Castell d'Àger
Castillo de Àger
Al abordar el estudio de este monumento destacado del románico, debe tenerse en cuenta en primer lugar el carácter castrense del templo, ubicado, junto con las dependencias monásticas, en el recinto de un castillo que los estudios más recientes sitúan sus orígenes en la época de dominación islámica (siglos ix y x). Por tanto, nos hallamos ante los restos de un posible hisn, del cual perviven fragmentos de muralla en la cara norte y oeste sobre todo (Fité i Llevot, F. y Masvidal Fernández, C., 2015, pp. 205-223). Dicha muralla se caracteriza por utilizar un paramento de grandes sillares colocados a soga y tizón, con predominio de los tizones, como se ve en la cara oeste y se aprecia en otro monumento contemporáneo y cercano, la muralla norte del recinto de la Suda de Balaguer, datado en el siglo ix. Una muralla que posee además torres de flanqueo, de las que al menos subsiste una en bastante buen estado en la cara norte, que mide unos 5 m de ancho por 3,8 m de profundidad, con el interior macizo, en la parte conservada, de unos 5 m de altura. Si no se llevan acabo más excavaciones, va a resultar difícil reconstruir el perímetro y disposición original del recinto de este hisn, del cual podemos reconstruir únicamente sus caras norte y oeste y, quizás, una parte de su cara sur, y cuyas dependencias se supone que se situaban en la zona noreste.
Cuando esta fortaleza islámica, que defendía el sector más septentrional de la Frontera Superior, fue conquistada en 1034 por el conde Ermengol II de Urgell, con la valiosa ayuda del noble Arnau Mir de Tost, su recinto se amplió hacia el lado sureste, tal como permiten advertir los restos de muralla medieval que subsisten. Cabe señalar que el lugar de asentamiento del conjunto castrense, ya bajo dominio cristiano, no era plano y que en el punto más elevado del promontorio, se erigió una gran torre de planta circular, de unos 19 m de diámetro, de la cual únicamente subsisten los cimientos y parte de uno de los muros (Vila i Carabasa, J. M., 2007, pp. 482-483). En esa etapa inicial de la castellología, podemos señalar que nos hallamos aún ante un modelo de castillo-residencia incipiente, comparable al de Llordà (Pallars Jussà) que promovió Arnau Mir de Tost, como el de Àger, en su papel de custus de la frontera cristiana en la zona limítrofe del Montsec, que en 1042 es citado como agerense castrum. Aunque siguen los estudios arqueológicos, podemos avanzar que el recinto alojó un barrio militar y el propiamente eclesiástico, que comprendía el templo objeto de nuestro estudio, además de un claustro y las dependencias monásticas para la vida regular de una comunidad de canónigos. Singularmente, el claustro se situaba a los pies del templo, a la manera de los antiguos atrios, tal como puede aún verse, aunque se trata de una fábrica gótica, pues del antiguo claustro románico no se conserva ningún vestigio, al haber sido sustituido por el gótico. Por documentación del siglo xiii, se desprende que lo conformaban dos alas contrapuestas, de forma parecida al claustro de Sant Sebastià dels Gorgs. Debe señalarse que esta ubicación, un tanto atípica, la hallamos igualmente en los claustros de Mur y Cardona, de los que tan sólo el primero, románico, se ha conservado. Alrededor del claustro se situaban las dependencias monásticas, aunque debe señalarse que también existieron en el lado sureste dependencias, junto a la cabecera de la iglesia, como lo demuestran las infraestructuras de muros excavadas recientemente. Adell propuso situar en esta zona las antiguas dependencias monásticas, cosa que resulta extraño, teniendo en cuenta que desde muy pronto se documenta el claustro. Es más convincente suponer que en dicha zona, externa a la clausura, se ubicó el palacio abacial y quizás alguna otra dependencia relativa a servicios de la comunidad. Lo excavado y analizado no nos ofrece, por ahora, datos suficientes para poderlo confirmar. En cuanto al barrio militar, además de la citada torre defensiva, aneja al claustro y a las dependencias monásticas, poseyó una gran torre residencial a la manera de los donjons franceses, que parece se ubicó en la parte más baja de la fortaleza, en donde hubo el antiguo asentamiento de la residencia islámica. De esta gran torre residencial, únicamente subsiste la planta baja, compuesta por dos naves separadas y paralelas, dotadas de bóvedas de cañón seguido y una única abertura de ventilación en la parte superior. Dicha gran estructura, en parte destruida, se adosaba directamente a la muralla islámica, de la que no sobresalía; encima, se asentaba la planta noble, destruida en los bombardeos de la primera guerra carlista (1835). Podemos señalar, por tanto, que nos hallamos ante un ejemplo de torre residencial, de mediados del s. xi, parecida a la de Llordà, aunque de mayores dimensiones, con una planta baja destinada a servicios y caballerizas y una planta superior de recepción y ostentación del poder, que se convirtió en el núcleo del palacio de los vizcondes y luego residencia temporal de los condes de Urgell. Dicha torre alcanzaba los 6 m de ancho por unos 16 m de largo. Es interesante citar aquí el documento de 1061 que menciona un juicio presidido por Arnau Mir de Tost intus in camera, es decir, en la gran sala del palacio; y tener en cuenta que los edificios del barrio religioso, adyacentes a esta gran torre, se concibieron como complemento de la defensa de la fortaleza por la zona oriental, como comentaremos.
Finalmente, queda referirse al acceso al recinto que, actualmente, se sitúa en la cara sur, aunque en origen parece que se hallaba, según indicios arqueológicos, en la cara oeste. En dicha zona, adyacente al castillo, se hallaba el núcleo más antiguo de la población y, en su extremo occidental, una gran torre que habitaba el castellano. Debe precisarse que se trataba de un segundo recinto que integraba las residencias de la nobleza, separadas del conjunto de la villa que se esparcía por la ladera meridional, a la cual se dotó igualmente de murallas, como la documentación desde el siglo xi permite advertir, aunque antes del siglo xii no hallamos referencias explícitas sobre ella.
Texto: Francesc fitè i llevot - Foto: Juan Antonio Campos - Plano: Marta Buira Ferrè
Bibliografía
Araguas, P., 1979, p. 234; Araguas, P., 1981; Castells Catalans, Els, 1967-1979, VI, pp. 207-225; Catalunya Romànica, 1984-1998, XVII, pp. 107-112; Fité i Llevot, F., 1985, pp. 319-375; Fité i Llevot, F., 1989a, pp. 211-212; Fité i Llevot, F., 1993, pp. 89-93; Fité i Llevot, F. y González i Montardit, E., 2010, pp. 103-147; Fité i Llevot, F. y Masvidal Fernández, C., 2015, pp. 205-223; Font i Rius, J. M., 1969-1983, I, pp. 358-360; Font i Rius, J. M., 1985, pp. 113-124; Monreal y Tejada, L. y Riquer Morera, M. de, 1955-1965, III, pp. 162-165; Puig i Cadafalch, J., 1934, pp. 60-75; Puig i Cadafalch, J., Falguera, A. de y Goday, J., 1909-1918, I, pp. 147-148; Villanueva Astengo, J., 1803-1852 (2001), IX, ap. XVIII, pp. 263-265; Vila i Carabasa, 2007.