Identificador
24500_01_019
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42º 36' 14.42'' , -6º 48' 28.59''
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Villafranca del Bierzo
Municipio
Villafranca del Bierzo
Provincia
León
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LA IGLESIA DE SANTIAGO se emplaza en la zona oriental de Villafranca, en un altozano cercano al castillo, a la vera del Camino de Santiago y en zona de sensible desnivel. En el revelador documento de mayo de 1162 por el que el papa Alejandro III confirma propiedades y derechos de la diócesis asturicense al obispo Fernando, no aparece como propio ningún templo en Villafranca, aunque el obispado recibía tributos de los existentes. No obstante, en torno a 1186, el pontífice Urbano III concede licencia al obispo Fernando para la erección de una “iglesia nueva” en suelo propio “cerca de Villafranca”. En 1228 ya aparece dentro de las posesiones de la diócesis en Villafranca, además de tierras y derechos, una iglesia con sus pertenencias, iglesia que se precisa como esta de Santiago en un documento de donación datado en 1295. Un año antes, la iglesia había recibido la donación pro anima, compartida con el obispado asturicense, de la mitad de los bienes de una señora de nombre Inés. Constituye este templo dedicado al Apóstol uno de los monumentos capitales del románico berciano y por ende del leonés. Bien conservada su estructura original, similar a la cercana de San Juan de San Fiz de Corullón, aparece como un templo de nave única sin división de tramos y cabecera orientada compuesta por tramo recto presbiterial y ábside semicircular, el conjunto levantado en sillarejo de pizarra con inclusión de algunas piezas graníticas de refuerzo en las zonas más expuestas. Dos portadas dan acceso a la nave, una sencilla abierta en el hastial occidental y la más monumental, conocida como la “Puerta del Perdón”, en el muro septentrional. Únicamente la adición de una capilla rectangular -la capilla de las Angustias, obra del siglo XVIII- en el lado sur de la nave y la irregular sacristía a ella yuxtapuesta alteran la arquitectónicamente sencilla estructura original. La nave se cubre con cielo raso de madera fruto de las intervenciones restauradoras de los años 1958-1959 y lígnea debió ser su cubierta original, como denota la ausencia de estribos en los muros laterales. Recibe luz la amplia nave a través de seis vanos abocinados con doble derrame. Un banco corrido sigue el perímetro de nave y cabecera. Da paso a ésta un arco de triunfo de medio punto que descansa sobre una pareja de columnas adosadas de basas con perfil ático degenerado y capiteles vegetales. El presbiterio se cubre con bóveda de medio cañón y el hemiciclo absidal con bóveda de horno. Tres ventanas de medio punto, profundamente abocinadas, con derrame interno y umbral escalonado, se abren en el ábside, una en el eje y dos laterales. Bajo ellas corre por el paramento interno una imposta moldurada con listel y un bocelillo. En altura marca el arranque de la bóveda una sencilla imposta moldurada en listel. Exteriormente, el hemiciclo absidal, asentado sobre un zócalo que se adapta al acentuado desnivel, articula su tambor en tres paños mediante columnas adosadas que alcanzan la cornisa, con sus capiteles decorados con simples hojas lisas pegadas a la cesta. Horizontalmente se divide el muro en dos pisos delimitados por una moldura de listel y bocelillos como la interior que corre bajo el nivel de las ventanas. Éstas presentan idéntica estructura de saeteras de aristas aboceladas enmarcadas por arcos de medio punto con bocel sobre columnas de basas áticas degeneradas y capiteles vegetales de hojas carnosas de puntas vueltas (ventana sur), parejas de aves afrontadas y muy erosionado personajillo vestido con túnica (ventana central), arpía y capitel de crochets y hojita acorazonada (ventana norte). En las chambranas y cimacios se combina la decoración geométrica de billetes, boceles, rosetas y clípeos. Corona los muros de la cabecera una cornisa moldurada con bisel y soportada por canes lisos y de nacela. De los dos accesos que presenta el templo, el corre spondiente al hastial occidental es una sencilla portada de arco y doble arquivolta de medio punto, todos lisos y apeando sobre jambas escalonadas, recibiendo los cimacios y chambrana un simple bisel. Una pequeña espadaña m oderna corona este muro occidental. Mucho mayor desarrollo presenta la llamada Puerta del Perdón, protegida por tejaroz sobre canes de nacela, abierta en el muro norte -al trazado del Camino de Santiago- que permaneció cegada hasta las obras de 1948, responsables también del desmonte del retablo mayor. Se abre en un profundo antecuerpo del muro septentrional y está formada por un arco apuntado moldurado con dos gruesos baquetones entre medias cañas que apoya en sendas parejas de dobles columnas. Se rodea de tres arquivoltas abocinadas, profundamente decoradas, de interior a exterior, con sucesión de finos boceles entre medias cañas la primera y motivos vegetales de brotes, hojas rizadas y palmetas de tratamiento espinoso en la rosca e intradós la segunda. La arquivolta externa es iconográfica, con la particularidad de que las figuras siguen la línea del arco, abandonando así la tradicional disposición radial, y que se tallan en varias dovelas, debido posiblemente a la carencia de bloques de tamaño y calidad suficientes. Se representa aquí al Colegio Apostólico, agrupados sus miembros en parejas y en comunicación entre sí, vestidos con largas túnicas y realizando gestos de adoración con sus manos alzadas mostrando las palmas, gestos que elevan la atención hacia la figura central, en la clave del arco, rodeada de acantos enredados, que representa a Cristo en Majestad, con el Libro sobre su mano izquierda y bendiciendo con la diestra. Su disposición, que excede la rosca de la arquivolta, así como la tosquedad de su rostro, están en consonancia con el cierto desorden en el montaje de las piezas de las arquivoltas. Rodea el conjunto una chambrana decorada con un friso de palmetas y tallos enroscados, entre los que aparece un mascarón monstruoso. Los capiteles que soportan el arco y las arquivoltas reciben una interesante decoración, destacable tanto por su iconografía como por su tratamiento plástico. En la parte izquierda de la portada se desarrollan temas de los ciclos cristológicos de la Natividad y Pasión, presentados en un claro desorden compositivo. En el capitel doble que soporta el arco aparece una representación de la Epifanía con los personajes dispuestos bajo arquillos de medio punto. Vemos así las monturas de los tres magos en la cara corta interior y a éstos, presentando las ofrendas, realizando el más cercano a María una respetuosa genuflexión (prosquinesis) y avanzando al Niño su presente. En el ángulo exterior de la cesta aparece la figura de la Virgen, con el Niño bendicente sobre su regazo realizando un gesto hacia el mago y tras ellos y como es frecuente, la representación de un San José medio adormecido, la cabeza apoyada sobre su diestra y luciendo largas barbas de mechones partidos. Le sigue por la izquierda la escenificación del sueño de los magos, con el ángel que les previene emergiendo de un mar de nubes en la parte alta del capitel. Tras los Magos aparece la representación arquitectónica de un arco almenado. En el capitel siguiente volvemos a ver a los tres reyes, esta vez montados en sus caballos ricamente ajaezados, en la representación de su camino de vuelta desde Belén a Oriente tras la advertencia divina. El capitel siguiente nos presenta una síntesis del Calvario y las Tres Marías miróforas, con un Crucificado, de cuatro clavos, coronado, con el paño de pureza y muerto, flanqueado por un afligido san Juan que se lleva la mano al mentón; a la derecha de Cristo vemos a la Virgen con un gesto de su mano mostrando la palma, María la madre de Santiago, María Magdalena, portando los pomos de perfumes, anacronismo éste que condensa los pasajes de la Crucifixión y Resurrección. En el frente del machón que flanquea la portada aparece una esquemática representación de Jerusalén o del palacio de Herodes, con tres pisos de arquillos de medio punto, seguida del mismo Herodes, presentado a la manera tradicional, sentado y coronado. Ante él y bajo arquillos, los tres magos, coronados y a caballo. Varias son las consideraciones que se desprenden de la iconografía de estos capiteles. En primer lugar las presencia de la Crucifixión es relativamente atípica en la iconografía románica, pese a que encontremos casos como los de Santo Domingo de Soria, la catedral del Pamplona o San Pedro el Viejo de Huesca y, en cierta medida, su presencia dentro del contexto del ciclo de la Natividad aquí plasmado no deja de sorprender. De algún modo, más que un ciclo de la Natividad los personajes que aquí conducen la narración son los magos (interrogatorio ante Herodes, Epifanía, aviso del ángel y vuelta a Oriente), siguiendo la narración del texto de Mateo (2, 1-12), que recogen fielmente los apócrifos Protoevangelio de Santiago (XXI, 1-14) y Evangelio del Pseudo Mateo (XVI, 1-2). Es evidente el desorden en la colocación de los temas. Iniciando la lectura de izquierda (machón) a derecha (capiteles del arco), y eludiendo el Calvario, los asuntos siguen el orden siguiente: llegada de Oriente y presentación ante Herodes - regreso a Oriente - sueño y anuncio del ángel - Epifanía, cuando el orden narrativo sería: llegada de Oriente y presentación ante Herodes-Epifanía - sueño y advertencia del ángel - vuelta a Oriente. Es relativamente frecuente la dualidad vida-muerte en las representaciones de la Natividad plasmadas en los dos “tronos”, el que supone la Theotokos del pasaje de la adoración y el significado por el rey Herodes. Un ejemplo claro de esta contraposición la vemos en un capitel del claustro francés de Moissac. La presencia sintetizada de la Crucifixión y Resurrección en Villafranca podría en este contexto verse como complementaria de tal dualidad, con la victoria de la vida través del sacrificio de la Cruz. Frente al carácter historiado de la parte analizada hasta ahora, los capiteles de la derecha son meramente decorativos, algunos de gran belleza, como el doble que recoge el arco, decorado con tallos entrelazados, racimos de uva y crochets, que como los de la portada de San Esteban de Corullón guarda un aire de familia respecto a lo compostelano. Le sigue hacia el exterior de la portada una cesta de enrevesada y torpe composición en la que se agolpan un glouton y ocho leoncillos en dos niveles, afrontados y rampantes. Vemos en el siguiente dos arpías veladas compartiendo cabeza en el ángulo de la cesta y bajo ellas otra pareja de arpías con toca, una de ellas con barbuquejo. El capitel extremo se decora con una hoja de acanto de corte clásico entre palmetas, mientras que en el machón aparece una cabecita simiesca y un friso de palmetas. El interior del edificio se caracteriza por la parquedad de su escultura, recibiendo únicamente los capiteles de las ventanas absidales somera y bastante deteriorada decoración vegetal, con dos filas de hojas de puntas vueltas y otros con crochets. Los cimacios se decoran con billetes, entrelazos y hojitas trilobuladas. Destacan, sin embargo, los capiteles que coronan las columnas del arco triunfal, ambos vegetales y ornados, el del lado del evangelio, con dobles hojas lisas con crochets y en el frente una representación del hom cargado de frutos. En el capitel del lado de la epístola vemos hojitas lisas en las caras laterales y una máscara humana en el centro. La talla de estas cestas es tosca, más cercana a los relieves de las ventanas absidales que al cierto refinamiento de la portada septentrional. En definitiva, la iglesia de Santiago de Villafranca se presenta como un monumento en el que se suplen las escasas pretensiones de su arquitectura -que podríamos calificar de retardataria- con la exhuberante y recargada decoración de la portada norte. Pese a la ausencia de datos seguros, hemos de considerar el momento de construcción del edificio en torno a la última década del siglo XII y principios de la centuria siguiente. Así lo indican con rasgos estilísticos. De confirmarse la referencia a esta iglesia de Santiago de los documentos antes aludidos de 1186 y 1228 podríamos ceñir aún más las obras a los últimos años del siglo XII. La inscripción, hoy prácticamente perdida por la erosión, que se grabó en un sillar del contrafuerte que ciñe por el norte el arranque del hemiciclo, fue a duras penas transcrita por Gómez-Moreno como: ... era m ccxxviii xvi kl sep ... ... it don Bardon Bonet ........ ... iemri .......................... ... eus in be ...................... Pese a su carácter fragmentario, proporciona así fecha de la era de 1228 (año 1190), en consonancia con las apreciaciones cronológicas anteriores.