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Vista general desde el noreste de Sant Pere Gros

Identificador
25072_03_006
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
41.660867, 1.262508
Idioma
Autor
Cristina Tarradellas Corominas
Juan Antonio Olañeta Molina
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Sant Pere Gros

Localidad
Cervera
Municipio
Cervera
Provincia
Lleida
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Pere Gros

Descripción

CERVERA

Iglesia de Sant Pere Gros

 

La iglesia de Sant Pere Gros está situada a las afueras de la ciudad de Cervera, en un lugar que se conoce como paraje del Molino Grande, al que se accede por la carretera L-214 en dirección sur a Granyena y, a poco más de 1 km, coger la pista que queda a la izquierda. Ocupa una ligera elevación del terreno muy próxima al curso del río Ondara y el torrente Salado, junto al antiguo camino real que comunicaba Barcelona con Lleida. Su entorno es un espacio que permite disfrutar de la armonía del conjunto y percibirlo desde todos los ángulos. 

Sant Pere del Grau, Sant Pere de Ripoll de Cervera, Sant Pere de Cervera o Sant Pere del Camp, son otros de los nombres con los que se conoce a esta iglesia. Se construyó coincidiendo con el ambiente repoblador de mediados del siglo xi, en una zona que ya estaba habitada con anterioridad a la época medieval. Fragmentos de cerámica ibérica y romana encontrados al borde el camino llevan a pensar en algún tipo de poblamiento anterior. La ocupación continuó en época islámica, seguramente de poca intensidad, y se redujo notablemente durante el siglo ix a causa de la inseguridad que comportaba su situación en tierra de frontera. La repoblación definitiva, una vez conquistado el territorio por las tropas cristianas, se produjo a partir de 1050.

La primera referencia al monasterio de Sant Pere Gros se remonta al año 1072, cuando es mencionado en un documento de donación en el que Sínol, devota de la comunidad, cedía un campo y una viña al cenobio para la salvación de su alma. En 1081, Guillem de Cervera y su mujer Arsendis entregaron la iglesia al monasterio de Santa Maria de Ripoll para que fundara un monasterio benedictino. El documento especifica que se hacía donación de la cella de Sant Pere, lo que supone que ya en ese momento existía una comunidad regular, a pesar de que no debía de ser muy numerosa. Esta dependencia de Ripoll, que se mantendrá hasta el 1835, fue confirmada por una bula del papa Urbano II en 1097.

Como gran parte de las instituciones religiosas, durante la época medieval la comunidad fue receptora de importantes donaciones. Desde su fundación a finales del siglo xi, pero sobre todo a lo largo del siglo xii, Sant Pere Gros llegó a acumular un extenso patrimonio. Gracias a un cabreo del siglo xiv, encargado por el prior Guillem de Bach, se conocen cuáles eran las rentas y los derechos del monasterio en dicho momento. En el mismo se mencionan las poblaciones en las que estaban situadas las propiedades, las cuales se ubicaban tanto en la Segarra, como en otras comarcas ‒Penedès, el Vallès, La Noguera y el Urgell‒. A ello hay que añadir los derechos que el monasterio tenía sobre algunas iglesias de la propia villa de Cervera: Sant Salvador, que estaba dentro del recinto del castillo, y la parroquial de Santa Maria, puesto que Sant Pere era una fundación anterior y estaba organizada desde mucho antes. De hecho, en algún momento se ha llegado a considerar que dicho templo hubiera sido la primera parroquia de la ciudad.

El control de este dominio recaía sobre el prior, que siempre fue un monje bajo las órdenes del monasterio de Ripoll, y que ejercía el mando de forma directa, y podía gestionar el patrimonio comprando y vendiendo según su criterio. Algunas de sus acciones generaron graves conflictos con otros señores feudales, que consideraban que tenían derechos sobre propiedades que eran administradas desde el monasterio. El más importante fue con el obispado de Vic, diócesis a la que pertenecía Cervera, motivado por los rendimientos de las tierras, los bienes inmuebles y las donaciones hechas a favor de Santa Maria. También tuvo problemas con los caballeros hospitalarios, por el cobro de los censos y los diezmos derivados del castillo de Guàrdia Lada. Muchos de estos conflictos se prolongaron durante siglos y solo se resolvieron tras varias sentencias judiciales.

Todo este alboroto se inició a finales del siglo xii, momento en el que la institución entró en una grave crisis económica. La situación, que se hizo más evidente a mediados del siglo xiv, se intentó resolver con la redacción del inventario encargado por Guillem de Bach. El objetivo era reclamar a los feudatarios los pagos pendientes, para, así, redirigir la situación, pero fue una iniciativa infructuosa. Hay constancia de que fue en este momento cuando empezó la venta forzada de algunas propiedades y los empeños de otros bienes, hasta el punto que el mismo prior vendió el misal y el breviario de la misa. Desde Ripoll se insistía en enviar monjes para nutrir la comunidad, pero a inicios del siglo xv la situación se hizo insostenible y el monasterio fue abandonándose paulatinamente. Es en este momento cuando se dejó de hablar del gran monasterio. A mediados del siglo xv, el patrimonio del antiguo priorato ya se había liquidado y se reconvirtió en hospital para los enfermos de peste. A pesar de todo, el aprecio y la devoción de los cerverinos por este templo era tal que consiguieron que se abriera al culto puntualmente.

La guerra de Sucesión malogró notablemente el conjunto. Por eso, años más tarde, en 1789, se ejecutaron una serie de reformas consistentes en la sustitución del pavimento, el revoque de los muros y el cierre de la parte inferior de las hornacinas. En esta misma fecha se encargó un retablo de estilo neoclásico para el ábside y una imagen de san Pedro. No se planteó ninguna otra reforma hasta 1936, pero el estallido de la Guerra Civil española paralizó el proyecto. Una nueva intervención fue llevada a cabo en 1960, en la que se eliminó cualquier elemento ajeno a la época románica, lo que dio como resultado el edificio actual.

La iglesia de Sant Pere Gros, el único vestigio conservado de lo que había sido el cenobio benedictino, es uno de las mejores muestras de edificio de planta centralizada de época altomedieval conservadas en Cataluña, tipología en la que destaca, por ejemplo, Sant Sebastià del Castell en Sallent. Se desconoce la razón por la que se optó por este modelo, si bien algunos especialistas han apuntado la posibilidad de que tuviera un carácter funerario, y que estuviera inspirado en el Santo Sepulcro de Jerusalén. Para otros, seguiría el espíritu de renovación arquitectónica impulsado por el abad Oliba, que tendría su origen en las edificaciones cristianas de la Roma tardoantigua. En este sentido, se ha equiparado su construcción a la de las desaparecidas iglesias de Santa Maria la Rodona de Vic y la Trinitat de Cuixà. 

Aunque la primera mención al templo se remonta a mediados del siglo XI, es una incógnita el momento concreto de su construcción. Se ha propuesto que, en un principio, habría sido una simple iglesia rural en las afueras de la ciudad, expuesta a las razias musulmanas, y que habría sido fundada con el fin de vertebrar el territorio. Teniendo en cuenta su situación extrema en el límite con el condado de Osona, podría ser lo que se conoce como una iglesia-fortaleza. Otra cuestión es a quien se tiene que atribuir su construcción. Sabiendo que la repoblación de la zona fue encabezada por familias vizcondales, es posible que fueran estas las que impulsaron la edificación, a la espera de la conformidad y ratificación por parte del conde, una vez pacificada la zona, lo que abrió la puerta a la instalación de una institución monástica. 

El edificio está formado por un cuerpo principal de planta circular, ligeramente deformada, que hace las veces de nave, y un pequeño ábside semicircular orientado al Sureste. La nave presenta un diámetro interior de 5 m y exterior de 10 m, lo que la convierte en una de las iglesias de planta circular más grandes de las conservadas en Cataluña. El grosor de los muros es muy considerable, y oscila entre los 2 y los 3 m. Su potencia se pone claramente de manifiesto en el profundo corredor que se forma en la puerta, situada en el lado norte, y compuesta por un arco ligeramente apuntado en el que una de las jambas está realizada con un sillar de grandes dimensiones colocado verticalmente. Recorre la base de los paramentos exteriores un zócalo de altura variable, en función del desnivel del terreno. Arrancan desde este zócalo, tanto en el ábside, como en la mitad norte del edificio, las bases de lo que fueron unas lesenas, las cuales alcanzan su mayor altura en la cabecera. En relación a estos elementos ornamentales, se ha planteado la posibilidad de que, originalmente, podrían haberse prolongado hasta la cornisa, donde los entrepaños que determinan estarían coronados por los correspondientes frisos de arquillos ciegos. Sin embargo, otros especialistas, en cambio, consideran que quedaron inacabadas a causa de una alteración del proyecto inicial.

En el ábside se abren las dos únicas ventanas del templo, una en el centro, y otra, de mayores dimensiones y posiblemente añadida con posterioridad, en el lado sur. Ambas, formadas por sendos arcos de medio punto, son de doble derrame. Corona la techumbre una espadaña de época posterior. 

El aparejo está compuesto por sillarejo, no siempre bien labrado y escuadrado, de dimensiones menudas y poco homogéneas, dispuesto en hiladas más o menos regulares. Todavía se conserva algún mechinal.

En el interior, el espacio central se cubre con una cúpula que arranca directamente de los muros, sin que se aprecie ningún elemento de transición. Seis estrechas y alargadas hornacinas se abren en el muro y están coronadas por sendas bovedillas de cuarto de esfera. Su distribución es ligeramente asimétrica, debido a la presencia de la puerta en el lado norte, levemente desplazada respecto al eje del ábside. En la tercera de estas cavidades desde el Sur se esconde una puerta que da acceso a una escalera que, entre los muros, conduce a las cubiertas. Se ignora si esta abertura ya desempeñaba esta misma función en origen o, por el contrario, permitía la comunicación con otras dependencias del monasterio. Este tipo de estructura en forma de hornacina también se encuentra en otras de las iglesias circulares del ámbito catalán como Sant Sebastià del Castell de Sallent, la Trinitat de Cuixà o Sant Jaume de Vilanova.

El ábside se cubre con una bóveda de cuarto de esfera y está presidido por un altar. En 1961, al retirarse, durante una campaña de excavación, el muro de piedra que sostenía el ara, apareció en su interior una supuesta ara. Esta presenta, en la cara superior, unos grafitos, entre los que se identifica una tau, así como un reconditorio en forma de T para contener reliquias. Aparte de este altar, que se ha de considerar como el altar mayor, los inventarios medievales aluden a un segundo altar dedicado a san Juan, y hacen constar que los dos tenían las dotaciones necesarias de vestuario, objetos de culto y libros para garantizar la celebración del culto. 

La transición entre el ábside y la nave se realiza mediante un corto presbiterio que se resuelve mediante dos arcos de medio punto en degradación que se integran en el muro a la altura de la línea de impostas. Esta doble estructura permite salvar la diferencia de altura existente entre los dos cuerpos, pero la solución no es buena y la unión queda algo forzada. Aunque se intenta disimular la unión para dar la sensación de que este tramo presbiterial es un cilindre perfecto, no se consigue el objetivo. En general, en toda la obra son evidentes las deformaciones constructivas, que se pueden apreciar tanto en el interior como en el exterior, pero, a pesar de ello, el conjunto se ve como un todo armonioso.

Se desconoce con exactitud qué tipo de estructuras formaban el conjunto, pero algunas indicaciones presentes en los inventarios de los siglos xiv y xv, y descripciones de siglos posteriores aportan cierta información al respecto. Así, se sabe que, además, de la iglesia existía lo que se cita como casa o monasterio. En este ambiente, una vez superada la entrada al recinto, se menciona un establo y, a continuación, el pórtico, un ámbito que daba acceso a las escaleras que conducían a una torre donde, como mínimo, había una cámara. Se mencionan también una estancia, que ha sido identificada como el despacho del prior, la cocina, una sala grande, que a partir del siglo xiv, y de manera ocasional, hacía funciones de granero, la bodega y un molino.

El documento de donación de Guillem de Cervera, de segunda mitad de siglo xi, habla también de la sagrera, espacio donde cualquiera acto de violencia cometido era considerado un sacrilegio. Se delimita en un radio de treinta pasos eclesiásticos a contar desde los muros de la iglesia, y es un espacio destinado principalmente a enterramientos, aunque también acogía almacenes y viviendas. 

Hasta el momento se han llevado a cabo dos campañas arqueológicas para identificar todas estas estructuras. La primera, entre 1961 y 1964, se centró en la zona de la sagrera, y se identificó la cimentación de dos muros de piedra en el sector norte, cerca del ábside. Entre ellos aparecieron una serie de enterramientos muy superficiales, formados por losas laterales y sin ningún tipo de protección, o cubiertos con una simple losa plana. Uno de los cuerpos conservaba cosidas al hábito cuatro conchas de las que llevaban los peregrinos que hacían el Camino de Santiago. Otro punto en el que se realizaron excavaciones fue ante la puerta de entrada, donde se localizó parte de la cimentación de un muro que corre paralelo a ella. En el interior de la iglesia se liberó la parte inferior de las hornacinas, y se dejó al descubierto la puerta que da acceso a la escalera que discurre por el interior del muro.

La segunda campaña, realizada en 2010, se centró en la entrada de la iglesia y en la misma se recuperaron algunos de los muros detectados en la campaña anterior. El resultado fue la delimitación de una habitación, que se ha identificado como la bodega, donde había una pila de piedra para contener aceite. También se localizaron algunos escalones de piedra y los quicios de la puerta de entrada. Junto a la bodega, afloró un espacio rectangular delimitado por muros y pilares que hace pensar que, posiblemente, se trataría de los restos del claustro. Por último, en el mismo sector, apareció una estructura circular que se cree que podría ser una escalera de caracol. 

 

TEXTO: CRISTINA TARRADELLAS COROMINAS – FOTOS: JUAN ANTONIO OLAÑETA MOLINA / CRISTINA TARRADELAS COROMINAS – PLANOS: XAVIER JOSEP GELONCH PIFARRÉ

 

Bibliografía 

Catalunya Romànica, 1984-1998, XXIV, pp. 394-395; Conde i Delgado de Molina, R., 1983; Duran i Sanpere, A., 1977, pp. 106-115; Garrabou i Peres, M., 1984; Rivera i Sentís, F.X., 2009, pp. 75-128; Rivera i Sentís, F.X., 2010; Vigué i Viñas, J., 1975, p. 85.