Castillo de Palagret
Castillo de Palagret (o Mabarrera)
En el municipio de Celrà, en el caserío rural disperso del Valle de Palagret, en la vertiente norte de las Gavarres, en lo alto de una colina a 178 metros de altitud, se encuentra el castillo de Palagret, también llamado de Mabarrera. Dicha fortificación, situada en un punto estratégico, custodia en su lado norte gran parte del valle y las llanuras por entre las que discurre el río Palagret, un afluente del Ter.
El castillo, considerado Bien de Interés Cultural y actualmente protegido, hasta hace pocos años se encontraba en severo estado de ruina y abandono en medio de la maleza. Fue adquirido por el Ayuntamiento de Celrà a finales de siglo pasado, tras lo cual se promovieron trabajos de limpieza de vegetación del lugar, antes de que empezaran, en el año 2002, los primeros trabajos de consolidación de los muros del castillo que aún se sostenían en pie. Entre septiembre de 2002 y enero de 2003 se llevaron a cabo los primeros trabajos arqueológicos en el recinto de Palagret, dirigidos por el arqueólogo F. Codina i Falgàs.
Una primera referencia sobre el lugar de Palagret aparece en el documento firmado por el rey Carlos el Simple en el año 922 por el que se confirman y protegen las propiedades en los lugares de Celrà y Palagret, entre otros, entregadas por el obispo Hilmerand a la sede de Girona. En este momento, el lugar de Palagret pasa a manos del obispo gerundense Guiu.
Desconocemos el momento exacto de la construcción del castillo. Según apunta L. Camps i Sagué podría tratarse en origen de una fortificación de reconquista edificada en torno al año 985, cuando, estando al-Mansur a las puertas de Barcelona, se construyen gran cantidad de torres y castillos en las tierras de Girona; o bien se debería a una necesidad de protección y muestra de poder de los feudatarios de Palagret que administraban el lugar para el obispado de Girona, y luego para el capítulo de la sede.
Tenemos constancia de que a finales del siglo xii el castillo estaba en manos de Ramon de Peretallada, quién en 1199 vende la fortificación y sus propiedades en Celrà y en Bordils a un tal Bernat de Sitjar y a su hijo Berenguer. En 1218, Berenguer de Sijar deja a su hijo, en testamento, totum castrum de Palagreto et ipsa Talata integra com ómnibus suis perteneciis et tenenibus. El heredero, cuyo nombre también era Berenguer, cohesiona y amplía los dominios de la señoría de Palagret. Así, en 1235, Gaufred, vizconde de Rocabertí, junto a Ramon de Vilademuls y Bernat de Queixàs, reconoce la posesión del castillo de Palagret a Berenguer de Sitjar, hijo. En dicho documento los firmantes se comprometen a librar a Berenguer de Sitjar todo derecho y documento que atañese a la señoría de Palagret. Un año más tarde, Bernat de Queixàs promete al señor de Palagret, Berenguer, mandar redactar el cantoral de Gaufred de Rocabertí y que si entre los documentos de éste encontrara algunos referidos a Palagret se los libraría. Además, consta documentalmente que Berenguer amplía sus posesiones en la parroquia de Sant Feliu de Celrà con nuevas adquisiciones efectuadas en 1237. La familia ya ennoblecida de los Sitjar de Palagret a mediados del siglo xiii tenía posesiones y derechos en Celrà, Raset, Viladesens, Campdorà, Bordils y Juià.
Berenguer de Sitjar, señor de Palagret, en su testamento de 1251, deja el castillo de Palagret y demás bienes en propiedad de su esposa Berenguera y su hija Saurina, dejando por escrito que a la muerte de éstas todas sus propiedades pasaran a ser administradas por el obispo y el abad de Sant Pere de Galligants. Encontramos documentada por última vez la saga de los Sitjar de Palagret en un documento de 1295 dónde se hace referencia a la muerte de Saurina de Palagret. Un año después, en 1296, el obispo Bernat de Vilamarí, el abad de Sant Pere de Galligants, Arnau, y Pere de Palol, deciden que el castillo de Palagret y sus propiedades pasen a manos de la catedral de Girona y que parte de sus beneficios se destinen al hospital de Santa Caterina, cumpliendo las voluntades de Berenguer de Sitjar. Tal repartimiento de las rentas llevaría durante el próximo siglo más de un enfrentamiento entre la sede y el hospital. En 1307 el cuidado y gestión del castillo estará a cargo de Ramon Loreta, obligado a residir en él y que rinde homenaje a Arnau Ponç, clérigo y procurador del canónigo Dalmau de Pontós. A mediados del siglo xvi se compromete a realizar ésta misma función un tal Guillem Banyes, siendo ya encargados del cobro de los impuestos y otros derechos los Llobera, batlles de sac del lugar hasta 1527.
Durante la Baja Edad Media, el castillo fue utilizado como centro administrativo de los señores de Palagret. Según los restos de cerámica encontrados en el lugar durante las excavaciones de 2002 y 2003, se deduce que el momento de abandono del castillo fue en el siglo xv, coincidiendo con la guerra de los Remensas. El recinto, antes de su definitiva destrucción, quedaría integrado en las tierras del Mas Barrera, del que popularmente entonces tomaría el nombre de Mabarrera. Pere Guinart de Palagret, en el siglo xviii, consta como propietario del lugar; buena parte de sus propiedades fueron traspasadas a un tal Francesc Taberner, a los descendientes del cual el Ayuntamiento pudo comprar la propiedad del castillo con el objetivo de recuperarlo.
El castillo en sí mide, en su lado norte,
La fortificación, con su planta ligeramente trapezoidal, se levanta directamente sobre la roca, en la cima de una colina artificial, pues en realidad se trata de la ladera de la montaña de les Planes (260 m) que fue tallada para construir el fosar y el valle del castillo. Hoy, el impresionante foso, liberado de escombros, tallado en la roca natural, rodea la colina excepto en el lado sur, dónde el desnivel natural de la montaña lo hace innecesario. El foso, cuyo perímetro es de
A levante, el primer muro y el primer tramo de escaleras que el visitante encuentra corresponden a la última de sus tres fases constructivas llevada a cabo durante el siglo xv; el siguiente muro que protege la fortaleza, a mano derecha subiendo las escaleras, presenta cuatro ventanas saeteras y una puerta de la cual tan sólo se conservan sus jambas, y evidentemente protegida por una de las saeteras que queda abierta en el vértice de su jamba izquierda. Este segundo muro perimetral correspondería a la primera ampliación llevada a cabo en el siglo xiv. Cruzando dicha puerta, un pasillo entre dos estancias laterales también posteriores, nos conduce a un tercer muro perimetral, con siete ventanas saeteras que custodian a ambos lados una apertura de arco de medio punto, que aunque desconocemos si originalmente se trataba de una ventana hoy da acceso al interior del recinto y a sus dependencias organizadas entorno a un patio central cuadrangular que presenta un aljibe excavado en la roca.
En su lado norte, el patio da acceso a una estancia rectangular adosada al muro perimetral, con evidencias de una cubierta abovedada y muro sur de la cual presenta un paramento, evidentemente diferente al de fábricas anteriores, hecho de grandes sillares escuadrados bastante regulares de piedra caliza, en el que se abre una puerta adovelada de arco de medio punto y dos pequeñas ventanas estilizadas de un único derrame hacia el interior. Dentro de dicha estancia se documentaron distintos niveles de pavimentación, encontrándose bajo pavimento de opus signinum, un enlosado de gran calidad cuya orientación no encaja con la de los muros perimetrales de la estancia. El muro sur de la misma estancia, en su lado exterior dobla el grosor y forma el soporte para una escalera que lleva a un segundo piso que no se ha conservado. A los pies de dicha escalera, en el ángulo noroeste del patio se encuentra una puerta que da a una pequeña estancia de planta trapezoidal en cuya esquina noroeste se interrumpen los muros perimetrales de la fortificación formando un acceso en este lado protegido por un paño de muralla que forma un estrecho corredor en el lado oeste del castillo, entrada que quedaría protegida por la misma ladera de la montaña.
En el lado oeste del patio se encuentra, adosada al muro perimetral occidental una pequeña estancia rectangular, que se conserva aún en pie, una dependencia rectangular alargada de unos 41,65 m2, la más antigua. Ésta estaba cubierta por una bóveda de cañón, de la cual se conservan algunos restos que dejan a la vista las marcas del encofrado. La puerta original de dicha estancia, junto a algunas de sus ventanas saeteras fue tapiada en algún momento posterior, en el que muy probablemente únicamente se podía acceder a dicho espacio desde un segundo piso por una apertura practicada en el techo de ésta. Los anchos muros que presenta la estancia junto a sus ventanas saeteras y su ubicación, custodiando el ángulo noroeste de acceso al castillo, llevan a pensar que podría tratarse de la torre del castillo.
En el muro que delimita el lado sur del patio interior, se abren dos puertas que llevan respectivamente a dos nuevas estancias, una de ellas adosada en el ángulo suroeste del muro perimetral de la fortificación en el que se encuentran abiertas unas diez ventanas saeteras, cinco en cada lado, protegiendo el acceso a la fortaleza por este ángulo. Anexa a ésta se encuentra la segunda dependencia adosada al muro perimetral sur, ésta rectangular y alargada, bajo la cual se encontró que en origen, en éste punto se extrajo piedra luego documentada en otras partes del edificio. Finalmente el patio por su lado de levante da acceso a una dependencia que cuya construcción corresponde al siglo xiv y que presenta el arranque de un arco que se sostenía sobre sillares regulares de piedra caliza y sobre un pilar también labrado en piedra caliza.
La primera fase constructiva, muy afectada por las remodelaciones posteriores, corresponde a un castillo cuya planta trapezoidal de
El muro norte, doblado exteriormente por otro paño de muralla posterior y reforzado por dos enormes contrafuertes, entre los que queda abierto un paso entre murallas, da buena cuenta del alzado y la magnitud original del conjunto. En su lado este, el muro perimetral primitivo presenta una apertura de arco de medio punto construido a base de dovelas bien labradas de piedra calcárea y de arenisca intercaladas, quizá abierta en un momento posterior a la construcción de dicho muro, pues su factura es similar a la de la del muro sur de la primera estancia antes descrita fechada por dichos arqueólogos durante el siglo xiv. La fabrica de tal arco de medio punto destaca abierto en el muro cuyo paramento es a base de hiladas de guijarros de pizarra unidos con argamasa intercaladas por una profusión de ventanas saeteras que derraman hacia el interior y que presenta en algunos puntos hiladas de un rudimentario pero apreciable opus spicatum. Corresponde también a dicha fase constructiva la dependencia adosada en el muro oeste, muy probablemente la torre del castillo. La construcción del fosar, al menos con las dimensiones actuales, correspondería a una fase posterior, pues el recinto original quedaría demasiado descentrado dentro del perímetro del foso actual.
Texto y fotos: Annaïs Pascual Alfaras
Bibliografía
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