Identificador
33858_01_007
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
43º 23' 42.42" , -6º 8' 42.32"
Idioma
Autor
María Fernández Parrado
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Santa Eulalia de las Dorigas
Municipio
Salas
Provincia
Asturias
Comunidad
Principado de Asturias
País
España
Claves
Descripción
MUY REFORMADA Y CON ESCASOS vestigios de su pasado medieval, la iglesia de Santa Eulalia, también conocida antiguamente como Santa Eulalia del Narcea, se levanta en el centro del caserío del pueblo de Doriga, En 1086 los hermanos Osorio, Pelayo y Elvira Froilaz donaron a la catedral de Oviedo in valle de Doriga, iusta flumen Narceie, in monasterio Sante Eulalie cum ómnibus villis et hereditatibus. Años después, en 1104, Gontrodo Osoriz, tía de los anteriores, hizo lo propio con su parte del monasterio. Poco tiempo después, en un momento impreciso, en las primeras décadas de ese mismo siglo XII, el conde Suero Bermúdez hizo entrega al hospital de peregrinos de San Juan de Oviedo de su parte del préstamo de Santa Eulalia de Doriga, propiedad que también aparece incluida en la controvertida donación del monasterio de Cornellana a San Salvador de Oviedo, que este mismo conde otorgó en 1128. En 1121, según reza la inscripción que se conserva en el pórtico de la iglesia, el obispo de Oviedo Don Pelayo consagró el templo, o mejor debiéramos hablar de una nueva consagración, pues, como vimos anteriormente, el templo ya existía. Este acto, que también se produjo en otros templos, puede ser considerado un acto de confirmación de la nueva propiedad de la iglesia, que tras haber permanecido en manos privadas pasaría en esos momentos a formar parte de los bienes del señorío episcopal. El templo de Santa Eulalia, totalmente reconstruido, conserva de su pasado románico, junto a la inscripción a la que hemos hecho referencia, una pequeña y sencilla portada con arco de medio punto que se remata con guardapolvo decorado con dientes de sierra moldurados, y descansa sobre impostas con un fino baquetón; mientras que las jambas, con excelente sillería, presentan la arista ligeramente bocelada y flanqueada por baquetones. Un esquema sencillo dentro de los repertorios del románico tardío y popular de los siglos XIII y XIV, que cuenta con numerosos ejemplos en templos cercanos, como los de San Vicente de Castañedo o San Cosme de Rañeces, en el vecino concejo de Grado. En el interior, situado en el ático del retablo mayor, se conserva un interesante Calvario, muestra de la conjunción entre la tradición románica, ya un tanto arcaizante, y las innovaciones góticas. Este conjunto es ejemplo de un fenómeno habitual en la imaginería medieval asturiana en la que, acompañando a un Crucificado plenamente gótico, se colocan las figuras más arcaizantes de los dolientes. Hecho que se viene explicando en relación con la jerarquía y simbolismo de cada una de los personajes de la escena, siendo el Crucificado el lugar más indicado para el despliegue de las innovaciones técnicas y la trasmisión de la nueva sensibilidad del gótico, donde trabajarían las manos más cualificadas del taller, mientras que el resto de imágenes quedarían en manos más inexpertas y sujetas a la tradición. Esta circunstancia trae como consecuencia la difícil datación de las piezas, en la mayoría de los casos obras tardías del siglo XIII o incluso del XIV, pero por sus características iconográficas y formales se enmarcan todavía, al menos en algunos de sus aspectos, en la estética románica. En el Calvario de Santa Eulalia de Doriga, como ya hemos dicho, a ambos lados del Crucificado gótico, se disponen los dolientes de tradición románica. Siguen esquemas codificados de la iconografía del dolor: las dos figuras, en posición frontal, hieráticas y rígidas, no dejan entrever atisbo alguno de naturalismo o expresividad. La Virgen se lleva las manos al pecho, mientras san Juan apoya la mejilla en su mano y porta los Evangelios. Los dos visten túnicas largas, con toca en el caso de María, en las que los plegados duros y sumarios transmiten lo “descuidado” del tratamiento, contrastando así, en cierta medida, con la imagen del Crucificado, en la que la expresividad y el detallismo incipiente son claros ejemplos del cambio de sensibilidades entre uno y otro estilo.