Identificador
31200_01_081
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
Sin información
Idioma
Autor
Javier Martínez de Aguirre
Colaboradores
Institución Príncipe de Viana
Derechos
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Estella / Lizarra
Municipio
Estella / Lizarra
Provincia
Navarra
Comunidad
Navarra
País
España
Descripción
EMPLAZADA EN LA VERTIENTE ORIENTAL de la Peña de los Castillos, fue iglesia parroquial del barrio construido al pie de la fortaleza, donde inicialmente estuvo la judería. A diferencia de las otras parroquias románicas de Estella presenta nave única y limita el complemento escultórico a canecillos, capiteles interiores y óculo. Tras un proyecto inicial de 1983 y una mejora de las cubiertas en 1996, el templo ha sido sometido a una reciente y completa intervención, dirigida por José Luis Franchez entre los años 2001 y 2006. Fue declarada Bien de Interés Cultural en 1983. La primera referencia conocida (1145) consiste en la donación de la sinagoga de Estella que hizo el rey García Ramírez el Restaurador a la catedral de Pamplona, para que en ella se celebrara el ministerio eclesiástico en honor de Santa María y de Todos los Santos, y para que fuera por siempre decanía del obispo y los canónigos. No especifica otra motivación que el sufragio por el alma de su mujer, la difunta reina Margarita. Años más tarde, en 1174, la concordia establecida para resolver un contencioso entre el obispo pamplonés y el abad de San Juan de la Peña ratifica que Santa María Jus del Castillo (denominada Sancta Maria de Iudaria) era propiedad del obispo. Las restantes noticias (empezando por un compromiso de 1226 donde aparece citado un tal magister G, que parece ser vicario episcopal en Santa María de Estella) pertenecen ya al siglo XIII. Se centran sobre todo en la hipotética donación del templo a los frailes dominicos o grandimontinos, asunto que carece de relevancia a la hora de hablar de la edificación románica. La rica documentación de los siglos XVI y XVIII, especialmente el libro 89 del archivo parroquial, estudiada con acierto por Goñi Gaztambide, apenas aporta otros datos para nuestro interés que la renovación de fachada y torre en la década de 1740. El primer estudioso del edificio, Tomás Biurrun (1936), redactó una breve descripción un tanto confusa. Uranga e Íñiguez en 1973 afirmaron que su escultura habría sido realizada hacia 1200 y que mientras la de la cabecera era típicamente románica, relacionada con la iglesita de Rocamador, la nave era gótica. El Catálogo Monumental de Navarra consideraba románica toda la iglesia y señalaba tanto la filiación “cisterciense” de los capiteles interiores como las relaciones con un sepulcro de San Pedro de la Rúa. Las opiniones divergen entre quienes estiman que en la edificación del templo se evidencian dos fases o solamente una. Entre las defensoras de una única campaña a finales del siglo XII se cuentan Fernández- Ladreda y Jover Hernando. Postula dos Lacarra Ducay: la etapa románica hacia 1200 incluiría la cabecera con sus bóvedas y el perímetro mural; en la segunda mitad del XIII habrían elevado los muros y habrían ejecutado las bóvedas de la nave. Igualmente Martínez Álava mantiene la existencia de dos planes constructivos diferenciados y afina en las relaciones estilísticas, apuntando que las soluciones arquitectónicas de la nave remiten a Irache; además, advierte semejanzas entre sus marcas de cantero y las de San Miguel de Estella, y sitúa la obra entre el último cuarto del siglo XII y los primeros años del XIII. En cuanto a la escultura, la vincula con San Miguel y San Juan de Estella. En su estado actual la iglesia presenta ábside semicircular acompañado de anteábside y seguido por tres tramos de nave, con lo que presenta la forma más habitual en las iglesias románicas navarras. La cabecera recibe luz a través de tres estrechas saeteras que hacia el interior adoptan marcado abocinamiento carente de complemento ornamental. El arquitecto distribuyó con sutileza rebajes, hiladas y vanos a lo largo del alzado, que tienen su correspondencia con la disposición interior de molduras y abocinamientos. Apreciamos igualmente la acomodación de la construcción a las condiciones topográficas del emplazamiento: el zócalo descansa sobre la roca. Resulta significativa la presencia de cuatro semicolumnas adosadas en el exterior, que rematan en capiteles bajo la cornisa. La presencia de semicolumnas absidales es especialmente característica de Tierra Estella. En cuanto a su número y su combinación con ventanas, Santa María Jus difiere de las pautas más habituales, de tal forma que su tracista parece haberse inspirado en el ábside central de San Miguel de Estella, simplificando sus formas. En el interior se cubre con la tradicional bóveda de cuarto de esfera. En las fechas en que se construyó ya era frecuente el uso de bóvedas de horno apuntadas, pero, de haberla empleado aquí, no hubieran podido abrir el óculo lobulado sobre el arco de embocadura. En efecto, es de resaltar la diferencia de altura entre presbiterio y nave, de forma que la bóveda absidal tiene 9,06 frente a los 12,14 de la nave (hay que tener en cuenta también el diferente nivel del suelo). La presencia de dos molduras absidales, una bajo las ventanas decorada con bolas y otra en el arranque de la bóveda, es frecuente en la época; también lo es el rebaje a continuación de la primera hilada. La nave se articula en tres tramos, ligeramente más anchos que la cabecera. Aumenta su profundidad conforme nos alejamos del ábside. Su anchura es de 8,35 m y el templo mide en total, desde el hastial hasta el ábside, 27,30, con lo que nos hallamos ante una iglesia considerablemente mayor que las típicas rurales. La nave queda separada de la cabecera mediante un gran arco rebajado que descansa en gruesas semicolumnas elevadas sobre altos plintos y con capiteles decorados. Como hemos avanzado, la diferencia de altura entre la bóveda de la cabecera y la de la nave permite la apertura de un óculo lobulado sobre el arco de embocadura. La presencia de este vano es atípica en el románico navarro, donde la diferencia de altura de bóveda entre cabecera y naves no suele ser muy marcada. Óculos en este emplazamiento, de muy larga tradición en Occidente, aparecen en iglesias tardorrománicas relacionadas con Navarra, como la catedral metropolitana de Tarragona. Más raro es que el óculo se presente lobulado y decorado con cabecitas. Los ejemplos más cercanos los proporciona el cimborrio de Irache. Como de allí fueron copiados los detalles de construcción de las bóvedas de Santa María Jus, lo más probable es que el maestro de obras hubiera tomado los óculos irachenses como referencia; pero en Irache carecen de decoración figurativa. Lo mismo sucede en Roncesvalles, de la segunda década del siglo XIII, que pertenecen a un templo directamente inspirado en el gótico de la Isla de Francia. Será en Tarragona donde encontremos una decoración a comparar. Existen dos puertas originales: una corresponde al tramo oriental, situada hacia el norte junto a la pilastra (91 cm de vano); y la otra al tramo central, emplazada hacia el sur, también junto a otra pilastra (116 cm de vano). La oriental culmina en arco de medio punto y la central en arco apuntado, realizada en la segunda campaña. El que se ubiquen inmediatas a las pilastras nos recuerda al palacio real de Pamplona, de finales del siglo XII. No es tan frecuente la presencia de tres puertas en templos parroquiales y menos todavía que una de ellas se abra en el tramo anejo a la cabecera. La occidental probablemente estuvo proyectada desde el principio. La presencia de las otras dos puede estar originada por el fuerte desnivel o por el hecho de que Santa María Jus fuera el resultado de la adecuación de una sinagoga al culto cristiano, con lo que quizá había una tradición en el acceso al espacio interior. La nave carece de ventanas en el lado norte, lo que es normal en el románico navarro, y sólo presenta una en el sur. En la reciente intervención ha sido recuperada la que debió de haber sido su dimensión original, aunque sorprende la inexistencia de derrame en su parte inferior. Presenta dimensiones muy superiores a lo normal en edificios románicos de nave única. La hilada que marca el arranque inferior de la ventana en el paramento exterior coincide con la de inicio de las ventanas del ábside. La de la nave ocupa más de diecisiete hiladas. Consta de doble abocinamiento. La nave se cubre con tres tramos de bóveda de crucería (en el segundo los plementos son de ladrillo, producto de una intervención posmedieval). Como hemos adelantado, el contraste entre la bóveda de horno del ábside y la de la nave llevó a pensar a varios historiadores que en Santa María Jus se habían producido dos fases muy diferenciadas en formas y cronología. Hubo una interrupción o cambio de taller, pero no hay razones para concluir que entre una y otra campaña pasase demasiado tiempo. Las cabeceras absidadas de inercia románica siguieron siendo empleadas sin reparos durante el siglo XIII (Úgar). Además, el sistema de crucería utilizado en Santa María Jus corresponde a las soluciones primeras de este tipo en Navarra. Sus nervios muestran sección cuadrangular como otras obras de finales del siglo XII y primeros años del XIII (palacio real de Pamplona, La Oliva, Torres del Río, Eunate, Orísoain, Gallipienzo, Fitero, Espíritu Santo de Roncesvalles, etc.). Sus claves dibujan un aspa, en la que disponen decoración figurada. Ambos elementos recuerdan sobre todo a Irache. Es más, el hecho de que los fajones arranquen a mayor altura que los nervios constituye una solución muy semejante a la que vemos en la nave central de Irache, adoptada en el arte occidental durante las primeras décadas de aplicación de las bóvedas de crucería, generalmente para acompasar arcos diagonales de medio punto con fajones apuntados. En Navarra hacia 1200 lo usan Irache y Fitero. Las bóvedas apean en pilastras de perfil en T. La parte central sustenta el fajón, con moldura intermedia, mientras las laterales reciben los nervios sobre capiteles. El sistema no resuelve satisfactoriamente el encuentro entre las aristas de las pilastras y la sección circular de los capiteles. Las pilastras en T aparecen, por ejemplo, en las naves laterales de Fitero. Las hiladas de sillares ponen de manifiesto interrupciones de obra en la parte baja del alzado del primer y del último tramo del muro meridional. También hay encuentros mal resueltos entre el muro norte y el hastial y en la fachada occidental, causados por la remodelación del siglo XVIII. Los contrafuertes de la nave siguen tres patrones: los que conectan nave y cabecera muestran rebaje a la altura del zócalo del ábside y en la parte superior disminuyen de sección a partir de una primera moldura bateaguas, cuya colocación viene a coincidir con la cornisa de la nave; terminan en pendiente a partir de una segunda moldura. Los septentrionales disminuyen ligeramente su sección en la hilada que sostiene la cornisa. Los meridionales terminan a mayor altura con marcada pendiente, a causa de la distinta altura del muro. El tramo occidental del muro norte muestra canes de mayor vuelo, con formas distintas de las normales hacia 1200. Visto desde el interior, advertimos en el hastial dos macizos a manera de grandes machones a ambos lados de la puerta. El meridional es algo mayor, lo que puede justificarse por la existencia de una escalera interior a partir del piso alto. Ambos machones se unen en un arco de medio punto ligeramente descentrado. El acceso a la escalera se realiza por un vano trilobulado, propio del XIII. Los machones disminuyen ligeramente de sección un poco por debajo del umbral de la puerta de la escalera, lo que indica que hubo alguna solución arquitectónica hoy perdida. Sorprende la inexistencia de portada monumental. Los capiteles de las semicolumnas exteriores despliegan motivos vegetales. Empezando por el lado septentrional, vemos: doble voluta rematada en flor de lis y, debajo, palmetas planas en esquinas; dos corolas de lancetas triples y palmetas, abanicos avenerados en las esquinas; dobles volutas en esquina y centro con remates en abanico y palmetas interiores; y palmetas hendidas con remate vuelto. Los veinticinco diseños de los canecillos absidales responden a fórmulas esquematizadoras de tradición románica. Empezando por el lado norte alternan con todas las combinaciones imaginables entre rollos y medias cañas otros motivos, como losanjeado, ajedrezado, pencas vueltas con hojas o acompañadas de palmetas, tonel con pipeta, cinco frutos, doble zigzag, tres hileras de losanjeado y cinco puntas de clavo. Hojas en espiral adornan la parte superior de los contrafuertes correspondientes a la conexión entre cabecera y nave, así como la serie de palmetas visibles bajo una cornisa. Las hojas en espiral habían llegado a Navarra de manos del maestro del claustro de la catedral de Pamplona, quien lo habría aprendido en Toulouse. Se incrusta en el hastial un sillar con un pequeño crismón trinitario, de un tipo no muy frecuente: los brazos de la X no llegan hasta el círculo exterior, con lo que queda más sitio para que las restantes letras (P, A, y S) adopten buen tamaño. También quedó destacada la cruz, formada aprovechando el palo vertical de la P. Iturgáiz encuentra los paralelos más cercanos en Ubani y Turrillas. En cuanto al interior, los capiteles alternan hojas de palma con acantos de remate vuelto, palmas hendidas, hojas grandes lisas vueltas en volutas acaracoladas y grandes hojas muy molduradas y vueltas en pico. Todas pueden aparecer tanto enteras como hendidas, a veces adornadas con bolas, con series de orificios o con diseños de roleos. Los más cuidados corresponden a las semicolumnas de la embocadura del ábside. Pertenecen al repertorio tardorrománico empleado en los canes absidales. En cambio, algunos de la nave, especialmente en el muro del evangelio, derivan de los crochets característicos del primer gótico. Las esquinas orientales están ocupadas por dos ménsulas, una con cabeza barbada y otra con monstruo antropófago. El repertorio decorativo de la cabecera resulta muy semejante al del palacio románico de Estella, donde los motivos aparecen en ocasiones más jugosos, de relieve más cuidado, más variados y mejor organizados. El escultor de Santa María probablemente aprendió en el taller del palacio románico. También se advierte cercanía formal con Rocamador, donde sin embargo también trabaja otro escultor más cercano a los canecillos de Irache. Dadas las relaciones escultóricas entre el palacio real y el claustro de San Pedro de la Rúa, se ven conexiones temáticas entre capiteles de dicho claustro y Santa María Jus, aunque menos directas que con la escultura del palacio: los capiteles vegetales del claustro resultan más ricos y complejos que los de nuestra iglesia, por lo que hay que pensar que el palacio es obra intermedia entre ambas. Uranga e Íñiguez habían hablado de similitudes entre los capiteles de Santa María y la puerta norte de San Juan de Estella. Ciertamente coinciden en los tallos rectos que se cruzan y confluyen por parejas en las esquinas y en el centro, acompañados de diversas hojas. No obstante, aunque sean motivos parecidos, están trabajados de manera distinta. Los tallos de San Juan se vuelven en formas flordelisadas; las hojas de acompañamiento de San Juan se acercan más a los diseños grandes e individualizados, más naturalistas y menos esquemáticos, habituales en los comienzos del gótico. San Juan sería el último paso en una tradición inercial de temas románicos. Otro aspecto a señalar es la utilización de ménsulas a manera de capiteles para apear nervios en el interior, caso único dentro del románico navarro. Si contamos la totalidad de capiteles del interior, vemos que existen dos de mayores dimensiones tallados desde el principio para la embocadura de la cabecera. A continuación tenemos, sustentando los doce apeos de los seis nervios, dos ménsulas, ocho capiteles decorados y dos soportes lisos, los del hastial. Las ménsulas presentan motivos típicos de ménsulas y no de capiteles: una cabeza humana barbada y una cabeza de fiera que devora un hombre. Éste último asunto es especialmente relevante: se trata del monstruo andrófago, que había aparecido por primera vez en el románico navarro en una ménsula de la catedral de Pamplona. El motivo fue copiado y reinterpretado en numerosas ocasiones. Parecía especialmente apropiado para soportar el tímpano de una portada y quedó así tipificado en Tierra Estella por la cabezota de la que brotan dos piernas. La inadecuación de las pilastras a los capiteles, el empleo de ménsulas donde debería haber capiteles y la ausencia de portada con capiteles en el hastial lleva a preguntarse si reaprovecharon en el interior un material destinado inicialmente a una portada, probablemente la occidental. Quizá durante la edificación de la nave decidieron utilizar en el interior materiales trabajados para la portada. La clave oriental está dedicada a una roseta, tema que vemos también en Irache. La segunda nos muestra la imagen del Pantocrátor flanqueado por los símbolos de los evangelistas, que ocupan los extremos del aspa (como en la primera clave de la nave central de Irache). A primera vista parece extraña esta presencia aquí, cuando es el tema más normal de una portada, de ábside o de otro lugar de mayor categoría. Tanto en Irache como en Santa María Jus el Pantocrátor se sitúa en el primer tramo destinado a los fieles. En tercer lugar tenemos una imagen de la Virgen con el Niño, coronada. María sujeta en su mano derecha una flor y sienta al Niño sobre su pierna izquierda con ligero ladeamiento, con lo que nos recuerda a Nuestra Señora de Rocamador, de Estella. Los motivos de las claves fueron encuadrados en marcos diversos: circular (primera), de doble ojiva (segunda) y ovalado (tercera). De los tres, sólo la mandorla de la segunda constituye un elemento significativo, ya que solía encerrar la imagen del Pantocrátor en la iconografía románica. La existencia de marcos en todas ellas resulta interesante, ya que en un primer momento las claves aspadas de bóvedas de crucería con nervios de sección cuadrangular no siempre encerraban el motivo principal en un marco (lapidación de San Esteban o bautismo de Cristo en Irache). Este encuadre se fue haciendo habitual conforme avanzó el tiempo. Reconstruyamos un hipotético proceso constructivo. La donación de la sinagoga al obispo de Pamplona tuvo lugar en 1145. La primera modificación del antiguo edificio habría consistido en la anexión de un ábside, que fue localizado en las excavaciones tallado en la roca emplazada al Este y por el exterior del edificio judío. La roca madre habría obligado a disponerla sobreelevada respecto de la nave. El encargo del nuevo templo se produjo décadas más tarde. La obra se inició por la cabecera. Ni el maestro de obras era innovador, ni el encargo resultaba ambicioso. El mismo hecho de optar por una iglesia de nave única, en una localidad cuyas restantes parroquias habían preferido mayoritariamente las tres naves y las grandes dimensiones, evidencia las limitaciones con que partió la iniciativa. Cabe diferenciar dos campañas. La primera consistió en la edificación de una cabecera nueva, siguiendo el trazado más normal entre las parroquias rurales navarras, aunque de dimensiones un poco más amplias que las de las pequeñas aldeas y con cierto empaque. Lo revela el cuidado inicial plasmado en el número de columnas adosadas al exterior del ábside y en la abundancia de canecillos, lo que contrasta, sin embargo, con la ausencia de columnillas en las ventanas. Las soluciones arquitectónicas de esta primera campaña cuentan con el referente cercano de San Miguel. Para la realización de la cabecera fue contratado un escultor que llevaba cierto tiempo en Estella. Había formado parte del taller que adornó el palacio románico, que a su vez venía de trabajar en el claustro de San Pedro de la Rúa. Ejecutó los canecillos y los dos capiteles del arco de embocadura de la cabecera. En la primera campaña también se había alzado el muro norte y las hiladas inferiores del primer tramo del muro meridional. El trazado de la nave se caracteriza por un descentramiento del eje, causado por la mayor dimensión concedida al paño meridional del muro que apea el arco triunfal. De manera insospechada el eje de la nave quedó así ligeramente desplazado hacia el sur con relación al eje del ábside. ¿Descuido o modificación voluntaria? Si tenemos en cuenta que justo en la zona meridional de la nave fue donde se hallaron los restos de un muro identificable con el de la antigua sinagoga, es admisible que el desarrollo de las obras aconsejara modificar el eje de la nave ligeramente hacia el sur. Hemos descrito la existencia de dos replanteamientos en el alzado del muro sur y las diferencias en contrafuertes, altura de muros y aprovechamiento o no de las cimentaciones de la sinagoga. Por otra parte, hemos notado la inexistencia de ornamentación escultórica en canecillos en la zona de la nave. Parece deducirse de ello que el taller de escultura abandonó la obra cuando el muro meridional estaba sin construir (habían asentado solamente las primeras hiladas del primer tramo). Durante la segunda campaña se edificó el muro y se dispusieron a lanzar las bóvedas. Se completó el muro meridional, uniéndolo a la primera campaña mediante el “cosido” con sillares en L y aprovecharon para soportar los nervios capiteles y ménsulas labrados en origen para una portada. Para componer la fachada recurrieron a la solución en boga en los grandes edificios navarros de finales del XII, consistente en la disposición de dos gruesos machones entre los que se colocaba la portada y por encima un arco envolvente. El núcleo de la segunda campaña consistió en el abovedamiento de la nave. Se tomó como modelo el cercano monasterio de Irache. La inclusión de un óculo lobulado sobre el arco triunfal se sale de lo corriente. Su carácter lobulado nos recuerda de nuevo a Irache, pero no hemos localizado un precedente navarro para la decoración de cabecitas. Esta segunda campaña redujo la ornamentación: sólo destaca la incorporación de claves y el citado exorno del óculo. En cuanto a la cronología de ambas campañas, la primera ha de ser cercana a la realización del palacio románico de Estella y al claustro de San Pedro de la Rúa. Y dadas las semejanzas con el ábside central de San Miguel de Estella, Santa María tuvo que ser iniciada cuando esta parroquia estuviera ya comenzada. Lamentablemente, ni para el palacio, ni para el claustro de San Pedro, ni para la capilla mayor de San Miguel existen cronologías absolutas. Así que por el momento tendremos que conformarnos con repetir que la primera campaña de Santa María Jus del Castillo tuvo lugar en torno a 1200, probablemente poco antes. Las fechas de la segunda campaña tampoco pueden ajustarse. Hemos constatado sus vinculaciones con Irache (ha de ser posterior al alzamiento de sus bóvedas en la nave mayor y crucero) y con algunas grandes fábricas cistercienses. En algunos capiteles de la nave se incluyeron elementos propios del primer gótico. En consecuencia, las labores de la segunda campaña de Santa María Jus del Castillo habrían de situarse entradas las primeras décadas del siglo XIII.