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Cubiertas del ábside y presbiterio

Identificador
50095_03_067n
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 7' 44.48'' , -1º 8' 15.87''
Idioma
Autor
Jesús Andrés Navarro
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)

 

País
España
Edificio (Relación)

Iglesia de Santa María

Localidad
Ejea de los Caballeros
Municipio
Ejea de los Caballeros
Provincia
Zaragoza
Comunidad
Aragón
País
España
Descripción
El templo está situado en la parte más alta de la villa, en el extremo nororiental del cerro sobre el que se asienta su casco antiguo. Se trata de una zona conocida como el barrio de la Corona, del que toma parte de su nombre, denominándose en muchas ocasiones Santa María de la Corona. Posiblemente, esta iglesia se encuentre asentada sobre un edificio anterior que Lapeña y Agudo identifican con la mezquita musulmana y otros autores con un templo cristiano construido en tiempo de Alfonso I el Batallador, inmediatamente tras la conquista. Se trata, al igual que la iglesia del Salvador, de una iglesia fortificada, aunque en este caso compartiría defensas con el castillo, hoy desaparecido. La iglesia de Santa María fue consagrada en el año 1174 por el obispo de Zaragoza Pedro Tarroja (1152- 1184). Se conoce este dato gracias a la conservación del pergamino con el acta de consagración en el archivo parroquial. Al acto asistieron varios miembros del cabildo cesaraugustano y el prior mayor del monasterio gascón de la Selva Mayor, de nombre Ricardo, a la que pertenecían, según constata el diploma, las iglesias de Ejea. El prior vino acompañado de otros priores vinculados al mismo monasterio, lo que prueba la importancia que tuvo la ceremonia. Cuenta Abbad que, según la tradición popular, había 22 sepulcros pertenecientes a los caballeros que conquistaron Ejea en tiempo de Alfonso I el Batallador, en la necrópolis yuxtapuesta a la iglesia. Según el mismo autor, otros 16 se encontraban en el cementerio de la otra iglesia románica de la villa, la del Salvador. La iglesia de Santa María fue declarada Bien de Interés Cultural, en la categoría de Monumento, por el Gobierno de Aragón, según el decreto 3455/1983, de 7 de diciembre. Algunas modificaciones realizadas en momentos posteriores al de su fábrica inicial transformaron levemente la fisonomía del edificio. En el siglo XVI se le agregó una capilla en la cabecera, en el lado meridional, cuadrada y cubierta con bóveda de crucería, que actualmente recibe la función de sacristía. Los cuerpos superiores de la torre del ángulo suroeste fueron añadidos en la segunda mitad del siglo XVII. La fachada de los pies es fruto de una intervención a comienzos del siglo XVIII, siguiendo esquemas barrocos. El conjunto fue restaurado entre 1971 y 1979 ya que su estado amenazaba ruina y se encontraba cerrada al público. Tras unas obras recientes de acondicionamiento en la plaza de Santa María, salieron a la luz unos arcos apuntados correspondientes al siglo XIV. Todo indica que pertenecen a la base del camino de ronda que existió durante mucho tiempo alrededor del ábside de la iglesia, que formaba parte del castillo. Finalmente, en el año 1996 se restauró la torre. Su planta presenta un esquema rectangular, de nave única dividida en cinco tramos, rematada en ábside poligonal de cinco paños orientado al Este. Presenta varias capillas laterales entre los contrafuertes, excavadas en los propios muros románicos a modo de arcosolios, tiene coro en alto añadido en el tramo de los pies y una torre en el ángulo suroccidental. El templo alcanza una longitud de 37,70 m y una anchura de 8,95 m. Se accede al interior mediante dos puertas, una de líneas barrocas ubicada a los pies de la iglesia y otra románica, en el segundo tramo del muro sur. De los ventanales originales que abrían en cada paño del ábside tan sólo queda uno visible al interior, el del lado norte, ya que los tres más centrales quedan ocultos por el retablo, y el del lado sur fue eliminado al abrir en esta zona una capilla. Todos son aspillerados al exterior y con un fuerte derrame hacia el interior. Una moldura horizontal abocelada marca su línea de colocación y otra en curva enmarca los arcos formados por el abocinamiento y enlaza con los cimacios, que se adornan en su parte superior con dientes de sierra. En el registro superior del muro de los pies abren otros dos vanos de iluminación realizados en el mismo momento que la portada barroca. El edificio está construido enteramente en piedra sillar perfectamente trabajada, distribuida en hiladas bastante regulares de unos 30 cm de grosor. Existen en todos sus muros exteriores bastantes marcas de cantero, entre las que encontramos diversas flechas, triángulos y formas en X, L y A entrelazadas. La nave está cubierta por una bóveda de cañón apuntado, reforzada por arcos fajones que apean sobre triples columnas adosadas a pilastras. El ábside poligonal se cubre con una bóveda de horno reforzada por cuatro nervios de triple baquetón que convergen en el arco de embocadura y descansan en las columnas de los ángulos de cada paño. Estas columnas cuentan con capiteles muy sencillos, ornamentados con esquematización de formas vegetales digitadas, en ocasiones con volutas en su parte alta y adelgazamiento liso en la inferior. Se trata de un esquema ornamental que hace evolucionar motivos propios del pleno románico. Bajo ellos, los muros acogen dobles arcadas ciegas que continuarían en, al menos, el siguiente tramo de la nave, a juzgar por los fragmentos de capiteles que han permanecido a pesar del vaciado de los muros, necesario para abrir las capillas laterales. Abundan las piezas talladas rehechas durante las restauraciones del siglo xx. El arco de acceso a la cabecera tiene una configuración diferente a la de los fajones, al apear sobre columnas dobles adosadas directamente al muro, sin pilastras, sobre las que se dispone el arco, con una moldura cóncava en su lado oeste y con dos baquetones imitando los de los nervios de la bóveda del ábside en la cara oriental. El resto de fajones de la nave son triples y también presentan la peculiar moldura cóncava en sus aristas. En la parte superior del alzado exterior, todo el perímetro de la iglesia cuenta con una estructura defensiva compuesta por un antepecho pétreo, en el que abren saeteras, por encima del nivel de las cubiertas. A esto hay que añadir el remate con almenas en la zona del ábside y el lado norte, al contrario que en el lado sur, en donde se han debido de perder o no consideraron necesario colocarlas por dar al interior del recinto fortificado. Bajo las almenas se dispone una cornisa baquetonada, sustentada por modillones de rollos con diversa decoración geométrica en algunos casos y lisos en otros. Los muros exteriores están interrumpidos por potentes contrafuertes, coincidentes con las pilastras interiores, interrumpidos por una imposta colocada a media altura, que queda por encima de los vanos del ábside y rodea el edificio hasta las dos portadas. Por debajo de ella, al nivel del suelo de la iglesia, se dispone otra imposta con decoración en zigzag a lo largo de la cabecera. En los muros del ábside se aprecian todavía restos de los mechinales que servían para sustentar el camino de ronda que debía de rodear la cabecera de la iglesia, encarando el desnivel de la vertiente oriental del terreno. El alzado interior transmite la impresión de conservar el aspecto originario de la primitiva iglesia románica, salvo por algunas portadas que se añadieron a las capillas y el retablo mayor que oculta parte del ábside. Los capiteles de las columnas de la nave no presentan decoración, al contrario que los cimacios, que muestran diversos motivos a base de roleos y estilizaciones vegetales. Por encima de ellos, una línea de impostas separa los muros y el arranque de las bóvedas; es la prolongación de la que hemos descrito en el perímetro absidal coronando la parte alta de sus ventanas. En algunos momentos se adivina en ella una decoración en zigzag, aunque la mayor parte de su superficie es lisa. La portada sur, abierta en el segundo tramo de la nave, era el acceso original del templo. Se encuentra cobijada bajo un pequeño tejaroz, aunque debía de existir un pórtico anteriormente que, según Abbad, era posterior a la fábrica románica. Mide, desde el exterior de los contrafuertes laterales, un total de 9 m. La luz del arco externo es de 5,29 m, y la del vano de acceso de 1,90 m. Se configura por medio de cuatro arquivoltas de medio punto: la interna con un baquetón enmarcado por chaflanes recorridos por una cinta en zigzag; la siguiente con tres boceles también en zigzag; la tercera con dovelas decoradas con boceles en aspa que al juntarse diseñan rombos; y la externa lisa. Las arquivoltas apean sobre cuatro columnas de fuste cilíndrico a cada lado, entre las cuales se disponen otras columnillas de menor diámetro labradas en las esquinas de los sillares. Las columnas principales tienen fuste monolítico y presentan diversa decoración. Comenzando por la externa del lado oeste encontramos una pieza muy deteriorada, aunque aún son visibles dos estrías verticales que recorren su fuste; la siguiente hacia el interior presenta un baquetonado helicoidal muy efectista; en la tercera se combinan cintas entrelazadas diseñando rombos alternativamente mayores y menores que se completan con motivos vegetales en forma de vainas; la interior de este lado está repleta de pequeñas circunferencias con decoración a base de puntos y aspas. En el lado oriental, de exterior a interior, podemos contemplar una decoración a base de cintas en losange entrelazadas con roleos en la primera; en la segunda se dispone un motivo parecido al anterior pero más sencillo puesto que las hojas brotan de las propias cintas zigzagueantes; la tercera presenta otro fuste torso pero no con baquetones sino con listeles que alternan distintas fórmulas geométricas en superficie (cintas en zigzag, losangeados, semicírculos, etc.) y la interna es completamente lisa. Todas ellas tienen capiteles en un estado bastante deteriorado. Siguiendo el mismo orden, el capitel externo del lado occidental presenta una decoración a base de palmetas estilizadas inscritas en tallos y contrapuestas arriba y abajo; el siguiente está dividido en tres bandas lisas horizontales; el tercero vuelve a tener palmetas inscritas combinadas con hojas; y el cuarto presenta una decoración similar al anterior, salvo por estar distribuida en tres registros horizontales. El lado oriental presenta un mayor deterioro, siendo los dos más externos lisos; el tercero con hojas de acanto muy estropeadas por delante de hojas lisas terminadas en volutas; y el cuarto también con dos registros de acantos, con la particularidad de que en la esquina se disponen dos aves enfrentadas. Los dos capiteles exteriores, junto con la arquivolta que soportan, presentan unas hendiduras que pudieron servir para adaptar y sustentar el pórtico que menciona Abbad. El repertorio combina fórmulas del pleno románico bien conocidas, más o menos evolucionadas, con otras que tendrán enorme difusión en el románico tardío, especialmente las de las arquivoltas. El tímpano se sustenta sobre un arco rebajado de factura posterior a la portada, posiblemente contemporáneo a la fachada oeste. En él encontramos un relieve terriblemente deteriorado, en el que todavía se puede adivinar un crismón circular, trinitario, de siete brazos ensanchados en los extremos, con roseta central de anillo. La P y la S parecen tener un tamaño más pequeño de lo normal y las letras griegas alfa y omega se encuentran permutadas. El brazo horizontal también es muy corto y sus extremos se rematan con una especie de florones, difícilmente interpretables debido a su estado. El aspecto exterior es similar al de la iglesia del Salvador, situada en la parte baja de Ejea de los Caballeros, al ser ambas iglesias fortificadas. En el caso del interior, existen también muchos elementos similares, como la bóveda nervada del ábside poligonal. Por otro lado, los fustes de las columnas de la portada sur recuerdan a los de la portada de Santa María de Uncastillo. La torre es de planta cuadrada y tiene cuatro cuerpos. El inferior pertenece a la fábrica románica y está realizado en sillería, mientras que el resto, de ladrillo, corresponde a la reforma barroca. La estructura del primer cuerpo guarda en su interior una escalera de caracol, mientras que los dos pisos siguientes son huecos, y el cuarto de planta octogonal. Bajo el coro de los pies, en una capilla del ángulo suroccidental de la iglesia, se conserva la pila bautismal originaria. Se trata por tanto de una pieza románica, semiesférica y lisa, que apoya directamente en el suelo, sobre una losa pétrea. Su copa cuenta con un diámetro exterior de 1,55 m, con un grosor de 33 cm. Es similar a la de la iglesia de San Nicolás en El Frago. Encajado en el lienzo septentrional del ábside poligonal, cobijado bajo la arcada ciega del muro norte de la cabecera, se conserva un relieve con la representación de la Anunciación que es analizado en el texto correspondiente a la iglesia del Salvador de la que procede. A pocos metros de este relieve se dispone el ambón o atril, cuya estructura está formada por un racimo de cuatro columnas de piedra, provistas de capiteles esquemáticos, para los que se ha propuesto un origen mucho más antiguo que la iglesia. Su procedencia es desconocida, aunque Almería piensa en alguna iglesia visigoda que pudo existir en esta zona antes de la conquista cristiana. El subsuelo de la plaza de Santa María alberga una amplia necrópolis de cuya existencia se tiene noticia desde antiguo. En la actualidad, sus restos visibles se reducían a varias tumbas antropomorfas, cuatro yuxtapuestas a la fachada oeste y dos en el espacio exterior de la fachada sur. Su uso continuado produjo una superposición de las tumbas a lo largo de los siglos XII al XVIII. Durante las obras de acondicionamiento de la plaza fueron descubiertas tres losas sepulcrales fragmentadas que, según Lanzarote, podrían datarse entre los siglos XVI y XVII. También salió a la luz una estela discoidea decorada con una cruz de brazos convexos, sin su pie correspondiente. Lanzarote opina que puede fecharse entre los siglos XII y XIII, y que sería fruto de la pervivencia de esta costumbre funeraria en tierras del alto valle del Ebro y del País Vasco. La iglesia de Santa María de la Corona es una obra para cuya cronología se invoca tradicionalmente el acta de consagración del 14 de abril de 1174, recientemente publicada por Monterde. No está claro qué parte del templo pudo consagrarse en esas fechas, puesto que las ceremonias de consagración se celebraban bien cuando el templo estaba concluido, bien cuando se había avanzado lo suficiente como para que se pudiera celebrar la eucaristía, con lo que bastaba con la edificación de la cabecera. Por supuesto, el fragmento que nos interesa del acta de Santa María no lo especifica: Anno Dominice incarnationis .Mº. Cº. LXX.º IIII.º, sub era .M.ª CC.ª XII.ª,[...] facta est consecratio basilice que in honore Beate Marie fundata est extra villam de Exeia. La perduración evolucionada del repertorio propio del pleno románico en Santa María de Ejea, junto con la ausencia de la decoración escultórica propia del tardorrománico altoaragonés, permite suponer que las obras estarían muy avanzadas en 1174, si no concluidas. Las semejanzas con la del Salvador, por entonces en obras como testimonia el mismo documento, confirman que el acta no se refiere a un templo anterior al que ahora vemos. En consecuencia, es necesario destacar la importancia que tiene esta construcción para el posterior desarrollo del románico de Cinco Villas, ya que en los primeros años de la década de 1170 estaban empleando soluciones de planta y alzados destinadas a tener enorme influencia en la comarca e incluso en otras zonas del reino. Aunque son evidentes las semejanzas en el recurso a ciertos elementos arquitectónicos con determinadas grandes construcciones tardorrománicas del Valle del Ebro, entre las que se cuentan los nuevos templos cistercienses, ninguno de los edificios con los que se puede establecer el parangón explica en su totalidad las novedades arquitectónicas visibles en Santa María y que harán escuela en las Cinco Villas. Hemos de pensar, por tanto, en la intervención de un maestro foráneo, cuya filiación artística merece ser investigada. La pertenencia de Santa María a la abadía gascona de la Selva Mayor ayuda a entender la atipicidad de las soluciones que acabamos de examinar y proporciona una primera pista para abordar esta cuestión, por el momento abierta.
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