del cercano castillo desde el siglo XIV, así como dos fragmentos de una lápida con caracteres góticos. Al oeste de la torre, adosada en parte a su muro, se construyó, probablemente ente el siglo XV y el XVI, una capilla con fábrica mixta y cubierta por bóveda de cañón de ladrillo sobre impostas de nacela y canes de cuarto bocel. Se abre a la nave mediante un formero de medio punto sobre impostas de junquillo y nacela, mostrando en su muro occidental una estrecha saetera recercada de ladrillo y una ventana adintelada, claramente de fachada, lo que invita a pensar que en origen no existió una nave de la epístola. Cerrando un óculo de la fachada norte de esta capilla se reutilizó una ruda celosía, bloque monolítico calado con círculos y triángulos, que por su aspecto bien pudiera corresponder a la fase más primitiva del templo. Así pues, aceptando la ausencia de grandes certitudes, parece que la secuencia constructiva arrancaría con la erección de la torre, adosada o próxima a un edificio de nave única, posteriormente ampliado con una colateral al norte. Ya en época bajomedieval se añadió una capilla al sur de la nave, reconstruyéndose el cuerpo de la iglesia en época renaciente. Y si complejo resulta argumentar tal sucesión de campañas con los menguados testimonios visibles, menos prudente sería intentar avanzar fechas para las mismas, lo que no es óbice para suponer, como arriba esbozamos, una notable antigüedad a la fábrica de la torre. En el interior del inmediato castillo, propiedad desde el pasado siglo de la familia Zuloaga, se conserva un capitel románico labrado en caliza dorada creemos que procedente del arco triunfal del ábside del evangelio de esta iglesia de Santa María. Recibe somera decoración de hojas lisas de acusado nervio central, resultando en todo similar al de la arquería del citado absidiolo septentrional. Distinto debe ser el caso de una portada hoy reutilizada en el acceso al patio de armas del recinto, que consta de arco de medio punto de 2,2 m de luz, con la rosca moldurada por sucesión de cinco boceles que en los salmeres se entregan en bezantes, rodeándose por una destrozada chambrana ornada por bocel con incisiones y hojitas de nervio central. Denuncia el arco su labra a hacha, al igual que las impostas que coronan las jambas, éstas ornadas con flores tetrapétalas inscritas en clípeos con decoración de contario. Las aristas de las jambas se matan con bocelillos. Rodeaba el arco, al exterior, un alfiz, del que restan las dos pilastras laterales, de aristas matadas por boceles. Aunque muy fragmentarios, en él son visibles aún restos de policromía de tonos ocres. Es probable, como señala Antonio Ruiz Hernando en la introducción a la arquitectura civil de la provincia en esta misma obra, que su origen esté en la fábrica del primitivo castillo románico.