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Identificador
09194_01_008
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 13' 40.00'' , - 3º 35' 12.23''
Idioma
Autor
José Luis Alonso Ortega,Augustín Gómez Gómez
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de Nuestra Señora del Castillo

Localidad
Los Ausines
Municipio
Los Ausines
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
TRAS DEJAR ATRÁS EL PRIMERO de los tres barrios que actualmente componen Los Ausines, el de Quintanilla, y poco después de cruzar el puente sobre el río que da nombre al valle y a la población, giraremos a la derecha en dirección al segundo núcleo o barrio intermedio, el de San Juan. Apenas transcurridos unos pocos cientos de metros -dejando a nuestra izquierda una pequeña industria dedicada a la fabricación de gravilla y otros materiales constructivos- hemos de desviarnos, también a la izquierda, por una senda no señalizada. Ésta se inicia junto a la parte trasera de una casa y nos conducirá hasta la ermita, situada en alto. La ermita se encuentra en la parte alta de una pequeña loma situada al sur del río Arlanza y desde la que se domina no sólo el Barrio de San Juan, ubicado a sus pies, sino una espléndida vista panorámica de los barrios que forman Los Ausines y de toda la comarca limítrofe. El edificio se encuentra aislado, sin construcciones a su alrededor, lo que permite una perfecta visión del mismo. La advocación de la ermita hace referencia a la fortaleza o torre que allí hubo. Restaurada en la década de 1960, la ermita de la Virgen del Castillo consta de nave única y cabecera recta interior y exteriormente, de planta rectangular y ligeramente sobreelevada respecto a la nave, pero más estrecha que ésta. Definido -con mayor o menor acierto- como un edificio de “planta de salón”, alterna distintos tipos de aparejo y de materiales en su construcción: sillarejo en la nave y sillería en la cabecera. Diferentes son también las cubiertas de ambos espacios. La nave se cubría en origen con una techumbre de parhilera que quedó oculta después bajo una cubierta de yeso casi a cielo raso. La cabecera, por su parte, presenta bóveda de cañón algo apuntada, dividida en dos tramos por un arco fajón y rematada por ménsulas similares a las existentes en la también burgalesa iglesia de Nuestra Señora de la Oliva en Escóbados de Abajo. El tránsito entre la nave, con coro alto de madera a los pies, y el tramo presbiterial se efectúa mediante un arco triunfal doblado y ligeramente apuntado sobre semicolumnas, con lengüetas o bolas angulares en las basas, que apean en un pequeño zócalo o basamento. Sobre este arco triunfal se alza al exterior un pequeño campanario moderno. Pérez Carmona sitúa el grueso de su fábrica en el último tercio del siglo XII y principios del XIII, exceptuando, claro está, la remodelación sufrida por la actual cabecera, que se prolongó hacia el este al añadir otra dependencia, en este caso utilizada como sacristía y, cómo no, la construcción moderna que adosada a su hastial occidental sirvió hasta hace apenas treinta años como vivienda del ermitaño. Tal vez su pervivencia y presencia a través de los siglos indique los verdaderos orígenes de este singular edificio erigido, a nuestro entender, en el primer cuarto del siglo XIII. A lo largo del muro de la actual capilla mayor discurre una imposta de triple hilera de billetes a la misma altura que se encuentran los cimacios de los capiteles del arco triunfal (acentuando el sistema de muros y cubiertas) y sobre ménsulas decoradas con figuras enormemente expresivas (cabezas zoomorfas y humanas) a modo de grotescos mascarones y cuadrúpedos muy toscos. También aparecen esculpidas las cestas de los capiteles de las columnas que soportan el arco triunfal: el del lado norte o del evangelio con estilizadas formas fitomórficas (delicadas palmetas de acanto) y el del sur o lado de la epístola con una representación de lucha ecuestre, que según la profesora Ruiz Maldonado “encierra la singularidad de presentar una escena de pacificación por partida doble”, simbolizando “la paz y la tregua de Dios”. Por un lado aparece la figura mediadora -parcialmente visible- entre parejas de jinetes que se reparten por los laterales de la cesta, alguno de ellos portando espada y escudo almendrado o de cometa. El intercesor detiene la espada del jinete de la izquierda. Y por otro, separadas ambas representaciones por un pequeño busto zoomorfo ubicado en el centro del capitel, bajo el cimacio, una escena muy similar plasmada en la otra mitad del capitel, si bien ahora la figura mediadora -más visible- sujeta las riendas de los caballos. Los jinetes visten cota de malla y calzan espuelas. Los cimacios, por su parte aparecen tallados con un grueso tallo ondulante y esquemáticas hojas. Esta iconografía tuvo un gran eco en la escultura medieval, pudiéndose localizar sus re p resentaciones a lo largo y ancho de toda la geografía románica hispana (Boada de Villadiego, Fuenteúrbel o La Cerca, por citar algunos ejemplos burgaleses). En el plano escultórico hay que destacar su portada, adosada al muro sur de la nave, que nos recuerda en cierta medida a la de Nuestra Señora del Valle, en Monasterio de Rodilla. Sin tímpano, consta de triple arquivolta y guardapolvo, todo ello con un ligero apuntamiento y un escueto programa ornamental principalmente a base de triples hileras de billetes. Las arquivoltas apean en dos pares de columnas acodilladas cuyos fustes reposan sobre basas de grueso toro y éstas a su vez en un pequeño basamento. Sus respectivos capiteles, rematados por cimacios de variada temática (roleos y tallos estilizados, zigzags, flores inscritas en círculos, etc.) que se prolongan a modo de imposta por el cuerpo de la portada, decoran sus cestas con motivos muy variados, todos de abultado relieve (cuadrúpedos afrontados, hojas de acanto estriadas, etc.). Por el exterior, la cabecera original lleva, al sur, una cornisa con puntas de diamante bajo la que aparecen canecillos esculpidos, mientras que la de la nave -por el mismo lado- se ornamenta con triple fila de billetes. Muchos de estos canecillos están enormemente deteriorados, pero todavía es posible vislumbrar en ellos un amplio repertorio temático: el clásico tonel, figuras demoníacas, rostros barbudos, piñas, hojas de acanto, palmetas, etc. En general podemos afirmar que la decoración esculpida presenta una talla expresiva, dura y angulosa materializada por un cantero o taller preocupado por la composición. Su cuidada factura y su habilidad en el manejo del cincel hablan por sí solos de un artista que, según Palomero Aragón, se preocupaba por la obra bien hecha y que debió trabajar en la segunda mitad del siglo XII.