Identificador
09000_0009
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 20' 25.74'' , Lomg:3º 42' 14.49''
Idioma
Autor
Jaime Nuño González
Colaboradores
Sin descripción
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Burgos
Municipio
Burgos
Provincia
Burgos
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA FUNDACIÓN DE LA CIUDAD DE BURGOS en el año 884 no significa necesariamente que en la misma existiera a partir de ese momento un entramado de calles y una actividad que la asimilara a los usos y formas de vida de los entornos urbanos. Sólo la expansión demográfica llevada a cabo a partir del siglo XI y ante todo el proceso expansivo hacia el sur, habido en el reino castellano, la convierten en un centro económico, de profundo calado político y en una de las urbes de obligada referencia en la estrategia regia. Es a partir de aquí cuando comienza el crecimiento urbano vertebrado inicialmente en torno al castellum y hecho realidad en las zonas bajas, cercanas al Arlanzón, en donde juega un papel de primera línea el complejo catedralicio que se inicia con el traslado de la sede de Oca a la ciudad el año 1075. La ciudad no era exclusivamente urbana pues tenía un amplio alfoz en el que las actividades agrícolas y ganaderas conservaban un destacado papel. Sin embargo la urbe se va definiendo como centro urbano respecto al entorno pues se amuralla y adquiere funciones administrativas que recoge su carta puebla y que se ven confirmadas y aumentadas a lo largo de los siglos XI y XII. El auge, desarrollo y crecimiento de la vieja ciudad se pone de manifiesto en el crecimiento económico y en la decisión de establecer en ella la sede episcopal de Castilla por parte del rey Alfonso VI (1072-1109). La nueva ciudad se vertebraba en torno a algunos hitos señalados como: plazas de mercado, vía jacobea, residencias palaciegas, aljamas, castellum y ante todo el conjunto catedralicio. Las vías de comunicación jugarán un destacado papel pues dan acceso a la villa por las respectivas puertas, en ocasiones luego de atravesar algunos de los puentes más señalados, como el Santa María, San Pablo o Malatos, importándonos ahora el primero que da acceso al entorno de la catedral. La ciudad románica burgalesa, dentro de la que nace y crece el primer conjunto catedralicio, se desarrolla en torno a un pequeño entramado de calles, algunas plazas, diferentes templos, el castillo y una pequeña cerca o muralla. A pesar del cambio cualitativo que supone ser la sede episcopal más notable del reino, del decidido apoyo regio al conformarla como el centro más reseñable de la vieja Castilla, parece que la ciudad mantiene una vida lánguida y no crece excesivamente en el momento en que se levanta la catedral románica. El Camino de Santiago que la atraviesa de este a oeste no es suficiente aliciente económico como para cambiar profundamente su devenir histórico. Parece que es a partir de mediados del siglo XII cuando hay un notable crecimiento económico, coincidiendo en el tiempo ese hecho con la dinamización de una poderosa corriente mercantil con un eje norte-sur en el que la ciudad de Burgos tendrá un papel de protagonista principal. Esa corriente hará que Burgos sea el centro más importante en el reseñable comercio de la lana en cuyos beneficios y organización participará ampliamente la sede episcopal. El crecimiento económico de la ciudad, el papel político y la vinculación que con ella tienen algunos reyes castellanos permitirán importantes inversiones en obras suntuosas que van engrandeciendo el pequeño núcleo de población altomedieval, confiriendo al mismo una imagen externa de poderío y gran señorío. La catedral románica es un primer paso en ese proceso, lo mismo que el conjunto de iglesias que poblaban los diferentes barrios, muchas de las cuales se levantan a lo largo del siglo XII. Siendo la primera una fábrica noble, importante y en consonancia con su tiempo y con los conjuntos monásticos de los señoríos eclesiásticos más notables, el paso del tiempo va imponiendo algunas reformas y remodelaciones, llegando a finales del siglo XII a la conclusión de remodelar profundamente la primera fábrica o levantar una de nueva planta. Seguramente los trabajos llevados a cabo en Las Huelgas, la profunda remodelación de San Salvador de Oña o el notable trabajo realizado en los templos de Sasamón, Villamorón o en los monasterios premonstratenses de La Vid, Retuerta o Aguilar de Campoo, por no citar otras obras, asestan el golpe definitivo a la fábrica románica cuya sustitución será cuestión de tiempo y oportunidad política y económica. Entendemos que la catedral románica, tal vez ya levantada en gran medida a finales del siglo XI, debía ser una construcción acomodada a las necesidades y usos de la ciudad y obispado del momento, en donde la suntuosidad y nobleza se mide en relación con el inmediato pasado y el entorno. Por ello el templo inicial de tres naves, tres ábsides, tal vez una fachada reseñable en el hastial occidental, el claustro adosado a la nave meridional, las dependencias de los canónigos y el palacio episcopal -residencia también de los reyes- podrían ser perfectamente comparables con los grandes monasterios de Silos, San Pedro de Cardeña, Oña o San Pedro de Arlanza. Los cinco tramos de la nave central, tal vez algo más alta que las laterales, crearían un ritmo espacial y ambiental propio de un edificio basilical, con formas seguramente no muy diferentes a las de muchas obras de época prerrománica. Creemos que debía ser un amplio espacio bastante abierto, seguramente con cubierta de armazón de madera y rematado en tres ábsides con bóveda de cañón y horno, al estilo y manera de los de época condal o hispanovisigodos. Debía ser a buen seguro un espacio notablemente más amplio y espacioso que el de San Félix de Oca o el más antiguo de San Vicente del Valle, pero conceptualmente no muy diferente. A pesar de ello las naves laterales son la gran novedad espacial y estructural. La primera fábrica del templo catedralicio, por los escasos pero suficientes datos de que disponemos, nos parece que era un templo y espacio símbolo al estilo de los de Oña, San Pedro de Arlanza, el primer templo silense o la propia construcción inicial de la antigua sede episcopal de Sasamón. Dado que los restos materiales son de escasa importancia y muy parciales, la tarea de reconstruir el conjunto de edificaciones del complejo constructivo de lo que denominamos “catedral de Burgos”, se torna particularmente difícil. En principio tenemos documentada la existencia de tres construcciones o conjuntos de edificios que conformaban el complejo catedralicio: el templo catedralicio, el recinto canónico y las dependencias episcopales o domus episcopi. Con las cautelas, dificultades y dudas más que razonables vamos a tratar de reconstruir y ubicar cada una de ellas siempre que sea posible. La sede episcopal del primer obispo diocesano, el legendario San Indalecio, se encontraba en Oca, donde se restaurará en el siglo IX cuando el mundo astur-leonés logra ejercer el control sobre la zona. El lugar se encontraba bastante alejado del Duero y su trayectoria histórica la ligaba al metropolitano de Tarragona. De otro lado Castilla no contaba con un único obispo pues sabemos de la existencia del de Valpuesta y otro denominado de Castilla que extendía su jurisdicción a Asturias de Santillana y la parte occidental de la actual provincia burgalesa. No conocemos cuál fue la sede de los obispos de Castilla pero sí sabemos que estuvo en Sasamón, Amaya y tal vez en el entorno de Pampliega. El acontecer histórico y el desarrollo de la ciudad de Burgos a partir de principios del siglo XI la convierten en uno de los puntos más importantes del condado y reino de Castilla por lo que se hace necesario que en la misma exista y se afinque el poder episcopal. La reorganización eclesiástica habida al calor de la reforma gregoriana supondrá a la larga trasladar a la ciudad de Burgos la más antigua de las sedes episcopales: la de Oca. El primer síntoma de que se opta por ella es la importante donación que al citado obispado realiza el rey Sancho II el año 1068. Este hecho vendrá avalado por el concilio romano del año 1074 y por la decisión política de Alfonso VI, quien por medio de sus hijas, las infantas Elvira y Urraca, el 8 de julio de 1074 dona la iglesia de Santa María de Gamonal al obispo Jimeno II (1067-1082) trasladando la sede episcopal a Gamonal. El documento dice que se dona para que se construya en su lugar la sede episcopal castellana ...ut edificetur ibi ecclesia espicopalis katedre, que sit mater totius diocesis Castelle. Al año siguiente el rey confirma el traslado de la sede episcopal a Gamonal consagrando su iglesia el 8 de febrero de 1078, que ya posee su propio cabildo. Sin embargo esa sede era provisional hasta que la nueva catedral que se estaba levantando pudiera ser utilizada. El año 1075 Alfonso VI transfirió al obispo Jimeno el palacio de sus padres Fernando I y Sancha con el fin de que se pudiera levantar en el lugar la nueva sede episcopal. Además la declaración real tiene el valor añadido de que restablecía el asentamiento del episcopado haciéndose cargo de los costes. Dice así: Concedo, itaque, tibi et ecclesie tue in renovacione ipsius episcopii quandam parvusculam partem, palacium, videlicet, patris mei, Ferdinadis regis, et matris mee, Sacie, regine, quod burgis habeo... Hanc, uero, ecclesiam cum prefacto palacio Deo Sancteque Uirgini Marie, et sibi, Symeoni, apiscopo, tribuo... Dono insuper, tibi et bugensi sedi tue, quam ex proprio censu meo reedifico... Esta actitud del rey plantea problemas con el obispo de Muñó, con sede en Sasamón, que tenía jurisdicción en Burgos, Castilla la Vieja y Transmiera. Finalmente su titular, don Munio, es acomodado en la sede de Valpuesta que recibe vitaliciamente. De esta forma en 1075 el obispo reside ya en su sede de Burgos y tiene potestad en todo el ámbito excepto en Valpuesta; esta zona se integrará en Oca a la muerte de su obispo (1087) y es precisamente en ese momento cuando nace el obispado de Burgos en la acepción medieval del término. Los límites geográficos del nuevo obispado se delimitan en el Concilio de Husillos (celebrado el año 1088) aunque sus límites definitivos, perdiendo una parte importante del sur, se fijarán por decisión de Alfonso VII y la correspondiente bula papal el año 1136. Paralelamente a la decisión política de Alfonso VI, el obispo de Oca primero y de Burgos después recibe la donación de los palacios reales en la ciudad de Burgos. Esa donación, realizada ya por Fernando I, fue luego confirm ada y ampliada por Alfonso VI el 1 de mayo de 1075 y el 25 de diciembre de 1081 cuando dice ...uixta palatium patris mei, Ferdenandi, uel matris mee, ecclesiam edifico in Burgensi opido... Así el obispo recibe el espacio físico sobre el que se levantarán el conjunto de construcciones de la catedral, el recinto canónico y la residencia episcopal. Este compromiso adquirido por Alfonso VI con la construcción de la nueva catedral llegó más lejos pues se hizo cargo de los gastos hasta su conclusión. Así lo sabemos por un documento del año 1096 que dice ...quam sedem Sancte Marie de meo (propio censu) et in ipso loco ubi tunc tempori meum palatium erat, edificari mandaui et meo tempori consumaui... Todo ello nos confirma que a partir del año 1075 se ubica en Burgos la sede episcopal, que lo es de pleno derecho a partir del año 1087 cuando muere don Munio, que la misma recibe el apoyo decidido del monarca Alfonso VI y que sobre los espacios cedidos por los monarcas se inicia el proceso de construcción de las dependencias catedralicias y episcopales. El proceso constructivo, al menos en la parte más importante de la fábrica del templo, recinto canónico y domus episcopi (éste levantado sobre los palacios reales) se lleva a cabo en las dos últimas décadas del siglo XI; parece que el inicio de la obras se pudiera datar el año 1075. Algunos documentos nos informan del proceso constructivo del templo catedralicio. El año 1085 el obispo Osmundo de Astorga concede al de Burgos (a la sazón Gómez, 1082-1097) la iglesia de Santa Eulalia de Muciehar para la dotación del altar mayor consagrado a la Virgen. Ello nos permite suponer que el ábside central estaba ya concluido y en uso para ese momento. El año 1092 se constata la existencia de dos altares dedicados a Santiago y San Nicolás. Seguramente su consagración, al menos de la cabecera, pudo tener lugar hacia el año 1088 aprovechando el concilio de Husillos y la presencia de importantes magnates laicos y eclesiásticos. Una obra de ese empeño es normal que siga modificándose y completándose a lo largo del tiempo de tal forma que no es extraño que recientes excavaciones hayan permitido descubrir restos tardorrománicos. LA CATEDRAL ROMÁNICA (1075-1221) La catedral románica se ubicaba en el mismo espacio ocupado por el templo actual, bien que en un nivel bastante inferior, acomodando su longitud a lo que nos permite el claustro, “la claustra vieja” de que hablan los textos medievales. Nos parece que hacia el este se prolongaba hasta el actual crucero donde se ubicaban los ábsides dando como resultado un templo con cinco tramos, tres naves, planta de salón y posiblemente un crucero señalado en altura con cúpula similar a la existente en San Quirce. Seguramente a los pies, sobre la superficie ocupada por el primer tramo del templo actual se levantaran las torres. Nos parece que debió haber una sola portada, la correspondiente a la nave central y sobre ella se debió elevar un pequeño pórtico a manera de nártex. Las otras portadas eran de comunicación interior entre el templo catedralicio y el claustro y de éste con las dependencias episcopales, del cabildo y el palacio real. Para esta reconstrucción hipotética no tenemos otro aval que la longitud del ala norte de “la claustra vieja” adosada a la nave meridional que correspondía exactamente con los cinco tramos del actual templo gótico. El hecho de que el módulo utilizado en los tramos susodichos no se corresponda con lo que es habitual en una catedral gótica sino que más bien su desarrollo responda a los usos imperantes en las catedrales y monasterios románicos, nos hace pensar que las naves del actual templo gótico se levantan sobre la construcción precedente. Otro dato histórico importante es la referencia de la “concordia mauriciana” habida entre el cabildo y el obispo el año 1230. En esa fecha se pasa a reorganizar las relaciones entre el cabildo y obispo y además se traslada el culto desde la vieja catedral románica a la nueva. Ésta consiste únicamente en el ábside y los tres tramos correspondientes al coro medieval, con la correspondiente girola levantada tal como reconstruye H. Karge la primera. Por ello pensamos que se ha respetado en su totalidad el templo románico y es a partir de esa fecha cuando se empieza su destrucción para levantar el gótico. Por todo ello suponemos que los ábsides llegaban hasta el actual crucero y el conjunto del templo ocupaba la superficie que en la actualidad ocupan las naves del templo gótico. Sin mucha certeza parece que esta obra estaba ya levantada en gran medida el año 1085, cuando se dota el altar mayor dedicado a Santa María. El año 1092 sabemos de la existencia de otros altares erigidos en honor de San Nicolás y Santiago. Ya en pleno siglo XII, año 1167, se documentan varias casas, una en la vía regia y otra camino de la catedral que conducían al templo desde San Lorenzo (San Llorente) y desde San Esteban a San Nicolás. Nos parece que las formas constructivas tanto en la tipología de los muros, como en la forma de los ábsides y alzado de los pilares, no debiera distar mucho de lo que es habitual en ese momento. Por ello pensamos que la catedral de Burgos no sería sustancialmente diferente de los templos monacales de San Salvador de Oña o San Pedro de Arlanza, ambos ubicados dentro de una amplia escuela que extiende sus formas a ambas vertientes de los Pirineos y dentro de la que se incluyen obras tan importantes como las catedrales de Jaca, Pamplona, León, Astorga, Palencia, Orense y los templos de algunos monasterios como Sahagún, San Isidoro de León, San Zoilo de Carrión, San Salvador de Oña, San Pedro de Cardeña, Arlanza y San Isidoro de Dueñas entre otros. Uno de los datos más comunes a la mayor parte de esas construcciones es la utilización de la planta basilical significando sobre manera la nave central y el remate en cabecera en cascada al estilo de muchos templos benedictinos. A ese concepto espacial y de tipología templaria nos parece debió pertenecer la catedral burgalesa que se debió rematar en tres ábsides con cubierta abovedada (de cañón y horno), seguramente con arcadas interiores como vemos en Arlanza y San Quirce, así como pilares con doble columna presentes en Silos y Arlanza. Más complicado resulta saber si hubo alguna significación en el hipotético crucero con la presencia de la habitual cúpula sobre trompas que vemos en San Quirce, existió en Silos y adquiere especial relieve en el templo del monasterio de Frómista, catedral de Jaca y en la pequeña iglesia del castillo de Loarre. En el mundo castellano en general y en el burgalés en particular las cubiertas abovedadas, salvo en los ábsides, no fueron un rasgo destacado de los templos románicos, incluso en los más monumentales, en los primeros momentos de desarrollo del estilo. A pesar de la existencia en muchos casos de arcos formeros y de pilares cruciformes (San Pedro de Arlanza, por ejemplo) la primera cubierta fue de armazón de madera. No estamos ante un problema económico que prefiera esta solución por menos costosa que el abovedamiento pétreo, sino ante una concepción espacial diferente, heredada a buen seguro de tradiciones anteriores, muy arraigada entre los maestro de la obra. La iglesia del citado monasterio de Arlanza así como las de otros tan notables como Silos u Oña no tuvieron en su diseño original abovedamiento pétreo. Estamos convencidos de que también la catedral románica respondía a estos mismos planteamientos espaciales. Esta forma de cubrir la nave, o las naves de un templo, fue una constante del románico en el ámbito burgalés donde sólo bien entrado el siglo XII se generaliza, sólo en algunas zonas, el uso de la bóveda. Otra de las singularidades de los dos grandes templos monacales, los más similares en planta a la propia catedral, es la existencia de un nártex a los pies. En Oña se abría hacia el oeste y en Arlanza, por estrictas razones orográficas, la portada se abría a una escalera en el norte. No sería extraño que el templo catedralicio burgalés tuviera esta construcción, algo que perdurará a lo largo del tiempo y de los estilos artísticos en la actual provincia de Burgos. El recinto canónico Uno de los hechos más importantes de la reforma gregoriana es la implantación de un cabildo catedralicio cuya organización y formas de vida se irán conformando a lo largo de los siglos XI y XII. En todo caso desde sus orígenes tienden a llevar una vida en común regida por una regla, habitualmente no lejana a la de San Agustín. A lo largo del siglo XI se va confirmando el tipo de vida y las obligaciones y derechos que a ellos competen. Ello hace que junto al templo catedralicio, muy frecuentemente siguiendo el modelo monacal, encontremos un claustro en torno al que se establecen un conjunto de dependencias necesarias en la vida regular de los canónigos. A ese conjunto de construcciones ligadas al uso y necesidades de estos clérigos se denomina recinto canónico, que consta de: claustro, sala capitular, refectorio, biblioteca y residencias individuales (a veces colectivas) de estos clérigos. De lo que fuera el recinto canónico románico ante todo tenemos la referencia de la documentación medieval que habla de “la claustra vieja”, en clara alusión al claustro, y a algunas capillas existentes en esa zona. Hace pocas fechas las reformas habidas en la capilla del Cristo han permitido llevar a cabo unas catas en la zona denominada “vestuario de los canónigos” -crujía meridional del claustro románico-; gracias a ellas han aparecido restos del suelo primitivo, una portada, parte de otra y ha quedado constancia de que el muro perimetral es en lo esencial románico hasta cierta altura. Junto a ello debemos añadir que la crujía meridional se prolongaba hasta la mitad de la actual escalera del Sarmental, donde se ubicaba el ángulo suroeste. Ello nos permite suponer que el muro este de la claustra se continuaba desde aquí hasta morir en la fachada meridional del templo catedralicio a la altura del crucero o arranque del ábside meridional. Los aportes de esas excavaciones condicionadas han puesto de manifiesto que en el mismo se siguió trabajando y remozando a finales del siglo XII o principios del XIII, pues los restos de esas portadas delatan su origen tardorrománico. Las portadas abiertas en el muro meridional nos permiten más aproximaciones a lo que era la fábrica del conjunto catedralicio románico en esta zona. Ambas comunicaban el claustro con estancias del palacio real y episcopal que no parece fueran abiertas al exterior. Por los aportes de la documentación, algunas noticias históricas, la tradición y los restos encontrados parece que el claustro y sus dependencias ocuparon el espacio situado al sur de la nave lateral derecha, lo que ahora es la capilla del Cristo, la de la Presentación, la de San Juan de Sahagún y gran parte de la superficie que ha quedado sin construir a partir del momento que se derrumba el antiguo palacio episcopal y lo que fuera la escuela catedralicia. Poco más se puede hacer que ubicar esta dependencia y sus anexos pues cualquier intento de reconstrucción resulta poco menos que imposible. Ello no obsta para que podamos imaginar que sus formas, estructura y organización no diferían de la de cualquiera de los claustros monacales o catedralicios que han quedan en pie y que son coetáneos como parte del de Santo Domingo de Silos. Las dependencias episcopales La documentación del 1 de mayo de 1075, momento en que se traslada la sede episcopal a la ciudad de Burgos, recoge la confirmación de la donación de los palacios reales para establecer la sede episcopal. Esa decisión de Alfonso VI es la confirmación de otra anterior de su padre Fernando I y la misma se verá ampliada el año 1081 con la iglesia contigua y los palacios, todo ello para servicio de la domus episcopi. Este conjunto de donaciones palaciegas e iglesia se ubican al sur y al este de la iglesia catedral y recinto canónico en el espacio que más tarde ocuparán “la claustra vieja”, el palatium y “la claustra nueva”, es decir el conjunto de estancias y espacios que ahora conforman el ala meridional del templo catedralicio gótico. Se conocía por los documentos y las reseñas de la propia catedral la existencia de esos palacios pero los mismos se han documentado en una excavación en la que han aparecido algunos restos de algunas de esas construcciones. Igualmente podemos suponer que una parte del palacio de la alta y plena Edad Media se levantaba sobre la actual estancia levantada junto a “la claustra vieja” de la que queda la parte inferior, abovedada y articulada en siete tramos mediante los correspondientes arcos fajones -sólo dos de ellos son doblados y con baquetoncillos que sustituyen a los pilares en los ángulos-. Es una estancia de trazas y formas románicas que, a pesar de las reformas llevadas a cabo por Lampérez cuando destruye el viejo palacio episcopal adosado al anterior, mantiene sus formas arquitectónicas y sólo se altera la fachada exterior. Esta estancia, lo mismo que vimos en la “claustra vieja”, ha perdido una parte del tramo este al hacer la actual escalera del Sarmental pero parece que estuvo alineada con el muro este del propio claustro románico hasta los cambios que supone el templo gótico y las reformas realizadas por el cardenal La Puente y Primo de Rivera el año 1866. Encima se colocaba el palacio del que sabemos que tenía una gran estancia central -comunicaba directamente con la portada del claustro- articulada en varios pisos de la que únicamente quedan en pie una arcada doble que por sus trazas y restos escultóricos parece tardorrománica. Poco más se puede asegurar, ni tan siquiera reconstruir hipotéticamente el aspecto que pudo tener esta construcción residencial y administrativa, cerca de la que seguramente debió ubicarse el hospital. Sólo sabemos que alguna edificación debió presentar aspecto de fortaleza pues se ha aparecido parte de lo que fue un cubo del castillo-palacio. La iglesia contigua a la que hace referencia la documentación no ha sido localizada; aunque existe la posibilidad que corresponda a la cercana de San Llorente -de la que se han descubierto restos de aspecto tardorrománico sin que se haya hecho de ellos estudio arqueológico-, nos inclinamos más porque el templo en cuestión sería otro que estuviera dentro del propio recinto del palacio o en un lugar algo más cercano, salvo que la superficie de los palacios tuviera unas dimensiones mayores de las que hasta ahora se había supuesto. Por último, hay que señalar que en la capilla de Santa Tecla encontramos una notable pila bautismal formada por una copa ornamentada con arquillos, unos de medio punto y otros apuntados. Los primeros son ciegos y los segundos sirven de marco a las figuras de los apóstoles. Un motivo cordado separa la copa de la basa que es circular.