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Interior del ábside

Identificador
40181_02_009
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 4' 55.09'' , -3º 57' 39.36''
Idioma
Autor
José Manuel Rodríguez Montañés
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de San Cristóbal

Localidad
La Cuesta
Municipio
Turégano
Provincia
Segovia
Comunidad
Castilla y León
País
España
Descripción
LA PARROQUIA DE LA CUESTA domina por el norte el caserío desde lo alto de la loma sobre la que se asienta la localidad y que le da nombre, constituyendo un magnífico mirador de todo el alto Pirón. A la inversa, tanto desde la carretera que faldea la Sierra en dirección a Soria como desde las ruinas de Santa María de la Sierra o la carretera que conduce a Cubillo, se contempla la iglesia majestuosa y emergente de su entorno. El templo, de planta basilical, presenta tras su ampliación a principios del siglo XVI tres naves, cerradas las colaterales a un agua y la central con artesa, comunicándose entre sí mediante dos parejas de amplios formeros, apuntados y moldurados con boceles y mediascañas los que dan a la nave del evangelio y de medio punto y achaflanados los de la sur, apeando los primeros en un pilar cúbico y los otros en uno de sección octogonal. Tal diversidad nos hace pensar que la ampliación de la nave tuvo lugar en dos momentos sucesivos, probablemente en el siglo XV la norte y a principios del XVI la meridional. También tardogótica es la capilla añadida al sur de la cabecera, rematando la nave de la epístola, de planta cuadrada y cubierta por bóveda de crucería con terceletes y ligaduras, claves con cresterías y sobre ménsulas decoradas con bolas. Preside el retablillo barroco de su testero, datado en 1709, un magnífico Crucificado gótico. Finalizan los añadidos a la fábrica original con el de un husillo que alberga una escalera de caracol para dar acceso al primer piso de la torre, adosado a su cara oriental. El conjunto, tanto la obra románica como los añadidos, se levantó en mampostería, reservándose el sillar para los esquinales, encintado de vanos y portadas. Pese a la diversidad de campañas, estas trasformaciones respetaron la cabecera original y en lo fundamental las dos fachadas laterales de la obra románica, trasladando aleros y portadas a su nueva ubicación. La cabecera, alzada sobre banco de sillería de aristas matadas por bocel, se compone de presbiterio con sus paramentos laterales animados por dobles arquerías lisas de medio punto, sobre las que corre la imposta de tetrapétalas en clípeos encima de la que voltea la bóveda de cañón que cubre el tramo. Dicha imposta se sigue en el hemiciclo, éste cerrado con bóveda de horno y que alberga un magnífico retablo que en su piso inferior reutiliza tablas góticas de otro anterior, con un fragmentario apostolado. Da paso a la cabecera un arco triunfal de medio punto y doblado, que apea en machones con una pareja de columnas entregas, sobre zócalos, plintos y basas áticas de grueso toro inferior aplastado. Las rematan bellos capiteles, el del lado del evangelio, bajo cimacio de rosetas, se decora con dos parejas de arpías de largos cuellos afrontadas, mientras un personaje con túnica corta cabalga sobre los lomos de las centrales, a las que ase por el cuello; el del lado de la epístola recibe acantos rematados por prominentes volutas y piso superior de caulículos, bajo cimacio de tallos entrelazados y espinosas palmetas pectiformes. Al exterior, el ábside muestra su mampostería revocada con cemento moderno imitando el despiece de sillares, con su hoy cegada ventana de saetera rodeada por arco de medio punto sobre impostas de nacela. Lo corona una cornisa que repite las flores de cuatro pétalos en clípeos vistas en el interior, sostenida por canes con lobuladas hojas picudas, prótomos de cérvidos y bóvidos, estilizados grifos rampantes y, junto al codillo septentrional, un curioso asno tocando la lira -repetido quizás en otra pieza muy desgastada del mismo hemiciclo- y una cigüeña. Aunque la adición de la capilla gótica torna difícil la visión de los canes del muro sur del presbiterio, reconocemos en ellos un descabezado león recostado, un acróbata y una acuclillada parturienta únicamente ataviada con velo y toca, como los anteriores, de buena factura. La fachada meridional, rodeada por el camposanto, muestra su hoy cegada portada abierta en un antecuerpo de sillería, con recubierto arco de medio punto y dos arquivoltas, la interior moldurada con tres cuartos de bocel en esquina retraído y la otra lisa, rodeada por chambrana de triple hilera de finos billetes. Apean los arcos en jambas escalonadas en las que se acodilla una pareja de columnas de semienterradas basas áticas y capiteles animalísticos. En el izquierdo del espectador vemos una pareja de leones afrontados y encorvados, mientras que en el otro -de perdido fuste- se afrontan dos parejas de estilizados grifos rampantes enredados en tallos, que con sus cuerpos dibujan formas acorazonadas, según modelo recurrente en el románico del Pirón y entorno de la capital. Los cimacios, que se ornan con tallos entrelazados, dibujando formas geométricas en el segundo caso, se continúan por el antecuerpo como imposta de palmetas pectiformes en tallos del tipo visto en el cimacio del capitel sur del triunfal. La reaprovechada cornisa repite las tetrapétalas caladas en clípeos, sobre una interesante serie de canecillos por desgracia de maltrecho relieve y diferentes calidades de talla. Además de algunos vegetales, entrelazos y prótomos de bóvidos, vemos en ellos, junto a músicos y acróbatas, y una serie de bustos humanos en diferentes actitudes de difícil interpretación, entre ellos un rústico con caperuza, otros frontales, uno realizando una mueca con la boca, a su lado una figura con el gesto de desesperación de asirse la muñeca derecha, cuya mano se lleva a la garganta, otro personaje mostrando un libro abierto, un híbrido de cuerpo de ave y cabeza felina que muerde su cola de reptil, una figura blandiendo un garrote, un lector, aves, esfinges, un grifo, un arquero disparando una flecha, una liebre y una máscara monstruosa de larga barba partida y aire demoníaco. También en la fachada septentrional se trasladó parte del alero y la portada, que repite fielmente el esquema de la antes descrita, aunque aquí al ser utilizada como acceso se dejó visible el arco, cuya rosca se orna con clípeos formados por entrelazos y tallos entrecruzados que nacen de dos lises, según el ornamental diseño que vemos repetido en las dos portadas de Caballar, en un cimacio del pórtico de Sotosalbos, otro del interior de Ortigosa del Monte y, en la capital, en la portada meridional recientemente liberada de Santa Eulalia de Segovia, atrio de San Millán, portada oeste de La Trinidad, etc. Acompaña a este motivo una roseta de doble corola también inscrita en clípeo perlado, similar a la reaprovechada en el machón del formero cercano a la capilla de la nave de la epístola, quizás procedente de la portada meridional. En los capiteles volvemos a encontrar las parejas de grifos afrontados y rampantes que vimos en la portada sur, mientras que la otra cesta recibe dos descabezados cuadrúpedos enredados en tallos. El alero repite el modelo de cornisa y la decoración de los canes, con aves, bustos humanos masculinos y femeninos en variadas actitudes, prótomos de cuadrúpedos, una cigüeña, una serpiente enroscada con puntos de trépano, etc. La esbelta torre, que sigue el esquema de la de Caballar -modelo quizás también de la de Santiuste de Pedraza-, se levanta al norte de la cabecera en mampostería con refuerzo de sillares en los esquinales, mostrando vanos sólo en su cuerpo superior, de sillería, sobre imposta de cuarto bocel y levemente retranqueado. En él se abre un arco de medio punto y triple rosca por frente, los arcos extremos lisos y el central abocelado y sobre columnas acodilladas con simples capiteles vegetales que prolongan sus cimacios como imposta corrida del mismo perfil que la anterior. Su piso bajo, hoy destinado a sacristía, se cierra con bóveda de cañón de eje paralelo al de la iglesia sobre impostas de cuarto bocel. Se accede a través de la puerta de arco de medio punto con molduraciones modernas dispuesta en el presbiterio, y en su paño norte se abrió posteriormente un arcosolio de arco rebajado tallado a trinchante. Además de la dovela antes citada, en el interior del templo se reutilizaron tres canecillos del primitivo alero, uno en el interior del muro norte y otros dos en el presbiterio, decorados respectivamente con un ave y un busto femenino con toca con barboquejo. Tanto en lo constructivo como en lo decorativo, la iglesia La Cuesta manifiesta su hermandad con el grupo de iglesias de su entorno geográfico, principalmente con la próxima de Caballar, filiación bien visible en cuanto a la torre y las portadas. Estilísticamente podemos relacionar también su escultura con la de Pelayos del Arroyo, Peñasrubias de Pirón, Bernuy de Porreros, Sotosalbos, portada occidental de La Trinidad de Segovia; los canecillos nos recuerdan las series de Adrada de Pirón y del pórtico de Tenzuela. En definitiva, producciones tardías de los años finales del siglo XII o primeros del XIII en las que la repetición de modelos y composiciones en manos cada vez menos expertas termina por degradarlas formalmente. A los pies de la colateral sur se conserva un notable ejemplar de pila bautismal románica, de copa semiesférica con 145 cm de diámetro por 72 cm de altura, decorándose su frente con los consabidos gallones que parten de un bocelillo sogueado sobre el tenante, éste ornado con cenefa vegetal de tallos entrelazados acogiendo hojas acogolladas con ramillete central. Sobre los gallones, en la embocadura de la copa, se labraron catorce cabecitas humanas, dos de ellas femeninas, repitiendo el modelo de las que vemos en las pilas de Rebollo, Requijada, Aldealengua de Pedraza o con muy rudo tratamiento en la de Cabezuela, aquí bajo arquillos. Completan el registro cuatro figuras de cuerpo entero, coronadas, ataviadas con ropas talares y portadoras de libro y filacteria; se muestran descalzas, lo que parece inducir su carácter celestial, aunque quizá simplemente representen a los evangelistas. No podemos dejar de señalar las numerosas, notables y recientes fracturas que ha sufrido la pieza con motivo de su presencia en la exposición de “Las Edades del Hombre” celebrada en Segovia durante el año 2003, a resulta de las cuales ha desaparecido una de las cabecitas.