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Vista septentrional de Sant Julià de Ramis

Identificador
17169_07_001
Tipo
Formato
Fecha
Cobertura
42.028114, 2.853551
Idioma
Autor
Annaïs Pascual Alfaras
Colaboradores
Sin información
Edificio (Relación)

Iglesia de Sant Julià de Sant Julià de Ramis

Localidad
Sant Julià de Ramis
Municipio
Sant Julià de Ramis
Provincia
Girona
Comunidad
Cataluña
País
España
Ubicación

Sant Julià de Ramis

Descripción

SANT JULIÀ DE RAMIS

 

El municipio de Sant Julià de Ramis, con sus 19 km2, se encuentra situado al Norte de Girona, a solo 10’7 km de la capital, tomando la N-II. El caudaloso río Ter y el “Congost”, un estrecho paso entre la montaña de Sant Julià y las últimas estribaciones de las Gavarres que modifican el curso del río, dibujan el límite meridional y oriental del término. Al mediodía, limita con Girona y Sarrià de Ter, al Suroeste con Sant Gregori, y a levante con Cervià de Ter, Bordils y Celrà. Al Norte y al Oeste, las tierras de Sant Julià de Ramis afrontan ya con municipios de la comarca del Pla de l’Estany. Desde tiempos ancestrales, Sant Julià de Ramis y el paso del Congost, constituyen un punto ineludible y estratégico de paso y conexión entre dos tierras: la plana de Girona, extremo septentrional de la depresión Prelitoral Catalana, y la plana del Baix Empordà.

 

El actual municipio es un conglomerado de caseríos dispersos y núcleos de entidad diversa: la antigua villa de Sant Julià de Ramis situada en la cima de la montaña, el pueblo actual situado a los pies del monte, y los caseríos rurales o vecindades del Terri, Olivars y Montagut, documentadas en la Edad Media; en el sector meridional cabe añadir el núcleo del Pla de Baix y un par de urbanizaciones modernas. Además, hay que sumar a ello el antiguo término municipal de Medinyà, anexionado en 1972, que mantiene una marcada identidad propia; está situado al otro lado de las sierras, y su geomorfología es ya de características ampurdanesas.

 

El pueblo actual de Sant Julià de Ramis se dispone disperso a los pies de la montaña de la que toma el nombre, junto a la N-II, en el lugar que ocupaba antiguamente el caserío “la Garriga”. Fácilmente se reconocen junto a la dicha carretera el Ayuntamiento y la iglesia parroquial dedicada a san Julián y a santa Basilisa, de moderna construcción. El pueblo ha crecido adaptándose a las numerosas vías que, saliendo de Girona, cruzan el municipio por este lugar para dirigirse a Olot, Figueres o Palamós. La densidad y dispersión a los pies de la montaña contrastan con otros lugares del municipio que gozan de gran exuberancia, y de una situación natural históricamente estratégica. A tal relevante ubicación debe el municipio su entidad e importancia histórica, geográfica y arqueológica. Desde 1932 hasta hoy, en la montaña de Sant Julià han sido excavados y estudiados varios yacimientos correspondientes a los sucesivos pueblos y culturas que han habitado este lugar desde la prehistoria.

 

Según la historiografía, debemos situar los orígenes de la parroquia de Sant Julià de Ramis en la Tardoantigüedad. Con toda probabilidad, la villa de Sant Julià de Ramis junto al templo de Sancti Iuliani de Castellfreit (1019) o de Castro Fracto (1072), habría nacido en torno a una gran fortificación tardoantigua, el Castellum Fractum, hoy excavada y bien estudiada, que en época románica ya se encontraba muy deteriorada, y de la cual, el lugar, tomaría el nombre. Ésta fortificación, a su vez, se construyó ocupando en parte un anterior oppidum ibérico de gran importancia.

 

El término, en la alta Edad Media, era ya considerablemente grande e incluía otras villas y dominios cercanos, además del estricto núcleo situado en la cima de la montaña. Seguramente los dominios parroquiales de Sant Julià incluían los términos de Sarrià, Montagut y probablemente Medinyà; topónimos menores que no aparecen documentados hasta bien entrado el siglo xi. El topónimo del lugar a partir de 1087, abandona toda referencia al castellum para adoptar el “Rama” que derivará en “Ramis”, y que algunos relacionan con la cristianización del lugar tras un período de ocupación musulmana encabezada por un personaje tal vez llamado Abd-al-Rhaman.

 

 

Iglesia de Sant Julià (o Els Sants Metges)

 

El templo que da nombre al actual municipio de Sant Julià de Ramis y que fue hasta bien entrado el siglo xx sede parroquial del lugar, convertido en santuario, está hoy bajo la advocación de los santos Cosme y Damián, los llamados “Sants Metges” (Santos Médicos), que durante siglos fueros los patrones secundarios de esta iglesia que tenía como titular a san Julián. El perfil del templo, en la cima de la montaña homónima y custodiando el paso del “Congost” formado por el río Ter, forma parte del imaginario de los habitantes de Girona y de sus alrededores, quienes durante siglos han alimentado la leyenda hagiográfica –sin fundamento alguno– según la cual la fundación de la iglesia se debería al emperador Carlomagno, que habría establecido allí su campamento antes de su llegada a Girona, y cuyo cuerpo (o el de uno de sus caballeros) cuentan, tuvo sepultura en el lugar.

 

El santuario se encuentra a solo 5 km de Girona. Se accede fácilmente, dejando la N-II aproximadamente, en el km 731, y tomando el camino de acceso a la montaña de Sant Julià, bien indicado, que parte justo delante de la nueva parroquial del municipio, la iglesia Sant Julià i Santa Basilisa. Siguiendo este camino de curvas unos 2 km, rápidamente se asciende a la cima de la montaña dónde continúan los trabajos arqueológicos en yacimientos de época ibérica, romana, medieval y contemporánea, dispuestos a pocos metros del templo.

 

La iglesia románica de Sant Julià se habría construido en torno al año 1000. Es considerada un ejemplo de los inicios de la implantación de los modelos arquitectónicos lombardos que florecen a lo largo del siglo xi. Se levanta en el lugar que hasta el momento de su construcción habría ocupado una tumba-capilla monumental tardoantigua, de planta rectangular, que habría sido un centro de culto del castillo ya en ruinas que dio origen al topónimo de Castellum fractum.

 

La iglesia aparece documentada por vez primera en el año 1019, en la donación hecha por el obispo de Girona, Pere, a la canónica de la sede gerundense, de numerosas propiedades alodiales; entre ellas aparece la iglesia parroquial de sancti Iuliani de Castelfreit. Los canónigos de la sede de Girona, propietarios de la parroquia, protagonizan, en el año 1072, un litigio contra los señores de Medinyà por los derechos de cobro de diezmos y primicias en el villar llamado Granollers, situado a orillas del río Terri. Quince años más tarde, en 1087, en el testamento del noble Athanolf, castellano de Medinyá, aparece de nuevo citada la parroquia junto a la iglesia, esta vez ya con el nombre que perdurará hasta hoy: Sancti Iuliani in Rama. En este mismo documento se informa de la existencia en Sant Julià de una sagrera con casas, establos y almacenes, entorno al templo parroquial, entre otras propiedades de éste noble en Medinyà, Sarrià, Montagut, Mollet y Sils, legadas a sus familiares y al monasterio de Sant Pere de Galligants.

 

En los documentos del Archivo Diocesano de Girona consultados no aparecen noticias sobre el templo hasta un momento tardío. El obispo concede dos licencias para ausentarse del lugar al domero de Sant Julià, Guillem Cerdà, en 1327 y 1329, y posteriormente manda elegir obreros para los feligreses, a los clérigos de Sant Julià, en 1354; un año después, ante la desobediencia de los obreros se abre una monitoria. No aparece de nuevo ninguna noticia relevante sobre el templo hasta época renacentista, cuando en 1610 se otorga licencia para construir la capilla del Roser. En este mismo siglo se funda la cofradía de Sant Cosme y Sant Damià, en torno a 1645, cuyos titulares acabarían sustituyendo a san Julián en la dedicación del templo tras el traslado de la titularidad de la parroquia a la vecina iglesia de Sant Julià i Santa Basilisa.

 

La arqueóloga Carme Montalbán dirigió las excavaciones arqueológicas efectuadas en el interior del templo en 1995. Gracias a ellas pudieron constatarse hipótesis y valoraciones anteriores, descubriéndose partes desconocidas del edificio, como el campanario y el enlosado del pavimento original, a base de “piedras bien labradas escuadradas que tienden a la rectangularidad”, que en algunos momentos se une con la roca madre que aparece tallada y labrada cual enlosado. Tales excavaciones hicieron posible, sobre todo, la restitución de elementos perdidos en intervenciones modernas efectuadas en el siglo xviii, que habían destruido parte de la original distribución interna del edificio románico, el ábside septentrional, pilares y arcos de medio punto.

 

El edificio románico de planta basilical, sin transepto, es de tres naves muy estrechas y alargadas coronadas a levante por tres ábsides, el central, mayor, en correspondencia con la altura interna de las tres bóvedas de cañón algo tendentes a la herradura, que cubren sendas naves. El templo cuyos muros perimetrales son algo irregulares, mide unos 17’5 m de largo por unos 7’60 m de ancho y su orientación aunque sigue los cánones establecidos, tampoco es exacta, pues realmente se orienta de Noreste a Suroeste.

 

De aspecto unitario, el templo se encuentra hoy bien conservado y restaurado; la cabecera, ha sido liberada de construcciones de época barroca que la ocultaban, y el ábside septentrional reconstruido. Aún así, son evidentes, en sus muros, las transformaciones que ha sufrido la fábrica, sobre todo en su entrada principal, abierta en época moderna en la fachada de mediodía, y en el muro septentrional, que se derrumbó en parte para dar paso a una gran capilla renacentista dedicada al Roser.

 

Fundamentados directamente sobre la roca, sus muros perimetrales se levantan, a base de hiladas más o menos regulares de sillares únicamente desbastados, de tamaño y calidad diversa, con evidente reutilización de materiales del lugar (procedentes de construcciones anteriores íberas, de la capilla o martirium tardoantiguo y el Castellum Fractum que daba nombre al lugar); sillares de arenisca, caliza y piedra del lugar (pizarra), dispuestos con cierta irregularidad y unidos con abundante argamasa y con el uso puntual de piedra volcánica en arcos, hiladas superiores y cubiertas. Los muros perimetrales, exteriormente, encuentran refuerzo en los grandes sillares bien trabados que forman las esquinas responden a fórmulas constructivas pre-románicas. En la parte superior de los muros exteriores, y también en algunos fragmentos del paramento interior, se han conservado muestras de encintado hecho con fina argamasa, pensado para el acabado y ornamento de los muros; una técnica de tradición antigua que, como apunta J. M. Nolla, encontramos ya en el edificio funerario de Santa Magdalena en Empúries.

 

El edificio presenta, al menos, tres puntos de acceso de época románica: uno en la fachada occidental, a los pies de la nave central, que da al cementerio, y dos pequeñas puertas de vano rectangular con arco de descarga y tímpano dispuestas, equidistantes, ambas en el muro de mediodía y actualmente tapiadas e integradas en el paramento de éste muro, dónde en época moderna se abrió la gran puerta rectangular renacentista.

 

Se aprecia, en la mitad meridional del edificio un considerable desnivel respecto el nivel exterior del suelo, pues para acceder al edificio por el lado sur hay que descender unos tres escalones.

 

Exteriormente la apariencia sencilla y austera del edificio románico se encuentra transformada por la sacristía norte, el robusto campanario-conjuradero y el muro fuerte, que caracterizan la actual silueta de Sant Julià de Ramis, en la cima de la montaña. A pesar de estas construcciones de época posterior, apreciamos gracias al reciente traslado del cementerio y excavación de la zona, el tercio oeste del muro septentrional dónde se aprecia la fundamentación directa sobre la roca madre y como ésta, incluso, forma parte de las primeras hiladas del muro en su extremo oeste. El paramento a base de hiladas más o menos irregulares de sillares de diferentes características antes descritas, presenta restos de encintado de argamasa fina clara, conservado en las últimas cinco hiladas aproximadamente; el paramento culmina en una hilada de losetas de perfil rectangular alargado, yuxtapuestas, formando una cornisa bajo el filo del tejado original de losa de pizarra. La última de las losetas en el extremo oeste, queda integrada en la esquina noroeste, ya en el muro del frontis del edificio, cuya altura es unas cinco hiladas superior que la del muro septentrional descrito. Dicho frontis o fachada occidental, cuya anchura corresponde a la total del templo, es notablemente más alta que la cubierta del edificio, cuyo perfil a dos aguas emula éste grueso muro coronado por una estrecha cubierta de losas de pizarra imbricadas y con evidentes restos del mástil de un crucifijo de piedra en su cénit. Presenta paramento y fábrica idénticos a los anteriormente descritos; sobre su eje central, se disponen dos apreturas: una sencilla puerta de acceso al templo abierta en este muro, a poniente, de vano rectangular y dintel monolítico, cuyos montantes reforzados en algunos puntos por gruesos sillares quedan completamente integrados en el muro y se prolongan en altura funcionando como jambas laterales de un arco de descarga dovelado con sencillas y pequeñas dovelas desbastadas que albergan en el interior del arco un tímpano liso hecho del mismo paramento que reposa sobre el dintel monolítico de arenisca ocre que protege la puerta. Sobre el mismo eje central del frontis, en altura, se abre una sencilla ventana estilizada en forma de cruz latina que ilumina la nave central.

 

La interesante cabecera, que descubrimos a levante, tras el muro angular que la protege, de factura posterior, presenta adosados a un muro testero de doble altura y perfil a dos aguas, tres ábsides semicirculares; el central proporcionalmente mayor que los laterales y con decoración a base de arquillos de medio punto de raíz lombarda, aquí sin las correspondientes lesenas y cuya aparejo constructivo queda oculta tras el revoque de argamasa que los cubre, al igual que los sillares de perfil ligeramente oblicuo (sin llegar a definir una cornisa) dispuestos sobre dicha decoración, en el encuentro del muro con la primera hilada de losas de pizarra del tejado. Esta misma solución de culminación del muro se aprecia también en el absidiolo meridional, aunque sin los arquillos. El absidiolo septentrional se encuentra hoy reconstruido sobre el basamento de la original que fue anulada por la construcción de una gran sacristía y escalera en este lateral de la cabecera. En algunos puntos del ábside central, del meridional y de la testera, se aprecian notables restos del encintado que reproduciendo paramento de sillería, los decoraba. En el muro semicircular del ábside se abren dos ventanas de medio punto, abocinadas y de doble derrame, de fábrica muy sencilla y austera. Una ilumina el interior dispuesta en el centro del ábside, y la segunda, orientada a mediodía, se encuentra a pocos centímetros del punto de encuentro e integración del muro semicircular de la absidiola meridional con el del ábside central. Dicho absidiolo lateral sur presenta una ventana central de medio punto cuyo vano es notablemente menor que las descritas en el ábside central pero de idénticas características constructivas; el encuentro del muro semicircular de esta absidiola con la testera se encuentra reforzado por un estrecho contrafuerte que se confunde ya con el muro perimetral de mediodía del edificio.

 

La testera, a dos aguas, como apuntábamos, presenta una doble altura apreciable gracias a la evidente línea de losas de pizarra correspondiente al tejado del templo, bajo el eje de la cual y justo sobre la cubierta del ábside central, se abre un pequeño y sencillo ojo de buey labrado en un único sillar de arenisca. Gracias a los trabajos arqueológicos realizados en el año 1995, se aprecia un recrecimiento del muro en la parte inferior de los tres ábsides correspondiente al basamento, y en el extremo norte de la cabecera, los sillares que fundamentan y forman el vértice de ésta con el muro septentrional, en éste lugar, se aprecian también los restos de una estructura martirial tardoantigua. La cubierta exterior del templo basilical, a dos aguas y de losas de pizarra conserva su aspecto original e indica dos espacios diferenciados que se corresponden con la organización interna del edificio: el del cuerpo longitudinal de tres naves y el de un ancho presbiterio que precede los ábsides a levante, cuya cubierta es unos centímetros más baja.

 

En cuanto a la fachada o muro de mediodía, alterado únicamente en época renacentista, y que conserva aún en las hiladas superiores buena parte del encintado original, se abren tres sencillas ventanas de medio punto, además de la actual puerta de acceso, dispuestas éstas en altura, equidistantes, a lo largo de este muro. Dichas ventanas son abocinadas y de doble derrame, de iguales características que las descritas en la cabecera, su luz es estrecha y estilizada. Además, se intuyen, integrados en el muro y tapiados, los vanos de dos pequeñas puertas rectangulares, sensiblemente alzadas respecto el nivel del suelo y coronadas por un arco de medio punto de descarga. Mientras la primera es evidente y daría acceso a la zona del presbiterio; la segunda, ha quedado muy desfigurada por su proximidad a la nueva puerta renacentista, de ésta se intuye parte de su vano rectangular junto al montante oeste de la puerta renacentista, el correspondiente arco de descarga sólo se aprecia en el interior del templo. Ambas aperturas corresponderían a accesos menores y diferenciados, probablemente relacionados con las funciones y cargos eclesiásticos del lugar.

 

Actualmente, a través de la puerta renacentista abierta a mediodía, descendiendo tres gruesos peldaños accedemos al edificio hoy restaurado y devuelto a sus formas y organización originales. Se trata de tres estrechas y alargadas naves, divididas por dos juegos de cuatro arcos formeros que reposan sobre pilares de sección rectangular, cubiertas por tres bóvedas de cañón y coronadas por tres ábsides semicirculares precedidos de un profundo espacio presbiterial, únicamente indicado aquí por una interesante cubierta abovedada algo más baja que las de las naves. La reciente restauración ha devuelto al templo románico el original juego de pequeños espacios cubiertos por altas pero estrechas bóvedas de cañón, sembrado de pilares y altos aunque estrechos arcos de medio punto adovelados, en los que se aprecia la elección de una especial fórmula constructiva que combina pequeños sillares de piedra del lugar y arenisca con piedra volcánica de una tonalidad clara. De esa suerte, se consiguió una mayor ligereza de la construcción en altura y un juego de texturas evidentemente decorativo. Sucede que en los arcos se alternan sucesiva y regularmente dovelas de arenisca o piedra local con los de lava, probablemente traídos de canteras de roca volcánica expresamente para esta construcción.

 

Probablemente el acceso principal correspondía a la puerta abierta en el muro de poniente, cuyo ancho vano rectangular ilumina hoy la nave central y se encuentra doblado por un segundo vano rectangular algo mayor que éste y que enmarca el acceso, en gradación. El umbral monolítico de éste, labrado en arenisca, conserva las acanaladuras labradas que corresponden a los dos batientes de una puerta; cabe mencionar también, en el montante izquierdo, a media altura, un sillar de arenisca con una cruz griega labrada en bajo relieve. Dicho vano rectangular, a su vez, aparece coronado por el arco de medio punto, de descarga, descrito antes en el muro exterior de la fachada, y custodiado a ambos lados por los pilares, adosados a la fachada occidental y convertidos en pilastras, sobre las que reposan los arcos formeros correspondientes al último tramo de ambas naves laterales. Así, interiormente, el muro frontispicio se divide regularmente en tres partes, perfiladas por los vanos de arco de medio punto formados por las tres cubiertas abovedadas de la nave central, mayor en altura la central. Además de la puerta central descrita, en altura, sobre el mismo eje, ilumina la nave una sencilla apertura estilizada en forma de cruz latina.

 

El estrecho y largo cuerpo de esta iglesia de planta basilical de tres naves, se compone de una nave central de unos 2’30 m de ancho, flanqueada por dos naves laterales cuya anchura es sólo de 1’40 m. A su vez, el cuerpo del templo se divide en cuatro tramos comunicados por dos juegos de cuatro arcos formeros que reposan en tres pilares rectangulares y dos pilastras en cada extremo, respectivamente.

 

A la altura del pilar que divide el primer y el segundo tramo, en las tres naves de estrechas cubiertas abovedadas se genera la anteriormente mencionada distinción del espacio presbiterial consistente en cubrir el espacio de este primer tramo, anexo al los ábsides, con una bóveda de cañón ligeramente más baja y que deja a la vista su arco dovelado que descansa sobre los mismos muros y pilares que la cubierta del resto de las naves. En el punto donde esta bóveda de un único tramo se une con el muro testero, se dibuja en el muro testero el perfil de un arco de medio punto que define la altura de este primer tramo y que en su interior alberga, ocupando tres cuartos de su alzado, el vano del correspondiente al arco de medio punto del ábside, embellecido y doblado por un estrecho arco triunfal de medio punto, adovelado, integrado en el muro testero y que forma la característica gradación de arcos en este punto de la cabecera. Dicha descripción aplicable a los tres ábsides, en consonancia con las dimensiones de sus respectivas naves, forman en su unión con los pilares de la nave un elegante y bello juego arquitectónico. El espacio interno de los tres ábsides se eleva dos peldaños por encima del nivel del suelo del resto del templo, el primero de estos peldaños es corrido, une longitudinalmente toda la cabecera, a diferencia del segundo, interrumpido a ambos lados del ábside central, por los primeros pilares rectangulares que adosados a la cabecera a modo de pilastras, reciben los empujes de los arcos triunfales y del primer par de arcos formeros que dividen el cuerpo del templo ya en este punto.

 

En las alargadas y estrechas cubiertas de bóveda de cañón se aprecian aún las marcas del encofrado de madera en la argamasa, que en algunos puntos deja a la vista la mezcla de sillarejo y piedra volcánica utilizados en su construcción.

 

La observación del interior del muro perimetral de mediodía desde el interior del resulta interesante y esclarecedora. En el primer tramo de éste, junto al ábside lateral sur, se abre la primera de las tres ventanas de medio punto abocinadas con derrame hacia el interior (ésta ha sido en parte reconstruida). En el segundo tramo de este mismo muro, se encuentra hoy restaurada interiormente, la primera de las estrechas puertas románicas que daban acceso al edificio. Se trata de una puerta de vano rectangular, doble, en gradación (como en la puerta occidental antes descrita), elevada tres hiladas sobre el nivel interno del suelo, coronada por un dintel monolítico de piedra arenisca en cuyo centro aparece una tosca cruz labrada. Unas tres hiladas sobre este dintel, se dibuja un arco dovelado y sencillo, de medio punto, de descarga, que deja en su interior el espacio vacío de ornamentación de un tímpano liso. En este mismo muro, ya a la altura del tercer tramo, entre el tímpano descrito y la actual puerta de acceso, se abre la segunda de las ventanas de medio punto, similar a la anterior, con montantes a base de dos grandes sillares verticales y pequeñas dovelas que forman el arco interno, en cuyo interior aún se conservan las marcas de encofrado en la argamasa.

 

En el cuarto tramo, se abre la tercera de éstas ventanas, similar a las anteriormente descritas. Entre ésta última y el montante oeste de la puerta actual, se distingue en altura, un arco de medio punto formado por pequeñas dovelas de piedra volcánica clara, hoy completamente integrado en el muro y su tímpano tapiado. Una observación atenta del paramento bajo éste arco de descarga, indica un cese de las hiladas románicas en la línea vertical que correspondería al montante oeste de la segunda de las pequeñas puertas de acceso abiertas en este muro en época románica.

 

Regularmente se distinguen en los muros perimetrales los agujeros cuadrangulares correspondientes a las bastidas usadas para la construcción de éstos. El muro perimetral septentrional únicamente se conserva en estado original en el extremo de poniente, pues una ancha capilla abierta al Norte comportó la destrucción de buena parte de éste. Junto al ábside septentrional, hoy recuperado, se abre una puerta moderna de vano rectangular que lleva a la actual sacristía, espacio que se encuentra bajo el gran campanario o esconjuradero del siglo xviii. En este lugar y bajo el nivel del suelo actual, en 1995 se descubrieron los fundamentos de un campanario de base cuadrada además de sepulturas altomedievales y evidencias del templo martirial de época tardoantigua y que habría dado lugar posteriormente a la construcción de Sant Julià de Ramis en este lugar.

 

A modo de conclusión, recogiendo las tesis inicialmente apuntadas por Puig i Cadafalch respecto a este edificio y las aportaciones resultantes de las excavaciones arqueológicas y restauración del templo del año 1995, confirmamos la fábrica unitaria del templo basilical en torno al año 1000, pues en él están presentes fórmulas constructivas prerrománicas ya muy asimiladas que incluyen e incorporan nuevas características arquitectónicas propias del románico del siglo xi, que como afirman M. L. Casas y J.-A. Adell, por su estructura singular y sencilla encuentra paralelo en la iglesia de Santa Maria de la Tossa de Montbui.

 

 

Sarcófago y capitel

 

El sarcófago que se encontraba en el exterior del templo, junto a la puerta principal abierta a poniente, hoy ocupa la vacía y sobredimensionada capilla del Roser. Dispuesto junto al muro norte de ésta, el sarcófago de piedra llamado “de Carlomagno” se sostiene mediante un par de juegos de columnillas de fuste liso, basa y sencillos capiteles, de fábrica y calidad dispar.

 

El sarcófago en sí, monolítico, es sencillo, de caja rectangular con una cubierta o tapa a dos aguas, formada por cinco piezas bien labradas; ambos sin decoración alguna y con la superficie evidentemente erosionada, por su exposición a las inclemencias del tiempo durante cientos de años. En cuanto a los capiteles y basas, de calidad y factura muy dispar, cabe destacar uno de los dos capiteles, que presenta decoración esculpida con motivos zoomórficos y geometrizantes, muy simples, consistentes en gruesas aves frontales dispuestas en los ángulos del capitel.

 

Por su tipología y por la semejanza de éste con otros similares encontrados en Santa Maria de Cervià de Ter y en la misma catedral de Girona (sepulcro de Ermessenda), correspondería fechar el conjunto funerario entre el siglo xii y el xiii.

 

 

Cementerio (excavaciones):

 

Recientemente, junto al muro septentrional de la iglesia, a los pies de ésta, excavadas en la roca madre se han localizado cuatro tumbas altomedievales, antropomórficas, de diferentes dimensiones, todas ellas orientadas con la cabeza hacia el oeste. Junto a estas, y dentro del recinto del cementerio delimitado por un grueso muro de tapia, se han excavado otras construcciones correspondientes a edificios y sepulturas tardoantiguas, relacionadas con el conjunto de Castellum Fractum.

 

Texto y fotos: Annaïs Pascual Alfaras

 

 

Bibliografía

 

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