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Vista general de Sant Pere de Madrona

Identificador
25166_01_002
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.968016 1.335464
Idioma
Autor
Eva García Luna
Juan Antonio Olañeta Molina
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Pere de Madrona

Localidad
Madrona
Municipio
Pinell de Solsonès
Provincia
Lleida
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Pere de Madrona

Descripción

Sant Pere de Madrona

Se llega a Sant Pere de Madrona desde Solsona tras recorrer 4 km hacia el Noroeste que arranca desde el kilómetro 17 de la carretera C-149a, al Oeste de Solsona.

 

El templo aparece citado en varios documentos durante el siglo xi en relación a un castillo homónimo, como por ejemplo en uno de 1085, en el que se señalaba que la iglesia estaba edificata ar redicem de castro iam dicto Madrone. En 1099 esta parroquia, junto a sus sufragáneas, fue entregada a Santa Maria de Solsona por Gombau y su mujer la condesa Adelaida, donación que fue confirmada tres años después por Ermengol V. Como parte de los dominios de la canónica es citada en el acta de consagración de ésta en 1163, así como en sendas bulas de 1150, 1180 y 1188 por los papas Eugenio III, Alejandro III y Clemente III, respectivamente.

 

Se trata de un edificio de notables dimensiones que se eleva sobre la roca natural, a la cual se añadió, para nivelar el terreno, una potente estructura de sillares a modo de cimientos. En la actualidad, su estado de conservación es bastante lamentable, pues tanto la bóveda de su nave, como gran parte del muro sur –del que apenas queda en pie un exiguo muro de apenas 2 m de altura máxima– se han derrumbado fruto de la desidia de quienes deberían haber velado por su conservación. Es descorazonador comprobar por fotografías que ambas estructuras todavía estaban en pie en la década de 1980.

 

Su planta está formada por una sola e irregular nave rectangular, la cual se ha adaptado a las características del terreno, y por un ábside semicircular. El tramo oriental de la nave se desvía hacia el Noreste, lo que en el muro sur se ponía de manifiesto por la existencia de dos cuerpos diferenciados. En el paramento exterior del ábside, ocho esbeltas semicolumnas arrancaban del elevado podio que nivela el terreno y, a modo de lesenas, determinaban nueve entrepaños que estaban coronados por sendas parejas de arquillos ciegos, de las que tan sólo se han conservado dos y media –parte de la central y las dos que quedan a su lado sur–. También se ha perdido uno de los dos sillares consecutivos del ábside que estaban decorados con relieves con motivos vegetales. El único conservado, situado en los exiguos restos del que era el tercer entrepaño meridional, presenta un tallo ondulante del que arrancan, de forma alterativa por la parte superior e inferior,  unas hojas de cuatro y cinco pétalos. Dos frisos de dientes de sierra enmarcan por arriba y abajo esta decoración. Estas dos piezas, que eran material reutilizado, posiblemente de otro edificio, se han datado ya avanzado el siglo xi, y se han puesto en relación con un capitel de una ventana de Sant Ponç de Corbera y con la iglesia inferior de Sant Martí del Canigó. Una moldura de nacela, de las que las escasas piezas que subsisten hacen equilibrios por mantenerse, coronaba el paramento por debajo de la cornisa. Tampoco se ha conservado la techumbre cónica que cubría el ábside, con lo que queda al descubierto la parte superior de su bóveda de cuarto de esfera. La gran altura de la estructura absidal se explica porque interiormente se corresponde con dos espacios: la cabecera de la iglesia y la cripta que tiene debajo. Estos dos niveles tan sólo se ponen de manifiesto en el exterior por la presencia de tres ventanas localizadas en el entrepaño central. Mientras la superior es de doble derrame y arco de medio punto, las dos de la cripta son alargadas, y de derrame simple hacia el interior. De éstas, la inferior, más estrecha, está algo desviada hacia el Sur. Aunque en tierras catalanas existen algunos ejemplos de cabecera con dos niveles que se corresponde exteriormente con un paramento continuo, como Sant Pere de Ager, Sant Climent de Taüll, Santa Maria de Cardet o Sant Llorenç de Morunys, este tipo de solución arquitectónica es más frecuente en tierras aragonesas, donde se encuentra en el ábside central de la catedral de Roda de Isábena, en el castillo de Loarre, en el monasterio de Santa María de Alaón o en las iglesias de San Esteban de Sos del Rey Católico, Santa María de Ainsa, San Juan y San Pablo de Tella, Murillo de Gállego o Luesia, estas dos últimas dedicadas a san Salvador. Un precedente para todas ellas es el monasterio de San Salvador de Leyre. Coincidiendo con el nivel de la cripta, se disponen dos series horizontales de mechinales, que contrasta con su ausencia en la parte superior. Dado que no se observan diferencias sustanciales en el aparejo utilizado –formado por sillares bastante cuadrados, bien labrados, escuadrados y pulidos–, esta diferencia no parece ser consecuencia de dos fases constructivas, aunque sí es un indicio de un cambio en la forma de montar los andamios. Como hemos comentado, el muro sur, que ha desaparecido casi por completo, estaba formado por dos cuerpos que forman un ángulo. En el oriental, en el que se abrían tres estrechas y alargadas ventanas con derrame interior, se prolongaban, en su mitad inferior, las dos series de mechinales del ábside. La puerta de acceso se sitúa, descentrada, en el lado sur de la fachada oeste. Está formada por un arco de medio punto adovelado, que se corresponde al interior con otro arco de las mismas características, pero más elevado. En el centro del frontis se abre una ventana geminada en la que un capitel trapezoidal, con sendas parejas de semicilindros tumbados en sus lados cortos, se apoya en un fuste poligonal muy desgastado, sobre todo por parte superior y su base. Interiormente, la ventana presenta un solo arco de medio punto. En sintonía con el resto del edificio, la fachada no ha conservado su hastial. Sobre el tramo occidental del muro norte se alza, paralelo al eje longitudinal de la nave, un campanario de espadaña de dos ojos.

 

Para describir como era el interior, que ha quedado al descubierto tras la pérdida de su bóveda de cañón, de la que tan sólo se conserva el arranque en el muro norte, es preciso recurrir a las fotografías realizadas antes de su hundimiento. La nave tan sólo presentaba un arco fajón, del que se conservan restos del arranque y de la pilastra en la que se apoyaba en el lado norte, el cual se hallaba separando aquella del presbiterio. Este último se encontraba elevado sobre la cripta, a la que se accedía desde el centro de la nave. Algún autor ha planteado que la cripta podría haber sido realizada inmediatamente después que la iglesia, aunque ya planificada desde el principio. La configuración exterior del ábside como un cuerpo continuo deja patente que, efectivamente, la cripta ya fue concebida desde los inicios, lo que hace difícil pensar que no fuera realizada en el mismo momento que

 

La cripta, por su disposición elevada respecto a la nave, ha sido relacionada con la de Sant Esteve de Olius. Se cubre con bóvedas de arista que descansaban sobre columnas y capiteles, los cuales se conservan en el Museu Diocesà i Comarcal de Solsona.

 

En el muro norte de la iglesia se abren dos puertas que dan acceso a dos salas cubiertas con bóveda de cañón, de las que se ha planteado que pudieron formar un único espacio, y que fueron reutilizadas como sacristía y para el acceso al desaparecido coro elevado.

 

La ejecución del edificio se ha situado bien entrado el siglo xii.

           

Capiteles

 

Como hemos indicado, los tres capiteles que decoraban la cripta se encuentran en la actualidad en el Museu Diocesà i Comarcal de Solsona, donde ingresaron hacia 1914, momento en el que se les dio los números de inventario 122, 123 y 124. Las tres piezas se presentan talladas tres de sus caras.

 

La primera de estas piezas, que en la actualidad es identificada con el número 157 y que es, sin duda, la más interesante, presenta en su cara frontal a un personaje de pie, con corona y vestido con túnica larga ceñida a la cintura por un cordón. Lleva barba, va descalzo y eleva sus brazos para sujetar un alargado tallo recto que, dispuesto de forma horizontal, pasa por detrás de su cabeza y que en los laterales se curva hasta enroscarse en sus brazos y terminar en sendas palmetas. Una línea incisa recorre el cuerpo del tallo. Los brazos del individuo son desproporcionadamente largos. El astrágalo, al igual que en los otros dos capiteles, presenta decoración sogueada. En la parte frontal del cimacio figura la inscripción mirvs me fecit. En el segundo capitel, con el número de inventario 158 y el peor conservado, dos centauros sagitarios afrontados, barbados y con media melena, apuntan con sus arcos a una serpiente situada entre ellos que se alza verticalmente. Un segundo ofidio se arrastra por la base de la cesta y  muerde una de las patas traseras de uno de los centauros. Por encima del lomo de éste aparece un ave, posiblemente una rapaz, con las alas replegadas. En la cara opuesta, en cambio, el mismo lugar es ocupado por tallo rematado en unas hojas. Por último, el tercer capitel, de número 159 presenta una decoración a base de motivos vegetales. En el registro inferior dos series alternas de palmetas, invertidas las situadas en la parte alta, que quedan enmarcadas por el semicírculo formado por el tallo que une a de la serie opuesta. Nacen de la base de las palmetas invertidas tres hojas lanceoladas que muestran sus nervios y que, colocadas verticalmente, ocupan buena parte de las caras en las que se encuentran. La hoja central es flanqueada por dos caulículos dobles que se alzan verticalmente y se rematan en espiral en las esquinas del capitel. En una inscripción situada en la parte superior de la cara central, y con las letras invertidas, se lee vrim. La pieza presenta restos de policromía en las hojas superiores, en los motivos que las flanquean y en las palmas de la zona central. En ninguno caso puede asegurarse que se trate de la pintura original.

 

Respecto a la lectura de las dos inscripciones y la interpretación del primer capitel, se han propuesto varias alternativas. Serra i Vilaró consideró que el personaje representado con los brazos alzados era una cariátide y que en la primera inscripción se leía el nombre de Miró que sería el arquitecto del edificio. Puig i Cadafalch señalaba la coincidencia del nombre inscrito con el que, invertido, figuraba en el capitel vegetal, y consideraba que el individuo representado era el autor de la obra, entendida ésta como iglesia y de la cripta. Jordi Camps, para quien la imagen tendría un carácter ornamental, cita varios ejemplos de atlantes entre motivos vegetales presentes en la escultura catalana para proponer que ésta podría ser la interpretación adecuada. Con las debidas precauciones, plantea que la inscripción haría alusión a un personaje muy vinculado con la ejecución del conjunto. Por su parte, Francesca Español ha sugerido la posibilidad de que en el capitel se mostrara el retrato del comitente, opinión que, aunque podría ser coherente con el hecho de que Madrona formara parte del señorío controlado por la familia vizcondal Miró, para Carles Sánchez contiene elementos que son incongruentes en este contexto, como que el individuo sea representado descalzo, recurso que considera asociado a personajes sagrados de jerarquía elevada y a los atlantes. En relación a esta última interpretación, que es por la que se decanta, señala las similitudes con los capiteles de Saint-Pierre de Mozac, el claustro de Sant Cugat del Vallès o a la portada oeste de San Zenon de Verona. Respecto a la inscripción apunta que en la fórmula me fecit se suele utilizar el nombre de pila y no el linaje, lo que, en su opinión descartaría que se aludiera al comitente. Es por ello que se decanta por considerar que Miró era el nombre del escultor. El hecho de que el personaje esté coronado y no soporte la parte superior de la cesta, sino que se halle asiendo unos tallos, nos lleva a dudar de que se trate de una cariátide o de un atlante.

 

Se han datado estas piezas en un momento ya avanzado del siglo xiii.

 

           

 

         Texto: Juan Antonio Olañeta Molina - Fotos y planos: Eva García Luna

 

Bibliografía

 

AA.VV., 1990, p. 227; Bach i Riu, A., 2002, pp. 54-56, 168-169 y 191-192; Bach i Riu, A., 1996-1997, pp. 235-236; Bolòs i Masclans, J. y Moran i Ocerinjauregui, J., 1994, p. 554; Catalunya Romànica, 1984-1998, XIII, pp. 247-253; Catalunya Romànica, 1984-1998, XXII, pp. 310-314: Duran, F., s. d., pp. 111-112; Junyent i Subirà, E., 1975, p. 203; Junyent i Subirà, E., 1980, p. 295; Llorens i Solé, A., 1992-1993, pp. 345-346; Puig i Cadafalch, J., Falguera, A. de y Goday, J., 1909-1918, III, 1, pp. 52-53; Sánchez Márquez, C., 2015, pp. 43-45, fig. 8; Sánchez Márquez, C., 2017, pp. 229-230; Serra i Vilaró, J., 1909, p. 68; Vidal Sanvicens, M. y López i Vilaseca, M., 1979, p. 247.