El equipo de la Fundación Santa María la Real ha transformado una pequeña ermita de origen románico, en un auténtico laboratorio capaz de autogestionarse. El objetivo es poder contrastar allí diferentes tipos de técnicas y materiales, para continuar avanzando en la conservación preventiva de edificios patrimoniales y en su gestión integral. En apenas 80 metros cuadrados se han colocado más de medio centenar de sensores, que monitorizan todas las pruebas que se realizan en el lugar, permitiendo además su análisis y control on line en tiempo real. La actuación se enmarca en el Plan de Intervención Románico Norte.