Identificador
47314_01_033
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41º 32' 22.43'' , -4º 12' 27.01''
Idioma
Autor
Pedro Luis Huerta Huerta
Colaboradores
Sin información
Edificio Procedencia (Fuente)
País
España
Edificio (Relación)
Localidad
Langayo
Municipio
Langayo
Provincia
Valladolid
Comunidad
Castilla y León
País
España
Claves
Descripción
LAS RUINAS DEL QUE FUERA MONASTERIO de Santa María de Oreja se hallan dentro de término municipal de Langayo (Valladolid), a 3,5 km aproximadamente al sur de la población, próximo al nacimiento del arroyo de Oreja y del paso de la Cañada de la Yunta. Es probable que el antiguo núcleo poblado de Oreja surgiera durante la Alta Edad Media como consecuencia del proceso repoblador desarrollado por Peñafiel en el alfoz perteneciente a su Comunidad de Villa y Tierra. La comarca se caracteriza por una importante y marcada dedicación pecuaria que comenzó en la Prehistoria. Abundan las referencias a Oreja en la documentación bajomedieval, aunque es probable que el lugar se encontrase ya despoblado al comenzar el siglo XV, puesto que su abandono posiblemente sea una consecuencia temprana de la crisis del siglo XIV. Oreja dispuso de un emplazamiento privilegiado respecto al trazado de la red viaria comarcal del momento, y aún más en lo relativo a las vías pecuarias. La proximidad de las fuentes donde nace el Arroyo de Oreja garantizó abrevaderos para la abundante cabaña ovina de Peñafiel y Cuéllar. Además, la presencia de la Cañada de la Yunta ratifica la importancia de la zona, situada justo en el disputado límite jurisdiccional que separaba las Comunidades de Villa y Tierra de Peñafiel y Cuéllar. Precisamente por ello, las citas documentales más precisas son las conservadas en las actas de amojonamiento de los límites de las citadas Comunidades. Así, en 1402, después en 1458 y con posterioridad en 1500, los documentos se refieren en diversas ocasiones al “monasterio de Santa María de Oreja”, pero sin citar la orden a la que perteneció. Sin embargo, durante los siglos siguientes el lugar cayó en un profundo olvido, mientras su memoria se conservaba únicamente en las localidades más próximas. A pesar de ello, Pascual Madoz hace mención del despoblado en su conocida obra. Hay que indicar también que la arqueología ha constatado la importancia de los restos conservados en la actualidad. Una prueba de ello es que Tomás Mañanes describe un extenso despoblado, con abundantes restos de teja y ladrillo, en el que localiza los restos del convento de Oreja, entre los que resultan perfectamente reconocibles los correspondientes a una iglesia de tres ábsides. Este edificio, curiosamente olvidado por la historiografía artística, pudo constituir a tenor de los restos conservados una de las muestras más sugerentes del románico vallisoletano. Pese al estado de abandono y saqueo a que ha estado sometido –seguramente durante siglos– todavía impresiona el aspecto general de sus ruinas que reflejan como pocas el esplendor de su primitiva fábrica. Por lo que podemos ver, se trataba de un edificio de unas dimensiones considerables que rondaba los cuarenta metros de longitud por unos veinte de anchura, construido todo él en sillería caliza perfectamente labrada que ha sido expoliada en su totalidad. Hoy solamente queda el relleno interior de los muros y soportes, como si del esqueleto de su fábrica se tratara. Constaba de tres naves separadas por pilares y divididas en tres tramos que se cubrían con bóvedas de piedra (probablemente de cañón), según parece corroborarlo el grosor de los muros y la existencia de contrafuertes adosados en el exterior. La cabecera se organizaba en forma de tres ábsides curvos precedidos de tramo recto que se cubrían con bóvedas de cuarto de esfera y de medio cañón. Sólo se mantiene más o menos completo el del evangelio donde aún se aprecia el hueco de la ventana y los restos de la bóveda. En peor estado se encuentran el de la epístola y, sobre todo, el ábside central que a pesar de estar totalmente derruido conserva un trozo de su tramo recto en el que se intuye la presencia de arquerías ciegas del mismo tipo que las vistas en la iglesia del despoblado de Muriel en Aldealbar. Llama la atención la extraña articulación del muro septentrional, en el punto de unión del ábside del evangelio con la nave, donde se produce un sucesivo retranqueo del mismo que se decoraba con columnillas acodilladas. El acceso al interior se realizaba a través de tres portadas –signo inequívoco de su carácter monasterial– que coincidirían con los grandes huecos abiertos en los lados norte, sur y oeste. Otras dos aberturas de menores dimensiones se perciben en la parte superior del muro septentrional que deben corresponder a sendas ventanas. La fábrica románica se completa con una dependencia de planta cuadrangular levantada junto al muro sur que comunicaba con la nave a través de una puerta oculta bajo un montón de escombros. Aunque su estado es lamentable todavía se atisba en uno de sus muros el arranque de la bóveda de cañón que la cubría. Desconocemos cual pudo ser su función primitiva (sacristía, capilla, torre,…) pero está claro que formó parte del plan original del edificio desde un principio ya que no se observa ninguna ruptura en la unidad constructiva. Del resto de las dependencias que pudieron formar parte de este monasterio no ha quedado ningún rastro, aunque es de suponer que éstas se extendieran hacia el sur pues es el único lado en que lo permite la orografía del lugar. El profundo desnivel del terreno que hay hacia el norte deja poco espacio para otras construcciones. Por el contrario, en las tierras de labor que hay en el lado meridional se rastre a abundante material cerámico, especialmente tejas. Los restos desmantelados de la iglesia fueron aprovechados por algunos vecinos de Langayo para construir sus casas. En un rápido recorrido por el pueblo pudimos constatar, tras una de las viviendas de la plaza, una antigua casa de piedra construida con sillares y molduras procedentes posiblemente del viejo monasterio. En una de las esquinas se reutilizó el fuste de una columnilla y en otra varias piezas semicirculares decoradas con bocel y escocia. Estas últimas parecen haber formado parte del basamento circular de los pilares o tal vez del zócalo exterior de los ábsides. En resumen podemos señalar que nos hallamos ante las ruinas de una iglesia románica que bien pudo ser la del mencionado monasterio de Santa María de Oreja. Contrasta, sin embargo, la escasa documentación plenomedieval existente sobre dicho cenobio con la envergadura que parece que tuvo su fábrica. Nada sabemos sobre sus orígenes, ni de los promotores de su fundación, ni tan siquiera de la comunidad que lo ocupó. Por otra parte, el estado en que han llegado hasta nosotros estos restos no facilitan tampoco una datación certera del edificio por cuanto carecemos de elementos indispensables para un correcto análisis del mismo. En cualquier caso la estructura arquitectónica que se adivina, con tres naves separadas por pilares, tres ábsides semicirculares y la utilización de bóvedas de medio cañón, apuntan de lleno hacia un edificio románico del siglo XII.