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Detalle del ábside

Identificador
50069_01_003n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 39' 15.76'' , -1º 43' 5.73''
Idioma
Autor
Delia Sagaste Abadía
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Ermita de San Miguel

Localidad
Calcena
Municipio
Calcena
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
En la orilla del río y junto a la carretera que bordea la población, quedan los restos de la que fue ermita de San Miguel, hoy severamente afectada en su aspecto original ya que del primitivo edificio medieval sólo se conservan el ábside semicircular y el presbiterio, que forman parte de una vivienda particular. La advocación a San Miguel no es casual, siendo habitual en el siglo XIII en toda la zona, como en las ermitas de Talamantes y Lituénigo, así como en iglesias y capillas de Borja, Ambel o Sestrica. Al parecer, esta devoción estaba asociada con los cementerios de las poblaciones. Un documento de 1561 menciona la necesidad de recrecer el muro del cementerio de Calcena, asociado a las reparaciones de la ermita. A lo largo del siglo XVI consta la urgencia de determinadas mejoras en la ermita, obras que finalmente se produjeron en 1610. El templo medieval era de nave única, de pocos tramos y cabecera semicircular. Modelos similares perduraron en las cercanas ermitas e iglesias de Clarés de Ribota y Villarroya de la Sierra, en la cuenca del Ribota. Su fábrica se realizó mediante mampuesto, con uso puntual de sillares en elementos estructurales y en dos portadas ligeramente apuntadas que, hasta fechas recientes, todavía se conservaban en su muro meridional. Una de ellas es la que ahora contemplamos al norte de la iglesia parroquial, mientras que la otra desapareció a manos poco honradas. La reforma acometida en 1610 por los “obreros de villa” Gonzalo Cisneros y Domingo Aroca, que habían participado en diversas obras del entorno borjano (dormitorios del Monasterio de Veruela), consistió en la reforma del presbiterio, levantando una cúpula de media naranja sobre pechinas, lo que exigió alzar y reforzar los muros. Se introdujo el ladrillo como material, se añadieron dos contrafuertes como refuerzo estructural, de los cuales sólo queda el septentrional, y se abrieron dos ventanas dobladas con medio punto en el interior. Tras la Desamortización, fue adquirida por un particular, y a mediados del siglo XIX recrecieron sus muros en adobe hasta su altura actual y añadieron una ventana apuntada en el lienzo sur. En la actualidad, tanto su espacio interior, como su relación con el entorno a través de un corral cerrado, son los propios de la arquitectura doméstica tradicional de la zona. Aunque se ha propuesto un origen románico para esta edificación, la ausencia de ventana en el eje del ábside y la inexistencia de elementos ornamentales, además del tosco diseño del único vano conservado, inclinan a considerarla obra posterior.